EL FRENESÍ QUE HA
PRODUCIDO LA JUSTICIA ESPECIAL DE PAZ
Narcotraficantes
que posan de exparamilitares, alfiles uribistas, militares que robaron guacas:
la Justicia para la Paz no ha arrancado aún, pero todos quieren entrar por esa
puerta para saldar sus deudas con la justicia. Ya van dos narcos que intentan
colarse en el proceso.
Redacción
Judicial
Penas
alternativas de máximo ocho años para quienes reconozcan verdades y
responsabilidades, aun tras cometer las más graves violaciones de derechos
humanos, y libertades condicionadas para quienes lleven más de cinco años
privados de la libertad, son resultados de los diálogos de paz en La Habana.
Son también un fruto demasiado tentador, que hoy tiene a más de uno maquinando
cómo acceder a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP). Lo afirman los penalistas
consultados por este diario: la consulta de moda es cómo someterse a ese
sistema de justicia transicional. A la JEP aún le faltan infraestructura,
magistrados, salas, pero es el lugar en el que un buen número de condenados y
procesados quieren aterrizar.
Los
cálculos de la Secretaría Ejecutiva de la JEP es que todo el andamiaje estará
funcionando en enero del otro año. Aun así, son varios los detenidos que
quieren todo con la JEP. Lo que puede leerse en el panorama es que en varias
cárceles del país hay presos que están viendo en este sistema el fin a sus
problemas, incluso pasando por alto un requisito fundamental: que la condena o
el proceso del solicitante debe estar relacionado con el conflicto. Hasta
ahora, la legislación que se ha proferido para la JEP no ha sido clara en
señalar cómo se tasa una relación "directa o indirecta" con la
guerra, y de ese vacío son varios los que al parecer quieren tomar ventaja.
Por
eso, en estos seis meses que han transcurrido desde que se firmó el Acuerdo
Final con las Farc, han salido a flote nombres insólitos. Por ejemplo, el de
John Fredy Manco Torres, alias el Indio, quien a principios de mayo pasado dejó
constancia en un documento de su interés de acudir a la JEP y contar todo lo
que sabe sobre la guerra. Sería un gesto contundente, de no ser porque proviene
del narcotraficante que le costó el cargo al exdirector de Fiscalías
Seccionales de Medellín, Guillermo León Valencia Cossio. Hacia 2008, trascendió
que el Indio había negociado con Valencia Cossio para que este lo sacara del
organigrama de los más buscados de la ciudad. El Indio ha dicho que perteneció
al Élmer Cárdenas de las AUC, pero el exjefe del bloque, alias el Alemán, lo ha
negado. ¿Qué confesiones podría hacer alguien sobre una guerra que no conoció?
Hace
poco más de una semana se supo que un segundo narcotraficante trató de colarse
en la JEP: Gildardo Rodríguez, el organizador de Los Machos, el ejército
privado del capo Diego León Montoya. En el cartel del norte del Valle,
Rodríguez era conocido como el Señor de la Camisa Roja. Rodríguez es víctima
del exterminio de la izquierda de este país —su padre y uno de sus hermanos,
integrantes del Partido Comunista, fueron asesinados— y discípulo de Orlando
Henao Montoya, jefe de Cartel del norte del Valle. Antes de Rodríguez, en
febrero de este año, lo mismo había intentado Segundo Villota, solicitado en
extradición por una corte de Texas desde 2013 por traficar droga con las Farc y
con carteles mexicanos.
Las
Farc, se supone, están en la tarea de armar con rigurosidad la lista de por lo
menos 12 mil exguerrilleros que se postularán a la JEP, con ojos vigilantes
para que no se cuelen narcotraficantes ni delincuentes ajenos a la guerrilla.
Pero fueron ellos mismos quienes, por ejemplo, postularon al Señor de la Camisa
Roja, por lo que los ojos vigilantes sobre la propia guerrilla también serán
necesarios. Además, no son sólo los capos los contagiados por la fiebre de
acogerse, a como dé lugar, a la Justicia Especial para la Paz. El catálogo de
los interesados es variado.
Por
un lado, están los uribistas. El primero de ellos en alzar la mano fue el
exministro de Protección Social Diego Palacio. Lo siguió, poco después, el
exministro de Interior y Justicia Sabas Pretelt y, por último, el exsecretario
de la Presidencia Alberto Velásquez. A los tres los condenó la Corte Suprema de
Justicia por el escándalo de la yidispolítica, en el que se configuró en 2004,
a cambio de prebendas, la reelección de Álvaro Uribe Vélez. En abril pasado
formalizaron su intención de someterse a la JEP y, dado que un requisito básico
para ello es explicar la relación de sus delitos con el conflicto armado, los
tres alfiles del uribismo le echaron tierra a una de las principales tesis de
su partido (la inexistencia del conflicto) y reconocieron que en Colombia sí
hay guerra.
“El
delito de cohecho por el cual fui condenado tiene relación con el conflicto (…)
en la medida que la reelección presidencial era a su vez una reelección de la
política de seguridad democrática y esta iba encaminada a luchar contra las
Farc”. Así explicó Diego Palacio su deseo de acogerse a este sistema de
justicia transicional. Pretelt, por su parte, mostró algo que parece ser el
factor predominante por estos días: poco conocimiento del sistema. “Tengo que
ir a la Sala de Definiciones Jurídicas”, le dijo a Sigifredo López en una
conversación revelada por este diario a finales de abril pasado. “Usted puede
acudir es a la Sala de Revisión, porque su situación jurídica ya está definida,
pero aportando verdad”, le corrigió López. “No, no —insistió Pretelt—, ellos no
tienen que revisar mi sentencia, ellos lo que tienen que hacer es (mirar) si es
verdad o no que el delito por el que me acusaron tiene que ver con el
conflicto. Punto”.
Por
otro lado, están los 147 militares que en 2003 robaron una millonaria guaca de
las Farc que encontraron mientras caminaban por la sierra de La Macarena (Meta)
al cumplir la orden de rescatar a tres contratistas estadounidenses
secuestrados por la guerrilla. Se habló en ese entonces de que se trataba de
una caleta de más de $40 mil millones. Fueron condenados a entre 48 y 72 meses
de prisión y la historia dio hasta para una película. Al cerrar mayo, se supo
que habían solicitado su ingreso a la JEP. “Ellos no estaban paseando. No
estaban haciendo una actividad distinta a defender la patria. Estaban en el
marco del conflicto armado”, le explicó Pedro Puentes, el defensor de los
militares, a Noticias Caracol.
El
deseo de ingresar a la JEP y saldar para siempre las deudas con la justicia,
con penas alternativas —no hay cárcel— de máximo ocho años, sigue creciendo en
popularidad. ¿Quiénes serán finalmente los beneficiados? Serán los magistrados
quienes decidan. Por esa y otras razones de igual importancia es que es clave
la selección de las personas que tomarán estas relevantes determinaciones.
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