martes, 31 de enero de 2017

LA NECESARIA REGULACIÓN DEL TRABAJO SEXUAL. POR: EL ESPECTADOR

LA NECESARIA REGULACIÓN DEL TRABAJO SEXUAL. POR: EL ESPECTADOR

Esa es una consecuencia directa de los vacíos legales que envían mensajes cruzados sobre el trabajo sexual: si bien no está prohibido, tampoco hay protecciones claras que exijan que esa labor sea tratada con la misma dignidad que otros trabajos.

El problema principal es que no hay interés alguno en solucionar el problema.
Siguen, el Gobierno Nacional, el Congreso y las entidades territoriales, con una deuda histórica que ha generado una situación inhumana, y lo peor es que no parece haber la voluntad política de hacer lo correcto. Nos referimos a la regulación del trabajo sexual que, por ser un tema plagado de prejuicios y ambivalencias jurídicas y de las autoridades, sigue siendo un eterno pendiente. El problema es que muchas personas siguen sufriendo a diario por el desinterés del Estado. La única que avanza en algo respecto de los derechos de estas personas ha sido la Corte Constitucional, pero las sentencias judiciales no son suficientes para un tema complejo y que requiere un esfuerzo educativo enorme.

A finales del año pasado habíamos comentado que el Observatorio de Trabajo Sexual de la organización Parces, en colaboración con el Programa de Acción por la Igualdad y la Inclusión Social (Paiis), de la Facultad de Derecho de la Universidad de los Andes, lanzó un informe titulado Ley entre comillas, que da un diagnóstico sumamente preocupante de la realidad que enfrentan quienes ejercen el trabajo sexual. Dado que ya termina el primer mes del 2017 y no parece haber disposición por parte del Ejecutivo y el Legislativo para adoptar las medidas necesarias, consideramos pertinente recordar los hallazgos.

El estudio, que se realizó durante dos años en siete sectores de la ciudad de Bogotá (La Mariposa, el barrio Santa Fe, Terraza Pasteur, Chapinero, La Carrilera, Santa Bibiana y la Primero de Mayo), mostró que, como lo dijo Catalina Ruiz Navarro en El Espectador, “los estigmas sociales hacen del trabajo sexual un territorio sin ley, sin empatía o solidaridad ciudadana, y en donde muchas vulnerabilidades se juntan para dar ocasión al abuso y la violencia”. Hay una cifra muy diciente: el 78 % de las trabajadoras sexuales entrevistadas aseguran tener miedo por su seguridad personal. ¿No es eso suficiente para que las autoridades intervengan?

El problema principal es que no hay interés alguno en solucionar el problema. En una entrevista reciente realizada por Noticias Caracol a una trabajadora sexual, la mujer dijo que los clientes “llevan a veces cuchillos” para forzarlas a que hagan lo que quieran. Las amenazas y los insultos, contó, son comunes, algo comprobado por el estudio: 60 % de los entrevistados ha sido agredido verbalmente alguna vez y casi la mitad (46,5 %) ha sido víctima de violencia proveniente de los clientes. Peor aún, la Policía no es una aliada. La misma entrevistada por Caracol contó que, al intentar denunciar, los agentes le contestaron “defiéndase como pueda”.

Esa es una consecuencia directa de los vacíos legales que envían mensajes cruzados sobre el trabajo sexual: si bien no está prohibido, tampoco hay protecciones claras que exijan que esa labor sea tratada con la misma dignidad que otros trabajos. Aunque el alto tribunal constitucional viene adelantando una jurisprudencia que busca dotar de dignidad al ejercicio del trabajo sexual, el silencio de las otras ramas del Estado hace que se perpetúen la violencia y la inseguridad.

La mayoría de los casos denunciados, por ejemplo, son de choques con la Policía. Sería difícil imaginar que esa situación se presentara con tanta impunidad si hubiese reglas más claras e inequívocas sobre la legalidad de este tipo de trabajo y los derechos de quienes lo ejercen.

Preocupan, además, todas las situaciones que están condenadas al silencio. No se sabe mucho de las trabajadoras sexuales en las regiones, pero no es difícil imaginar que la situación debe ser similar. Más motivos aún para que este año los líderes políticos le pierdan el pudor al tema y regulen, de una vez por todas, el trabajo sexual.

¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com.

Tomado de www.elespectador.com.  Editorial del 30 ENE 2017 - 2:58 PM

EL MURO TRUMP. POR: HÉCTOR ABAD FACIOLINCE

EL MURO TRUMP. POR: HÉCTOR ABAD FACIOLINCE

Los muros deshonran al que los construye. El muro de Berlín donde tantos murieron; el muro de Israel, que humilla y separa; los muros que construían los blancos surafricanos para separarse de los negros.

Quizá hoy las murallas de la antigüedad nos asombren por su resistencia al paso del tiempo, que todo lo embellece, pero no deberíamos olvidar que en la construcción de la Gran Muralla China murieron diez millones de trabajadores extenuados. Y no sabemos cuántos millones de mongoles o tártaros, intentando atravesarla.

Hay empresas expertas en construir muros tecnológicos contemporáneos: una de ellas, Saar Koursh, se ha ofrecido a terminar lo que falte de muro en los 3.200 kilómetros de frontera entre México y Estados Unidos. Ya tienen experiencia en Gaza, y en otro muro que construyeron entre Egipto y Jordania, con campo minado, sendero de huellas, torres de avistamiento con francotiradores. Participan en la licitación para otra muralla entre Kenia y Somalia. Ahora quisieran completar el Muro Trump.

En realidad ni siquiera es tan caro construir el Muro Trump. Si se piensa que el metro de Medellín costó 6 mil millones de dólares, el presupuesto para hacer este muro con México costaría apenas el doble: entre diez mil y 12 mil millones. Una fracción muy pequeña del comercio entre los dos países del norte, que es de más de 500 mil millones al año. Nada del otro mundo para el emporio inmobiliario de Trump, si lo dejaran participar en la licitación. Así como hay torres Trump, casinos Trump, reinados Trump, lo podrían hacer a cambio de poder cobrar la entrada para ir a ver pedazos del Muro Trump. Sería una nueva atracción turística, que podría incluir un intento fallido y fatal de atravesarlo (con mexicanos, colombianos, salvadoreños, guatemaltecos y hondureños electrocutados o abaleados en tiempo real): en pocos meses se paga el Muro Trump y empieza a dejar ganancias. La muerte de seres humanos, en vivo y en directo, podría volver a ser un espectáculo, como en los tiempos bárbaros que tanto añoran godos y nostálgicos.

En realidad todas las fanfarronadas de Trump no son otra cosa que propaganda para halagar a la plebe. No hay muros impermeables; una frontera tan extensa será siempre porosa. Poner murallas en los dos océanos, por ejemplo, sería imposible. Ahora habrá botes, pateras, canoas, lanchas, balsas, en lugar de espaldas mojadas. Surcar el mar es más fácil que atravesar el desierto. Lo que no llega por tierra, llega por el agua o por el aire.

