miércoles, 27 de julio de 2016

Europa: De aquellos polvos estos lodos. Por, Guadi Calvo

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Europa: De aquellos polvos estos lodos

Guadi Calvo

ALAI AMLATINA, 26/07/2016.-  Europa, entiéndase, la Unión Europea y la OTAN, conocía muy bien el camino que los llevaba para destruir Libia, para destruir Siria, para destruir Irak y para aniquilar por el resto de los tiempos a Afganistán, pero nadie les explicó como volver de allí.

Para visualizar los nuevos campos de batalla, los grandes  estrategas occidentales utilizaron el  Battlefield Augmented Reality System (BARS o sistema de realidad aumentada para el campo de batalla) junto con las opciones dadas por los laboratorios interdisciplinarios o Think Tank, y el respectivo aval político y la asistencia del poder mediático. Empleando un arma de guerra tan letal como una andanada de misiles, demolieron con suma prolijidad países enteros, miles de pueblos, centenares de ciudades, millones de vidas y siglos de civilización.

Nadie puede negar que si la idea era destruir, el plan armado sobre la “Primavera Árabe”, fue el éxito más contundente de Occidente desde la demolición del bloque socialista simbolizado en el Muro de Berlín.

Casi 20 años se prepararon los Estados Unidos junto a sus aliados europeos para el asalto final al mundo productor de energía, petróleo y gas específicamente, y a por ello fueron a exterminar los países que se rehusaban a entregarlos dócilmente (Siria, Libia e Irán).

Los estrategas del Pentágono, ya con las operaciones en marcha, descubrieron un detalle geológico que no consideraron, que bajo las arenas del Medio Oriente, además de océanos de energía, había grandes lodazales y allí quedaron empantanados desde 2001.

La misma mano de obra que la OTAN utilizó para la derrota de la Unión Soviética en Afganistán, para la destrucción de Libia y el martirio del Coronel Gadaffi, y que estuvo a punto de conseguir lo mismo con la Siria de Bashar al-Assad, hoy se está empleando contra sus poblaciones. Lo tremendo de esto es que no lo hacen con cuadrillas de bombardeos, cazas y drones, batallones, tanques, y portaaviones.  Los “ejércitos” que hoy están destruyendo el sistema nervioso de los europeos y los estadounidenses, (los pocos norteamericanos que saben que existe un mundo más allá de sus condados, sus barbacoas y sus PlayStation), viajan en subte, manejan camiones, visitan centros comerciales y hasta toman café en el bistró de la esquina.

El tipo de ataque que se han sucedido desde Niza a esta parte, a diferencia de Madrid, Londres, París y Bruselas, muestra claramente que no ha sido orgánicamente responsabilidad de Estado Islámico o al-Qaeda en su momento. Si queda bien claro que son responsabilidad de las autoridades europeas, no porque no los hayan podido detener (hoy no hay servicio de inteligencia y sistema de espionaje que pueda prever con que humor se han despertado los 50 millones de musulmanes que viven en Europa, muchos de ellos, la absoluta mayoría, europeos y hasta tres generaciones)   sino por haber llevado a miles de jóvenes europeos a no tener otra razón para vivir que morir por Allah.

Hoy, cualquiera que camine por una calle de Oporto, Elsinor o Zakopane, es un objetivo militar, no importa si el ataque deja solo unos cuantos heridos como sucedió hace apenas 10 días en un tren regional de Bavaria, donde Muhamad Riyad, un joven afgano de 19 años, al grito de Allahu Akbar, la emprendió contra los pasajeros hiriendo gravemente a cinco. Lo que significativamente recordó el asesinato del soldado británico en mayo de 2013, en plena calle del tranquilo barrio londinense de Woolwich, a manos de dos nigerianos, que lo decapitaron frente a los transeúntes, a quienes les pidieron ser filmados en plena faena.

Nadie puede saber cuándo y donde será el próximo ataque, tras Niza, surgió lo del tren en Baviera, y después siguió un fin de semana desesperante para Ángela Merkel: el viernes 18, un joven alemán de origen iraní, Ali Sonboly, decidió estrenar su Glock 17, disparado contra los asistentes al McDonalds, del centro comercial Olympia de Múnich, para después seguir afuera. La cuenta final dio nueve muertos, mientras el tirador se suicidaría un kilómetro más allá del centro comercial.

 Al domingo siguiente, un refugiado sirio de 21 años, solicitante de asilo, asesinó a cuchilladas a una mujer, e hirió a dos hombres que esperaban el bus en la ciudad de Reutlingen. Algunas versiones intentan minimizar el hecho convirtiéndole en un “crimen doméstico”.

Este mismo panorama nos remite a la serie de ataques que se produjeron entre el 15 y 22 de marzo de 2012 en la ciudad francesa de Toulouse, que redondearía la cifra de 9 muertos: “judíos” “conversos” o “cipayos”, crímenes que fueron adjudicados al joven francés de origen argelino, Mohamed Merah, quien, según las autoridades, estaría vinculado con al-Qaeda.

El lunes 25,  la policía polaca detuvo a un  hombre de 48 años, iraquí, acusado de posesión de explosivos, que preparaba para un atentado durante la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), que se celebra esta semana en Cracovia, con la presencia del Papa Francisco.

