jueves, 24 de mayo de 2018

LAS RAZONES DE PETRO PARA DENUNCIAR FRAUDE ELECTORAL


LAS RAZONES DE PETRO PARA DENUNCIAR FRAUDE ELECTORAL

Hace 8 años Vargas Lleras expresaba serios temores por el riesgo de que se alteraran los resultados, ¿ha cambiado algo desde ese entonces?

Por: José E. Mosquera B. | Mayo 23, 2018

Los candidatos Iván Duque y Germán Vargas Lleras, sus fórmulas a la vicepresidencia y sus seguidores condenan y linchan en las redes sociales al candidato Gustavo Petro porque exige a la Registraduría Nacional del Estado Civil garantías y transparencia en el proceso electoral del próximo domingo. Una exigencia que tiene toda la lógica, dado que en el país desde el siglo XIX se viene presentando continuos fraudes electorales y seguimos teniendo una Registraduría Nacional cuestionada por corrupta e infiltrada, y presuntamente controlada por las mafias de los carteles de los fraudes electorales.

En mi opinión, los fraudes electorales están en el ADN de la organización electoral colombiana y son una cuestión que ronda en la cabeza de la mayoría de los colombianos en cada elección. En elecciones al Congreso, gobernaciones, diputados, alcaldes, concejales y ediles se extienden serias de dudas sobre sus transparencias. En consecuencia, los escándalos y las denuncias se han convertido en recurrentes.

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La historia política colombiana está plagada de casos de adulteraciones electorales. Hace exactamente 114 años se cocinó el primer fraude electoral en el siglo XX en la elección presidencial, después de la Guerra de los Mil Días y la Separación de Panamá. Fue la treta electoral de 1904, conocida como el fraude de Padilla, orquestada por el gobierno de José Manuel Marroquín, con las falsedades en las elecciones en La Guajira para elegir como presidente a Rafael Reyes y derrotar a Joaquín F. Vélez Villamil.

En aquella época la elección presidencial era indirecta, se votaba para escoger los dignatarios de un Colegio Electoral que era el que escogía al presidente de la República. Finalmente, Reyes con la trampa derrotó al candidato Vélez por dos votos.

El segundo caso más sonado fue el fraude electoral de 1970, cuando el gobierno de Carlos Lleras Restrepo (abuelo de Germán Vargas) orquestó un timo en contra del candidato de la Anapo Gustavo Rojas Pinilla, quien en los primeros conteos iba ganando la contienda. Entonces, el presidente Lleras ordenó la suspensión de las transmisiones de los resultados por la radio, toque de queda en todo el país, y en la mañana siguiente apareció electo como presidente de la República Misael Pastrana Borrero (padre de expresidente Andrés Pastrana)

El tercer gran fraude electoral en una elección presidencial lo reveló el exdirector de Informática del Das, Rafael García a la Fiscalía, cuando señaló que durante las elecciones legislativas del 2002 el Bloque Norte de las Autodefensas fraguó “un fraude electoral de proporciones gigantescas para llevar al Congreso a candidatos del Cesar, La Guajira, Magdalena y Bolívar”.

Además, García en sus declaraciones reveló que “dado que todos estos candidatos apoyaban a Álvaro Uribe Vélez en su aspiración presidencial, el fraude fue repetido para las elecciones presidenciales”. Dice que “ aportándole a Uribe aproximadamente 300.000 votos, sin los cuales no hubiera triunfado en primera vuelta”.

En aquella elección del 2002, Uribe ganó presidencia con el 53 % de los votos. Por lo tanto, las revelaciones de García cobran relevancia cuando se examina que los 337.085 votos que sacó en Magdalena, Córdoba, Cesar y La Guajira fueron los que determinaron su triunfo en la primera vuelta en contra del candidato liberal Horacio Serpa.

Con todos estos antecedentes antes de las elecciones del 11 de marzo, el Centro Democrático lanzó toda clase de acusaciones en contra de la Registraduría Nacional sobre un virtual fraude electoral, igual como lo hicieron durante el plebiscito.

Ahora el expresidente Álvaro Uribe, máximo líder de aquel grupo político y beneficiario de aquel fraude que reveló el exfuncionario del Das, acusa al presidente Santos y al candidato Vargas de orquestar un fraude electoral. En un trino escribió hace poco expresó: “Por qué la Gobernación de Cundinamarca se dedica a hacer política, no le importa la ley, como a Santos tampoco le ha importado para robarse más elecciones!”.

En el patrón de los fraudes electorales se observa que los protagonistas de muchos de ellos sufren de amnesia crónica y como buenos autistas salen ahora acusar a ahora a Gustavo Petro de buscar incendiar al país.

Hace ocho años el candidato Germán Vargas, en unas declaraciones a la agencia de noticias Colprensa y que registraron los diarios El Universal, El Colombiano, La Patria y Vanguardia Liberal, dijo: “Siento temor por el riesgo de que se alteren los resultados en estas elecciones desde la misma Registraduría, pues ahí hay mafias estructuradas que podrían modificar los resultados. Por eso insisto en que deben digitalizarse los resultados, para así evitar este tipo de riesgos”.

Actualmente el candidato Vargas de manera cínica crítica a Petro y solicita que “respete las instituciones electorales colombianas”. Entre tanto, su fórmula a la vicepresidencia, Juan Carlos Pinzón, lo califica de “irresponsable decir que se van a robar las elecciones”. Cuando 4 días antes de las elecciones de 11 de marzo, el Fiscal General, Néstor Humberto Martínez, miembro del Cambio Radical, señaló que existían amenazas de fraude electoral en 772 municipios y durante la jornada electoral se contabilizaron decenas denuncias sobre fraudes electorales en todos los departamentos que reposan en los anaqueles de la fiscalía sin ser resueltas. En conclusión, con todos estos antecedentes y muchos más sucedidos en décadas, el candidato Gustavo Petro tiene la razón en prender las alarmas.
Tomado de www.Las2Orillas.com



NADA TIENES, NADA VALES. POR: PIEDAD BONNETT


NADA TIENES, NADA VALES. POR: PIEDAD BONNETT
El lunes pasado, en el restaurante Taquino de Medellín, dos comensales generosos invitaron a almorzar a José López, un señor que se gana la vida como cantante callejero. A José le sirvieron su almuerzo, pero la cajera le advirtió que debía consumirlo afuera porque, según ratificó la administradora cuando algunos testigos reaccionaron con indignación, “era una política del restaurante”. Lo que todos pudimos ver gracias a la oportuna grabación de Valeria Lotero fue un acto de aporofobia.