O quién quita que, al cabo de los años, el Muro Trump sirva para contener a millones de norteamericanos que quieran escapar hacia el sur, en busca de países más civilizados, no gobernados por un Calígula del siglo XXI. Sería como una novela de Cormac Mccarthy o de Philip Roth, con hordas de desesperados que huyen hacia el sur.

La falta de inteligencia, la brutalidad más completa consiste en hacer daño a los demás y hacerse daño a sí mismos al tiempo, con las mismas palabras o en el mismo acto. Trump le hace daño a México, al mundo entero y a Estados Unidos. Sus palabras y sus actos producen asombro, después miedo y luego rabia. Generar rabia y desprecio es dañino para los demás, pero también para él.

Y hay otro efecto grave: lo típico de los líderes populistas es que generan todo el tiempo noticias sobre sí mismos. Siempre que he ido a países despóticos, en ellos no se habla de otra cosa que de sus tiranos: en Venezuela el único tema, durante años, fue el presidente Chávez; en Cuba Fidel obsesionaba; en Rusia Putin. Ahora Trump en Estados Unidos y buena parte del mundo es el único tema. Esta monotonía del tirano-espectáculo es muy mal síntoma. En los países más democráticos que conozco la gente ni siquiera está muy segura del nombre del presidente de turno. La mayoría de los suizos, por ejemplo, no lo sabe. El daño que Trump le hará al mundo entero será pequeño con el daño que le está haciendo y le hará a un país que fue grande y que le queda grande.

Tomado de www.elespectador.com. 28 ENE 2017 - 10:21 PM

EL SOBRINO DEL ARZOBISPO. POR: ALBERTO DONADIO

EL SOBRINO DEL ARZOBISPO. POR: ALBERTO DONADIO

Una noticia que parece inverosímil en un mar de Reficares y Odebrechts: la gestión seria y exitosa de la Superintendencia de Sociedades frente a Interbolsa y las libranzas.

En unos días les pagarán toda su inversión al 70 % de las víctimas del Fondo Premium y con los bienes restantes las demás también recuperarán todo su dinero. Algo insólito en Colombia en una quiebra financiera. Varios nombres para destacar, en orden cronológico. Luis Guillermo Vélez, como superintendente de Sociedades, en el 2013 decretó la captación ilegal en Premium, lo que permitió incautar los activos de Víctor Maldonado, principal accionista de Interbolsa, y de otros involucrados. Vélez, hoy secretario general de la Presidencia, escogió dos personas idóneas: Pablo Muñoz como liquidador de Interbolsa y Alejandro Revollo como liquidador de Premium.

En Premium no había esperanza de recuperación: el dinero de los inversionistas se destinó a la apuesta bursátil de Alessandro Corridori en Fabricato y el resto se ferió en créditos de confianza entre los compinches de Tomás Jaramillo y Juan Carlos Ortiz. Con los bienes incautados (Hotel Santa Clara, Archie’s, edificios y fincas) Revollo ha devuelto casi $200.000 millones. La de Revollo fue una gestión extraordinaria, honrada, constante y persistente, pese a multitud de demandas, tutelas, nulidades y a los ataques no sustentados de W Radio. Allí Julio Sánchez Cristo perpetró una defraudación informativa en defensa de sus amigos Ortiz y Jaramillo, similar a la defraudación financiera que ese dúo perpetró en el Fondo Premium.

Alejandro Revollo es el sobrino del arzobispo. Así lo bautizó Juan Gossaín: “Es sobrino de uno de los hombres más íntegros y fascinantes que he conocido en esta azarosa vida de periodista que yo llevo: el cardenal Mario Revollo, arzobispo de Bogotá y primado de Colombia, que confiaba en Dios y en su propio carácter”. Con los honorarios que recibirá como liquidador Revollo aspira a comprar casa propia para su familia. No a darle la vuelta al mundo, como lo hizo Juan Carlos Ortiz con una tarjeta de crédito de Premium, según reveló el periodista Jorge González en su libro sobre Interbolsa.

Francisco Reyes Villamizar, el actual superintendente de Sociedades, le dio continuidad a las medidas de Luis Guillermo Vélez en cuanto a la captación en Premium y desplegó todas las facultades que en esa materia existen desde la debacle de DMG. El fiscal Néstor Humberto Martínez acaba de poner presos a los autores de la defraudación con libranzas en Estraval, en decisión largamente esperada, pero fue Reyes Villamizar desde Supersociedades quien adelantó el año pasado las pesquisas que permitieron demostrar que Estraval vendía las mismas libranzas dos, tres y hasta cuatro veces. Es de esperar que el fiscal general de la Nación ordene pronto la captura de los bandidos que manejaban Elite, la otra gran estafa de libranzas. Más de 6.000 personas fueron asaltadas por delincuentes de cuello blanco. Finalmente Supersociedades y Fiscalía actúan en equipo, como debe ser, y funcionarios de Supersociedades asesoran a la Fiscalía en las investigaciones sobre libranzas. El cambio se vio desde cuando el fiscal Martínez, recién posesionado, anuló los escandalosos beneficios penales que Eduardo Montealegre y Jorge Perdomo concedieron a la cúpula de Interbolsa. Otro abanderado en la defensa de todas las víctimas de captaciones ilegales es el superintendente delegado Nicolás Polanía Tello.

No todos los días se puede elogiar en Colombia a funcionarios públicos por una gestión perseverante, que muestra resultados concretos y donde se han aplicado sin contemplaciones las drásticas medidas previstas en la ley.

Tomado de www.elespectador.com. 28 ENE 2017 - 9:53 PM

NO NOS DIGAMOS MENTIRAS. POR: ALFREDO MOLANO BRAVO

NO NOS DIGAMOS MENTIRAS. POR: ALFREDO MOLANO BRAVO

He comenzado a escribir la columna de esta semana tres o cuatro veces sobre temas distintos al que ha estado revoloteando de medio en medio toda la semana: los toros.

Toros de lidia, toros de corraleja, toros de coleo y, además, gallos de pelea, y me ha resultado imposible. Vuelvo pues a llover sobre mojado. La Corte Constitucional ha estado embrollada en la discusión sobre cuál derecho debe prevalecer sobre el otro: el respeto a la vida animal o el respeto de la cultura popular.