Apenas horas antes de comenzar a escribir estas líneas, se conoció la noticia de que dos hombres armados con cuchillos habían tomado 5 rehenes en la iglesia de Saint-Étienne-du-Rouvray, una ciudad de 27 mil habitantes situada en Normandía, en el norte de Francia. Los atacantes degollaron al sacerdote Jacques Hamel, de 84 años e hirieron de gravedad a un feligrés. La policía consiguió ejecutar a los agresores junto al altar, como para darle un toque más chabroliano a la acción.

Mientras cerrábamos este artículo se informa que en la ciudad sueca de Malmo, un hombre armado disparó contra una persona en el centro comercial Rosengard, (Rosengård Centrum), no se ha podido determinar aun si se trató de un robo o tiene características de ataque extremista.

Las policías occidentales, los servicios de inteligencia, las autoridades saben que esta situación es inmanejable, que el desborde es incontenible y no es una victoria militar sobre el Estado Islámico lo que va a terminar con esta situación.

Daesh, que ha hecho del marketing un gran arma, está dispuesto a reconocer y asumir cualquier acto de violencia sucedido en el mundo y cualquiera que intente un poco más de notoriedad gritará un  Allah Abkar, aunque no tenga idea de que signifique las dos palabritas combinadas. 

Los record están para ser batidos

En una de la escena del film Poderosa Afrodita (1995) de Woody Allen, la hermana ultraortodoxa del protagonista, le recuerda los seis millones judíos muertos por el nazismo, a lo que el propio Allen contesta, “ni lo recuerdes, los record están para ser batidos”. Y de batir record, en este caso de torpeza, parece saber mucho el presidente francés François “Flanby” Hollande.

Si poca hubiera sido la torpeza, por no hablar de perversidad de su antecesor, Nicolás Sarkozy, quien ha propiciado la actual situación en el Magreb y el Medio Oriente.  Sarkozy, atado a los caprichos de George W. Bush y como Ministro del Interior de Chirac, no supo interpretar el caldero que se estaba encendiendo entre los jóvenes de origen musulmán, que dio como resultado las protestas de 2005 en las periferias de París. Ahora Hollande cuenta con más nafta para apagar el incendio que puede consumir mucho más de lo que creemos.

Con su natural incapacidad, Hollande, hace apenas horas, ha descubierto que el “Estado Islámico le ha declarado la guerra a Francia” por lo que ha pasado a la ofensiva y en venganza de lo sucedido en Niza, cuándo ya todo el mundo sabe que el autor de la matanza, Mohamed Lahouaiej Bouhlel, no era integrante del Daesh y su decisión tiene ribetes personales que no se han desentrañado.

Hollande, bañado en un espíritu reivindicatorio del orgullo galo, liquidado para siempre en el barro de Dien Bien Phu hace ya 61 años, escuchando más a sus asesores de imagen que de terrorismo, atacó inopinadamente este 19 de julio la aldea de Tokhar Manbij, al norte de Siria, solo como venganza por el ataque en Niza, dejando 164 civiles muertos, el doble de los muertos en Niza.

Los atacantes de hoy a la iglesia de Saint-Étienne-du-Rouvray, dijeron que lo hacían en venganza, de la venganza de Hollande, quien parece se ha dispuesto a comerse a los caníbales.

Frente al reclamo del representante permanente de Rusia, Vitali Churkin, en el Consejo de Seguridad de la ONU, el representante francés François Delattre, guardó un corajudo silencio, ya que se sospecha ignoraba el hecho.

El bombardeo habría sido llevado a cabo con la excusa de ser parte de los ataques de la alianza encabezada por Estados Unidos, desde septiembre de 2014, aunque el representante ruso agregó que: “No hay drones estadounidenses ni fuerzas especiales de EE.UU. en Siria ni fuerzas especiales de sus aliados, así como tampoco hay capacidades de inteligencia por satélite de Estados Unidos ni los videos que realizan todos los bombarderos modernos al llevar a cabo un ataque”, lo que evidencia claramente la artera decisión de Francia de vengarse contra la población civil de un pueblo perdido en las marismas de una guerra que Occidente desató en su territorio.

La representante de Estados Unidos, Samantha Power, durante la reunión del Consejo de Seguridad, no pareció tampoco estar muy empapada del tema agregando el formulismo de: “Estudiaremos cuidadosamente y a fondo toda la información fidedigna”.

Quizás, cuándo más temprano que tarde, se vuelva a producir un nuevo atentado en Europa, alguien todavía se preguntará ¿por qué? La respuesta será tan sencilla como que de aquellos polvos, estos lodos.

- Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook:https://www.facebook.com/lineainternacionalGC




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Donald o Hillary, Hillary o Donald?. Por, Atilio Boron

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¿Donald o Hillary, Hillary o Donald?

Atilio Boron

ALAI AMLATINA, 21/07/2016.-  Estos días, después de la nominación de Donald Trump como candidato por el partido republicano, varios medios me preguntaron quién sería más conveniente para América Latina, si él o Hillary Clinton.

Mi respuesta: ninguno de los dos, porque lo que importan no son tanto las personas como la alianza social a quien ellos representan. Y esta alianza es la “burguesía imperial” o el “complejo militar-industrial-financiero”, al cual ambos responden si bien con características idiosincráticas propias.