La palabra —que viene del griego áporos, pobre, sin recursos— es fea pero necesaria, porque, como dice la filósofa Adela Cortina, quien la acuñó y ha desarrollado el concepto en un libro reciente, “poner nombre a esa patología social era urgente para poder diagnosticarla con mayor precisión” y así poder combatirla, “porque esa actitud tiene una fuerza en la vida social que es aún mayor porque actúa desde el anonimato”. La aporofobia o “rechazo, aversión, temor y desprecio hacia el pobre”, ha existido siempre, pero hoy expresa muy bien la mentalidad de una sociedad capitalista fundada en la convicción de que sólo merecen respeto los que tienen algo que dar a cambio. Cortina lo ejemplifica: los turistas son bien recibidos en todas partes, independientemente de su raza, religión o procedencia, porque traen dinero; no así las masas de migrantes pobres, a los que se considera una plaga invasora a la que fácilmente se la hace víctima de discriminación y un discurso de odio. Luigi Zoja, un sicoanalista italiano, señala, con razón, que la gran tragedia de nuestro tiempo consiste en que, ensimismados y elusivos, evitando todo conflicto, nos hemos olvidado del mandato del cristianismo: ama a tu prójimo como a ti mismo.
Vale la pena que nos preguntemos por qué razón cajera y administradora decidieron que don José, un hombre digno que encontró en su guitarra un medio de supervivencia, no podía sentarse a comer con los demás comensales. La respuesta es atroz: porque ellas han interiorizado y naturalizado esa “patología social” que se manifiesta en desprecio por el que tiene menos. En este caso, el que no tiene un empleo. Porque oficio sí tiene. La seguridad con que contestaron evidencia que para ellas la discriminación es legítima. El desprecio no es tanto contra la persona concreta —él las excusó diciendo que siempre han sido amables—, sino contra lo que don José, a sus ojos, representa: nada tienes, nada vales. Él, que a pesar de poseer un arte, seguramente no preguntaría jamás, como un montón de tarambanas, ¿usted no sabe quién soy yo?, fue condenado por sus agresoras a pertenecer a lo que Galeano llamó —y la referencia también es de Cortina— “los nadie”.
Si a don José se le maltrata de esa manera, ¿cómo será a los indigentes, que no tienen techo ni quién los defienda? Qué apellido eres, dónde naciste, en qué colegio estudiaste, tienes carro, cuál es tu barrio, son algunas de las preguntas, tácitas o no, que hace esta sociedad inequitativa y discriminatoria para ubicar a sus gentes. Las sanciones que esperamos se tomen en este caso deben tener una función aleccionadora: dejar constancia de que un estado democrático parte de que todos tenemos los mismos derechos, y por tanto castiga todo acto discriminatorio.
Tomado de www.elespectador.com. 13 Mayo 2018 - 3:15 AM

LOS REVESES ELECTORALES DE LA IZQUIERDA EN AMÉRICA DEL SUR


LOS REVESES ELECTORALES DE LA IZQUIERDA EN AMÉRICA DEL SUR
“La confrontación entre izquierda y derecha es un asunto que va a estar en la agenda del continente en el próximo cuarto de siglo”

POR: ENOIN HUMANEZ BLANQUICETT   

Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los  autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2Orillas.

Los reveses electorales de la izquierda en América del Sur

En 1993 la primera edición de un clásico de la historia política latinoamericana del tiempo presente apareció en simultánea en español e inglés en las librerías mexicanas y estadounidenses. En el primer párrafo de la introducción su autor sostiene: “La guerra fría ha terminado y el bloque socialista se derrumbó. Los Estados Unidos y el capitalismo triunfaron. Y quizás en ninguna parte ese triunfo se antoja tan claro y contundente como en América Latina […]. Hoy los países de esa misma región los gobiernan tecnócratas o empresarios conservadores y fanáticos de Estados Unidos, casi todos llevados al poder –hecho insólito en el continente- por la vía del voto. El empeño estadounidense de combatir a una izquierda activa, influyente y amenazante culminó con éxito indiscutible: dicha izquierda fue derrotada sin cuartel ni clemencia”. Al final del párrafo se establece –como conclusión- un balance lapidario: “En la América Latina de la posguerra fría la izquierda carece de peso y pertinencia”.

El epilogo del panorama sombrío presentado en ese párrafo inicial es una pregunta sin rodeo, que tiene por objeto justificar la pertinencia de la obra. El autor, con el propósito de justificar su esfuerzo intelectual, se pregunta si la izquierda latinoamericana, que está desmoralizada y en la lona, merece qué alguien pierda tiempo ocupándose de ella y que además le dedique un libro entero. Para colmo, el ambiente tóxico en el que se debatía la izquierda de comienzos de la década de 1990 terminó de ser envenenado por la publicación de un libro, que ganó rápida celebridad. El éxito de la obra se edificó sobre una fórmula chocarrera: etiquetar desde el titulo, y sin fórmula de cortesía, a los partidarios de las ideas progresistas como los perfectos idiotas del continente.

Sin embargo, a pesar del panorama desolador y del futuro incierto que Jorge Castañeda presagiaba para la izquierda latinoamericana en “La utopía desarmada” y de la carga de mala leche que le vertieron encima los autores de “El manual de perfecto idiota latinoamericano”, en 1998 comenzó una era de festejos para los partidarios de la gauche. Una seguidilla de de triunfos electorales consecutivos dio lugar a una fiesta que ha durado decenio y medio. Durante esa temporada de festejos hemos visto desfilar por los palacios presidenciales de las capitales de la mayoría de los países de la región, a excepción de México, Costa Rica, Panamá, Colombia, República Dominicana, –y digamos Perú-, porque Ollanta Humala resultó no ser el lobo feroz que todos temían, presidentes que se han hecho elegir bajo las banderas antiestamentistas y con un programa, que va en contravía de los intereses de Washington en la región.

Entre los que han presidido ese festejo hemos visto de todo. Un militar golpista, enfundado en camisa y boina rojas, que se declaró partidario de las ideas políticas disidentes; un obrero metalúrgico, que ganó sus galones en el mundo sindical, enfrentando la represión de militares golpistas alérgicos a las ideas políticas disidentes; una familia millonaria de la Patagonia, con negocios en el sector inmobiliario, que decidió untarse de pueblo y fomentar la inclusión social en un continente atascado en el pantano de la desigualdad; un hacendado rural ensombrerado, que llegó al poder bajo el paragua de un partido liberal y giró repentinamente a la izquierda; un tecnócrata en asuntos económicos, educado en universidades (si aún resulta licita la expresión) del primer mundo; un indio sin abolengo, que hizo sus primeras armas en la lucha agraria, defendiendo el uso tradicional de los cultivos de coca; dos idealistas que fundaron guerrillas para enfrentar a los gobiernos militares, fueron derrotados y purgaron su rebeldía en la cárcel; un excomandante guerrillero que ganó el poder por las armas, lo perdió en las urnas y lo recuperó a través de ellas; y hasta un cura que ha leído más la Biblia que los manuales de propaganda leninistas.