Desde las ciudades grandes, que han perdido toda relación con el campo y con su modo de vida, la carne de res es una hamburguesa y la hamburguesa viene en plástico importada de EE. UU. Sospecho que mucha gente ni sabe que para comérsela hay que matar vacas, toros, terneros. Y casi nadie sabe cómo matan esos animales en los mataderos. Pasa lo mismo con los pollos, con los cerdos y chanchitos, con los pescados y las langostas. Esa distancia de la vida rural hace extravagante que haya aficionados a las corridas de toros, a las corralejas, al coleo, a las riñas de gallos. Porque para la mayoría de la gente que vive en las grandes ciudades, todo animal es una mascota y las mascotas son humanas. O casi humanas; a algunas, dicen, “sólo les falta hablar”. La mascota se ha convertido en un ser que tiene el derecho a ser tratado como otro ser humano, o mejor: tienen seguros de salud, de vida, peluquerías, guarderías, hoteles, profesores de buenos modales y psicólogos. Sólo falta que a algún perro le recen como a un santo. Nadie se opone a esos mercados.

Pero esos amores de seres solitarios y tristes a las mascotas no pueden prevalecer sobre el derecho de ver a los animales con otra mirada. Es también un derecho, que además tiene una tradición y un arraigo cultural como lo tienen las corridas de toros, los gallos, el coleo. Baste que se salga unos kilómetros de los apartamentos y de los conjuntos cerrados para ver la fuerza que tiene el coleo en los Llanos orientales; la riña de gallos en Bolívar, Caldas, Tolima; o las corridas en Santander, Boyacá, Cundinamarca. Sería interesante acompañar a Benedetti a hacer campaña política a Montes de María con la bandera de la prohibición de los gallos; o a Galán en Yopal, Aguazul o San Martín defendiendo la liquidación del coleo. Votos en Bogotá contra las corridas hay, y muchos. Son mayoría. Como podrían ser mayoría los que en la provincia consideran el homosexualismo una enfermedad. Esas mayorías no tienen el derecho a aplastar a las minorías. Colombia es un país de países y esos países deben –y necesitan– convivir.

Desde otro punto de vista la discusión sobre arte o tortura de los animales, tan demagógicamente planteada por los animalistas, llega a la cocina. Para los animalistas es tortura y asesinato si la muerte o el maltrato se hace en público, porque en privado es una necesidad. Matar un toro con una espada es un delito, pero machacarle la cabeza a un ternero con un martillo eléctrico y degollarlo es legítimo. Matar una gallina sumergiéndola en agua hirviente es normal porque en el asadero no se sabe ni se ve el aleteo. Ahí no sufre el animal y, además, se hace en mataderos donde nadie ve. De esa contradicción no pueden zafarse. Ahí el tema de tortura y arte queda sin fundamento. Quizás el secreto que esconde esta contradicción sea el hecho de que se quiera negar la muerte como un hecho patente.

Las corridas de toros son una metáfora viva sobre la vida y la muerte; la riña de gallos es otra metáfora sobre las sangrientas rivalidades de la vida cotidiana: el pez grande se come al chico, los centros comerciales acaban con las tiendas. Esas duras formas de la vida no se pueden ocultar prohibiendo lo que las pone a la vista como lo hacen el arte y la ciencia.

Por último, eso de que los animalistas fueron infiltrados por turbas violentas el domingo pasado es una falacia: Todos los que escribimos sobre toros recibimos de ellos el mismo trato: “Como quedaría de lindo Molano colgado de las pelotas… Y a los de El Espectador, para qué decir nada, si el papá Guillermo Cano era igual de sádico y para que vea le tocó una muerte violenta como las que disfrutaba en un toro, para que vea, siempre existe la justicia divina (sic)”. Opiniones. El Espectador, 7 de enero de 2017.

Tomado de www.elespectador.com. 28 ENE 2017 - 10:19 PM


UN MUNDO SIN TRABAJO. POR: PIEDAD BONNETT

UN MUNDO SIN TRABAJO. POR: PIEDAD BONNETT

¿Es posible que lleguemos a un mundo sin trabajo? La pregunta parece remitirnos a un mundo de ciencia ficción, de esos que imaginan los novelistas y que pueden ser hermosas utopías o escenarios de horror.

Pero lo que nos parece hoy una hipótesis descabellada está siendo planteada por varios analistas a partir de cambios sociales y económicos que ya se están dando: como que la innovación tecnológica, cada vez más veloz, traerá más y más desempleo. Un ejemplo lo da Kaushik Basu, profesor de Cornell, en una de las interesantes entregas que viene publicando este diario con el título de Pensadores: ya hay casos como el de Eastman Machine, una fábrica de máquinas y herramientas de Buffalo, que no dependen de mano de obra humana; apenas tiene 122 empleados, que representan un 3 % de sus costos de producción, y además puede “fabricar sus productos a un costo marginal desdeñable”.

Como el mismo Basu indica, la innovación tecnológica no sólo es inevitable sino que siempre será deseable. Pero plantea problemas que, como civilización, tendremos que saber analizar y resolver. El tema tiene muchas aristas. Pero el enfoque que encuentro más interesante, porque nos pone a repensarnos como individuos y como sociedad, es el de Michael Sandel, profesor de filosofía política de Harvard. Para él, “la pérdida de puestos de trabajo debido a la tecnología” y el hecho de que la actividad económica se haya desplazado “de hacer cosas a la gestión de dinero” (que hace, por ejemplo, que banqueros de Wall Street reciban remuneraciones desmesuradas) está afectando “la estima otorgada al trabajo”, la dignidad que le hemos concedido siempre. Sandel es contundente: para él, la propuesta de pagar a todos los ciudadanos un ingreso básico –que por cierto empezó a implementarse en enero, como experimento, en Finlandia y Escocia– es “una forma de suavizar la transición a un mundo sin trabajo”. “Si se debe acoger o se debe resistir la llegada de tal mundo es un interrogante que será fundamental para el ámbito político en los años venideros”.

Tendríamos que reflexionar sobre el trabajo, ese derecho fundamental del hombre que debería dar sentido a la vida y otorgarnos felicidad. Desafortunadamente, esa concepción, tan elemental, ha sido desvirtuada en el mundo moderno. Las mayorías están condenadas al trabajo como mera rutina, acción mecánica, incluso castigo. Como anotó Hannah Arendt, la sociedad de consumo nos ha devuelto a la condición, tristemente pasiva de animal laborans. La vida activa –la que posibilita creatividad, libertad, pensamiento, acción en el real sentido de la palabra— es patrimonio de unos pocos. En un mundo donde todo lo regula el mercado, la conexión entre trabajo, vocación y habilidades es un lujo de unos pocos. Somos, además, víctimas de la hiperactividad productiva. El ocio, espacio para la ensoñación, para el arte, el deporte, la conversación, el mero deambular, la observación del mundo, se ha convertido en un tiempo que apenas da para reparar el cansancio. ¿Será que algún día los hombres recuperamos el trabajo como algo que tiene que ver con lo que somos, con nuestra identidad? Según Sandel, ese será uno de los temas con los que tendrán que lidiar los partidos políticos si quieren derrotar los falsos populismos.

