miércoles, 24 de diciembre de 2014

La unidad latinoamericana como proyecto histórico. Monica Bruckmann

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La unidad latinoamericana como proyecto histórico

Monica Bruckmann

ALAI AMLATINA, 24/12/2014.-  La coyuntura latinoamericana contemporánea está marcada por grandes avances en los proyectos y procesos de integración regional.  Nunca antes en la historia, la región tuvo una densidad diplomática tan dinámica y un conjunto tan amplio y diverso de mecanismos de intercambio y acción política conjunta.  A la dinámica compleja de integración de las naciones, acompaña también la integración de los pueblos y de los movimientos populares, con un creciente poder de presión social y participación en la elaboración de políticas públicas que reflejan la afirmación del movimiento democrático. En este contexto, un principio que adquiere cada vez mayor centralidad es de la soberanía, como la capacidad de autodeterminación de los Estados, de las naciones, de los pueblos y de las comunidades.  

El debate actual en torno a la integración regional y sus perspectivas tiene fuertes antecedentes que muestran la profundidad de la unidad latinoamericana como proyecto histórico.  Sin detenernos en un desarrollo más extenso de estos antecedentes, buscamos presentar algunos ejemplos de lo que constituyen las bases doctrinarias del actual proceso de integración regional.  Este enfoque muestra, sobre todo, los límites de un intento de convertir este proceso de integración en un simple intercambio comercial.  

Integración regional y proyecto estratégico

La geopolítica de la integración regional latinoamericana está profundamente impactada por una disputa de intereses entre el proyecto hegemónico de Estados Unidos, expresado en una estrategia compleja de dominación y apropiación de recursos naturales considerados “vitales”, lo que convierte el acceso a estos recursos, que se encuentran fundamentalmente fuera del territorio continental y de ultramar de Estados Unidos, en un asunto de “seguridad nacional” para este país.   Por otro lado, se desarrollan procesos de integración regional herederos de las luchas continentales por la independencia durante el siglo XIX, que encuentran en la renovación del bolivarianismo un proyecto de afirmación soberana que ha avanzado y se ha profundizado durante los últimos años. 

Sin embargo, el fortalecimiento de la integración regional exige una nueva visión estratégica elaborada a partir de una amplia discusión sobre la dinámica y las tendencias del sistema mundial, la emergencia de nuevas potencias a nivel global, el desarrollo de una visión geopolítica que articule los intereses en juego y la conformación de nuevas territorialidades a partir de una amplio movimiento social de “abajo hacia arriba”.  Este momento de elaboración del pensamiento regional tiene como desafíos la construcción de una estrategia de reapropiación social de los recursos naturales y de su gestión económica y científica, lo que exige una rediscusión profunda de la propia noción de desarrollo, del concepto mismo de soberanía y de la posición de América Latina en la geopolítica mundial.  

El análisis de las diversas dimensiones que implica la disputa global por los recursos naturales considerados estratégicos, requiere un balance de la historia mundial reciente que tiene en la emergencia de China en el sistema mundial, un aspecto fundamental.  La nueva centralidad de China en la economía y política mundial nos conduce a destacar la importancia del enfoque de larga duración (desde la perspectiva Braudeliana) y de los procesos civilizatorios en la construcción de los instrumentos teórico-metodológicos para el análisis de la coyuntura. En este contexto, y desde un enfoque que se esfuerza en capturar la complejidad del mundo contemporáneo, la cuestión estratégica trasciende ampliamente el marco de la política de seguridad y de la defensa nacional, para insertase en el análisis de los procesos históricos de larga duración y de la dimensión civilizatoria de las visiones estratégicas.

América Latina tiene, en relación a China, una oportunidad histórica de desarrollar una cooperación estratégica de largo plazo, orientada a romper la relación de dependencia que marcó su inserción en el sistema mundial.  Cabe a la región aprovechar esta oportunidad o reproducir la lógica de la dependencia y la dinámica de exportación de materias primas de bajo valor agregado, que tiene como base la lógica del llamado extractivismo, que ajeno a cualquier proyecto nacional, restringe nuestro horizonte económico a los intereses de las economías centrales y de las empresas transnacionales que se constituyen en agentes económicos de estos intereses.  