El sobrevuelo del recorrido que le permitió a la izquierda ascender al poder de Ciudad de Guatemala a Buenos Aires, de Brasilia a Tegucigalpa, de Quito a Managua y de Asunción a San Salvador, así como el examen de lo que ésta ha hecho durante su estadía en el gobierno, nos muestra que la izquierda latinoamericana nos es la misma en todas partes. Por eso en la evaluación de su gestión de la cosa pública, no se puede proceder a  medir a todo el mundo con el mismo rasero. De cara a esa lógica resulta equivocado el enfoque generalizador con el que Beatriz Miranda, en un especial para El Espectador, aborda el balance de una década y media de ejercicio del poder por parte de la izquierda en la región. Igualmente resulta equivocado el apresuramiento con el que los analistas del conservador diario El Colombiano aseguran que “la izquierda de América Latina va en declive”.

Esas posturas editoriales no consulta la realidad. El examen del momento político actual por el que pasa el continente, basado en el devenir de la izquierda, como lo sostiene “Andrés Molano, director del Observatorio de Política y Estrategia en América Latina (Opeal)” tiene que tomar en cuenta que así como hay países donde los regímenes de izquierda se han desgatado, como es el caso de Venezuela, Brasil y Argentina, “hay otros que transitan una etapa formidable y estable cómo Uruguay,” Bolivia, Ecuador, Chile o incluso El Salvador. En este último país los sectores de izquierda se han consolidado –en las dos últimas elecciones– como actores políticos indiscutibles en la escena nacional.

En lo que concierne a la corrupción, si bien es cierto que hay casos concretos, como el caso venezolano, donde el paso de la izquierda por el poder ha estado “marcado por actos de corrupción y de abuso de poder”, en este campo salir a generalizar a partir del caso más visibles no es pertinente. Generalizar a partir de la particularidad siempre será un proceder equivocado, que equivale a valerse de un único aparato de medición para dar cuenta de las características matemáticas de los diferentes productos, que abarrotan la estantería de un supermercado. En otras palabras, un metro sirve para medir la tela, pero no sirve para pesar el queso.

En lo concerniente al abuzo del poder, si bien es importante reconocer que ciertos gobernantes latinoamericanos, que han llegado al gobierno bajo la bandera de la izquierda han demostrado en el ejercicio de éste un talante atrabiliario, también hay que reconocer que hasta hoy, por muy safio que haya podido ser Chávez, por muy palurdo que nos resulte Maduro, por muy zamarro que nos parezca Correa o por muy autócrata que se nos figure Evo, estos individuos son altamente potables cuando se los compara con Rafael Lenidas Trujillo Molina, Jorge Rafael Videla, Anastasio Somoza (padre e hijo) Augusto Pinochet  o  Alfredo Stroessner.

Igualmente sus pasadas de piña –por tomar prestada una metáfora del argot popular barranquillero- en el ejercicio del poder no resultan distintas a las que se permitieron Alberto Fujimori en Perú, en la década de 1990, o Álvaro Uribe Vélez en Colombia, durante la década 2000. Sin entrar a justificarlos, cuando se examina cuidadosamente el paso por el poder de los dirigentes de izquierda de América Latina desde la perspectiva de los derechos humanos y de cara al abuso de poder, éstos no han puesto en práctica con sus opositores las medidas represivas que implementaron los gobiernos de derecha durante el siglo XX, que llevaron a Jorge Castañeda a preguntarse ¿cómo “las fuerzas favorables al cambio” pudieron sobrevivir a los “peores horrores”, que se cometieron durante la aterradora campaña de represión que puso en marcha el establecimiento latinoamericano, para contener el virus rebelde, que se propagó por la geografía regional luego de la revolución cubana?

En cuanto a la corrupción, no se puede ocultar que ha habido corrupción durante los gobiernos de muchos políticos que han accedido al poder vistiendo la casaca de la izquierda. Pero a pesar de sus indelicadezas la sensación general es que han sido más equitativos y pulcros que sus pares de la derecha. Por eso, como lo anota Antonio Caballero “nunca se ha visto que en Venezuela salga el populacho a las calles a gritar «¡Ladrón o no ladrón, queremos a Carlos Andrés!», ni en el Brasil «¡Ladrón o no ladrón, queremos a Collor de Melo!», como sí gritaban los argentinos «¡Ladrón o no ladrón, queremos a Perón!»”. En el campo de la transparencia en el manejo de los recursos del Estado, para evaluar el comportamiento de la izquierda en el uso de los recursos públicos vale aquí traer a colación un adagio franceses, que sostiene “que los frutos no caen lejos del árbol”. Por eso se puede considerar que en un continente, donde la clase política se ha caracterizado históricamente por ser corrupta, autoritaria y caudillista, la dirigencia de izquierda no está exenta de reproducir esos vicios.

Superar las prácticas clientelista en el ejerció de la política y la concepción patrimonialista en la gestión del Estado, dentro de la cual se concibe a los recursos públicos como un botín que el gobernante y sus amigos pueden manejar como plata de bolsillo: (“el dueño de la chequera soy yo” le dijo recientemente el presidente de Colombia a su vicepresidente, develando de ese modo el pulso secreto que mantienen los dos por el reparto del botín público entre sus respectivas clientelas), es un asunto que nos va a tomar todavía muchas generaciones.

En cuanto a la vocación autócrata de la izquierda respecto al ejercicio del poder, ésta es concomitante con la historia de una región donde la militarización de la política, como lo resaltan Dirk Kruijt y Kees Koonings, ha moldeado la vida pública de casi todos sus países. Por eso no es extraño que el 45% de la población latinoamericana manifieste estar dispuesta “a apoyar a un gobierno autoritario si éste resuelve los problemas económicos de su país”, un 56% manifieste “no estar satisfecho con la democracia” y un 34%, como lo destaca Rosendo Fraga, declare su disposición a apoyar un gobierno militar. Como si fuera poco, en el vademécum marxista existen los conceptos de dictadura del proletariado  y de partido único. En un contexto autoritario y caudillista, como el latinoamericano, esta receta encaja correctamente en el programa político de los sectores más radicales y militantes de la izquierda, que todavía no descartan el recurso a las armas para hacerse al poder o para mantenerlo.

La derrota del chavismo en las parlamentarias venezolanas después de década y media de hegemonía; el revés del justicialismo en las presidenciales argentinas, en un país en el que, al decir de Antonio Caballero, “hasta el papa es peronista”; y la pérdida por parte de la indisciplinada y dispersa izquierda colombiana de la alcaldía de Bogotá son tres eventos, que han llevado a ciertos analistas a decretar de “la crisis de la izquierda en América Latina”.