Tomado de www.elespectador.com. 28 ENE 2017 - 9:59 PM

PERCANCES DE LA GLOBALIZACIÓN. POR: EDUARDO SARMIENTO

PERCANCES DE LA GLOBALIZACIÓN. POR: EDUARDO SARMIENTO

Los acontecimientos del Brexit han precipitado un gran desconcierto sobre el futuro de las relaciones internacionales. En general se acepta que ambos resultados fueron influidos por el desencanto de los trabajadores con la globalización que ha reducido sus ingresos y recortado las oportunidades de empleo industrial.


Paradójicamente, el Partido Republicano, que ha sido el principal promotor de la apertura comercial, ganó el poder con el candidato que promueve cambiarla. A estas alturas no hay una plataforma coherente de reformas; los anuncios son simbólicos y motivados por aspectos electorales.

La respuesta ha sido tardía. Desde hace 25 años en esta columna se ha mostrado que las teorías que predecían los milagros del comercio internacional no correspondían a la realidad. Para empezar, no se trata de un juego de suma positiva en que todos ganan. La lista de perdedores está encabezada por la mano de obra y los países con estructuras productivas rudimentarias o decadentes. A Estados Unidos no le fue bien por la entrada masiva de productos intensivos en mano de obra provenientes de China y por el retroceso industrial que viene de 1975, y solo ha logrado moderarse en periodos cortos. De lejos, los ganadores han sido el sureste asiático y Alemania.

En varios libros muestro que el comercio internacional no funciona dentro de las concepciones de Ricardo y Samuelson formuladas en el siglo XIX y a mediados del siglo XX. Los países no están en condiciones de colocar indefinidamente los productos de ventaja comparativa, es decir que pueden elaborar más fácilmente. En razón de las limitaciones de demanda, tienen que producir otros bienes para emplear los recursos disponibles y equilibrar las balanzas de pagos, lo que implica bajar los salarios. No es cierto que las ventas externas sean determinadas por las condiciones de los países independientemente de los socios comerciales y el resto del mundo. Los países quedan expuestos a una competencia destructiva que coloca los salarios por debajo de la productividad y amplía las desigualdades.

No menos preocupante es la proliferación de TLC. Estos tratados abaratan los insumos, a cambio de debilitar el Pacto Andino y al Alca, que ofrecen un amplio espacio para la integración regional guiada por el tamaño de los mercados. La región queda subordinada a las grandes potencias, que imponen los acuerdos y los cambian cuando les convienen.

A la luz de estas premisas, se montó un orden internacional para una globalización en que todos los países ganan, se especializan en bienes diferentes y están en capacidad de colocar indefinidamente sus productos de ventaja comparativa; en consecuencia, las relaciones comerciales se podían realizar y mantener dentro de las reglas de libre mercado. Las cosas resultaron muy distintas. El comercio es una confrontación por los mismos productos que deprime los salarios y les da ventaja a las economías con estructuras industriales avanzadas, elevado ahorro y superávit en cuenta corriente. Sin duda, ha contribuido a profundizar las desigualdades de la economía mundial.

Los desaciertos de la teoría de comercio internacional no implican prescindir del intercambio ni entrar en guerra comercial. Lo que se plantea es avanzar en una concepción que reconozca las inequidades del comercio y, sobre esas bases, se configure un nuevo orden económico, que no es difícil intuir. Como mínimo, se requiere un organismo central que armonice los superávit y déficits, proscriba la aplicación de las políticas internas para sacar ventaja del comercio, introduzca mecanismos compensatorios y evite la tendencia generalizada a bajar los salarios y subir los impuestos indirectos para mejorar la competitividad.

Tomado de www.elespectador.com. 28 ENE 2017 - 9:57 PM

BOGOTÁ EN CARRITO. POR: TATIANA ACEVEDO

BOGOTÁ EN CARRITO. POR: TATIANA ACEVEDO

Dice un experto que las tres fortalezas que hoy en día tiene Bogotá como destino turístico son su oferta de compras, la amabilidad de sus gentes y su arquitectura urbana color ladrillo.

Un columnista de tradición explica que mientras Chicago es de concreto y New York de acero, Bogotá es de ladrillo. Otro les agradece a los arquitectos Chuli Martínez, Fernando Martínez, Guillermo Bermúdez y Rogelio Salmona, por tapizar la ciudad de este material “que atenúa la sensación de caos”.

Del rosado anaranjado que produce la arcilla cocida en municipios cercanos están hechos muchos techos y paredes desde el norte hasta el centro. El ladrillo áspero, rugoso, fijado por capas de cemento se queda quieto y no se ensucia fácilmente ni se desmorona. Pero se deja raspar con paciencia o desespero con cualquier cuchillo o cuchara. Porque si Bogotá es la ciudad del ladrillo, que hace sombras de colores con el sol de la mañana, también es la del polvo de ladrillo que se usa para mezclar con el bazuco de las tardes y las noches.

Carrito, bicha, susto, basura sucia de coca. El bazuco se hace de los alcaloides de la hoja de coca que no llegan al estatus de cocaína y se adultera con otras sustancias como cafeína, anfetaminas y polvo de ladrillo. Lo fuman todos los días en la ciudad para agarrar un placer agresivo que irremediablemente desova en ansiedad o pánico, paranoia y ganas de más. En la prensa de los ochenta ya figura el romance de las calles bogotanas con estos polvos. “Bazuco, el humo del diablo” tituló en 1983 la revista Semana y anunció que lo vendían en los barrios, entre papeletas hechas con el papel del directorio telefónico.

Desde entonces se han descrito a cada rato sus efectos adversos, sus legados difíciles para la salud, el corazón y la cotidianidad de quienes lo consumen. El bazuco es barato y produce dependencia. La organización Acción Técnica Social (ATS), que trabaja por reformar las políticas en cuanto a consumo de sustancias, explica con empatía cómo varias personas usuarias cuentan que sienten la muerte encima. “Que te están siguiendo”, “que están hablando de ti”. “El placer inmediato” explica ATS, “hace que se incremente la frecuencia del uso, llevando a las personas a consumir decenas de dosis diarias. Este consumo diario se empalma con la decisión de vivir en condición de habitante de calle.

El último censo de la Secretaría de Integración Social contó a 9.514 personas que habitan en las calles. En su mayoría frecuentaban el sector del Bronx desalojado por la administración de Enrique Peñalosa en mayo pasado. De acuerdo con la administración, el CTI de la Fiscalía y la Dirección de Inteligencia de la Policía colaboraron en un plan innovador y cuidadoso para hacer el operativo contra la criminalidad organizada a estas cuadras, que manejaba el microtráfico, la extorsión y la prostitución infantil. Sin embargo, el llamado “golpe del Bronx” no fue innovador ni cuidadoso con la comunidad. Con quienes fumaban, querían y vivían ahí.