Por eso creo que la pregunta está mal formulada. Ningún presidente de Estados Unidos se ha apartado, desde George Washington hasta aquí, de las premisas fundantes que guían las relaciones hemisféricas y que condenan a nuestros países a la condición de inertes satélites del centro imperial:

 (a) mantener América Latina y el Caribe como el “patio trasero” de Estados Unidos que no admite la intromisión de terceras potencias (Doctrina Monroe, 1823);

(b) fomentar la desunión y la discordia entre los países del área y oponerse con total intransigencia ante cualquier proceso de integración o unificación. Por eso, Washington sabotea a la UNASUR, a la CELAC, mismo al MERCOSUR, ni hablemos del ALBA-TCP, Petrocaribe, Banco del Sur o Telesur. Esta política arranca desde los tiempos del Congreso Anfictiónico de Panamá en 1826 y continúa hasta hoy.

 (c) el tristemente célebre “corolario de (Theodore) Roosevelt”, de 1904, en el que Estados Unidos se arroga el derecho a intervenir en los países del área sus gobiernos sean “incapaces de mantener el orden dentro de sus fronteras y se comporten con una justa consideración hacia sus obligaciones con el extranjero.” Y más adelante prosigue diciendo que: “siempre es posible que las acciones ofensivas hacia esta nación (Estados Unidos) o hacia los ciudadanos de esta nación (eufemismo por empresas norteamericanas) de algunos Estados incapaces de mantener el orden entre su gente, incapaces de asegurar la justicia hacia los extranjeros que la tratan bien, pudieran llevarnos a adoptar acciones para proteger nuestros derechos; pero tales acciones no se adoptarían con miras a una agresión territorial y serían adoptadas sólo con una extrema aversión y cuando se haya hecho evidente que cualquier otro recurso ha sido agotado”.

Fieles a estas premisas no tiene sentido alguno preguntarse si Trump ni Clinton serían más convenientes para América Latina.

Quizás podríamos especular sobre quien sería menos malo. En tal caso creo que entre estas dos malas personas, inmorales y corruptas, tal vez la menos dañina podría ser Hillary, pero nada más que eso. Ella y Trump representan, con ligeros matices, lo mismo: la dictadura "legal" del gran capital en Estados Unidos.

Trump es más impredecible y esto no necesariamente sería malo. Hasta podría despegarse ocasionalmente del “complejo militar-industrial-financiero”, pero su compañero de fórmula –un cristiano evangélico de ultraderecha- es un troglodita impresentable.

Hillary es muy predecible, pero su record como Secretaria de Estado en la administración Obama es terrible. Recuérdese, entre muchas otras cosas, la carcajada con que recibió la noticia del linchamiento de Muammar El Gadaffi, gesto moralmente inmundo si los hay. Como senadora se consagró como una descarada lobbista de Wall Street, del complejo militar-industrial y del Estado de Israel.

América Latina no puede esperar nada bueno de ningún gobierno de Estados Unidos, como lo ha demostrado la historia a lo largo de más de dos siglos. Puede, ocasionalmente, aparecer algún presidente que marginalmente pueda producir situaciones puntualmente favorables para nuestros países, como ha sido el caso de James Carter y su política de Derechos Humanos, concebida para hostigar a la Unión Soviética e Irán pero que, indirectamente, sirvió para debilitar las dictaduras genocidas de los años setentas. Pero nada más que eso. Nosotros tenemos que forjar la unidad de nuestros pueblos, como lo querían Artigas, Bolívar y San Martín en los albores de las luchas por nuestra independencia. No tenemos nada bueno que esperar de los ocupantes de la Casa Blanca cualquiera sea el color de su piel o su procedencia partidaria.

- Dr. Atilio A. Boron, director del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini (PLED), Buenos Aires, Argentina. Premio Libertador al Pensamiento Crítico 2013. www.atilioboron.com.ar  Twitter: http://twitter.com/atilioboron Facebook: http://www.facebook.com/profile.php?id=596730002




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¿Cómo llegamos a este caos?. Por, Roberto Savio

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¿Cómo llegamos a este caos?

Roberto Savio

ALAI AMLATINA, 27/07/2016.- Una maldición china dice “Ojalá que le toquen tiempos interesantes”, ya que demasiados acontecimientos perturbarían el elemento esencial de la armonía, base del panteón chino.

Y estos son, por cierto, tiempos interesantes, en que se acumulan acontecimientos dramáticos, desde terrorismo a golpes de Estado y desde desastres climáticos pasando por el declive de instituciones hasta agitación social. Sería importante, aunque difícil, repasar brevemente cómo llegamos a esta situación de “falta de armonía”.

Comencemos por algo conocido. Tras la Segunda Guerra Mundial, hubo consenso en la necesidad de evitar que se repitiera el horror vivido entre 1939 y 1945. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) fue el foro que reunió a casi todos los países, y la consiguiente Guerra Fría propició la creación de una asociación de jóvenes estados recién independizados, los Países No Alineados, devenidos en una zona de contención entre Oriente y Occidente.

 La brecha entre el Norte y el Sur Global se convirtió en el asunto más importante de las relaciones internacionales. Tan así que en 1973, la Asamblea General de la ONU adoptó de forma unánime una resolución sobre el Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI). El mundo acordó un plan de acción para reducir las desigualdades, impulsar el crecimiento global y hacer de la cooperación y el derecho internacional la base de un mundo en armonía y en paz.

Tras la adopción del NOEI, la comunidad internacional comenzó a trabajar en ese sentido y tras la reunión preparatoria de París, en 1979, se organizó una cumbre con los jefes de Estado y de gobierno más influyentes en el balneario mexicano de Cancún, en 1981, para adoptar un plan de acción global.