Uno de ellos es Juan Francisco Alonso. Este cronista afirma en el Diario Las Américas de Miami que “la elección del conservador Enrique Peñaloza como alcalde de Bogotá”, […] del opositor Mauricio Macri en las presidenciales de Argentina y ahora la de la antichavista Mesa de la Unidad Democrática (MUD) en las legislativas de Venezuela” son “tres victorias que” evidencian “que en América Latina se está dando un viraje político”. A nuestro modo de ver, los analistas que proceden de ese modo están tomando la parte por el todo y confundiendo peras con manzanas, al analizar en pie de igualdad tres casos, que ameritan ser analizados por separado.

Para Franck Gaudichaud, la entrada en la escena gubernamental de la izquierda marcó el inicio de un “nuevo ciclo político regional”, que ha traído consigo el debilitamiento del “intervencionismo del “Tío Sam” y del imperialismo” en el continente. Ese nuevo ciclo político, en opinión de Emir Sader, ha significado el inicio de “un nuevo período histórico en América Latina”. La derrota de peronismo en las presidenciales argentina, el traspié del chavismo en las parlamentarias en Venezuela y la salida de la izquierda de la alcaldía bogotana, más que ponerle fin a ese periodo, lo que marca es el inicio de un nuevo capítulo del mismo.

En ese plano, como lo sostiene Carlos Lozano Guillen, la confrontación entre izquierda y derecha en América Latina, dada la crisis de los viejos partidos tradicionales en la mayoría de los países del continente, es un asunto que va a estar en la agenda durante el próximo cuarto de siglo, porque la ciudadanía se ha dado cuenta paulatinamente que la “primera significa el cambio, el progreso social y la preservación de lo ético; y la segunda, lo contrario”. Sin embargo, la derrota encajada por la izquierda argentina, venezolana y colombiana pone sobre la mesa otro tema importante, que no se puede soslayar: “el debate de ideas […] sobre qué izquierda se necesita” hoy en cada uno de esos países.

Si encuentras un error de sintaxis, redacción u ortográfico en el artículo, selecciónalo y presiona Shift + Enter o haz clic acá para informarnos. ¡Muchas gracias! | Enero 20, 2016
Tomado de www.Las2Orillas.com

EL SÍNDROME DE LOS PADRES ‘QUEMADOS’ POR LA CRIANZA


EL SÍNDROME DE LOS PADRES ‘QUEMADOS’ POR LA CRIANZA
Buscan que los hijos sean los mejores en todo, y no saben darse espacio para sí mismos.
Por: Amalia Torres - El Mercurio (Chile) -GDA  12 de mayo 2018 , 11:45 p.m.

La mamá no quiere que nada malo le ocurra a su hija, por eso decide implantarle un chip con el que puede monitorear qué ve, cuándo se estresa, e incluso le permite activar un “control parental” para que la niña vea borrosas las imágenes violentas.

El capítulo ‘Arkangel’ de la cuarta temporada de la serie ‘Black Mirror’ está lejos de convertirse en realidad, pero el psicólogo y psicoanalista español José Ramón Ubieto, coautor del libro ‘Niñ@s hiper’, lanzado este año en España, lo cita como ejemplo de cuánto quieren los padres actuales controlar a sus hijos. “Hay padres que ante la desorientación y la exigencia que ellos escuchan de la sociedad de ser padres excelentes, se encuentran en situación de agotamiento porque no saben cómo brindarlo”, asegura el psicólogo.

“Los padres no quieren que a los hijos les falte lo que a ellos les faltó, no quieren que tengan fracasos, como si fuera posible. Esa hiperexigencia de padres que no reconocen las dificultades que ellos tuvieron cuando hijos se transforma en un problema”, agrega.

Según la experiencia del especialista español, en la búsqueda de ser buenos padres llenan a los hijos de actividades. “Tengo niños en la consulta con los que tengo problemas para acordar una cita con ellos por todas las actividades que tienen”, dice Ubieto en entrevista telefónica.

En el diagnóstico de Ubieto, los padres actuales no saben ser autoridad.

“No saben qué posición tomar. Van cambiando de fórmulas: quieren ser amigos de sus hijos; cuando eso no funciona pasan al otro extremo: castigarlos. Y cuando eso tampoco funciona, recurren a un profesional, aceptan medicación o soluciones que traten de sustituir lo que ellos no pueden hacer”, afirma.

Y agrega: “Y cuando han recorrido varias de estas fórmulas, quedan agotados. Vienen a la consulta a hablar del hijo, pero terminan hablando de ellos, porque son ellos los que están más angustiados”.

Conectarse con los hijos y no rotularlos, clave para generar vínculos
Conductas inadecuadas de los niños: pautas por seguir para orientarlos
Hiperexigidos
Nicole Vásquez, psiquiatra de niños y jóvenes de la Red de Salud —la red de atención médica más importante de Chile, que forma parte de facultad de Medicina de la Pontificia Universidad Católica de Chile—, agrega que el exceso de información actual sobre cómo ser buen padre termina abrumándolos: “Hoy en día hay mucha autoexigencia en torno a lo que implica ser padres. Lo que uno ve en pacientes y amigos es que poder cubrir todas las necesidades de los niños, las necesidades personales, las laborales y las de pareja, al final termina siendo muy difícil”.

Lo que uno ve en pacientes y en amigos es que poder cubrir todas las necesidades de los niños, las necesidades personales, las laborales y las de pareja, al final termina siendo muy difícil
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Buscar el reconocimiento externo también los lleva al ‘burn-out’ (síndrome de desgaste profesional, síndrome del quemado o fundido).

“En la sociedad actual observamos que muchas veces las personas determinan su valía, su identidad, su ‘éxito’ a partir de las cosas que logran obtener, de los bienes que poseen, del lugar en el que trabajan, de cómo disfrutan su tiempo libre y, por ende, de lo que proyectan, dice la psicóloga Daniela Becerra, terapeuta familiar y de parejas del Instituto Chileno de Terapia Familiar. Una persona centrada en lo que debe mostrar hacia afuera también buscará ese reconocimiento en la paternidad.

De esta forma, son los hijos quienes confirman si es buen padre, “y a la vez le mostrarán a mi entorno lo que he sido capaz de lograr”. Según Becerra, esto puede “fundir” a los hijos —quienes deberán hacer cosas para satisfacer a los papás— y a los propios padres.

“Esto —añade la psicóloga— puede llevar a los padres, madres o cuidadores a desarrollar sintomatología ansiosa o depresiva y, por ende, ‘fundirse’, minimizando su capacidad de empatía, conexión emocional con sus vínculos cercanos, desmotivación, entre otras consecuencias”.

Para Ubieto, otro de los temas por los que ocurre el síndrome de desgaste parental es porque los adultos no se permiten fallar: “La idea de que el padre nunca puede mostrar ninguna falta no es cierta. Sabemos que un buen padre es el padre imperfecto, que le da oportunidad al hijo de, en la imperfección, encontrar su propio lugar. Un padre perfecto es lo peor que te puede ocurrir en la vida”.

