jueves, 11 de agosto de 2016

EL MATONEO CONTRA GINA PARODY. POR: EL ESPECTADOR. Agosto 11/2016

 EL MATONEO CONTRA GINA PARODY. POR: EL ESPECTADOR. Agosto 11/2016       

Pero el tan criticado proceso del Ministerio de Educación sólo buscaba evaluar qué tan listos están los colegios para tratar a los estudiantes que manifiesten orientaciones sexuales o identidades de género diversas a las hegemónicas, pues existen y muchas veces sufren matoneo por parte de las mismas directivas de los centros educativos. Eso, a todas luces, es inaceptable.

Las estrategias contra la ministra de Educación, Gina Parody, son matoneo por su orientación sexual.

Los casos de matoneo siguen patrones similares: alguien dice algo —usualmente una tergiversación de la realidad— sobre alguien, luego otras personas repiten eso mismo, agregándole exageraciones o mentiras, y el rumor se esparce como fuego en pradera hasta que un número considerable de personas se unen para difamar en coro y maltratar al sujeto de la opresión. El matoneo no necesita estar consciente de la realidad ni tiene tiempo para preguntarse sobre la validez del odio: basta con la convicción de que la persona perseguida es un monstruo peligroso que lo merece.

Eso mismo, lamentamos decirlo, ha ocurrido con todo el insensato escándalo que rodea la revisión de los manuales de convivencia en los colegios y a la ministra de Educación, Gina Parody.

Ayer varios grupos de padres de familia salieron a marchar en protesta por lo que ellos ven como la imposición de la ideología de género. Sin embargo, todas las declaraciones de los promotores han estado marcadas por la desinformación. Marchar con base en mentiras le hace daño a la democracia.

Por supuesto que es loable que los padres se involucren en la educación de sus hijos —es lo mínimo que debería hacer cualquier familia responsable—. Pero el tan criticado proceso del Ministerio de Educación sólo buscaba evaluar qué tan listos están los colegios para tratar a los estudiantes que manifiesten orientaciones sexuales o identidades de género diversas a las hegemónicas, pues existen y muchas veces sufren matoneo por parte de las mismas directivas de los centros educativos. Eso, a todas luces, es inaceptable.

Y aún así, el escándalo se centró alrededor de unas cartillas que (1) no eran obligatorias sino de consulta y (2) si bien llevaban el logo del Ministerio de Educación, éste no había aprobado su contenido. Pero claro, ese detalle, esencial en el escándalo, poco importó para quienes protestan.

Ahí no paró el matoneo. A partir de esa cartilla empezaron a circular en redes imágenes de publicaciones pornográficas haciéndolas pasar como instructivos del Ministerio para dictar educación sexual. Esa es la estrategia de difamación más baja que existe, pero, de nuevo, a quienes protestaban no les importó.

Tampoco hizo diferencia que acusaran a Colombia Diversa de estar detrás de la elaboración de todo esto por un contrato de $1.500 millones, cuando en realidad esa ONG no recibió dinero, sino que aportó $50 millones en especie, y cuando la cartilla en cuestión fue desarrollada por una entidad de Naciones Unidas. Pero, claro, lo que buscaban era envenenar el pozo apoyando el mentiroso discurso de una agenda activista al vincular a esta organización.

Finalmente, y pese a las respuestas del Ministerio, no hizo falta quien dijera que la ministra Parody, por su orientación sexual, busca que todos los niños del país se vuelvan homosexuales. ¡Por favor! Leer la frase anterior en voz alta debería ser suficiente para vislumbrar el absurdo al que se llegó y los prejuicios que permearon un debate que se tornó en cacería de brujas.

Sí, el Ministerio no fue claro desde el principio en sus mensajes, pero eso no excusa el talante del discurso de quienes protestaron, ni que reconocidos políticos se hicieran eco de imprecisiones y datos falsos.

La educación de los niños del país debe darse en un debate con seriedad y partiendo de la verdad, no de gritos que se parecen mucho al matoneo que estamos intentando combatir.



¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras ayosoyespectador@gmail.com

 TOMADO DE WWW.ELESPECTADOR.COM

LA DIVERSIDAD ES EL TESORO DE LA EDUCACIÓN. POR: OLGA ELVIRA ACOSTA AMEL*. Columnista invitado

LA DIVERSIDAD ES EL TESORO DE LA EDUCACIÓN.
 POR: OLGA ELVIRA ACOSTA AMEL*. Columnista invitado

Sin duda alguna en Colombia aún no hemos encontrado el tesoro que encierra la educación. Hemos sido un país que ha tenido que resolver los asuntos de la diversidad con leyes y decretos pero que no se llegan a cumplir por que la norma dista de la sociedad que tenemos, una sociedad con un pensamiento como lo describe García Márquez en la misión de ciencia, educación y desarrollo: “seguimos siendo en esencia la misma sociedad excluyente, formalista y ensimismada de la colonia”.

Es decir, una sociedad de manos derechas, oyentes auditivos, hablantes fonéticos, videntes, caminantes de a pie, una sociedad que promueve una sola religión, una sola lengua, una sola raza, un solo sexo.