 Entre los 22 jefes de Estado y de gobierno presentes, estaban el presidente estadounidense Ronald Reagan (1981-1989), elegido pocas semanas antes, quien se encontró con la primera ministra británica Margaret Thatcher (1979-1990), y ambos mandatarios procedieron a anular el NOEI y la idea de cooperación internacional. Los países diseñarían políticas según sus intereses nacionales y no se inclinarían ante ningún principio abstracto.

La ONU comenzó su declive como ámbito para fomentar la gobernanza. El lugar para la toma de decisiones pasó al Grupo de los Siete (G7) países más poderosos, hasta entonces un órgano técnico, y otras organizaciones dedicadas a defender los intereses nacionales de las naciones más fuertes.

 Además, otros tres acontecimientos ayudaron a Reagan y a Thatcher a cambiar el rumbo de la historia.

El primero, fue la creación del Consenso de Washington, en 1989, por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, que impusieron la política según la cual el mercado era el único motor de las sociedades y los estados pasaron a ser un obstáculo y debían achicarse lo más posible. Reagan incluso evaluó la eliminación del Ministerio de Educación.

El impacto del Consenso de Washington en el llamado Tercer Mundo fue muy doloroso. Los ajustes estructurales redujeron drásticamente el frágil sistema público.

 El segundo, fue la caída del Muro de Berlín, también en 1989, que trajo aparejado el fin de las ideologías y la obligada adopción de la globalización neoliberal, que resultó ser una ideología todavía mucho más estricta.

 La globalización neoliberal se caracterizó por el predominio del mercado, que liberó a las empresas “libres” o privadas de toda obligación con el Estado; la reducción del gasto público en servicios sociales, la que destruyó las redes de protección social; la desregulación, la disminución de toda regulación estatal que pudiera reducir las ganancias, y la privatización, la venta de las empresas estatales, de bienes y servicios a inversores privados.

 Además, implicó la eliminación del concepto de “bien público” o “comunitario” y lo reemplazó por la “responsabilidad individual”, obligando a las personas más pobres a buscar soluciones por su cuenta para su falta de atención médica, de sistemas de educación y de seguridad social y luego culpándolas de su fracaso, considerándolas “flojas”.

 El tercero, fue la eliminación progresiva de las normas que regían al sector financiero, iniciada por Reagan y terminada por Bill Clinton (1993-2001) en 1999, en el marco de la cual los bancos de depósitos pudieron utilizar el dinero de sus clientes para la especulación.

Entonces, las finanzas, consideradas el lubricante de la economía, siguieron su propio camino, embarcándose en operaciones muy riesgosas y sin relación con la economía real. Actualmente, por cada dólar de bienes y servicios producidos, se generan 40 dólares en transacciones financieras.

Ya nadie defiende el Consenso de Washington ni la globalización neoliberal. Quedó claro que si bien desde el punto de vista macro, la globalización aumentó el comercio e impulsó el crecimiento financiero y global, a escala micro, resultó un desastre.

Los defensores de la globalización neoliberal sostenían que el crecimiento le llegaría a todo el mundo. En cambio, se concentró cada vez más en un número creciente de manos. En 2010, 388 personas concentraban la riqueza de 3.600 millones de personas. En 2014, ese número se redujo a 80 personas, y en 2015, a 62.

Tan así que ahora, el FMI y el Banco Mundial piden que se refuerce al Estado como regulador indispensable. Pero desde la caída del Muro de Berlín, Europa perdió 18 millones de personas de la clase media, y Estados Unidos, 24 millones. Además, ahora hay 1.830 multimillonarios con un capital neto de 6,4 billones de dólares. En Gran Bretaña se pronostica que en 2025 la desigualdad será la misma que en 1850, en plena época victoriana y cuando nacía el capitalismo.

El nuevo mundo creado por Reagan se basó en la codicia. Algunos historiados sostienen que la codicia y el miedo son los dos motores de la historia, y los valores y las prioridades cambian en una sociedad codiciosa.

Volviendo a nuestros días, tenemos un nuevo grupo de jinetes del Apocalipsis, los daños de los pasados 20 años (1981-2001) se agravan en los siguientes 20 años (2001-2020), los que todavía no transcurrieron.

El primer jinete, fue el colapso del sistema bancario en 2008 en Estados Unidos por especulaciones absurdas con los créditos hipotecarios. La crisis se expandió a Europa en 2009, a raíz de la caída del valor de los títulos inmobiliarios, como los griegos. Recordemos que para salvar al sistema financiero, los países destinaron cerca de cuatro billones de dólares, una cifra enorme si se tiene en cuenta que los bancos siguen teniendo unos 800.000 millones de dólares en activos tóxicos.

Mientras, los bancos tuvieron que pagar 220.000 millones de dólares en multas por actividades ilegales, pero ningún gerente fue condenado. Europa no volvió a la situación anterior a la crisis. Además, numerosos puestos de trabajo desaparecieron por la deslocalización de la producción a lugares más baratos y aumentaron los empleos de bajos salarios, además de los precarios.

Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), un trabajador gana actualmente en términos reales 16 por ciento menos que antes de la crisis, lo que afectó principalmente a los sectores más jóvenes, con 10,5 por ciento de empleo promedio en Europa. Sin embargo, el único estímulo al crecimiento es para el sector bancario, al que el Banco Central Europeo vuelca 80.000 millones de dólares al mes. Ese monto habría resuelto fácilmente la falta de empleo juvenil.