Ubieto ha visto a padres que han tenido que pedir licencias por sentirse angustiados. Para evitar ese extremo, él los llama a relajarse: “No todo lo que le pasa a tu hijo es culpa tuya. Los hijos deciden muchas cosas. Los padres debemos aportar cosas, enseñar el mundo adulto, hablarles de nosotros, cómo nos fue, pero hay que dejarlos que se equivoquen. (...) Hay que confiar en que igual que como nosotros encontramos una salida en la vida, también los hijos lo harán”.

Saber decirles que no es otra clave: “ ‘No voy a jugar contigo, estoy muy cansado’. Ya el niño buscará un amigo u otra manera. Claro que si todos los días no puede jugar con él, es un problema. Pero reconocer los límites no es algo negativo”.

Para evitar este tipo de desgaste, es importante que los padres exploren su propia historia como hijos.

“Que intenten discriminar desde dónde vienen estas iniciativas y creencias de lo que es el éxito y de lo que los hijos deben lograr. Lo anterior permitirá que tomen conciencia de que quizás están depositando en sus hijos sus propias frustraciones e intereses y que, por ende, probablemente no están ‘viendo’ a su hijo”, dice Becerra.

Una sonrisa y un saludo, claves para un mejor aprendizaje
La sobreprotección de quienes ‘sobrevuelan’ la vida de sus hijos
Desde los primeros días
El síndrome de desgaste puede verse en la primera infancia. “Todo comienza desde el principio (en los primeros años de vida), porque ahí también se van armando las características del niño”, dice la psicóloga de niños y jóvenes de Sepia Bárbara Cajdler. “La crianza es una tarea muy exigente”. Y, según explica, las madres viven una dicotomía: por un lado, se idealiza la figura de la maternidad, “pero, además, tienen una exigencia y una crítica enorme cuando no cumplen lo que culturalmente se espera de ellas”.

Y agrega: “La sociedad no se hace cargo de que las madres necesitan apoyo en su tarea de madres”. A eso se suma, asegura Cajdler, “que a veces la pareja conyugal es distinta a la pareja parental. Puedes tener un marido con el que te llevas regio, pero que no sabe ser compañero-padre”.

AMALIA TORRES.  EL MERCURIO (Chile) –GDA. En Twitter: @ElMercurio_cl


martes, 22 de mayo de 2018

MEJORAR LA GESTIÓN PÚBLICA. POR: JOSÉ MANUEL RESTREPO


MEJORAR LA GESTIÓN PÚBLICA. POR: JOSÉ MANUEL RESTREPO

Concluía la semana anterior sobre la importancia de respaldar el gran Pacto Nacional por la Productividad que propuso el Consejo Privado de Competitividad. Algo similar podría decir también de sumarse a la iniciativa de algunos empresarios llamada “Partitura para el Desarrollo Productivo”, que define con más detalle el camino a recorrer en temas críticos de país para elevar el crecimiento, superar el estancamiento competitivo de Colombia y aumentar la productividad de los factores productivos. Hacerlo puede ser un punto de partida para que Colombia crezca más del 5 % en los próximos años, como lo necesitamos para seguir reduciendo la pobreza, construyendo equidad y generando empleo.

Sin embargo, cualquiera de dichas estrategias requiere necesariamente un redimensionamiento de nuestra débil e ineficiente capacidad de gestión pública. La “partitura” mencionada proponía, por ejemplo, la creación de una unidad de eficiencia pública, que apoyada en un equipo de expertos, implicara la intervención de las diferentes entidades públicas para identificar ineficiencias, gastos excesivos, abusos de discrecionalidad o falta de transparencia en la toma de decisiones, ausencia de estrategia, debilidades en seguimiento, barreras o excesos tóxicos en lo normativo, entre otros asuntos.

Abordar este tema de lo público implica, por un lado, considerar los conceptos teóricos de una gestión pública efectiva, pero tan importante como esto, significa también entender la perspectiva “práctica” en la que aparecen restricciones de entorno o contexto, perspectivas de la forma como toman decisiones los actores relevantes, articulación e integralidad de la gestión pública, grados de restricción de la gestión pública y relaciones complejas entre el corto, mediano y largo plazo de las políticas públicas.

Respecto de la idea teórica de una gestión pública efectiva mucho se ha escrito. En particular el DNP en recientes textos sobre la materia, insiste en preocupaciones como la ausencia de herramientas de gestión y seguimiento a resultados de la administración pública, falta de transparencia en la asignación de recursos o en la forma como éstos se ejecutan, arreglos estructurales y normativos que hacen compleja la gestión de lo público y, finalmente, incentivos inapropiados o perversos en dicha gestión. Respecto de la idea de lo “práctico”, destaco los trabajos de OECD (“Panorama de las administraciones públicas”), Banco Mundial (“La formulación de políticas en la OECD: ideas para América Latina”) y del Asian Productivity Organization (“Knowledge Productivity in the Public Sector”), que concluyen en la necesidad de insistir en propósitos adicionales.

En particular, fortalecer las capacidades (de conocimiento, de interpretación y análisis, de monitoreo y evaluación, y de acceso a datos de calidad) de nuestros funcionarios públicos para tomar decisiones “ilustradas”. En segundo lugar la necesidad de mejorar la integración y articulación de los actores públicos en sus actuaciones para evitar fraccionamientos de la política pública y de sus recursos disponibles, así como para lograr coordinaciones institucionales y sectoriales efectivas. Y, finalmente, la necesaria consideración de que muchas veces la administración pública al decidir suele hacerlo en forma ineficiente o con bajo nivel de costo-efectividad, porque termina haciéndolo pensando más en un corto plazo que en la necesidad de construir largo plazo. Se recomienda, por ejemplo, en esto último acudir a modelos de presupuesto no basados en el arrastre de las ineficiencias de años anteriores, sino en los proyectos futuros bajo la modalidad de presupuesto base cero. A lo anterior agregaría la necesidad de una gestión pública que esté preparada para innovar y encontrar formas distintas de ser más eficaz y eficiente a través de nuevas tecnologías y de aprender de buenas prácticas del mundo.

De no seguir estos caminos, nos seguirán pasando capítulos tan tristes como la gerencia del proceso de implementación del proceso de paz, que ha sido incapaz de enfrentar un asunto tan importante en nuestra historia. Basta ver este espectáculo de desarticulación, debilidades de priorización, falta de planificación y ausencia de coordinación de actores involucrados, debilidades en transparencia y de eficiencia en la toma de decisiones que tiene por ejemplo a las antiguas zonas de concentración quejándose de incumplimientos básicos, entre otros líos.