De la hegemonía unipolar a la hegemonía compartida

Durante la última década, el debate teórico y político estuvo profundamente marcado por la crisis de la hegemonía unipolar y por la configuración de un espacio global con hegemonía compartida, o multipolar.  La creciente importancia económica y política de las potencias emergentes, los llamados BRICS (Brasil, Rusia, India, China y, recientemente, Sudáfrica), colocan elementos nuevos para pensar la dinámica económica y política de un mundo multipolar, donde los procesos y proyectos de integración regional se conviertan en mecanismos necesarios para la compartimentación del poder mundial y regional y para el fortalecimiento de los proyectos de desarrollo desde y para el Sur.

La colaboración sur-sur encuentra su inspiración más profunda en la afirmación de la lucha anticolonial del tercer mundo y en el surgimiento de los países no alineados.  La Conferencia de Bandung, celebrada en abril de 1955, significó uno de los momentos más importantes de este proceso.  Esta reunión, en la que participaron 23 países asiáticos y 5 africanos, se sustentó en los principios de la lucha anti-colonial y antiimperialista, elaborando un amplio llamado de autodeterminación y desarrollo de los pueblos basado en la solidaridad y cooperación económica y cultural y buscando crear un espacio político independiente en relación a los bloques militares y la confrontación entre Estados Unidos y la Unión Soviética durante el periodo de la Guerra Fría.  El foco principal estaba puesto en las luchas nacionales por la independencia, la erradicación de la pobreza y el desarrollo económico, a través de organizaciones regionales y políticas económicas de cooperación entre los países del tercer mundo.

El espíritu de Bandung permitió crear un amplio consenso entre los principales líderes y los pueblos de Asia, África y América Latina en relación a la afirmación de la paz y los principios de coexistencia pacífica, en un momento en que el mundo vivía una situación de extrema tensión y amenaza de guerra: la invasión a Guatemala organizada por Estados Unidos para derrocar al presidente Jacobo Árbenz, el desplazamiento de la Séptima Flota de Estados Unidos hacia el mar de China, la sustitución de las tropas francesas por estadounidenses en la región sur de Vietnam, después de la derrota francesa en Dien Bien Phu en 1954 y la guerra de Corea (1950-1953).

Los cinco principios de coexistencia pacífica, propuestos por el primer Ministro chino Chou En-lai y ratificados por el Premier hindú Jawaharlal Neru en 1954: no agresión, no intervención en los asuntos internos de otros Estados, igualdad y ventajas mutuas y coexistencia pacífica, fueron asumidos por la Conferencia de Bandung como parte de los diez principios generales, que incluían:

-    El respeto a los derechos fundamentales de acuerdo a la Carta de la ONU de 1948;

-    Respeto a la soberanía y la integridad territorial de todas las naciones;

-    Reconocimiento de la igualdad de todas las razas y naciones, sin importar el tamaño;

-    No intervención y no injerencia en los asuntos internos de otros países;

-    Respeto a los derechos de cada nación a defenderse, individual o colectivamente de acuerdo a la Carta de la ONU;

-    Rechazo a participar de los preparativos de defensa destinados a servir a los intereses particulares de las superpotencias;

-    Abstención de todo acto o amenaza de agresión o empleo de fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de otros países;

-    Solución pacífica de los conflictos internacionales, de acuerdo a la Carta de la ONU;

-    Estímulo a los intereses mutuos de cooperación;

-    Respeto a la justicia y obligaciones internacionales.

El movimiento de los no alineados dio contenido diplomático, dentro de las Naciones Unidas, a sus líneas de acción. Bajo influencia latinoamericana se crea la United Nations Conference on Trade and Development -UNCTAD. Surgen también expresiones radicales de la lucha política revolucionaria, como la organización Trilateral, que se crea en La Habana, en 1973.  La emergencia de gobiernos como el de Velasco Alvarado en Perú, Juan José Torres en Bolivia, Omar Torrijos en Panamá, Salvador Allende en Chile, y el regreso de Perón en Argentina, conducen a iniciativas estatales que se expresan en la transformación de la ALALC en ALADI (Asociación Latinoamericana de Integración). Se crea también el Sistema Económica Latinoamericano y del Caribe (SELA) en 1975, destinado al estudio de la integración regional y a la formulación de sus políticas. Sin embargo, la organización interestatal más fuerte se crea en 1960 con la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).  En este mismo momento, la votación de la “Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados", en 1972, promovida por el presidente mexicano Luis Echeverría, consagra los principios del no-alineamiento en las Naciones Unidas.