 Los economistas hablan ahora de una “Nueva Economía”, en la que el desempleo es estructural. De 1959 a 1973, el crecimiento mundial se ubicó por encima de cinco por ciento al año, el que se redujo a tres por ciento en 1973, cuando la crisis del petróleo, que marcó un cambio. Y desde 2007 no logramos llegar a uno por ciento.

 Además, hay que agregar el desempleo creciente propiciado por el desarrollo tecnológico. Las fábricas necesitan una proporción menor de trabajadores. La Cuarta Revolución Industrial, que implica la producción robotizada y que ahora representa 12 por ciento del total se elevará a 40 por ciento en 2025.

Algunos economistas, como el estadounidense Larry Summers, una voz oficial del sistema, dicen que estamos en un período de estancamiento que durará varios años. El temor por el futuro se volvió una realidad, avivado por el terrorismo y el desempleo y por el sueño de muchas personas que creen que es posible volver a un pasado mejor.

 De eso se aprovechan, figuras populistas, desde el estadounidense Donald Trump a la francesa Marine Le Pen. Una de las consecuencias de la crisis es que en varios países europeos aparecieron partidos populistas, con plataformas nacionalistas y xenófobas, 47 la última vez que se contó. Muchos de ellos ya están en el gobierno o integran coaliciones gobernantes, como en Eslovaquia, Hungría y Polonia, y habrá que prestar atención a las próximas elecciones de Austria.

El segundo jinete del Apocalipsis es el resultado de las intervenciones armadas de Estados Unidos en Iraq, y luego de Europa en Libia y Siria, con un papel particular del ex presidente francés Nicolas Sarkozy (2007-2012).

Eso derivo en que a partir de 2012, Europa comenzara a recibir una inmigración masiva y para la cual no estaba preparada. De repente, a la gente le dio miedo la ola humana que se venía y su impacto en el mercado laboral, la cultura, la región, etcétera, convirtiéndose en un elemento importante del miedo.

 Y luego el tercer jinete, fue la creación del Estado Islámico (EI) en Siria en 2013, uno de los regalos de la invasión de Iraq, encabezada por Estados Unidos. No nos olvidemos de la crisis global, que comenzó en 2008, y desde entonces el populismo y el nacionalismo comenzaron a crecer.

El espectacular impacto del EI en los medios y la radicalización de muchos jóvenes europeos de origen árabe, por lo general marginados, acentuó el temor y fue un regalo para el populismo, ahora capaz de utilizar la xenofobia para movilizar a ciudadanas y ciudadanos inseguros y descontentos.

La decadencia de las instituciones europeas llevó a muchos países, tras el brexit, a pedir una profunda revisión del proyecto europeo. El 2 de octubre, Hungría consultará a su ciudadanía: ¿Aceptaría una cuota de inmigrantes impuesta por la Unión Europea (UE) contra la voluntad de parlamento húngaro?

Ese mismo día se repiten las elecciones en Austria por cuestiones de forma, luego de que en las anteriores, la extrema derecha perdiera por 36.000 votos. Le seguirán Holanda, Francia y Alemania, con la probabilidad de que crezcan los partidos de extrema derecha. Asimismo, Polonia y Eslovaquia también quieren realizar referendos sobre la UE. Es posible que para fines de 2017, las instituciones europeas estén profundamente dañadas.

El verdadero problema es que desde la fallida Cumbre de Cancún en 1981, los países perdieron la capacidad de pensar juntos. India, Japón, China y muchos otros atraviesan una ola de nacionalismo.

 En Cancún, todos los participantes, desde el entonces presidente francés François Mitterrand (1981-1995) hasta la primera ministra india Indira Ghandi (1066-1977 y 1980-1984), desde el presidente tanzano Julius Kambarage Nyerere (1964-1985) hasta el primer ministro canadiense Pierre Trudeau (1968-1979), compartían ciertos valores de justicia social, solidaridad, respeto por el derecho internacional, así como la convicción de que las sociedades fuertes eran la base de la democracia, excepto, por supuesto, Reagan y Thatcher, la que declaró: “no existe la sociedad, solo hay individuos”.

También consideraban a la paz y al desarrollo como paradigmas de buena gobernanza. Todo eso desapareció. Los líderes políticos actuales, sin ideologías y subordinados a las finanzas se han volcado principalmente al debate administrativo, sobre asuntos puntuales, sin contexto y donde es difícil distinguir entre la izquierda y la derecha. Claramente, estamos en un período de codicia y temor.

 El tiempo no ayuda.

 En 1900, Europa concentraba 24 por ciento de la población mundial. A fines de este siglo, solo cuatro por ciento. Nigeria tendrá más habitantes que Estados Unidos, y África, que ahora tiene 1.000 millones de habitantes, tendrá 2.000 millones en 2050 y 3.000 millones en 2100. Sería hora de que se discutiera cómo hacer frente al mundo que se viene. Se necesitaron 25 años para llegar a un acuerdo sobre cambio climático, y quizá ya demasiado tarde. En materia de migraciones y empleo, ese tiempo es una eternidad.

Además, ese debe ser un acuerdo global, no solo una reacción impulsiva de la canciller de Alemania, Ángela Merkel, en completa soledad, sin siquiera consultar al actual presidente de Francia, François Hollande. Pero ese tipo de agenda es políticamente inimaginable. ¿Cómo discutir algo así con Le Pen, Trump y otros populistas emergentes en el marco del nacionalismo que se propaga por el mundo?