Una sociedad cuya educación se ha fundamentado de forma sutil y sostenida a  formar para la homogeneidad. Así las cosas, lo diverso nos es extraño a muchos y no porque lo diverso no sea parte de nuestro diario vivir sino porque, entre tantas cosas, seguimos arrastrando un fardo hegemónico en donde lo que ha primado ha sido lo unívoco como el elemento que ha hecho posible la vida escolar y social, entonces, el sistema legal regula  una y otra vez para intentar atajar los desastres que genera un pensamiento de tal magnitud.

No es cierto que la escuela sea la única responsable de lo que somos como sociedad, aunque eso no la  exime de su compromiso con lo que somos. Cuando recibimos a los muchachos  en las escuelas también recibimos lo que traen, en los años de ser rectora de instituciones educativas oficiales, he visto muchos niños, niñas y jóvenes cuya exclusión viene de sus hogares, que son rechazados por sus propios padres por ser de alguna condición de género, los he visto sufrir y también la manera como son conducidos por sus propias madres a psicólogos, a sacerdotes, a brujos, a pastores para que les extirpen su condición, he visto sus sufrimientos por ser rechazados por alguno de sus compañeros y hasta por sus profesores. Esto es el escenario que no se aplica solo a la identidad de género, los chicos en las escuelas también sufre por ser negros, pobres, víctimas, ciegos o “discapacitados”. El matoneo es una realidad producto de una sociedad que aún no supera los estragos de la colonia.

¿Deben entonces reformarse los manuales de convivencia en las instituciones educativas? No sé si esa sea la solución, pues la constitución tiene las claridades, tal vez nos está haciendo falta conocerla más, así las cosas los retos a los que nos enfrentamos son gigantes, más no imposibles. El primero de ellos es ser conscientes y darnos cuenta de que si queremos un país hacia la paz debemos entender la diversidad.

Incluir siempre será más difícil que excluir. La exclusión es facilista, mediocre y nunca deberá atravesar los procesos formativos en nuestras escuelas;   incluir en cambio, es todo un bello proceso que requiere voluntad para trabajar por los valores del respeto, el amor, la solidaridad y la diversidad; la inclusión  nos acerca a la propia naturaleza humana, nos devela los seres mimetizados que esperan transitar por la sociedad y sus instituciones. Para ello es necesario que empecemos a entender que el gran tesoro de la educación está en la convivencia con lo distinto, lo diverso, en el respeto y el reconocimiento del otro, del que se me aparece como un milagro y al que debo acoger en plenitud. No para hacerlo  igual a mí, sino para caminar juntos en esa diferencia que nos enriquece y nos alumbra el camino hacia una sociedad en paz.

*Rectora de la Institución Educativa Olga González Arraut de Cartagena, exdirectora de la Escuela de Gobierno de la misma ciudad, docente de investigación de la Universidad San Buenaventura y Mención de Honor, Alcaldía Mayor de Cartagena de Indias (2007).


Olga Elvira Acosta Amel | Elespectador.com. 8 AGO 2016 - 5:27 PM

ECONOMÍA Y HUMANIDADES: UN CAMINO SEGURO. POR: JOSÉ MANUEL RESTREPO.

ECONOMÍA Y HUMANIDADES: UN CAMINO SEGURO.
POR: JOSÉ MANUEL RESTREPO.

Hace algunos meses el profesor Wolfgang Streeck, director emérito del Instituto Max Planck, sorprendió al mundo con una preocupación sobre el futuro del sistema capitalista.

Señala él que hay tres tendencias que mutuamente se retroalimentan y que podrían anticipar una eventual nueva crisis mundial, como la de 2008, pero multiplicada en su intensidad. Se trata del aumento en la desigualdad, la caída en el crecimiento y el aumento en la deuda pública (o impresión de nueva moneda). Mientras esto sucede, también en los países del tercer mundo la clase media y las burocracias pierden la esperanza y hay una sensación de que las promesas de desarrollo se han visto golpeadas.

En lo social esto tiene un impacto en el desinterés por la participación política o la búsqueda de alternativas de nuevo populismo que suman problemas adicionales de inestabilidad. La conclusión es que vivimos un momento de transición en el que sabemos de dónde venimos, pero no tenemos idea de para dónde vamos. Esta aproximación podría, entre otras, explicar parcialmente la incertidumbre que hoy se vuelve regla en lo que sucede en materia económica.

En un país como el nuestro, lo que se describe antes no parece lejano. Por muchos años vivimos en un modelo económico basado en algunos bienes básicos (que explicaban buena parte del crecimiento del PIB y de los ingresos fiscales) y generoso en el gasto público, y hoy a la caída de sus precios internacionales, plantean una seria problemática de cuenta corriente, de balance fiscal y de sostenibilidad de la tasa de crecimiento. En adición a lo anterior, los avances sociales en reducción de la pobreza y el desempleo, así como la saludable construcción de clase media, quedan en entredicho.

