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JUL 2016 - 3:15 PM. www.elespectador.com
La Paz Querida.
Por: Elisabeth Ungar
Bleier
Algunos
lectores deben estar sorprendidos por la falta de originalidad de columnistas
de varios periódicos del país, que en las últimas semanas hemos encabezado
nuestras columnas con el nombre “La Paz Querida”.
La
razón es sencilla. El pasado 28 de junio, después de varios meses de
reflexionar sobre las implicaciones de la paz y sobre el compromiso y la
responsabilidad de todos los que soñamos que una Colombia en paz es posible, un
grupo de ciudadanos de diferentes profesiones y oficios, colores políticos
diversos y visiones de país heterogéneas, asistimos al lanzamiento de esta
iniciativa. Querer, entre muchas otras cosas, significa generosidad, ser capaz
de dar, pero también de recibir, estar dispuesto a construir proyectos
colectivos, estar abiertos a escuchar a otros y a ser escuchados, abrir
espacios para cerrar las brechas de la desconfianza que nos impiden ver al
otro, derribar prejuicios y muros que nos parecen infranqueables. La Paz
Querida pretende ser esto y mucho más.
Pensar
que alcanzar la paz será una tarea fácil, sería igual que decirnos una gran
mentira. Poner fin a un conflicto armado de más de 50 años que ha dejado más de
un millón de víctimas y desplazados; que ha generado pobreza; que sirvió de
excusa para violar los derechos fundamentales de hombres, mujeres y niños; que
destruyó pueblos, escuelas y hospitales; que diluyó las fronteras de la ética
ciudadana y que impidió la construcción de un verdadero Estado Social de
Derecho, no sólo es un objetivo inaplazable, sino una responsabilidad de todos
los colombianos. Construir una paz estable y duradera va a tomar muchos años,
va a requerir grandes inversiones y seguramente sacrificios. Sin embargo, desde
ya, todos podemos aportar desde nuestras vivencias, experiencias, aprendizajes
y saberes, y sobre todo a partir de nuestras prácticas y acciones cotidianas.
Por ejemplo, facilitando espacios de diálogo y de convivencia en nuestro
trabajo, la escuela o la universidad, en los espacios públicos, en nuestra vida
privada. No es con discursos grandilocuentes, ni sembrando el miedo, ni
generando falsas expectativas, ni utilizando la guerra o la paz para promover
proyectos políticos personales como se va a avanzar en el posacuerdo y el
posconflicto.
Esto
es lo que yo me imagino de la Paz Querida. La Paz que nos permite a todos los
ciudadanos de Colombia decir yo respeto y cuido lo público como uno de mis
bienes más preciados y antepongo el interés general a los intereses
particulares. Una paz en la que todos tenemos la posibilidad de participar en
la construcción de una sociedad donde nos respetemos como somos, sin distingos
de credo, preferencias sexuales, posición social o económica o creencias
políticas. Una paz donde todos podemos expresarnos sin temor a ser censurados.
Donde el miedo es reemplazado por la esperanza y donde el nunca más tanta
barbarie, tanta injusticia, tanta incomprensión, se convierte en realidad.
Como
dijo Elie Wiesel, sobreviviente del horror de los campos de concentración del
nazismo y premio Nobel de Paz: “Lo opuesto al amor no es el odio sino la
indiferencia”. Que el ejemplo de este hombre, quien falleció hace unos días a
los 87 años, nos ilumine para que la paz se convierta en nuestro bien más querido
y entierre para siempre nuestra indiferencia.
*Directora
Ejecutiva, Transparencia por Colombia, @eungar1
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