Cada superficie en ladrillo que no esté rigurosamente vigilada va a ser raspada y el ladrillo asalmonado guardará una memoria de esa comunidad. Ahora sin Bronx Bogotá, con sus fachadas bonitas, su desigualdad grosera e historia reciente de capital de un país en guerra, sigue abrazando los humos del bazuco. Aunque las papeletas todavía pasan entre manos, los habitantes de calle están hoy más solos, vulnerables. Y las alcaldías de Peñalosa uno y dos, serán recordadas por esto.

Tomado de www.elespectador.com. 28 ENE 2017 - 10:15 PM

sábado, 28 de enero de 2017

LA REVOLUCIÓN, A UN SIGLO DE LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE. RAÚL ZIBECHI / LA JORNADA

LA REVOLUCIÓN, A UN SIGLO DE LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE

Cuando las urgencias son tantas y apenas podemos responder las más apremiantes, intentando no desviarnos del camino emancipatorio, se vuelve necesario buscar signos que nos ayuden a no perder la brújula. A un siglo de la primera revolución socialista victoriosa, propongo sacar algunas conclusiones con la mirada puesta en la tormenta que nos empieza a sacudir.

RAÚL ZIBECHI / LA JORNADA

Mentar la tormenta se ha vuelto casi rutinario. Hasta el presidente chino, Xi Jinping, abrió el Foro Económico Mundial de Davos diciendo que en el mundo hay una tormenta aunque, agregó, “también hay luz”. Es muy probable que Xi se refiriera al mundo empresarial que lo cobijó con una ovación, ya que es el tipo de alianzas que corteja la dirección de la potencia emergente.

Lo cierto es que ya pocos dudan que atravesamos una situación caótica, aunque el capital financiero y buena parte de los políticos progresistas se empeñan en atribuirla a Donald Trump, que es apenas el emergente y no la causa de los problemas actuales. La tormenta está mostrando que la capacidad de comprensión en medio de la borrasca se vuelve cada vez menor. Incluyendo a quien firma estas líneas, obviamente.

Consuelo de poco valor es que las clases dominantes sufren también dosis importantes de desconcierto, algo que se puede palpar en la profunda división entre los de arriba, empezando por la superpotencia, donde no atinan a consensuar si el enemigo principal es Rusia o China, para poner apenas un ejemplo.

Cuando las urgencias son tantas y apenas podemos responder las más apremiantes, intentando no desviarnos del camino emancipatorio, se vuelve necesario buscar signos que nos ayuden a no perder la brújula. A un siglo de la primera revolución socialista victoriosa, propongo sacar algunas conclusiones con la mirada puesta en la tormenta que nos empieza a sacudir.

Primero, constatar que es posible derrotar a las clases dominantes. Así se hizo en casi medio mundo, desde Rusia y China hasta Cuba, Argelia y Vietnam. Derrota que pasa inexorablemente por arrebatarles el poder político y recuperar los medios de producción y de cambio (tierras, fábricas y bancos, entre los más importantes) para que sean gestionados directamente por los trabajadores.

Segundo, es muy difícil construir una sociedad de nuevo tipo, mucho más que derrotar al enemigo, como se constata en cada uno de los procesos mencionados. La impresión es que las fuerzas revolucionarias no han sacado las conclusiones necesarias del fracaso en la construcción del mundo nuevo, que debería pasar por un serio balance del estalinismo, en sus diversas variantes nacionales, del maoísmo y de los procesos de liberación nacional. Si en el primer punto puede haber acuerdos más o menos generales, en el segundo la divergencia de análisis es lo más frecuente.

Tercero, la derrota de las clases dominantes fue posible, en todos los casos, por el despliegue de guerras interestatales o por guerras de liberación nacional, o por una combinación entre ambas, como en China. En cualquier caso, al ser las revoluciones hijas de las guerras, el triunfo rebelde implica que el poder resultante está asentado sobre el predominio de hombres armados, quienes se encuentran al frente de las fuerzas revolucionarias y a la vez del aparato estatal. Esta disposición de fuerzas, como destacó hace tres décadas el español Eugenio del Río, es un obstáculo para avanzar hacia una sociedad de nuevo tipo, donde el poder esté en manos de los campesinos y los trabajadores.

Cuarto, las intenciones de Lenin –claramente reflejadas en sus escritos y en el libro de John Reed Diez días que estremecieron al mundo– consistían en que el Partido Bolchevique derribara al gobierno provisional para entregar el poder a los soviets, que fueron la creación más notable de los soldados, campesinos y obreros rusos, nacidos durante la revolución de 1905 y renovados y ampliados desde febrero de 1917.

En este punto conviene hacer algunas precisiones. ¿Por qué el poder de los soviets, que funcionó realmente en 1917, fue erosionado y anulado en aras del poder de una nueva camada de dirigentes aferrados al Estado? Hay análisis de diverso tipo, algunos muy convincentes. ¿Por qué el poder de las comunas chinas fue erosionado y anulado pese a los intentos para remover a una nueva burguesía que se había adueñado del Estado? ¿Por qué los organismos de poder popular en Cuba fueron erosionados y anulados por el poder del partido y del Estado? En suma, ¿por qué el poder de abajo ha sido tan efímero?

Hay algo en común en todas las experiencias que, siguiendo el guion de la revolución rusa, debería ser motivo de reflexión. Las prácticas concretas para cambiar el mundo se hacen añicos en el espigón del poder estatal, esté en manos de una burocracia obrera (como señalaron Mandel y los trotskistas) o en manos de una nueva burguesía nacida al amparo del Estado (como analizaron Bettelheim y Mao). De paso, destacar el bajísimo nivel de los debates en los demás procesos, salvo en los primeros años de la revolución cubana, que les impide profundizar en las causas de los desvíos posrevolucionarios.

Es muy penoso comprobar que desde la década de 1960 no hemos tenido debates de la profundidad necesaria y, sobre todo, observar la escasa atención que merecen los movimientos que han sacado conclusiones de los crímenes cometidos en nombre del socialismo. En nuestro continente, los movimientos indígenas y feministas parecen los más valiosos a la hora de remover la lápida del estalinismo, presente en casi todos los procesos.

Más notable aún es comprobar cómo el zapatismo ha conseguido superar algunas de las más poderosas limitaciones de las revoluciones precedentes. Veintitrés años después del ¡Ya Basta!, las juntas de buen gobierno son las que toman las decisiones e imparten justicia, funcionando como verdaderos órganos de poder. En 1940 o en 1972, en la Unión Soviética y en la República Popular China se había consolidado un poder contrarevolucionario, a pesar de los intentos de la revolución cultural y de propio Mao por modificar el rumbo.