Una eventual salida, así sea parcial, a la eventual crisis que anuncia el académico alemán, es la invitación que hace la filósofa norteamericana Marta Nussbaum a devolverle a la economía su origen ligado a la filosofía y a las humanidades. Es necesario recuperar el sentido de la economía en relación con las humanidades y su valor como una ciencia social y no exacta, que entienda que muchas de las decisiones de política económica necesitan una mirada interdisciplinar mucho más amplia que tome en consideración problemas como la inequidad, la ética, la cultura, la dignidad humana, el bien común, la construcción de sociedad, entre otros asuntos. No podemos seguir tomando muchas decisiones sin tener en consideración su impacto en lo político o en lo social, o pasar por alto la urgencia de construir sociedades más equitativas, más pluralistas y respetuosas de las diferencias, más justas y honestas. Como dice ella: “Las explicaciones sobre el bienestar social y el desarrollo que son producidas sin la participación activa y continua de la filosofía (humanidades) dejan mucho que desear.... Pero la alternativa parece ser construir intrincados castillos en el aire. Esto es divertido y estéticamente agradable, pero no es una buena ni responsable manera de construir progreso...”.

Si esto hubiese estado en la mente de los hacedores de política económica o por lo menos en las expresiones públicas de los líderes de opinión, posiblemente otros hubiesen sido los resultados de las recientes votaciones en el Reino Unido con motivo del denominado Brexit, o no tendríamos riesgo alguno con lo que podría suceder en EE. UU. a finales del año.

Preguntas y reflexiones como la anterior nos devuelven a la esencia de la ciencia económica y debiesen por lo menos abrir el debate sobre muchas de las decisiones que un país como el nuestro tiene hacia delante en su reforma tributaria, en otras reformas estructurales, en la identificación de nuevas fuentes de crecimiento, en la construcción de un modelo competitivo de progreso sostenible y aun en reformas curriculares a la educación en economía y otras ciencias similares.

Y de cara al mundo ratifican lo que ha recomendado el secretario general de Naciones Unidas, cuando propone urgentemente una transición a un sistema económico más equitativo, innovador y amplio, por oposición a ese que nos quieren llevar, incluso en Estados Unidos, que luce más proteccionista, xenofóbico y desigual.

¿Será este un camino deseable en lo que se nos viene por delante?

jrestrep@gmail.com /@jrestrp. José Manuel Restrepo Abondano


Elespectador.com. 6 AGO 2016 - 9:54 PM

jueves, 4 de agosto de 2016

BANDERA NEGRA, BANDERA BLANCA. POR: ALFREDO MOLANO BRAVO

BANDERA NEGRA, BANDERA BLANCA. POR: ALFREDO MOLANO BRAVO

 “…en un país como el nuestro, donde no hay libertad de sufragio para hacer triunfar por ese medio una causa política, toda oposición envuelve, para más o menos tarde, una apelación a la guerra, que es el sufragio de los países bárbaros”. Carlos Martínez Silva. Agosto de 1899.

La decisión de la Corte Constitucional es un pronunciamiento trascendental y contundente en favor de la paz. No fue sólo un sí al plebiscito, sino, en realidad, un No mayúsculo a la guerra. El pataleo de la extrema derecha es explicable. Se hunde su única bandera –negra, por lo demás–. Uribe se quedará como esos borrachos que siguen diciendo lo mismo toda la noche hasta cuando ya los amigos más fieles se han ido. El país lo ha oído e inclusive un pedazo de él, en mala hora, lo siguió hasta el borde del despeñadero.

La tesis de acabar con la oposición, matándola, ha llegado a su fin. El país no está condenado a la guerra ni a la muerte de otro millón de ciudadanos en beneficio de unos contratos de armas y de otros de condecoraciones, y de todos los negocios sucios con el petróleo, con el oro, con la tierra. Por primera vez desde los años 1940, el Estado recuperará el monopolio de las armas y de los tributos; por primera vez se podrá ejercer la oposición sin armas. Bandera blanca: del Estado haremos parte todos los ciudadanos. Los acuerdos de La Habana con las FARC –y mañana, sin duda, con el ELN– le pondrán término a la tradición de declarar enemiga irreconciliable la oposición. Porque ¿acaso las guerrillas han sido cosa diferente a una oposición armada, obligada a la guerra desde hace más de medio siglo? Oposición liberal arrinconada por el Partido Conservador entre 1948 y 1958, declarada comunista y perseguida a muerte en los años 1960, ultimada a balazos como terrorista en los 1980 y masacrada a motosierrazo entre 1990 y el 2010.

El pronunciamiento de la Corte permitirá que el Sí rompa de tajo esa costumbre inveterada de la derecha. Razón tiene Santos cuando dice que la sentencia es histórica al suprimir definitivamente la violencia como palanca de poder. Lo que –habrá que recordarlo cada día– obliga a las dos partes. No es menor la responsabilidad que asumen las Fuerzas Armadas en el acuerdo. La guerra contra lo que la opinión pública aprendió a llamar –en el mejor de los casos– “esa gente” se acabará, y “esa gente” seguirá haciendo política, esta vez sin armas. Es la solución que siempre ha sido bloqueada. La extrema derecha pretende mantener a la guerrilla en armas para conservar la facultad de armar a sus fieles; de hacer negocios y negociados; de espiar, torturar, desaparecer. Las guerrillas dejarán las armas –es el trato–, pero no renunciarán, como movimiento político que han sido, a gobernar el país. Es el derecho adquirido que el sí sellará como pasaporte a la historia.