La buena gestión pública es hoy un atributo central para que todo lo que estamos proponiendo en productividad y competitividad efectivamente opere y se cumpla, y merece especial atención.

jrestrep@gmail.com   Twitter: @jrestrp. 12 May 2018 - 9:00 PM
 Tomado de www.elespectador.com



HABRÁ UN PAÍS LLAMADO COLOMBIA. POR: WILLIAM OSPINA


HABRÁ UN PAÍS LLAMADO COLOMBIA. POR: WILLIAM OSPINA

(Este texto será leído hoy domingo, en el Encuentro Nacional de Jóvenes Caminantes, en la Selva de Florencia de Samaná, Caldas).

En Colombia ya hay medio país que ha renunciado al fetichismo del poder, a la esperanza de que sea a través del Estado y de sus mecanismos tramposos como se puede transformar a la sociedad.

El poder político en Colombia está diseñado para ser todopoderoso a la hora de atornillar lo que existe, y para ser impotente a la hora de cambiar las cosas y de servir a los ciudadanos. Mucha gente lo sabe y ha renunciado a la esperanza del poder, al espejismo de la participación y al sainete electoral, pero se ha atrincherado en la indiferencia, el escepticismo y el repliegue hacia el mundo privado, olvidando o ignorando que a lo único que no puede renunciar el ser humano es a la comunidad, porque a la sociedad o se la transforma o se la padece.

Pero, ¿es posible una acción política por fuera de los cauces y los instrumentos del Estado? ¿Es posible una democracia por fuera de las elecciones y de los mecanismos formales de participación? Por lo pronto Colombia ha demostrado que puede sobrevivir no gracias sino a pesar de las instituciones. Pero es evidente que ha sido a lo largo de las décadas una supervivencia dolorosa y trágica.

Una parte de la sociedad está formalizada, trabaja y tributa y vota y se ajusta a la ley. Pero las grandes mayorías viven en el empleo informal, en el rebusque, en la marginalidad e incluso en la ilegalidad, porque el modelo económico y social excluye y arrincona, formaliza para expoliar e incluye para sacar ventaja, pero no se ha propuesto jamás construir una sociedad democrática verdadera, un Estado que proteja el trabajo y la familia, que construya una leyenda nacional viva y compartida, que brinde dignidad, certezas, confianza y convivencia.

Hace ya mucho tiempo se socavaron los principios de la confianza y de la convivencia, hace mucho se estableció la costumbre de gerenciar el miedo, de extorsionar con el poder, de predicar la confrontación, de vivir del conflicto, de condenar a los pobres a la ilegalidad para después satanizarlos por ser ilegales. Tiene que haber una respuesta para el hecho de que aquí todos los enriquecimientos son ilícitos, los inmensos y generalizados cultivos de la gente pobre son ilegales, y una lógica de la desconfianza trata por principio a todo ciudadano como un delincuente.

El Estado no está para educar, sino para ser educado, dijo alguien. Y hemos llegado a un momento de la historia en que la crisis de la civilización exige un cambio radical de costumbres, exige que cambiemos todas las cosas. Una de las tareas de la inmensa revolución de las costumbres que, a fuerza de globalización, está comenzando en todo el mundo, es la de reinventar nuestra manera de estar juntos y nuestra manera de habitar en el mundo. Una revolución del hacer, del ritualizar y del habitar está comenzando, y no la dicta la búsqueda de un orden prefijado, sino la necesidad de escapar a los peligros que se ciernen sobre la civilización y sobre el planeta.

Tal vez la gran diferencia entre este y otros momentos de la historia radica en que nunca antes los peligros fueron tan grandes y la búsqueda de soluciones tan imperiosa. Nos acostumbramos a decir como el texto bíblico: “No hay nada nuevo bajo el sol”. Ahora sabemos que por fin hay algo nuevo: saberes impredecibles, poderes casi incontrolables, peligros inusitados. Nunca antes habían surgido tantos peligros salidos de nosotros mismos y de nuestra manera de habitar. Nada que hayamos diseñado previamente está a la altura de los desafíos del presente, y la verdad es que hoy podemos repetir con un estremecimiento los versos finales del poema La playa de Dover de Mathiew Arnold: “Porque el mundo que yace ante nosotros como una tierra de sueños,/ tan variado, tan bello, tan nuevo,/ no tiene en realidad ni gozo ni amor ni luz,/ ni certeza, ni paz ni ayuda en el dolor; / y nosotros estamos aquí como en una sombría llanura,/ atravesada por confusas alarmas de guerra y de fuga,/ donde ignorantes ejércitos chocan de noche”.

De esa noche grávida de peligros y de posibilidades brotará el mundo nuevo. Y por hoy no cuenta con respuestas, sino con la fecunda luz de unas preguntas. Ahora sólo sirven los poderes del cuerpo, del instinto y de la intuición, los rumores de la leyenda, los tejidos del mito, los talleres del arte, los llamados de la poesía y las resonancias libres del lenguaje. Todo lo instituido está bajo sospecha. La profunda voz de la tierra nos arroja sus advertencias, el pasado nos ofrece sus mejores recuerdos, pero nos dice que no hay a donde volver, que esos bosques ya no existen, que tal vez ya sólo podemos pedir orientación a los ríos que corren “al norte del futuro”, como decía Paul Celan.

Hace siglo y medio Nietzsche comenzó su profético libro “La voluntad de dominio” con una afirmación tremenda: “Voy a escribir la historia de los próximos dos siglos”. Y enseguida describió nuestra época con una lucidez, una ferocidad y un detalle verdaderamente alarmantes. Sería la época del nihilismo, del hundimiento de todos los valores, de la pérdida de todo rumbo, de aridez espiritual, de angustia, de crueldad y de horror. Ahora ese mismo nihilismo confunde y desconcierta a muchos porque su angustia tiene diseños sofisticados, su malestar se fabrica de un modo industrial, su desesperación viene empacada al vacío, su vacío sobrenatural está provisto de control remoto, su extravío tiene pantalla táctil, y el miedo al minuto siguiente relampaguea en las manos de todos.

Habrá un país llamado Colombia si hay un planeta llamado Tierra, donde el equilibrio de la naturaleza vuelva a ser la prioridad de las comunidades, donde el milagro de la vida sea el mejor espectáculo, donde la austeridad sea un verdadero timbre de aristocracia, donde el afecto sea el principal medio de comunicación, donde el trabajo, donde el hacer sea a la vez una responsabilidad y un placer, un modo de expresar la vida interior y un acto de gratitud con el mundo, donde resolvamos en destreza y en creatividad nuestros desacuerdos, en arte nuestra energía vital, donde aprendamos a ser rivales sin ser enemigos, donde nos inclinemos como en la India ante la divinidad que hay en los otros, donde la religión no sea arrodillarse y darse golpes de pecho, sino cuidar, celebrar y agradecer y, como decía el Latino, mirarlo todo con un alma tranquila, y donde aprendamos a habitar cerca del bosque y de sus dioses, protegiendo la salud de los manantiales, en ciudades humanas que giren silenciosamente como grandes flores solares.