Más allá de las consideraciones de cada quien respecto a la revolución zapatista, debería ser tomada muy en serio, ya que ha conseguido ir más allá que las que le precedieron. Algo imposible de comprender leyendo los comunicados, ya que requiere convivir con las bases de apoyo.
Publicado por Con Nuestra América en 4:59 a. m.  ENERO 23 DE 2017

Informe CELAC 2016-2017 Maria Florencia Pagliarone

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Informe CELAC 2016-2017

Maria Florencia Pagliarone 

ALAI AMLATINA, 25/01/2017.- Con muchos temas a tratar y muchos desafíos para fortalecer la unidad latinoamericana en medio de la diversidad, ayer martes 24 comenzó en República Dominicana la V Cumbre de Jefes de Estado de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Construir los consensos en esta comunidad de países con gobiernos con orientaciones muy heterogéneas resulta un gran logro y permite continuar en la senda trazada desde el 2010 cuando la CELAC fue constituida como un foro de unidad.

Este nuevo encuentro sugiere la persistencia de la región por consolidar un espacio de discusión de temas sensibles para los países al sur del Río Grande, en el que se tienen en cuenta las voces de países históricamente aislados de las decisiones continentales. Como antecedente, el 27 de enero de 2016 se llevó a cabo en Ecuador la IV Cumbre de jefes de Estado de CELAC. En ese momento, los objetivos fundamentales fueron dos: impulsar la integración regional y enfrentar la inequidad. En esta cumbre, Ecuador entregó la presidencia pro tempore a República Dominicana.

La Declaratoria de Quito firmada en dicha oportunidad, contenía 20 puntos. Entre los más importantes resaltan: la seguridad alimentaria, la devolución de Guantánamo a la República de Cuba, la necesidad de poner fin al bloqueo de Estados Unidos contra Cuba, la protección de migrantes de América Latina y el Caribe, la lucha contra la corrupción, la restructuración de la deuda soberana y el apoyo al proceso de paz en Colombia.

Por su parte, el Plan de Acción para 2016 contenía entre sus temas fundamentales: la seguridad alimentaria y la erradicación del hambre y la pobreza, el fomento de la agricultura familiar, la prevención y la lucha contra la corrupción, la promoción de la equidad, igualdad y empoderamiento de la mujer, las migraciones, el problema mundial de las drogas, el Plan de Acción para el decenio de los Afrodescendientes Latinoamericanos y Caribeños, y temas tales como educación, trabajo, ciencia, tecnología e innovación, cultura y diálogo entre culturas, desarrollo sostenible, medio ambiente, cambio climático.

Posterior a ese encuentro, en abril de 2016 se desarrolló el cónclave de cancilleres donde se dio a conocer la agenda de trabajo durante la presidencia de República Dominicana. En materia de relaciones con socios extra regionales, durante el mes de octubre, tuvo lugar la Cumbre de cancilleres de CELAC y la Unión Europea. En esa oportunidad, se estableció la necesidad de contar con una mayor cooperación en lo que respecta a los asuntos fiscales. Además la declaración de Santo Domingo, establece la necesidad de otorgar mayor impulso a la asociación económica entre las dos regiones e intensificar las relaciones de cara al financiamiento para el desarrollo y el cambio climático[1].

Días pasados, en la IV Reunión del Grupo de Trabajo de Cooperación Internacional de la CELAC, República Dominicana estableció cuatro temas fundamentales en la agenda: la necesidad de definir la política de cooperación de la CELAC; el diseño de una plataforma para la recopilación de capacidades y fortalezas de los Estados en gestión pública; la financiación y el proceso de graduación de los países de renta media y la revisión y actualización de las prioridades de cooperación al desarrollo con Haití.

En el actual panorama latinoamericano, la correlación de fuerzas dificulta el establecimiento de consensos con miras a una agenda integracionista. No es un dato menor que los presidentes Michel Temer (Brasil), Mauricio Macri (Argentina) y la presidenta Michelle Bachelet (Chile) estarán ausentes, indicio del fuerte giro de timón orientado hacia relaciones extra regionales, dejando en un segundo plano las relaciones a nivel latinoamericano[2]. A lo que habría que sumar el cambio en la geopolítica mundial tras la asunción de Donald Trump como presidente de Estados Unidos.

A la cumbre asistirán los jefes de Estado de al menos 13 países de la región, entre los que se destacan los presidentes de Cuba Raúl Castro, de Venezuela Nicolás Maduro, de Colombia Juan Manuel Santos, de México Enrique Peña Nieto, de Ecuador Rafael Correa, entre otros. Lo cual significa que se mantiene el interés por el encuentro y envía un mensaje a los presidentes que deliberadamente decidieron no acudir a la cita, mostrando que la región debe estar unida ante “enigmas” como ha llamado el Secretario General de la Unasur, Ernesto Samper, a las relaciones norte-sur en el mandato del presidente de los Estados Unidos Donald Trump.

Entre los temas a tratar en la V Cumbre se encuentra el reclamo del fin del bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos contra Cuba, lo relativo a la seguridad alimentaria, los problemas de la migración y desarrollo y la problemática de las drogas. El evento concluirá con la Declaración Política de Punta Cana, donde se espera que se incluyan dichas problemáticas que ya han sido abordados en cumbres anteriores, pero que en esta ocasión deberán ser planteados en virtud de un escenario regional muy diferente al de años previos. En este contexto, la CELAC deberá reafirmarse como organismo regional de identidad plenamente latinoamericana, enfrentando los múltiples desafíos de la región sin descuidar los valiosos avances en términos de soberanía y unidad regional alcanzados en las últimas décadas en tanto base esencial para el desarrollo de sociedades más justas e inclusivas.

@Floripa_2012

 Notas







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Comunicación de ultra-derecha, comediantes políticos y un mundo de cínicos Trump: la comedia y el terror de lo políticamente incorrecto Veronica Leon-Burch y Pedro Cagigal

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Comunicación de ultra-derecha, comediantes políticos y un mundo de cínicos
Trump: la comedia y el terror de lo políticamente incorrecto

Veronica Leon-Burch y Pedro Cagigal

ALAI AMLATINA, 27/01/2017.-  Trump es presidente! Aun recuperándonos del shock y desconcierto, seguimos buscando respuestas a lo que pasó. Mucho se ha dicho del impacto del estatus de celebridad de Trump, de las fallas en la campaña demócrata, de la imagen pro-establishment de Clinton, de los wikileaks o del obsoleto colegio electoral. A pesar del voto popular, Trump gana por todas estas razones y muchas más, hasta pueden culpar a Rusia si desean. Aquí buscamos complementar estas visiones desde las distintas estrategias discursivas construidas en lo que parece ser un nuevo espectro de comunicación política mucho más polarizada en EE.UU. Por una parte, los medios de ultra-derecha florecen, abonados por décadas de retórica populista republicana usando a los migrantes, las minorías y la regulación gubernamental como chivos expiatorios frente a una política económica desfavorable para las mayorías. Por otra parte, sin estar en el extremo opuesto del espectro ideológico, la comedia liberal aparece como una suerte de respuesta. Ambos han permitido distintos tipos de desfogues “políticamente incorrectos”, los unos apelando a la comedia y los otros al terror: al miedo y al conflicto. Pero ¿cuál es la diferencia entre “crooked” (chueca) Hillary y “small hands” (manos pequeñas) Trump? Veremos cómo, en última instancia, la estrategia comunicacional de ultra-derecha parece mucho más efectiva en movilizar.