El plebiscito acabará con el uribismo y así lo saben el expresidente y su guardia pretoriana. Habrá guerrilleros que temen, no sin razón, dejar el camuflado y soldados que, también con razón, no saben de qué vivirán si el Estado no les abre puertas para dejar las armas. Hasta ahí la izquierda empujará el carro con el liberalismo, el Partido de la U, Cambio Radical, pero, entonces, cuando prenda y arranque, tratará de pasar al timón. Es la ley. El viraje que dará la historia con la paz será definitivo. Alcanzaremos a verlo y a gozar de un atardecer leyendo a José Asunción Silva.

Punto aparte: Carlos Arturo Velandia, cuyo nombre de guerra fue Felipe Torres, fue detenido hace más de un mes por un delito supuestamente cometido cuando estaba en la cárcel de Itagüí, donde lo conocí y comencé a estimarlo como revolucionario y como hombre de principios. Ha estado preso en una celda de tres metros por dos de la Fiscalía, con una hora diaria de luz de sol. Muchos ciudadanos hemos protestado por su detención porque, como se ha dicho, no es una buena señal para las negociaciones con la guerrilla. Carlos Arturo debe ser puesto en libertad para que desde la calle pueda seguir luchando por la paz a la que se ha entregado desde cuando salió por pena cumplida. 


23 JUL 2016 - 9:00 PM.  www.elespectador.com

NOVIEMBRE 8. POR: JOSÉ FERNANDO ISAZA

NOVIEMBRE 8. POR: JOSÉ FERNANDO ISAZA

Todo el planeta debería poder votar en las elecciones para presidente de los Estados Unidos.

La política exterior de EE. UU., dirigida por el presidente, tiene efectos sobre todos los países. La historia muestra las invasiones y apropiaciones territoriales; México y Colombia las sufrieron. Centroamérica, en el siglo pasado, recibía con frecuencia desembarcos de marines. Las frustradas invasiones a Cuba o la intervención en Chile para derrotar a Allende e instalar la dictadura sangrienta de Pinochet son algunos ejemplos. La guerra contra España en el tránsito del siglo XIX al XX, con el pretexto, inexacto, de un ataque a uno de sus barcos, les sirvió para tener presencia militar en el Caribe y los mares de China.

Se autoproclaman el “gendarme de la humanidad” y consideran que tienen derechos sobre los recursos naturales de los países. La invasión a Irak, con información falsa, fue una excusa para controlar los campos petroleros. Hoy, con la autosuficiencia del petróleo, gracias a la fracturación hidráulica, tal vez no se hubiera llevado a cabo una guerra que lleva casi medio millón de muertos y ha desestabilizado a Oriente Medio.

No todo es censurable. Su colaboración junto con el Reino Unido y Rusia para derrotar el nazismo fue un aporte significativo a la humanidad. El fin de la Guerra Fría y la política exterior de Obama han reducido las intervenciones militares de EE. UU.

Es preocupante la posibilidad de que Trump llegue a la Presidencia. Durante la campaña ha sido explícito en el sentido de que combinará el aislamiento con el intervencionismo sin renunciar a la opción nuclear. Su modelo de un país homogéneo WASP (White, Anglosaxon, Protestant) puede desencadenar sangrientos enfrentamientos internos, y qué mejor, como cortina de humo, que una guerra exterior para reducir su visibilidad. Ha anunciado que hará lo que sus predecesores han hecho. El muro de Estados Unidos-México ya se ha construido parcialmente, las sanciones económicas contra los países que no acatan las directivas de políticas externas son empleadas con regularidad. La expulsión de inmigrantes no sería la primera vez que se realiza.

Tiene razón Hillary Clinton al decir que es un peligro que alguien tan temperamental y con poco conocimiento del mundo pueda accionar los botones que desencadenen un holocausto nuclear.

Hay muchas tensiones geopolíticas. Periódicamente, China y los Estados Unidos se acercan peligrosamente sus aviones y barcos de guerra en las islas Spratly del mar del Sur de la China. Alejar la diplomacia para tratar los conflictos puede escalar a mayores confrontaciones militares con resultados desastrosos. Basta analizar lo que está ocurriendo en Siria y extrapolarlo a otros países.

Mitterrand decía que el nacionalismo es la antesala de la guerra. Las banderas electorales que mezclan la mentira, el populismo y el nacionalismo son muy efectivas. Estados Unidos es una mezcla de regiones y culturas. La parte moderna está ubicada en la Costa Este y las grandes ciudades de la costa pacífica. Pero el centro está más ligado a teorías religiosas que a razones científicas: en muchas partes no se permite enseñar la evolución sino como una hipótesis y el creacionismo como una certeza. Encuestas muestran que la mayoría de sus habitantes no creen en los peligros del calentamiento global, porque consideran que Dios preservará su creación. Este es el electorado de Trump.