Son varias las iniciativas internacionales que forman parte de esta ofensiva del tercer mundo, que tiene en la victoria de la revolución vietnamita y la liberación de Laos y Camboya una epopeya de la lucha antiimperialista mundial.  La respuesta del centro imperial a esta ofensiva se empieza a articular en torno a la formación de la Comisión Trilateral (Trilateral Commission) en 1973, que reúne Estados Unidos, Europa y Japón en una estrategia de recuperación de poder mundial. Esta estrategia alcanzará sus resultados en la década de 1980, durante los gobiernos de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, y se expresa en el establecimiento de la hegemonía del pensamiento único que logra, incluso, transformar el Glasnost y la Perestroika, iniciadas por los soviéticos, en la disolución de la Unión Soviética. 

Durante la década de 1990 se inician fuertes movimientos de reestructuración de la ofensiva de los gobiernos y movimientos del tercer mundo, que tiene en el éxito económico de China e India y, en parte, de Brasil a inicios del siglo XXI, una búsqueda de formas institucionales que expresan esta nueva situación.

Si en la década de 1970 se creó el Grupo de los 7 principales países desarrollados, en la década del 2000, además de la incorporación de Rusia, se incluyen también varios países emergentes conformando el grupo de los 20.  Se consagra así el principio de la hegemonía compartida como sucesor de los desastres causados por la política del unilateralismo que se impuso con el gobierno de Bush hijo(1).  

El legado histórico de las luchas del tercer mundo se revela de gran utilidad para una estrategia de afirmación de un sistema multipolar y para orientar, desde el punto de vista estratégico, el proceso de integración latinoamericana y su impacto en la geopolítica mundial contemporánea.

América Latina y la construcción de la unidad continental 

En este mismo momento América Latina vive un proceso a través del cual la diplomacia regional adquiere una densidad hasta entonces desconocida.  Un conjunto de nuevas articulaciones se traducen en instituciones subregionales, regionales y continentales, que transforman el proceso de integración en una compleja realidad que involucra a jefes de Estado, ministerios de relaciones exteriores y varias otras agencias nacionales, lo que al mismo tiempo, está acompañado de un proceso de integración de los pueblos y de los movimientos sociales, incluyendo los sindicatos y los movimientos campesinos y estudiantiles que ya tenían una cierta tradición de integración regional.  

En el plano de las ciencias sociales, se desarrolló un proceso creciente de integración regional con nuevas instituciones de estudio, universidades y redes académicas que permiten avanzar hacia el estudio de la problemática regional, fortaleciendo una visión de conjunto.  Tal vez algunos de los ejemplos más notables de este proceso sea el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), cuya primera sesión se realizó en Lima, en 1968; o la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales  (FLACSO), que se crea en 1954, en Chile, y luego se amplía hacia Argentina, México, Brasil, Ecuador y América Central. 

En el ámbito de la investigación se crearon, después de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), el Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE), en Chile (1957); la Escolatina, en el área de economía (Chile); el Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social (ILPES); la Maestría Latinoamericana de Administración Pública de la Fundación Getulio Vargas, en Brasil; el Consejo Superior Universitario Centro Americano (CSUCA), que coordina las universidades de esta sub-región; la Coordinación de Universidades del Cono Sur y, más recientemente, el Foro Universitario del Mercosur (FOMERCO) y la Universidad de Integración Latinoamericana (UNILA), con sede en la ciudad de triple frontera, Foz de Iguaçú (Brasil).  Entre las varias asociaciones profesionales que se constituyeron a lo largo de las últimas décadas se destacan la Asociación de Economistas de América Latina y el Caribe (AEALC) y la Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS). Esto muestra que se están creando condiciones para una integración de largo plazo a través de una red de instituciones que permitan la cooperación y el intercambio en diversas áreas del conocimiento. 

Un balance histórico mínimamente informado muestra la creciente densidad de la integración regional, al contrario de lo que sostienen los defensores del panamericanismo, que descalifican sistemáticamente los avances de este proceso. 