Tomado de www,elespectador.com. 13 May 2018 - 2:10 AM

LA SOBERBIA DE LOS MODERADOS. POR: JAVIER ORTIZ


LA SOBERBIA DE LOS MODERADOS. POR: JAVIER ORTIZ

Antes del Acuerdo de Paz con las Farc todas las promesas de campaña giraban en torno a la aniquilación del enemigo. Hoy los candidatos han tenido que reinventar su discurso, han construido otra alternativa. En algunos casos se han inventado un enemigo imaginario que ronda a la vertiginosa —aunque arbitraria— idea de convertirnos en Venezuela. Otros desbrozaron una parcela a la que llamaron centro, se instalaron, construyeron una torre, se subieron y desde allí empezaron a pregonar una imagen ponderada y serena.

Cada tanto, en el desespero por la búsqueda de votos, acuden a anunciar su centro a punta de gritos: ¡Ustedes polarizan! ¡Nosotros somos moderados! Abrazaron esa construcción como capital simbólico y sobre ella han pretendido navegar en la contienda política, señalando a los otros candidatos de extremos y radicales. En el centro todo es centrado, nada respira por la herida, nada es caliente ni frío. Por supuesto, el summum de esta moderación, como algunos de ellos mismos lo han dicho, es no recibir amenazas de muerte, en un país en donde ésta suele ser una de las fórmulas más usadas en el debate político.

Sin embargo, llama la atención que no fue gracias a la moderación que Claudia López se convirtió en una opción política confiable y respetable para muchos colombianos. Hay que recordar que en 2007 destapó el escándalo de la parapolítica en el país. Ha sido amenazada año tras año por los Rastrojos, por las Águilas Negras, y al parecer por la peligrosa mafia enquistada en La Guajira, a la que también denunció. El pasado diciembre, de hecho, tuvo que pedir protección a la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos por las amenazas de muerte.

No se moderó Claudia como investigadora ni ejerciendo el periodismo, lo que la hizo objetivo de controvertidas censuras en algunos medios de comunicación y de severas críticas. Tampoco se moderó siendo senadora, donde se enfrentó severamente al fiscal Néstor Humberto Martínez, a Álvaro Uribe, al general Palomino, a Roy Barreras y a un largo etcétera.

El senador Jorge Robledo, otro de los máximos exponentes —por estos días— de ese centro moderado, tampoco está en el lugar que está ni ha obtenido las votaciones más altas del Congreso gracias a su postura como adalid de la moderación. Cualquiera que haya visto a Robledo en un debate sabe que es capaz de tocar puntos neurálgicos sin el menor recato. En agosto de 2013 su nombre fue incluido en una lista que lo declaraba objetivo militar de los Rastrojos Comandos Urbanos.

En 2012, el mismo Sergio Fajardo, siendo gobernador de Antioquia, denunció un plan para asesinarlo. De las amenazas de muerte no se han salvado ninguno de los máximos representantes de la moderación, aunque ahora, por despintarse de toda posibilidad de polarización, no lo recuerden. El faro moral que han construido acudió a unos remiendos innecesarios y rebuscados, una estrategia política de la mesura no resiste un pequeño ejercicio de memoria. Terminaron atacando incluso lo que ellos mismos han sido y por lo que se han ganado la admiración de sus seguidores.

Hace unos días, el poeta Juan Manuel Roca escribió en su estado de Facebook: “Polarización: un hombre está siendo estrangulado en un callejón, pero logra al fin gritar la palabra asesino. El estrangulador lo increpa y le dice: «no polarice, no polarice». Y aprieta más”.
Tomado de www.elespectador.com13 Mayo 2018 - 2:45 AM

“SOY UN CONVENCIDO DE LAS BONDADES DE LA PAZ”: GENERAL ÁLVARO PICO MALAVER


 “SOY UN CONVENCIDO DE LAS BONDADES DE LA PAZ”: GENERAL ÁLVARO PICO MALAVER

El creador y director de la Unipep no teme defender el Acuerdo Final firmado con las Farc. Revela que están bajo su custodia las armas inutilizadas que dejaron los excombatientes y que aún les da protección a varios de sus líderes.

Gloria Castrillón / @glocastri
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Además de participar en la negociación, el general Pico leyó las 310 páginas del acuerdo para analizar las tareas de la Policía en el posconflicto. / Cristian Garavito
El general Álvaro Pico Malaver está por estos días celebrando los dos años de creación de la Unipep, la Unidad Policial para la Edificación de la Paz, que nació el 22 de abril de 2016, en virtud del Acuerdo Final firmado entre el Gobierno y las Farc. Lo paradójico es que cuando se creó ni siquiera se había firmado el Acuerdo de Paz. En ese momento apenas se habían acordado los borradores de los puntos de reforma agraria integral, participación política y solución para el narcotráfico.

Cuando este general, que integró el grupo de altos oficiales que estuvo en la negociación en La Habana, llegó a Bogotá con la idea de que la Policía se adelantara a cumplir las responsabilidades que tendría en el posconflicto, pocos le creyeron. Y se ríe contando que todavía guarda como recuerdo un concepto jurídico negativo para la creación de la Unipep. Admirado y respetado por algunos (comunidad internacional, excombatientes y un sector del Gobierno), criticado y apalaeado por otros, incluso dentro de un sector de la Fuerza Pública que lo tilda de traidor, no teme hablar de su convencimiento de las ventajas que trae la paz. Además de proteger al mecanismo tripartito que verificaba el cese del fuego, el general Pico les ha prestado seguridad a líderes de la Farc y es el encargado de mantener a buen recaudo las armas, ya inutilizadas, que dejó esa exguerrilla con las que se construirán los tres monumentos.

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¿Cómo nació la idea de crear la Unipep?

Cuando estábamos en La Habana nos dimos cuenta de que a la Policía se le asignaban responsabilidades en la implementación y en la dejación de armas y cese del fuego. Fue una propuesta nuestra, porque no queríamos que vinieran cuerpos de paz a garantizar la separación de fuerzas. Dijimos que esa seguridad de los observadores de la ONU debería darla la Policía; hubiera sido penoso que tuvieran que venir de otros países a protegerlos.

¿Cómo logró que aprobaran esa unidad cuando no había acuerdo?

Le explicamos al general Nieto los enormes desafíos que se venían para la Policía, que el acuerdo era irreversible y que había que actuar. No fue fácil. Se trataba de crear un área de operaciones para el cese del fuego, pero no teníamos cese del fuego; de crear un área de implementación de los acuerdos, ¿pero cuáles acuerdos?, me dijeron.