3 AGO 2016 - 3:21 PM. www.elespectador.com

LAS ARMAS Y LOS VOTOS. POR: ALFREDO MOLANO BRAVO

LAS ARMAS Y LOS VOTOS.  POR: ALFREDO MOLANO BRAVO

El proyecto sobre el derecho al voto de las Fuerzas Armadas y de Policía que el senador Roy Barreras presentó ha levantado, con justa razón, una polvareda.
La iniciativa no es nueva. De uno y otro lado se ha oreado la tentación de devolverles facultades ciudadanas a los militares. Olaya Herrera les negó el derecho a untarse el dedo porque la alta oficialidad del Ejército era nombrada por los gobiernos de la Hegemonía Conservadora. Y los generales eran, por tanto, grandes electores. Rojas Pinilla, sin haberles devuelto el derecho a elegir, impulsó el famoso binomio Pueblo-Fuerzas Armadas. Lleras Camargo intuyó el peligro de esa pareja y, después de la intentona golpista del 2 de mayo del 58, sentó una doctrina en su famoso discurso del Teatro Patria: Los militares se ocupan de lo militar y los políticos, de lo político. En otras palabras: los militares obedecen, no deliberan. El poder militar está subordinado al poder civil. La tesis tomó desde entonces fuerza de dogma. Pero ¡cuánta ficción se aloja en el pronunciamiento de Lleras Camargo! Los militares deliberan a puerta cerrada y opinan con sus armas a la luz pública. No obstante, no dejan de pronunciarse cuando las decisiones de los gobiernos no les convienen. Recuérdense los casos de los generales Landazábal y Bedoya. Y ténganse muy en cuenta también las directrices que emiten de tanto en tanto los militares en retiro, que son voz cantante de los militares activos.

Desde el Frente Nacional a las Fuerzas Armadas les ha sido delegada la delicada función de controlar –mejor decir administrar– el orden público: su definición, sus límites, sus amenazas, Y, por tanto, la selección de amigos y de enemigos del orden público. Líneas rojas trazadas por la función que EE. UU. asignó al país en el marco de la Guerra Fría. Una gran ventaja para el establecimiento que endosó en ese poder las soluciones políticas a los problemas planteados por los conflictos sociales. Las armas de la República, como se dice, terminaron siendo usadas a discreción por los militares para blindar el establecimiento, y de alguna manera, convertirlo en rehén. Los esfuerzos que ha hecho Santos para aflojar la atadura han sido valientes y la democracia se lo abonará tarde o temprano.

Los militares opinan con sus armas tal como los magistrados opinan con sus sentencias y la Iglesia con sus encíclicas. En el mundo real, y no en la “república aérea”, los políticos imponen su opinión electoral a las Fuerzas Militares y los militares aceptan esa delegación elevando sus demandas estamentales a los políticos. El binomio pueblo-Fuerzas Armadas fue sustituido por el binomio establecimiento-Fuerzas Armadas y en esa dialéctica los militares han impuesto su propia ley no sólo al Gobierno, sino al país. Devolverles a los militares el derecho de votar podría limitar la facultad de opinar con esas armas que los ciudadanos hemos puesto en sus manos para defender los derechos de todos.

Se argumenta que al existir la obediencia ciega de los inferiores a los superiores en la jerarquía militar, los generales negros imponen su opinión sobre los soldados blancos y que eso les daría a los candidatos negros una ventaja sobre sus rivales. ¿Acaso no sucede lo mismo cuando un escuadrón del Esmad carga contra una manifestación de protesta? ¿Acaso no son los generales los que determinan qué y quién atenta contra el orden público y qué entienden ellos por orden público? Al regresar el Ejército a sus batallones el país debe devolverles el derecho a opinar sin armas, como podrán opinar también los guerrilleros al dejar las suyas. Hay un parentesco político en la sincronía de estos derechos.

Alfredo Rangel cree que devolverles a las Fuerzas Armadas el derecho al voto es un ardid para que los familiares de los militares voten a favor de la paz, una especulación que simplemente delata lo que hizo el Centro Democrático en las pasadas elecciones presidenciales: asustar a los familiares de la Fuerza Pública para que votaran a favor de Uribe: 500.000 militares multiplicados por dos es un millón de votos, que en el plebiscito les van a hacer falta.


30 JUL 2016 - 9:23 PM. www.elespectador.com

LOS MOTIVOS DEL NO. POR: HÉCTOR ABAD FACIOLINCE

LOS MOTIVOS DEL NO. POR: HÉCTOR ABAD FACIOLINCE

Hay algo muy curioso en la propuesta del expresidente Uribe para sumarse al proceso de paz. De los seis puntos en discusión en La Habana, a Uribe solo le preocupan dos temas específicos (con lo cual, tácitamente, aprueba o pasa por alto los otros cuatro).
A diferencia de lo que muchos piensan, las preocupaciones del expresidente no son el punto sobre la tierra (Desarrollo Agrario Integral); ni el punto sobre desmovilización y zonas de concentración (Fin del Conflicto); ni la sustitución de cultivos y demás parafernalia (Drogas Ilícitas); y menos aún el plebiscito (Verificación y Refrendación). El plebiscito le choca sólo porque mediante él se aprobarían los dos asuntos que sí le importan.