- Roberto Savio es periodista italo-argentino. Co-fundador y ex Director General de Inter Press Service (IPS). En los últimos años también fundó Other News, un servicio que proporciona “información que los mercados eliminan”. Other News .





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martes, 12 de julio de 2016

La paz y la propiedad de la tierra. Por, Reinaldo Spitaletta

11 JUL 2016 - 9:41 PM.   www.elespectador.com.   Sombrero de mago

La paz y la propiedad de la tierra.  Por, Reinaldo Spitaletta

Lograr el perdón y la reconciliación en un país que lleva más de cincuenta años en un conflicto armado, debe ser una consecuencia de varios factores, y no, como se puede creer, un asunto de maná caído del cielo.

La construcción de la paz es un proceso más complejo de lo que aparenta. Con un récord (o anti récord) de infamia como lo constituye el ser el segundo país del mundo con mayor número de desplazados, con más de seis millones de víctimas, Colombia requiere un largo tiempo de reparación en diversos niveles: culturales, históricos, psicológicos, de restitución de tierras, en fin.

Las causas objetivas que originaron el conflicto tienen que ser extirpadas. Y para ello se necesitan cambios, por ejemplo, en la propiedad de la tierra, en la devolución de parcelas a los despojados, en reconstruir la dignidad de las víctimas. ¿Quién quiere ser campesino hoy? ¿Quién querrá tornar al campo sin garantías para sus cultivos, sus mercados, su acceso real al denominado progreso?

Sí, hacen falta muchas cosas para conseguir la paz (como lo cantaba un juglar venezolano) en un país en crisis humanitaria (que ni siquiera Venezuela y Haití las tienen), resultado de la combinación de agentes y factores desestabilizadores, como las guerrillas, el paramilitarismo, la corrupción oficial y privada… El caldo de cultivo del conflicto no se esfuma de un día para otro, y va más allá de los diálogos de La Habana, de la dejación de armas de las Farc y de la vuelta a la vida civil de los integrantes de esa guerrilla. Son, obvio, pasos interesantes y necesarios. Mas no suficientes.

Sí, como lo advertía en una conferencia el padre de Roux, hay una serie de dolores acumulados, de problemas de exclusión y segregación de los humillados, de desbarajustes en la distribución de la tierra, de inequidades mil, que, en sumatoria, hace parte de las causas del conflicto armado colombiano. Y hay que apuntar a la solución y no a la prolongación de las desdichas de las mayorías.

Y, en el ínterin, qué pasa con la concentración de la propiedad de la tierra, qué sucede con los latifundios, qué con la pobreza extrema de los campesinos que no solo por el ejercicio de terror de guerrillas y paracos, han tenido que emigrar a la ciudad. En manos de quién quedará el desarrollo rural. Cómo se solucionará la desigualdad en el campo, que tiene el índice Gini en 0,88. Y, entre otros interrogantes, cómo hacer para una distribución equitativa de la tierra, cuando el 77 por ciento de la misma está en manos de un 13 por ciento de propietarios.

Así que habría que hablar de una reforma agraria (a la que se le han opuesto los grandes terratenientes, pero, a su vez, las contrarreformas impulsadas por paramilitares, o las políticas de abandono “voluntario” del campo que en los setentas impulsó el tecnócrata Lauchlin Currie), un espinoso rubro que tiene muchos enemigos.

Ah, y en Colombia no solo existe una aberrante concentración de la tierra, sino la tendencia a convertir los ecosistemas naturales en factorías de alta rentabilidad pero de ingente destrucción del medio ambiente. O, como lo denunció el sociólogo Alfredo Molano, en torno al modelo de desarrollo agrícola camuflado en las Zidres: “se trata de regalarles toda la Orinoquia, parte del Magdalena medio, parte del Pacífico, parte de la Amazonia, parte del Catatumbo a las empresas que producen biocombustibles y poner a los campesinos y medianos propietarios a trabajar para ellas bajo un rígido estatuto técnico y económico que, traducido al lenguaje corriente, se llama la ley del embudo: lo grande para ellas, lo estrecho para uno”.

En la construcción de la paz, una tarea en la que no se pueden perder la crítica ni las luchas contra  las medidas neoliberales y antinacionales del gobierno de turno (que, como los anteriores, ha cumplido a cabalidad con los trazados del Consenso de Washington y otros lineamientos), hay que atacar a fondo las causas de la guerra. Y en este campo, está claro para los dueños del poder no tocar tales dispositivos.

En un artículo de la revista Deslinde, el investigador Freddy Cante dice, entre otros tópicos: “Los tecnócratas contemporáneos mediante estrategias como las Zidres completarán la tarea de despojo y desplazamiento que dejaron inacabada los guerreristas de izquierda a derecha”. Así que la canción de Alí Primera, por allá en los setentas, sigue teniendo sentido: hacen falta muchas cosas para conseguir la paz.