El acuerdo y su implementación están en entredicho hoy. ¿Cómo los ve usted?

Para nosotros el acuerdo no es letra muerta. La Constitución Política en su artículo 2 dice que la convivencia pacífica es el fin esencial del Estado; el artículo 22 dice que la paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento, y el 218 dice que a la Policía le corresponde garantizar que los ciudadanos hagan uso de sus derechos y libertades, y agrega que el fin último de la Policía es garantizar que los colombianos convivan en paz.

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Pie de foto: Durante el cese al fuego y la dejación de armas, la Policía trabajó en conjunto con la ONU y las Farc en el proceso de Monitoreo y Verificación.



¿Por qué tan convencido de algo que hoy produce incertidumbre y polarización?

Me convencieron las estadísticas de los policías que dejaron de morir, y de los colombianos en general. De las 8 millones 600 mil víctimas que dejó el conflicto, 49.700 son policías; de los 240.000 muertos, 4.000 eran policías, tuvimos 818 secuestrados y aún tenemos 125 desaparecidos. La disminución de ataques y muertos es evidente; no hay forma de refutarlos. El que diga que eso no ha servido, está jodido. Antes de ir a La Habana fui director de la regional 7 que cubre Meta, Casanare, Guainía, Guaviare, Vichada y Vaupés. En esa región veía a mis policías metidos en trincheras, con un chaleco antibalas, con un casco que les quedaba grande; estaban ahí cuidándose, y no cuidando a la comunidad. Lo digo sin cálculos, no importa si conviene o no: soy un convencido de las bondades de la paz.

¿Qué ha sido lo mejor de la Unipep en estos dos años?

El trabajo formidable de los carabineros en las 26 zonas veredales, hoy espacios territoriales. En Caño Indio, en Tibú, ellos son los profesores de la escuela. En diciembre se dieron cuenta de que los niños no llegaban a la escuela, entonces hicieron un trabajo con unos empresarios y les consiguieron bicicletas todoterreno a los 51 niños, hijos de excombatientes y de la comunidad. Son acciones pequeñas con impactos fuertes, imagínese eso en el Catatumbo. En Pondores están trabajando en los proyectos productivos con la comunidad y los excombatientes; en Mesetas, una policía enseña inglés. En Tumaco, la gente tiene angustia de que otra vez la policía se ponga casco, se arme y se atrinchere a cuidarse entre ellos mismos.

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La gran crítica al Estado es que no ha logrado copar espacios que dejaron las Farc, ¿qué han hecho ustedes?

Fuimos los encargados de llegar a las zonas de altísima influencia de las Farc, donde ni siquiera había llegado la institución. Teníamos una misión con el Mecanismo de Monitoreo y Verificación para la dejación de armas y el cese del fuego. Se supone que esas zonas se acababan y nosotros salíamos, pero el Gobierno decidió que se convirtieran en espacios territoriales. Es imposible retirar a los policías, ya ganamos un espacio con la comunidad.

¿Qué labor cumplen ahora?

Ya no es la protección a la zona veredal, sino a la comunidad, porque esos espacios no son una cárcel para los excombatientes. Con el trabajo comunitario que hacemos en la vereda, y en las comunidades aledañas, ganamos confianza; en esas zonas es donde menos delictividad existe.

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Ahora hay 33 nuevos puntos de reagrupamiento de las Farc, ¿qué hacen ustedes ahí?

Se está evaluando esa situación, ellos piden que nos movamos, pero no alcanzaríamos. Nuestros comandantes consideran que debemos llevar una oferta no fija. Estoy convencido de que la solución no es más presencia militar y policial. La oferta del Estado debe ser más integral y debemos contar con la corresponsabilidad de la sociedad.

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Pie de foto: La Policía ha llegado hasta los puntos que antes del acuerdo de paz estaban dominados por las Farc. "Los exmiembros de esa guerrilla nos han pedido que no les retiremos la protección de las autoridades", indica el general Pico Malaver.



¿Cómo les ha ido prestando protección a los líderes de las Farc?

Empezamos prestando protección para las salidas de los miembros de las Farc en las zonas veredales, pero lo seguimos haciendo porque había que garantizarles la seguridad mientras entraba la Unidad Nacional de Protección y mientras los excombatientes se capacitaban. Los acuerdos dicen que toda la protección pasará a la UNP. Pero la realidad ha sido diferente. Los jefes de las Farc han pedido que no les retiremos los policías. Se sienten seguros con nosotros, confían en nuestro profesionalismo. Todos los esquemas de protección tienen un enlace de la Policía.

¿Cuántos policías trabajan en la protección de las Farc?

En esquemas colectivos 26, en esquemas individuales 164, tenemos 226 beneficiarios, hay 338 contratistas (hombres de confianza) y 556 excombatientes. Hay un curso ahora de 259 de ellos.

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¿Cómo así que los jefes de las Farc prefieren que los cuide la Policía?

Al comienzo dijeron que no necesitaban nada, que ellos solos se cuidaban, hoy nos piden que no les retiremos los policías. Le doy un dato: el acuerdo creó una mesa técnica de garantías de seguridad en la que no estábamos nosotros; hoy la presidimos. Y fueron los jefes de las Farc los que decidieron dejar bajo nuestra custodia las armas después de la inutilización mientras se hacen los monumentos. Para nosotros ellos son una población especial objeto de protección. Estamos en las sedes, en las residencias. Ellos son obedientes y disciplinados.

Pero ya van más de 50 excombatientes asesinados...

Ninguno de los que tiene esquema nuestro ha sido asesinados. Nosotros creamos un cuerpo élite para adelantar esas investigaciones.

¿Qué proyectos tiene la Unipep en el tema de género?

Revisamos la ruta de atención de la Policía en violencias basadas en género y nos dimos cuenta de que somos revictimizadores, que no sabemos del tema, que no entendemos esas dinámicas, que estamos lejos de las víctimas. Y ni le cuento lo que encontramos si nos miramos por dentro. Por eso, con el Fondo Multidonante e Interpeace, arrancamos un proyecto en siete municipios que coinciden con las zonas veredales en La Guajira, Cesar, Cauca, Antioquia, Meta y Nariño para identificar y mejorar los canales de comunicación y la ruta para atender violencias basadas en género, específicamente en la ruralidad. Nuestro objetivo es aumentar la denuncia, mejorar nuestros currículos de formación y mejorar la movilidad en los territorios. Allá no se puede andar en la 4x4 con aire acondicionado. Vamos a incorporar carros multiterreno. Tenemos que llevar la oferta de atención a las víctimas. También haremos una revisión interna. Vamos a hacer lo que la Constitución indica y que no habíamos podido hacer por atender el conflicto.
Tomado de www.elespectador.com. 13 MAYO 2018 - 8:00 AM