Al descartar estos cuatro puntos, se nota que buena parte de la crítica al proceso de paz no tiene nada qué ver con las proclamas patrióticas que circulan por Twitter: toda la perorata sobre una supuesta “sustitución de la Constitución” o la entrega del Estado al “modelo castrochavista” son carreta. Uribe y sus aliados terratenientes saben que ahí no hay nada peligroso para sus intereses. Todo eso, en el fondo, o está bien o les importa un pito.

Los puntos que les preocupan, y por los cuales Uribe se uniría a los diálogos y al proceso de paz, para modificarlos, son el segundo (participación política) y sobre todo el quinto, víctimas, que en realidad lo que contiene es la Jurisdicción Especial para la Paz y el Sistema integral de Verdad, Justicia y Reparación. A este punto el expresidente lo llama “impunidad”, pero, por otras declaraciones suyas, lo que verdaderamente lo alarma del quinto tema no es que las Farc la saquen barata, sino que a otros les salga muy cara: a esa Jurisdicción Especial se pueden acoger los militares condenados por crímenes conexos al conflicto y, a partir de ahí, cabe la posibilidad de que se llame a juicio también a los civiles implicados por los militares. Este es el quid del asunto, y ahí están los verdaderos motivos del NO.

Hoy en día hay en Colombia unos dos mil militares presos. La mayoría de ellos están en la cárcel por condenas que tienen que ver con el conflicto armado, directa o indirectamente: las recompensas gigantescas que provocaron los falsos positivos se originaron en el afán de mostrar resultados contra las Farc; las alianzas con los grupos paramilitares tienen el mismo origen; las masacres que no se evitaron dependen de aquella consigna de que contra el terrorismo todo se vale. Y bien: basta que una fracción de estos militares condenados (generales, coroneles, suboficiales, soldados profesionales) quieran contar toda la verdad para que se abra una cascada compleja que descubra una trama, una telaraña, en la que pueden salir implicados muchos militares en ejercicio o en uso de buen retiro. Y con ellos, luego, un grupo conspicuo de empresas y civiles que los asesoraron y apoyaron económicamente. Esta es la esencia de la ira. ¿Qué pasaría si un militar condenado quisiera hablar para salir libre de inmediato, y así prendiera el ventilador? Pues que empezaría un efecto dominó de consecuencias impredecibles.

Y aquí voy a decir lo que mucha gente lamentará que yo diga: si el presidente Santos de verdad quiere hacer la paz con todo el país, debe ofrecerles a los militares, y a Uribe, y a los intereses y miedos que él representa, un trato que los cobije. Las penas atenuadas o conexas al conflicto deben ser para todo el mundo. Me temo que aquí seguirá la guerra si algunos militares y civiles reciben más penas y vergüenzas que la guerrilla. Si Santos define un trato especial para militares y civiles implicados en el conflicto (y sólo él tiene el poder de hacerlo), creo que hasta el CD votaría por el Sí en el plebiscito. Aquí hay cierta derecha que no descansará hasta no ver presa o muerta a la cúpula guerrillera; y cierta izquierda que no estará contenta hasta no ver preso a Uribe y a sus amigos. A esa izquierda y a esa derecha hay que desarmarlas con un perdón especial.


30 JUL 2016 - 9:25 PM. www.elespectador.com

CADA OVEJA CON SU PAREJA. POR: TATIANA ACEVEDO

CADA OVEJA CON SU PAREJA. POR: TATIANA ACEVEDO

En la década de 1930 Bogotá fue urbanizada. La construcción de redes de acueducto y alcantarillado hizo parte importante de la consolidación de una “ciudad higiénica” respaldada por revistas como Cromos y Mundo al día.

Este modelo de ciudad les prestaba especial atención a los llamados “sectores obreros” que entonces crecían. Según las publicaciones, estos eran “densos núcleos de población hacinados en habitaciones en completo abandono moral y material”. Al no contar con fortuna alguna, estas poblaciones estaban “abandonadas por la suerte”, sin “elementos de higiene y de moral”.

Barrios obreros e informales de ciudad eran pensados como la semilla de problemas: “la criminalidad, el alcoholismo, la depresión, la falta de higiene, la propensión al comunismo”. Para combatir estos “problemas” se buscó organizarlos al sur. Expandir en estas zonas “la instrucción pública”. Construirles “modestos parques, un cementerio y un campo de deportes para los hijos de los obreros”. Se crearon multas y castigos para quienes arrojasen cáscaras y se promovieron productos para limpiar, desinfectar y matar bacterias, insectos y plagas al interior de las casas. La higienización de viviendas del sur debía ser complementada con la creación de espacios bellos, bien iluminados y “jardines de aire puro”. Otra campaña en este frente se concentró en la pasteurización de la leche (“la leche cuando es pura es un alimento sin rival. La leche cuando es impura es una amenaza para la colectividad”). La ciudad soñada, higiénica, aireada, arborizada, necesitaba alternativas de movilidad. Se preocuparon los gobiernos de señoritos nombrados desde presidencia por la organización del transporte público (tranvías, trenes y buses). Por la viabilidad de las rutas, y porque los horarios tuvieran en cuenta a los sectores obreros de la ciudad.