Los parlamentos latinoamericanos del Mercosur, de la Comunidad Andina, del Pacto Amazónico, son también mecanismos de ampliación del proceso de integración. Este marco institucional creciente abre camino para el debate sobre una estrategia común sudamericana y latinoamericana, con posibilidades de convertirse en políticas concretas. El fortalecimiento del Mercosur y la posterior creación de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA); el creciente impacto subregional de la Comunidad y Mercado Común del Caribe, que actualmente lleva el nombre de  Comunidad del Caribe- Caricom y más recientemente, la creación de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC), son expresión de la creciente densidad y dinamismo de la integración regional, al contrario de lo que sostiene los defensores del panamericanismo, que descalifican sistemáticamente los avances de este proceso y que persisten en sus intentos de desestabilizar y debilitar un proyecto histórico de unidad de los pueblos de la región que se revela, en última instancia, como un proyecto histórico da larga duración.

- Monica Bruckmann es Doctora en ciencia política, profesora del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Federal de Río de Janeiro, Brasil. Directora de Investigación de la Cátedra UNESCO sobre Economía Global y Desarrollo Sustentable –REGGEN.  Integrante del Consejo de ALAI.

Este texto es parte de la Revista América Latina en Movimiento, No.500 de diciembre de 2014, que trata sobre el tema "América Latina: Cuestiones de fondo" - http://alainet.org/publica/500.phtml

(1) Véase SANTOS, Theotonio.  The future of geopolitical alignments.  En: The Ritsumeikan Journal of International Relations, Kyoto, Vol 4, N°3, marzo de 1992, p. 1-32.  y Unipolaridad ou hegemonia compartilhada, En: Os impasses da globalização: Hegemonia e contra-hegemonia (Vol. 1),  Loyola: São Pulo, 2003, p. 46-106.


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lunes, 22 de diciembre de 2014

Redefiniendo a los pobres como “terroristas”. Jeremy Keenan · · · · ·

Redefiniendo a los pobres como “terroristas”
Jeremy Keenan · · · · ·
 
21/12/14
 

La mayor parte de la llamada actividad “terrorista” es un producto derivado de la actual crisis del neoliberalismo y de la marginación de una creciente proporción de la población mundial que éste produce.


En 1997, un grupo de americanos neoconservadores (neocons) establecieron un centro de estudios (think-tank) conocido como “Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense” (en inglés Project for the New American Century  o PNAC). Su objetivo era la dominación mundial por parte de los Estados Unidos de América. Sus miembros formaron la retaguardia de la administración Bush, que accedió al poder en 2000, con al menos 18 de ellos colocados en posiciones clave en esta administración.

En septiembre del 2000, apenas cuatro meses antes del acceso a la presidencia de Bush, la PNAC publicó un informe llamado “Reconstruyendo las Defensas Americanas: Estrategia, Fuerzas y Recursos para un Nuevo Siglo” (en inglésRebuilding America’s Defenses: Strategy, Forces and Resources for a new Century). Consagrado a asuntos tales como el mantenimiento de la preeminencia estadounidense, como la frustración de potencias rivales y como la formación de un sistema global de seguridad de acuerdo con los intereses estadounidenses. La sección V del informe, llamada “Creando la Fuerza Dominante del Mañana” incluye una frase torpemente escrita: “Además, el proceso de transformación, incluso si aporta un cambio revolucionario, parece que será largo, salvo que ocurra algún evento catastrófico y catalizador – como un nuevo Pearl Harbor”.

Existen numerosas teorías acerca del 11-S. Lo que resulta claro es que cumplió ampliamente la mencionada función de “nuevo Pearl Harbor”, presentando a los neocons - quienes efectivamente controlaban el Pentágono y gran parte del resto de posiciones más altas en la Administración de Estados Unidos-  la oportunidad que deseaban. La puesta en marcha de la Guerra Global contra el Terrorismo (En inglésGlobal War on Terror o GWOT) era el medio ideológico necesario para asegurar la militarización de regiones como África, requerida por los intereses imperiales estadounidenses. En efecto, Deepark Lal, asesor económico del Banco Mundial y un economista íntimamente relacionado con los think-tanks conservadores, dijeron que la Guerra Global contra el Terrorismo podría ser percibida como “simplemente una extensión de la defensa del mercado capitalista”

Durante las primeras dos semanas de su mandato, el Presidente Bush estableció el Grupo de Desarrollo de la Política Energética Nacional (En inglés National Energy Policy Development Group), presidido por Dick Cheney. Su informe publicado en Mayo de 2001, cuatro meses antes del 11-S, resaltaba que el petróleo africano pronto cubriría del 25% de  las necesidades energéticas estadounidenses.