Denuncia de un encubrimiento. Por: Umberto Eco

Denuncia de un encubrimiento

Umberto Eco
Cada vez me irrita más una expresión con que me topo en reportes parlamentarios, entrevistas, artículos de periódico y cosas por el estilo.
Por: Umberto Eco
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La gente dice que “cometió un error” cuando en realidad quiere decir que cometió un delito. Por ejemplo: “En el pasado pude haber cometido errores, pero ahora me voy a dedicar al trabajo voluntario”. O bien: “Si he cometido algún error, responderé ante el juez”. O un periodista puede decir que cierta persona “cometió un error” pero que debemos perdonarla.
Yo tengo la mala costumbre de consultar el diccionario cada vez que quiero comprender el significado pleno de una palabra. Un “error”, según el diccionario de la Real Academia, es “un concepto equivocado o juicio falso”, una “acción desacertada” o “una cosa hecha erradamente”.
A partir de esta definición parece claro que quienes “cometen errores” lo hacen involuntariamente. El contador que se equivoca al sumar una columna de cifras comete un error, como comete un error el cocinero que accidentalmente pone otros ingredientes en un platillo, o el médico que no acierta al diagnóstico de un paciente. En cada caso, la persona tenía la firme intención de hacer lo debido pero no lo logró, y en un principio ninguna estaba consciente de su error.
Sin embargo, hoy en día, con demasiada frecuencia se dice que delincuentes y asesinos han “cometido un error”, gente que practica la extorsión y recibe sobornos, hace uso ilícito de tarjetas de crédito ajenas, engaña a personas vulnerables y crédulas, gente que llega al grado de asesinar a su propia abuela con un hacha o a arrojarle ácido a la cara de su exesposa.
Pero, por supuesto, esa gente no solo cometió errores; hace lo que sabe que es contrario a la ley y a la moral pública. Comete un delito, para decirlo lisa y llanamente. En términos religiosos diríamos que “peca”, esto es, que intencionalmente hace el mal, aunque aquellos que se pasan un semáforo en rojo cometen una infracción venial y los que asesinan a su abuelita cometen una mortal.
Decir que malhechores reconocidos simplemente cometieron “errores” es un eufemismo desvergonzado que encubre su responsabilidad por sus acciones, como si fueran niños que descuidadamente sumaran dos más dos para tener cinco. Es criminal llamar “error” a un delito descarado.

* Última columna del autor de ‘El nombre de la rosa” y el “Péndulo de Foucault” , entre otros, antes de su muerte el 19 de febrero de 2016.
© 2016 Umberto Eco/L'Espresso

    La paz son los cambios. Por: William Ospina

    La paz son los cambios

    William Ospina
    Tal vez si el acuerdo de cese al fuego bilateral se estuviera firmando en Colombia, en la Plaza de Bolívar de Bogotá, en medio de una multitud entusiasta, o en el Catatumbo, o en Chaparral, o en Tumaco, y en carpetas que tengan impreso el escudo nacional y no otro, no nos quedaría esta sensación angustiosa de que siempre queda algo faltando, de que la paz que nos venden pende de un hilo, y no parece inaugurar una nueva época, sino dejar a lado y lado bloques hirsutos que se rechazan y parecen a punto de arrojarse de nuevo con rabia contra sus hermanos.
    Por: William Ospina
    Fue Barba Jacob el que escribió, hace muchos años, “la paz es mi enemigo violento y el amor mi enemigo sanguinario”. No entendemos qué quiso decir, pero vivimos en un país donde a menudo la paz no son brazos abiertos y corazones reconciliados, sino un argumento más contra los otros. Muchos de quienes estamos convencidos de que no hay otra solución que la paz negociada, siempre hemos sostenido también que es inverosímil una paz sin justicia social, que es peligrosa una paz edificada sobre la discordia de los dirigentes, y que es incongruente una paz en la que el pueblo sea un invitado de piedra.
    Porque es la gente la que tiene que vivir la paz, que construir la paz, que garantizar que la paz sea un hecho y no un mero decreto. El Gobierno trata de hacernos sentir que un acto público en compañía de algunos gobernantes amigos es ya la prueba de que el acuerdo “no tiene marcha atrás”, pero acto seguido nos dice que todo depende de un plebiscito que podría reversar las cosas hasta más allá del comienzo, justo en momentos en que la comunidad no sólo parece más escéptica que nunca con respecto al proceso, sino que se ve golpeada por una economía a la deriva, por una vergonzosa discordia entre los dirigentes que nadie se esfuerza por atenuar, y por un nuevo Código de Policía como no lo vimos ni siquiera en tiempos del Estatuto de Seguridad. Un código que autoriza a la Policía a entrar en los hogares sin orden judicial, que le permite multar a las personas por sospechas o por supuestos actos que mortifiquen a la comunidad, y que convierte el no pago de las multas en causa de arresto, lo que equivale a criminalizar la pobreza. Todo esto mientras se nos anuncia que están llegando la paz y la modernidad postergada.
    He visto más júbilo en las calles con el triunfo en un partido de fútbol que con este supuesto comienzo de un nuevo país. Y me duele inmensamente, porque sé que quienes quieren la guerra sin cuartel están equivocados, porque sé que la verdadera paz negociada es fundamental y es urgente.
    ¿Pero por qué la gente está tan escéptica? ¿Por qué no hemos visto el júbilo que debería acompañar a un proceso tan vital para nuestro futuro? Porque nadie siente que este proceso esté cambiando las condiciones que nos llevaron a la guerra y que la hicieron posible durante 50 años. Algo en el corazón de la sociedad presiente que una paz sin grandes cambios históricos, una paz que no siembre esperanzas, es un espejismo, hecho para satisfacer la vanidad de unos políticos y la hegemonía de unos poderes, pero no para abrirle el horizonte a una humanidad acorralada por la necesidad y por el sufrimiento.
    Curiosamente sólo se habla de las garantías para los guerrilleros, pero hasta eso parece cuento. Concentrarlos en unas veredas sólo parece demostrar que se les teme mucho y que no se confía en ellos: muy mal comienzo para una paz generosa. Saber que el país tiene muchas bandas criminales al acecho, y decidir sin embargo que los guerrilleros sólo pueden salir de sus campos transitorios de concentración vestidos de civil y sin armas, parece brindarles pocas garantías de supervivencia, y causa extrañeza que los guerrilleros rasos lo acepten. De todos modos no parece prometer paz, y menos reconciliación.
    Yo habría querido ser el primero en salir a las calles a recibir con lágrimas en los ojos el anuncio del fin de la guerra, pero en un hecho de tanta trascendencia no se puede pecar de frivolidad. Es nuestro deber ciudadano decir cuál es la paz en que podemos creer, porque es larga nuestra historia de ilusiones y de desengaños.
    Habría sido fácil para el Gobierno asegurar un triunfo sin sombras de una paz generosa y entusiasta. Todavía sería posible. Pero exige de verdad unos cambios históricos, nada melodramáticos, pero hechos con grandeza y pensando en la gente, cambios que garanticen un poco de justicia en el país más desigual del continente, ingreso social para los jóvenes, y convocar de verdad a la comunidad a inventar una paz con imaginación que nos incluya a todos, que traiga algo nuevo a nuestras vidas. Exigiría también frente a la oposición, que está en su derecho de pensar distinto, un lenguaje más respetuoso, menos lleno de desplantes y de arrogancia.
    Y exigiría que no se piense tan olímpicamente que la fiesta es el acuerdo y que la paz viene después. El día en que los guerrilleros se concentren, y entreguen las armas, ya tendría que haber mucha paz en las veredas y en los corazones para que de verdad algo nuevo comience.