Se definió una categoría de “no ciudadanos” que debían —para el bien de la ciudad— recluirse en asilos, hospitales y otras instituciones similares. Este conjunto estaba compuesto por los habitantes de calle: huérfanos, “mujeres desamparadas”, personas en estado de alcoholismo o de prostitución. Estos personajes eran los encargados de “ensombrecer” la ciudad higiénica imaginada. Revistas de la década del treinta sancionaron también a los “maquetas”, conocidos como “vagos” o “desocupados”. Se multaron los corrillos y las aglomeraciones.

El “buen ciudadano” debía emplear su tiempo libre en “buenas” actividades deportivas. Se sancionaron comportamientos ruidosos o escandalosos. Para que floreciera la ciudad higiénica, pulcra y libre de habitantes de calle, era indispensable barrer calles, limpiar muros con agua y jabón. Aunque muchas de las políticas de esta década, como la extensión de redes de agua, irrigaron con bienestar a la población de los “barrios obreros”, casi todas promovieron una ciudad partida, donde la inequidad se consentía (y se alimentaba) para hacerse predecible, incontestable y en cierta medida vivible. La promesa de la inclusión a través de un mejor servicio de transporte o de unos “modestos parques” no cuestionó nunca salarios ni distancias entre unos barrios y otros. Y no intentó siquiera sacudir el problema más amplio de desigualdad urbana.

Como nos lo explica el alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, quien encaja de manera casi perfecta en los idearios urbanos de la década del treinta, “mientras haya mercados capitalistas, no se puede hacer mucho para cambiar la desigualdad...pero podemos mejorar la calidad de vida y crear una ciudad donde nadie se sienta excluido”. Así, más que una ciudad equitativa en la que se cierren brechas, le apuntamos a una ciudad en la que se facilite la inclusión de cada cual en su lugar. Una ciudad en la que cada quien conozca su sitio. O, para parafrasear a Manuela, la heroína literaria de Eugenio Díaz, una ciudad en la que “cada oveja conozca su pareja”.

30 JUL 2016 - 9:12 PM. Elespectador.com

El informe de Darío Fajardo para la CHCV. Por, Gustavo Gallón

3 AGO 2016 - 3:10 PM. Elespectador.com

El informe de Darío Fajardo para la CHCV.  Por, Gustavo Gallón

Para el profesor Darío Fajardo, la causa central del conflicto armado en Colombia es la confrontación por la tierra entre los partidarios de su concentración y los de su distribución.

Su informe para la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas (CHCV) muestra cómo los primeros han predominado hasta hoy, aunque en 1926 la Corte Suprema dio un aliento a los segundos al calificar como baldías las tierras no cultivadas y reconocer el derecho a adquirirlas a quien las cultivare por cinco años. Diez años después, la Ley 200 de 1936 circunscribió sus alcances a propiedades demandadas por colonos antes de 1935.

La Ley 100 de 1944, a su turno, favoreció a los terratenientes al declarar de conveniencia pública los contratos de aparcería, abaratándoles así el trabajo campesino en sus predios. En 1961, la Ley 135 estableció una política de reforma agraria moderada, cuyos resultados en distribución de tierras fueron magros. El Acuerdo de Chicoral, plasmado en la Ley 4ª de 1973, instituyó la renta presuntiva para las tierras dentro de la frontera agrícola, con lo cual la posibilidad de distribuir parcelas quedó relegada a los baldíos en zonas de colonización. La Ley 160 de 1994 intentó dar un nuevo impulso a la reforma agraria y creó las zonas de reserva campesina (reafirmadas en el punto uno de los acuerdos de La Habana), pero simultáneamente el Gobierno actual ha impulsado la creación de las zonas de interés de desarrollo rural y económico (Zidres) para adjudicar baldíos a terratenientes en asociación con campesinos.

Estos y otros vaivenes del desarrollo rural del país han estado entrelazados con factores políticos y económicos nacionales e internacionales que han contribuido a alimentar el conflicto, tales como la violencia ejercida por policías y campesinos liberales al terminar la hegemonía conservadora en los años 30 del siglo pasado, que habría generado reacción en la década siguiente. También “la resonancia de la guerra civil española” liderada por Laureano Gómez y el sectarismo de algunos jerarcas católicos nutrieron una mentalidad belicosa. Capitales extranjeros, como la Tropical Oil Company o la United Fruit Company en los años 20 o inversiones mineras y cultivos de palma africana actualmente, han incidido asimismo en la confrontación. En igual sentido habrían actuado “la inamovilidad de la participación política” y “la aceptación por parte de la dirigencia colombiana de las directrices de la política norteamericana en términos económicos, políticos y militares”.

“Un factor destacado en la profundización del conflicto social y armado” ha sido el narcotráfico, para Fajardo. Su desarrollo ha sido factible por el alarmante desplazamiento de población hacia zonas de frontera debido a los altos índices de desigualdad y de pobreza generados por la resistencia a la distribución de la tierra.

Difícil de lograr, pero atinada es su propuesta de “transformar y democratizar el sistema de relaciones políticas, económicas y sociales vigente, en beneficio de quienes han sido” las víctimas de esta guerra, pues no puede pretenderse darle fin, advierte, si se reiteran “las políticas que la han generado y conducido a su profundización”. Gracias, profesor Fajardo.