La importancia del petróleo africano para los Estados Unidos en aquel momento era tal, que el Senador Ed Royce, Presidente del Subcomité de África en el Congreso, pidió que el petróleo africano fuera “considerado como prioritario para la seguridad nacional post 11-S de los Estados Unidos” y el Presidente Bush definió el petróleo africano como un “interés nacional estratégico” y por tanto un recurso que los Estados Unidos podían optar por controlar mediante la fuerza militar.

Gracias a la producción estadounidense de petróleo de esquisto bituminoso, la dependencia de provisiones energéticas extranjeras es algo del pasado, pero es ya muy tarde para salvar a África de su destino.
En lugar de reconocer que la intervención militar estadounidense en África tenía que ver con el control de recursos, la administración Bush usó el pretexto de la reciente puesta en marcha de la Guerra Global contra el Terrorismo para justificar su militarización de África. Sin embargo, con la falta de incidencia del terrorismo en África -en el sentido del término dado tras el 11-S- esta actuación era difícil de sostener. Por ello la solución fue fabricar este terrorismo.

En 2002, el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld creó un “Grupo de Operaciones proactivo y preventivo” (Proactive, Preemptive Operations Group, P2OG), una organización encubierta para llevar a cabo misiones secretas para “estimular reacciones” en los grupos terroristas, incluyendo el incentivo para llevar a cabo actividades terroristas.

La primera operación de este Grupo, a principios de 2003 supuso el secuestro de 32 turistas europeos en el Sahara argelino, por parte del “Hombre de Bin Laden en el Sahara”, tal y como lo apodó George Bush. El hombre era en realidad un oficial del servicio de inteligencia argelino, que en aquel momento trabajaba para Estados Unidos en el marco de la Guerra Global contra el TerrorismoEsta operación de “bandera falsa” fue empleada para justificar el lanzamiento de un nuevo frente africano (del Sahara-Sahel) en la Guerra Global contra el Terrorismo.

Al mismo tiempo, el Pentágono elaboró una serie de mapas de África, caracterizando toda la región del Sahara-Sahel como un “espacio incontrolado”, un “Corredor Terrorista” y un “Área Terrorista”.

Antes de esta operación P2OG, no había terrorismo en el Sahel. Pese a estar sumida en la pobreza, se trataba de una de las regiones más seguras de África.

Hoy en día, después de 10 años de falsa política antiterrorista en África, la profecía del Pentágono se ha cumplido. El Sahel se ha convertido en una zona de guerra. Alrededor de 4.000 Fuerzas Especiales francesas están “combatiendo el terrorismo” en Mali, Niger y Chad. En total, Francia tiene actualmente 10.000 tropas en África. Aproximadamente 8.000 tropas de mantenimiento de paz de la ONU se encuentran en Mali. Cerca de 1.000 “instructores” europeos y estadounidenses están proporcionando respaldo a los servicios de inteligencia y “entrenamiento”. Alrededor de 10.00 tropas nacionales se encuentran en alerta. Varios miles de personas han sido asesinadas.

Incluso con anterioridad al cambio de milenio, los límites del neoliberalismo habían sido puestos de manifiesto. “Globalización”, palabra de moda de los noventa, no se caracterizó por una expansión del capitalismo mundial sino por su implosión. La mayor parte de segmentos de la humanidad, el “Cuarto mundo” de Manuel Castells, ha sido excluida de los mercados mundiales, tanto como productores como consumidores. En “La globalización y el Mundo post-colonial” (Globalization and the Postcolonial World),  Ankie Hoogvelt sugiere que al menos la mitad de la población mundial ha sido excluida del sistema global.

El milenio actual es un milenio de políticas de exclusión y contención. Mark Duffield, por ejemplo, teorizó que la “nueva agenda de asistencia” invierte los anteriores objetivos desarrollistas de “incorporación” de áreas periféricas en el sistema mundial y por el contrario hoy sirve como una política de dirección y contención de territorios políticamente inseguros situados en los límites de la economía global. En el ámbito militar, AFRICOM, el nuevo Comando de combate estadounidense para África, acogió con entusiasmo el lenguaje del nuevo discurso del “desarrollo de la seguridad” (Security-development) propio de la Comisión por África de Tony Blair, que nos lleva a hablar de “militarización del desarrollo”.