La comunicación política ha cambiado radicalmente con los medios digitales. A pesar de que accedemos a mucha más información, parece más difícil que nunca decidir dónde depositar nuestra confianza. Mientras Facebook se convierte en fuente de noticias para muchos, circulan artículos, posts de blogs de opinión, noticias falsas u humorísticas, memes, etc., sin nada que los diferencie entre ellos. A la vez, se han evidenciado muchas de las agendas y grupos de poder detrás de los grandes medios, poniendo también en crisis a una industria que, mal que bien, todavía responde a ciertos filtros y obligaciones. En campañas políticas, el uso de trols, campañas de descrédito y desinformación ya se piensan como indispensables. Las noticias falsas circulan más que las reales, y no solamente por que responden a agendas ideológicas, sino por ser un atajo para cosechar o monetizar likes. ¿Cómo podemos crear sentido de lo que pasa? Ante esta profunda crisis de credibilidad, parecería que la verdad se ha vuelto insuficiente y que lo que importa es encontrar un mensaje efectivo. Para no caer en una política post-verdad, necesitamos no sólo mecanismos de información 'verificada', sino además construir discursos que movilicen.

Los grupos de extrema derecha a nivel global han aprovechado muy bien esta crisis de credibilidad, construyendo un discurso populista movilizador desde hace décadas, que los llevó a cosechar triunfos en 2016. En el caso de Trump, su discurso movilizador tiene como trasfondo décadas de populismo republicano. Con el 'Reaganomics' y la agenda neoliberal, surge un discurso que busca apelar a las masas haciendo abstracción de la política económica: moralista –centrado en temas como el aborto y la homosexualidad-, anti-intelectualista -negando a la ciencia y el rigor académico- y basado en el miedo, culpando a los migrantes y minorías de la delincuencia y el desempleo. Este populismo llevó a la consolidación de una facción más radical del partido, con el  Tea Party y más recientemente los supremacistas blancos, rebautizados como alt-right, ganándoles terreno a los republicanos moderados y del establishment. La audacia de Trump consistió en traducir esa retórica en ofertas concretas como el muro y la deportación masiva. Su eslogan, tomado de Reagan, de “hacer América grande de nuevo” es un significante vacío que invita a cualquiera a llenarlo de sus propios deseos individuales. La gente le agradeció por “decir las cosas como son”, que no tenía nada que ver con la verdad, sino con decir públicamente lo que muchos decían en privado. Y es que tras décadas de esfuerzo liberal por imponer una suerte de 'cultura de la tolerancia', no se resolvieron los problemas estructurales de la desigualdad. Al contrario, las condiciones de vida de las clases trabajadoras han empeorado significativamente. Es así que Trump logra apelar a un sentimiento generalizado de insatisfacción con un discurso “anti-sistema” que ataca a lo políticamente correcto y de paso a los medios que lo sustentan.

Los medios liberales, por su parte, quedaron en evidencia en la campaña de 2016. Sin dejar nunca de priorizar sus ratings, le dieron una cobertura desmedida al candidato celebridad que despreciaban, sabiendo que lo beneficiaba. A la vez, intentaban desacreditarlo de manera cada vez más explícita y ansiosa, poniendo de manifiesto su sesgo político -cada vez menos alejados del estilo Fox News-, lo que avivaba la desconfianza en los medios. Trump supo capitalizar esta cobertura mediática alimentándola constantemente con escándalos, mientras invertía mínimos recursos en los grandes medios y se concentraba en estrategias de medios digitales y mítines. Steve Bannon, jefe de campaña de Trump y anterior cabeza del exitoso portal de ultra-derecha Breitbart News, jugó un rol clave.

Si el discurso de Trump no era del todo nuevo, su estilo tampoco. La ultra-derecha viene desarrollando un estilo agresivo y sin pelos en la lengua, ligado a procesos organizados de troleo, desinformación e intimidación en línea. Esto ya se venía cosechando desde las radios locales, donde locutores enfurecidos y constantemente indignados han tenido un gran acceso a las familias de la clase obrera. Llevan un mensaje claro, menos filtrado, de un pensamiento nacionalista y de supremacía blanca muy arraigado en E.U., combatiendo día a día la norma de lo políticamente correcto impuesta por los liberales y sus medios. Para muchos americanos estas radios se volvieron su principal acercamiento a la comunicación política. Este fenómeno migró de forma casi natural a las redes sociales donde surgen jóvenes celebridades y además cualquiera puede opinar sin filtro. En este espacio menos regulado, se exacerban la agresividad y la desinformación. La noticias falsas florecen, extrapolando los temores sembrados por el discurso republicano moralista, anti-intelectualista y de miedo. Se generaliza el troleo como forma de amedrentar e inmovilizar al oponente, ya que el trol no permite ningún tipo de debate, obligándonos a ignorar y permitir cualquier odio que despliegue. Con el respaldo de estos medios, además de blogs y páginas como Breitbart News, se ha generado todo un tejido comunicacional de base, con sus propios hashtags en código y cultura de memes, permitiendo una viralidad instantánea sin mayor esfuerzo. La campaña de Trump supo aprovechar muy bien esta eficiente red comunicacional, a diferencia de los liberales y su estrategia comunicacional más vertical.

¿Es un chiste o es en serio?

Frente a esta potente maquinaria de comunicación de derecha, en un contexto en que la comunicación de izquierda sigue siendo marginal y de poco alcance, ha sido la visión crítica de la comedia liberal que, por su masividad y accesibilidad, ha servido de contrapeso. Varios comediantes políticos que salieron del Daily Show con Jon Stewart, han seguido una línea de investigación periodística con una atractiva combinación de crítica y sátira. La crítica entendida como una denuncia basada en un análisis serio; y la sátira, como un cómico reproche irreverente. Este formato permite decir lo que los noticieros no pueden, exponiendo, de paso, el sesgo de los grandes medios. Muchos, en especial los jóvenes, se basan en estos programas para conocer y tener una visión crítica de los sucesos políticos.