* Director de la Comisión Colombiana de Juristas (www.coljuristas.org).


miércoles, 3 de agosto de 2016

LA TERCERA VIA DEL PLEBISCITO. Por, Marlene Singapur http://gusanoenlafruta.blogspot.com msingapur@yahoo.es

LA TERCERA VIA DEL PLEBISCITO
 
Desvirtuando los contenidos de los Acuerdos de La Habana, que el gobierno de Juan Manuel Santos ha querido legitimar a través de un plebiscito, la polarización y la crispación como estrategia política han probado una vez más su eficacia.
 
Entre los efluvios, las opciones por el Si y el No se han caricaturizado y adulterado. Tanto, que ya no hace falta explicar o remitir a los contenidos concretos de los Acuerdos, ni a los procedimientos, escenarios, incluso penalidades que incluyen.
 
Si antes de los Acuerdos la gente no leía los reportes habaneros, ahora si que menos. Es decir, va ganando la propuesta pugilística del uribismo. Es lo que propone sin ningún rubor un tal Saúl Hernández, lamentable columnista de El Tiempo, cuya argumento más profundo es promover la transmisión en directo de un cara-a-cara entre Santos y Uribe. Así se solucionan para él cincuenta años de guerra.
 
“Cómo será el papá”, diría entre dientes William Guillermo.
 
¿En qué podría consistir, entonces, un escenario pedagógico, para que la sociedad colombiana conozca, por lo menos, los contenidos de los Acuerdos, y pueda decidir en consecuencia?... ¿será una tarea de ingenuos?...
 
Lo que sí queda claro es que ese escenario ya no puede construirse sólo con una serie de cátedras, ni de discursos por las plazas y calles colombianas, que lo más probable es que se consideren una provocación y una incitación a la agresión física. El típico procedimiento uribista de “le voy a dar en la cara marica”. Desde aquella dulzura presidencial, cualquier intento en el país de convencer con argumentos es inútil, una auténtica maricada.
 
Al respecto sigo creyendo que la alternativa más eficaz es recurrir a la acción simbólica, una herramienta que desde las inalcanzables profundidades de lo cifrado, resiste la invitación a las trifulcas en los fangales. Qué pena con Saúl.
 
Específicamente, deberíamos recurrir al dispositivo de la expiación como tercera vía, no sólo de las campañas por el plebiscito, sino del posconflicto en general, considerando las palabras de Erich Fromm, quien en su 'Anatomía de la destructividad humana' alude a la ley de los Yacuto: “la sangre del hombre, si es derramada, requiere expiación”
 
Y habría muchos ejemplos exitosos de intervenciones expiatorias desarrolladas en situaciones de violencia colectiva, de las que el presente escrito no puede dar cuenta. Sin embargo, uno de sus primeros y definitivos objetivos en Colombia, debería orientarse a hacer conocer la dimensión de nuestra tragedia, y promover su apropiación. Hoy a los colombianos les impactan más los degüelles del Estado Islámico, que las imágenes de la multitud de coterráneos desmembrados y picados.
 
Nuestra guerra aún no es real, no la hemos asimilado. Es una guerra ajena, una herida que nos rehusamos a reconocer. Nos miramos en el espejo histórico, y vemos el reflejo de otro.
 
Y si aún no podemos reconocernos en las más de seis millones de víctimas que entre desplazados, desaparecidos, asesinados, secuestrados, torturados, afectados por el terrorismo, el reclutamiento forzado y la violencia sexual, ha arrojado desde 1984 el conflicto colombiano; entonces, ¿cómo vamos a saber por qué y para qué es el Acuerdo?...
 
Llevados por el contagio violento, entre nosotros la muerte se ha cosificado, y en la anestesia producida por la borrachera hemofílica, ya no vemos ni sentimos cuando nuestra mano se alza sobre un prójimo. Y no es, como aseguraba Stalin, que "una muerte es una tragedia; y un millón de muertes una estadística"Sino que una sola muerte acaso requiere la identificación de un culpable, y un millón de muertes una obligatoria expiación.
 
Es lo que aún no quiere aceptar el uribismo, que por conveniencia y mezquindad, se empeña en personalizar y buscar el culpable de un producto histórico horroroso, del que ha participado, y no quiere que se sepa.
 
La expiación no se trata, pues, de mostrar las entrañas al aire de las víctimas, como lo requiere el espíritu rupestre y equino del uribismo, empeñado en mantener aterradas a las personas. Una estética con la que –escribía alguna vez Klim en El Tiempo–, los uribistas han querido disimular las evidencias de su indiscutible sangre azul. Con mucho éxito, parece.
 
Se trata, más bien, de aceptar que son nuestros, y de nadie en particular, los millones de muertos que aún deambulan en los campos y ciudades colombianas. Y que nos dispongamos a darles cristiana sepultura, para el descanso y vida eterna de todos, éste puñado de muertos y aún vivos que desde hoy, invariablemente, ya somos en el futuro.
 
 

Marlene Singapur

http://gusanoenlafruta.blogspot.com
msingapur@yahoo.es

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