Durante el periodo colonial y finales del pre-colonial, los remanentes de modos de producción pre-capitalistas procuraron cierta seguridad a aquellas secciones de la población excluidas del sistema capitalista. Sin embargo, dado que las industrias extractivas y la agroindustria se expandieron e hicieron mella en las reservas tradicionales, a través de lo que podemos considerar una “acumulación primitiva”, la supervivencia de los excluidos se ha tornado todavía más precaria.

La gente sin embargo, ni se rinde ni muere. Tienen esa cualidad humana fundamental de resistencia. Se organizan, generalmente de forma democrática, para luchar por sus derechos humanos, sus derechos indígenas, derechos de propiedad y su derecho a una buena gobernanza. Sus gobiernos, agentes del sistema neoliberal, regímenes autoritarios represivos preocupados por su propia supervivencia, sirven para contenerlos. En esta tarea de convención, les asiste la Guerra Global contra el Terrorismo, que sirve para deslegitimar las organizaciones civiles, con el consecuente desgaste del empoderamiento de la sociedad civil y sus demandas de “gobernanza democrática”.

Una de las características de la Guerra Global contra el Terrorismo ha sido que numerosos de estos gobiernos se han vuelto aún más represivos, sabiendo que tienen tras ellos a los americanos y a “Occidente”. Véase la Primavera Árabe.

Los gobiernos, como los del Sahel, Argelia y demás, han buscado “rentas terroristas” a través  de la generosidad militar y financiera por parte de Estados Unidos. Mauritania, Mali, Níger y Chad, entre otros, son acusados de haber provocado a las minorías étnicas y a la sociedad civil para que tomen las armas, de haberlos “criminalizado” y de designarlos no ya como “rebeldes”, término que reviste cierta dignidad, sino como “terroristas” o, en palabras del Departamento de Estado estadounidense, como “terroristas putativos”.

Los países occidentales han reformado la controvertida legislación terrorista para usarla contra cualquier persona que se oponga al “sistema”, por lo que cada vez más individuos del “Cuarto Mundo”, los marginados y excluidos, son considerados como “terroristas”, sin las sutilezas de la legislación.

Dado que la última crisis económica global ha puesto en evidencia los límites del neoliberalismo y ha profundizado dramáticamente la polarización social, especialmente en el “Sur Global” y en el “Cuarto Mundo”, sólo hay que profundizar en la miríada de estadísticas sobre “terrorismo” producidas por agencias gubernamentales occidentales y la nueva industria de “seguridad terrorista”, para ver qué está ocurriendo.

La mayor parte de datos presentan defectos metodológicos, entre los que destaca la propia definición de “terrorismo” y la distinción entre “terrorismo” y “conflictos armados” de un tipo u otro.

Los datos aportan dos grandes pistas de lo que está ocurriendo. A pesar del incremento en un 43% de los ataques terroristas en 2013, según informa el Departamento de Estado de Estados Unidos, o en un 61% según el Índice de Terrorismo Global (Global Terrorism Index), la mayor parte de los ataques –tal y como admite el Departamento de Estado - fueron locales y regionales, no internacionales. Así, los a los países occidentales les ha ido bien. De las 17.891 personas fallecidas, sólo 16 fueron ciudadanos estadounidenses, mientas que de las 32.577 personas heridas, sólo 12 fueron americanas. De las cerca de 3.000 personas secuestradas, sólo 12 fueron americanas. A los países europeos les ha ido de forma similar.

Una segunda pista es que estos casos toman un cariz completamente distinto si se suprimen los “conflictos armados” y se suprimen países como Irak. Según los datos de Wikipedia, que excluye cerca de 40 “conflictos armados”, se produjeron únicamente 3.348 muertes a causa de ataques terroristas en la primera mitad de 2013, y estima en 6.696 las muertes para el año completo. De éstas, 50% se produjeron en Irak, 32% en Paquistán, Siria y Afganistán.