      Plan fiscal inviable. Por: Eduardo Sarmiento

      Plan fiscal inviable

      Eduardo Sarmiento
      A mediados de junio el Gobierno presentó el “Marco fiscal de mediano plazo”. Por tratarse de un documento sobre proyecciones, las autoridades económicas se dan la libertad de reflejar la grave situación de la economía en forma de novela de ficción. La validez de las teorías se mide por la cercanía de sus proyecciones con la realidad. Las proyecciones económicas sólo tienen sentido cuando se conectan con el presente.
      Por: Eduardo Sarmiento
      El documento parte reconociendo la información común sobre el déficit en cuenta corriente de 6,5 % del PIB y del déficit fiscal de 3,7 % para el presente año. Sin embargo, la proyección de crecimiento del producto de 3 % está sobreestimada, al parecer, para no afear más el cuadro. Si se tiene en cuenta que la caída generalizada de los indicadores centrales, el crecimiento del producto estará cerca del 2 %.
      Estamos ante un resultado poco usual en el que el déficit fiscal y el déficit en cuenta corriente son superiores al crecimiento del producto nacional. El comportamiento contradice la historia. Durante 40 años el país operó con tasas de crecimiento superiores a ambos déficits. La excepción fue el año 1999, cuando la economía se precipitó por la mayor recesión del siglo.
      Lo normal es que ambos déficits evolucionen por debajo del producto. Cuando los déficits son superiores al producto, se generan incentivos que tienden a ampliarlos creando inestabilidad y desorden. Veamos el caso del déficit fiscal. Si éste es mayor que el crecimiento del producto, el endeudamiento crece por encima de la economía y tiene que orientarse cada vez más a cubrir intereses.
      Progresivamente se llega a un estado en que la totalidad de la deuda tiene que destinarse para pagar las erogaciones y la política fiscal deja de ser eficaz para aumentar el gasto. Es precisamente lo que ocurrió en Brasil que configuró déficits fiscales de más del 7 % del PIB con crecimiento negativo. En la actualidad, todo el endeudamiento disponible se destina al pago de intereses y no deja margen para recuperar la economía.
      La explicación es clara. Las autoridades económicas intentaron realizar la devaluación masiva dentro de un marco de austeridad monetaria y sin contemplar la alta sustitución entre las importaciones y la producción nacional. El resultado ha sido un deterioro del crecimiento económico y el empleo, el mantenimiento del déficit en cuenta corriente, la elevación de la inflación, el alza de la tasa de interés y la ampliación del déficits fiscal. Tal como ocurrió en el último año y medio, los dos déficits evolucionan más rápidamente que el producto. Se configura una pirámide tipo Ponzi, que sólo se sostiene en condiciones especiales y deja las economías expuestas a endeudamientos que se tornan impagables.
      En el programa oficial se vaticina que ambos déficits se moderarán al final de la administración y luego desaparecerán. No es cierto. Mientras persistan las altas tasas de interés y los elevados precios de las importaciones, ambos déficits superarán el crecimiento económico, y por simple aritmética, la diferencia tendera a ampliarse y, en el mejor de los casos, a mantenerse igual.
      El error de predicción es una evidencia del incumplimiento de las teorías de inflación objetivo regulada por la tasa de interés y la modalidad de cambio flotante que dominan el pensamiento económico oficial. La única forma de evitar el desenlace es con una nueva concepción macroeconómica que se aparte del monetarismo y busque la corrección de los grandes desajustes por la vía del crecimiento. Contra viento y marea, los hechos están llevando a intervenir el tipo de cambio, bajar las tasas de interés y darles un tratamiento distinto a las exportaciones y las importaciones.