Sin embargo, traicionando su irreverencia frente al poder, los comediantes cayeron en la trampa de la polarización al apoyar explícitamente a la candidata del establishment desde las primarias, comportándose como los medios de los que se mofaban. Samantha Bee sigue actuando como la “traductora enojada” de Hillary, John Oliver hizo una cuestionable representación de la candidata Jill Stein, sin mencionar la cobertura a Sanders en general. Que todos manejaran un discurso similar (incluso los mismos chistes) revela que realmente tenían pavor a un Trump presidente. Pero los intentos por alertar sobre los graves peligros detrás de sus propuestas y retórica acabaron siendo opacados por las bromas sobre sus manos pequeñas, su color naranja, su cabello o los “tontos” que lo apoyan. Les fue muy difícil conjugar el código del miedo con el de la comedia ¿Cómo vamos a temerle a Trump si nos hace reír tanto? La experta del mensaje del miedo, como vimos, es la ultra-derecha.

¿Cuál es la diferencia entre el “crooked Hillary” y el “small hands” Trump? El primero tenía una clara connotación política de corrupción, respaldado por una orquestada campaña de noticias reales y falsas. El segundo es un insulto infantil que se sigue explotando hasta el aburrimiento sin aportar en nada al debate. ¿Cuál es la diferencia entre Trump tildando a los mexicanos de violadores y Amy Schumer diciendo en un stand-up que no sale con mexicanos porque lo prefiere consensual, o el denigrante retrato de éstos en series como American Dad o Family Guy? El mensaje de fondo es el mismo, solo que el primero usa el código del terror para generar miedo, y los otros usan el del humor, banalizando estereotipos. Durante la campaña de 2016 también entró en crisis este flirteo de la comedia liberal con lo políticamente incorrecto al evidenciarse estos paralelos, no solo por parte de los seguidores de Trump, sino desde los mismos comediantes. Lewis Black se pregunta cuál será su trabajo ahora, pues cuando la realidad supera el absurdo “¿cómo satirizas lo que ya es satírico?”. Trevor Noah hizo una recopilación de frases de Trump para afirmar que es un comediante de stand-up: su tono, su ritmo, sus punch-lines, solo faltan las risas enlatadas.

Los comediantes, desde sus respectivas minorías, eran los que podían burlarse de su gente, mostrando vulnerabilidad al aceptar y reforzar estereotipos, ayudando así a aligerar tensiones entre culturas. Sí los judíos somos tacaños, los negros somos vagos, los latinos pillos, pero somos divertidos también, nos podemos relacionar, nos parecemos a ti aunque no lo suficiente, tenemos una serie de defectos para tu comodidad, somos el perfecto Otro. El humor ha servido para crear lazos y también ha tenido un gran potencial disruptivo. Ha jugado un rol contra-hegemónico histórico, particularmente en momentos en que el poder ha estado rodeado de un aura de sacralidad. El problema aparece con la saturación, cuando todos nos hemos convertido en satíricos humoristas, cuando el humor se ha vuelto la forma 'aceptable' de decir lo indecible, ya no para burlarse del poder o de uno mismo, sino para reprochar al otro. En un contexto en que se ha vuelto mucho más difícil desacralizar al poder, ya que el poder es el primero en ironizar para parecer más atractivo e inofensivo, la comedia necesita desplegar mucha más creatividad para generar una incidencia crítica. Con la construcción de una nueva subjetividad neoliberal individualista y descomprometida, el cinismo se ha generalizado. En este mundo de cínicos, todos los políticos son corruptos, todo Estado es perverso, todas las noticias son ficticias y buscamos satisfacción en las desgracias, porque es imposible cambiarlas y lo único que queda es burlarse. Nuestra auto-complacencia es tal, que ya ni podemos interesarnos en las noticias o la política si no son entretenidas. En este mundo cínico es mucho más fácil apelar a un voto en contra que inspirar un voto a favor.

Así, en las redes sociales la sátira se potencia como forma de moralizar a la sociedad a través de la burla. Al igual que el troleo, se vuelve un medio para inmovilizar. Y si los supremacistas blancos se volvieron especialistas del troleo y la desinformación, los liberales, alardeando de una superioridad intelectual, ridiculizan al pensamiento conservador y desestiman cualquier crítica a las políticas identitarias. La ultra-derecha siempre ha sabido desplazar el conflicto social hacia el Otro, no necesita muletillas cómicas para saltarse lo políticamente correcto: es realmente irreverente. Sus códigos de miedo y conflicto logran provocar pasiones y movilizar acciones. Mientras, los liberales han intentado pacificar el conflicto social sin realmente enfrentar las causas estructurales que lo sustentan, en parte para su propia tranquilidad y confort. Su sátira tiende a generar cinismo e inacción; nos basta con burlarnos para sentirnos políticamente activos. Donald Trump encajó perfectamente en el cinismo tanto de la ultra-derecha como de la comedia liberal: el implacable irreverente para los unos y el inagotable material de comedia para los otros. Trump es un cínico, pero no del tipo chistoso. Es un cínico por sus descaradas contradicciones y mentiras, por cómo ejerce su poder. Él lleva lo políticamente incorrecto a un monstruoso plano de lo real, destrozando el juego de la comedia y el simulacro de la tolerancia.

Es importante remarcar que, a pesar de los triunfos de la ultra-derecha a nivel global, en general no superan el 25% del electorado. Aunque no representan a las mayorías, lo que sí logran es movilizar a su base a las urnas, en medio de un ausentismo generalizado. Si bien la comedia liberal ha jugado un rol importarte en denunciar ciertos problemas e injusticias frente a un público masivo, ha demostrado ser insuficiente como respuesta a la estrategia comunicacional de ultra-derecha. Aun cuando intenta llamar a la acción, generalmente no pasa de generar 'clicktivismo' o revuelos efímeros. Por una parte, porque es un negocio de entretenimiento y responde a esa lógica, sin generar ni pertenecer a un auténtico tejido comunicacional de base. Por otra parte, porque no logra plantear un discurso movilizador y más bien alimenta la cultura del cinismo que lleva a la apatía y el desencanto. El cinismo es el triunfo de “no hay alternativa”, destruye la utopía. Pero la movilización política necesita un horizonte, se nutre de esperanza. La debilidad del liberalismo está en aferrarse a su zona de confort y a su llamado “pragmatismo”, que es en realidad una falta de fe en una transformación profunda. Los demócratas perdieron optando por la candidata que representaba sus propios intereses y la continuidad, en una elección dónde la principal consigna era el cambio. Pero el éxito del socialista Sanders en las primarias, con sus estrategias de base como el crowdfunding y sus concentraciones masivas, demostraron que hay un enorme potencial movilizador desde la izquierda. Para contrarrestar el discurso enfurecido de la ultra-derecha y levantar traseros cínicos de sus sofás se necesita una utopía abarcadora que genere pasiones. Pero no del tipo fugaz y visceral como las que provocan las redes sociales, sino afectos de largo aliento, que conmuevan y generen compromiso. Una comedia más creativa y radical que sea realmente disruptiva sería de gran ayuda.




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