En otras palabras, cerca de dos tercios de los incidentes terroristas citados por el Departamento de Estado estadounidense y fuentes similares, provienen de “conflictos armados”, la mayor parte de los cuales se vinculan a conflictos étnicos, insurgencias locales, desposesión de tierras, etc. y suponen formas legítimas de resistencia. No obstante, gracias a la ideología prevalente de la Guerra Global contra el Terrorismo, hoy se consideran “terroristas”, cuando la mayor parte de ellos son un producto derivado de la actual crisis del neoliberalismo y la marginación de una creciente proporción de la población mundial que éste produce.


Jeremy H. Keenan es profesor e investigador asociado del Departamento de Antropología Social y Sociología, School of Oriental and African Studies (SOAS), London University.

Traducción para www.sinpermiso.infoAndrea Sancho Torrico

Sinpermiso electrónico se ofrece semanalmente de forma gratuita. No recibe ningún tipo de subvención pública ni privada, y su existencia sólo es posible gracias al trabajo voluntario de sus colaboradores y a las donaciones altruistas de sus lectores


https://www.opendemocracy.net/jeremy-h-keenan/redefining-poor-as-%E2%80%9Cterrorists%E2%80%9D

China: Eje comercial y político para la conformación del ALCAP. Oscar Ugarteche y Miriam E. Chaverría Reséndiz

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China: Eje comercial y político para la conformación del ALCAP

Oscar Ugarteche y Miriam E. Chaverría Reséndiz

ALAI AMLATINA, 22/12/2014.-  Del 8 al 10 de noviembre se llevó a cabo en Beijing, China,  la reunión de los 21 países miembros del Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico (APEC) que incluye a Australia, Brunei Darussalam, Canadá, Chile, China, China Taipéi, Hong Kong, Indonesia, Japón, Corea del Sur, Malasia, México, Nueva Zelanda, Papúa Nueva Guinea, Perú, Filipinas, Rusia, Singapur, Tailandia, Estados Unidos y Vietnam.  El anfitrión –China- resaltó por su papel de líder global económico y diplomático ante un Estados Unidos debilitado económicamente por la crisis de 2008 y por sus fracasos militares en Medio Oriente. Desde la segunda guerra mundial Estados Unidos viene siendo considerado como el poder hegemónico en todos los planos: económico, político, diplomático, cultural y militar. 

China aprovechó su posición de anfitrión para llegar a sendos acuerdos bilaterales con Corea del Sur y Rusia. Con el primero firmó un pacto bilateral para la reducción de las barreras comerciales que abarca 17 áreas, de las que destacan: el comercio electrónico y las compras estatales. Se exceptúan al arroz y al sector automotriz.

Con Rusia reforzó sus acuerdos de gas. El primer acuerdo por el que Gazprom vendería a la firma china CNPC 30,000 millones de metros cúbicos anuales de gas natural a través de la ruta oriental, para los siguientes 30 años, se firmó el pasado mes de mayo entre Xi Jinping y Vladímir Putin. Por ello, no es de sorprender un nuevo memorándum de entendimiento donde Moscú busca reorientar su potente sector energético hacia China, por las recientes sanciones impuestas por Europa y Estados Unidos por el conflicto en la frontera de Ucrania.  Dichas sanciones han llevado a un acercamiento comercial, político y militar entre el Kremlin y el Gigante Asiático. Tan sólo una semana después de la cumbre de APEC, el 19 de noviembre los ministros de defensa de ambos países se reunieron en Beijing con la finalidad de reforzar sus lazos militares y con la aspiración de crear un sistema colectivo de seguridad regional. Desde 1989 –tras los hechos de Tiananmen-  y debido al embargo militar decretado por parte de EEUU y la Unión Europea al gobierno Chino, Rusia funge como  su principal proveedor de armas; aunque con restricciones a su tecnología militar de mayor avance.

Por otro lado, el camino de la integración comercial mostrado en la Cumbre de la APEC ha planteado una confrontación entre las dos economías mayores del mundo, con Estados Unidos auspiciando el Acuerdo Transpacífico (TTP, por sus siglas en inglés), sin la participación de China pero con la participación de Australia, Brunei Darussalam, Canadá, Chile, Estados Unidos, Japón, Malasia, México, Nueva Zelandia, Perú, Singapur y Vietnam - cuyas economías  representan cerca del 40% de la economía mundial-. China de su parte promueve el ALCAP –Área de Libre Comercio Asia Pacifico- entre los integrantes del APEC.

