EL MATONEO CONTRA GINA PARODY. POR: EL ESPECTADOR. Agosto 11/2016
Pero el tan criticado proceso del
Ministerio de Educación sólo buscaba evaluar qué tan listos están los colegios
para tratar a los estudiantes que manifiesten orientaciones sexuales o
identidades de género diversas a las hegemónicas, pues existen y muchas veces
sufren matoneo por parte de las mismas directivas de los centros educativos.
Eso, a todas luces, es inaceptable.
Las estrategias contra la ministra de
Educación, Gina Parody, son matoneo por su orientación sexual.
Los casos de matoneo siguen patrones
similares: alguien dice algo —usualmente una tergiversación de la realidad—
sobre alguien, luego otras personas repiten eso mismo, agregándole
exageraciones o mentiras, y el rumor se esparce como fuego en pradera hasta que
un número considerable de personas se unen para difamar en coro y maltratar al
sujeto de la opresión. El matoneo no necesita estar consciente de la realidad
ni tiene tiempo para preguntarse sobre la validez del odio: basta con la
convicción de que la persona perseguida es un monstruo peligroso que lo merece.
Eso mismo, lamentamos decirlo, ha
ocurrido con todo el insensato escándalo que rodea la revisión de los manuales
de convivencia en los colegios y a la ministra de Educación, Gina Parody.
Ayer varios grupos de padres de
familia salieron a marchar en protesta por lo que ellos ven como la imposición
de la ideología de género. Sin embargo, todas las declaraciones de los
promotores han estado marcadas por la desinformación. Marchar con base en
mentiras le hace daño a la democracia.
Por supuesto que es loable que los
padres se involucren en la educación de sus hijos —es lo mínimo que debería
hacer cualquier familia responsable—. Pero el tan criticado proceso del
Ministerio de Educación sólo buscaba evaluar qué tan listos están los colegios
para tratar a los estudiantes que manifiesten orientaciones sexuales o
identidades de género diversas a las hegemónicas, pues existen y muchas veces
sufren matoneo por parte de las mismas directivas de los centros educativos.
Eso, a todas luces, es inaceptable.
Y aún así, el escándalo se centró
alrededor de unas cartillas que (1) no eran obligatorias sino de consulta y (2)
si bien llevaban el logo del Ministerio de Educación, éste no había aprobado su
contenido. Pero claro, ese detalle, esencial en el escándalo, poco importó para
quienes protestan.
Ahí no paró el matoneo. A partir de
esa cartilla empezaron a circular en redes imágenes de publicaciones
pornográficas haciéndolas pasar como instructivos del Ministerio para dictar
educación sexual. Esa es la estrategia de difamación más baja que existe, pero,
de nuevo, a quienes protestaban no les importó.
Tampoco hizo diferencia que acusaran a
Colombia Diversa de estar detrás de la elaboración de todo esto por un contrato
de $1.500 millones, cuando en realidad esa ONG no recibió dinero, sino que
aportó $50 millones en especie, y cuando la cartilla en cuestión fue
desarrollada por una entidad de Naciones Unidas. Pero, claro, lo que buscaban
era envenenar el pozo apoyando el mentiroso discurso de una agenda activista al
vincular a esta organización.
Finalmente, y pese a las respuestas
del Ministerio, no hizo falta quien dijera que la ministra Parody, por su
orientación sexual, busca que todos los niños del país se vuelvan homosexuales.
¡Por favor! Leer la frase anterior en voz alta debería ser suficiente para
vislumbrar el absurdo al que se llegó y los prejuicios que permearon un debate
que se tornó en cacería de brujas.
Sí, el Ministerio no fue claro desde
el principio en sus mensajes, pero eso no excusa el talante del discurso de
quienes protestaron, ni que reconocidos políticos se hicieran eco de
imprecisiones y datos falsos.
La educación de los niños del país
debe darse en un debate con seriedad y partiendo de la verdad, no de gritos que
se parecen mucho al matoneo que estamos intentando combatir.
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