En el contexto de la economía mundial -llena de incertidumbres-, es incuestionable que se han venido gestando incidencias que han contribuido a los cambios tanto geopolíticos como geoeconómicos -especialmente a la luz de la crisis económica internacional- dando como resultado la aparición de nuevos actores e instituciones en la escena internacional. Según el CRIES, en su anuario de integración, “¿Atlántico vs. Pacífico? : América Latina y el Caribe, los cambios regionales y los desafíos globales” (2014), China tiene la potencialidad para financiar el comercio global a las naciones deficitarias por todas las razones vinculadas a su fortaleza económica siendo que no es aún emisor de una divisa.

China también logró reflejar su liderazgo global en materia diplomática y comercial en la cumbre. A Japón le mandó la señal que los dos temas de conflicto entre ellos y Estados Unidos para la conformación del TPP, no serán obstáculo para el ALCAP, por las excepciones que le dio a Corea del Sur. Esto fue a pesar de las disputas territoriales con Japón, siendo este encuentro el primer acercamiento entre los líderes de ambos países asiáticos después de tres años. Las islas Diaoyu, en mandarín o Senkaku, en japonés, según la BBC “Importan porque están cerca de rutas marítimas importantes, ofrecen zonas de pesca ricas y yacen cerca de reservas potenciales de petróleo y de gas. Tienen también una posición estratégicamente significativa, en la competencia creciente entre Estados Unidos y China sobre la primacía militar en la región del Asia Pacífico”. El conflicto existe desde el final de la primera guerra -sino- japonesa (1894-1895) cuando pasó de control chino a control japonés. Fueron reclamadas por China en la década de 1970 y continúan en disputa. El mandatario Chino tuvo también una reunión con el presidente Truong Tan Sang de Vietnam, país con el que también ha mantenido conflictos debido a la disputa territorial en el mar del sur de China (Islas Spratly).

Este escenario internacional refleja el papel crecientemente importante que desempeña China dentro de la escena geoeconómica y geopolítica, dejando en claro cómo piensa llevar a buen puerto sus relaciones comerciales y políticas para la conformación de la ALCAP.  Este escenario sin duda resulta relevante para América Latina porque por su parte Estados Unidos –actual primera economía mundial- quiere garantizarse el mercado del continente americano asegurando las preferencias comerciales -que aún mantiene- y por su parte China –segunda economía mundial-  busca dominar económicamente en Sudamérica, como socio exportador de varios países latinoamericanos y con la apertura de sus bancos en el continente. Es hasta el momento el segundo socio comercial en la cuenca del Caribe, pero su lugar lo mantiene muy cerca a Estados Unidos.


- Oscar Ugarteche es economista peruano, trabaja en el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, México. Miembro del SNI/Conacyt. Coordinador del Observatorio Económico de América Latina (OBELA) www.obela.org  y presidente de ALAI www.alainet.org
- Miriam E. Chaverría Reséndiz es miembro del proyecto OBELA, IIEc-UNAM

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jueves, 18 de diciembre de 2014

¿Cómo modernizar a Colombia?. Por. JAMES A. ROBINSON

13 DIC 2014 - 9:00 PM. ELESPECATDOR.COM
Notas desde Apartadó y Cartagena
¿Cómo modernizar a Colombia?
El coautor de ‘¿Por qué fracasan las naciones?’ plantea una vía controversial para el posconflicto de este país: en lugar de tratar de solucionar el problema de la tierra, mejor —y más realista— hacerlo con la educación y las oportunidades. Análisis.
Por: JamesCOMPARTIDO

“Existen muchas sociedades exitosas hoy que resolvieron su problema rural ignorándolo y dejándolo marchitar”, dice el profesor de Harvard./ Presidencia
Hoy, cuando escribo estas líneas, he podido observar dos lados de Colombia. Con frecuencia hablo de esa sociedad dual que existe en este país, pero hoy solo una de ellas fue parte de dicha dualidad: la de los campesinos y activistas en Apartadó. La segunda no fue la usual imagen opuesta a la de los campesinos, esa de las élites (tanto la del tuxedo como la del orangután). Esta vez eran jóvenes educados, creativos, nerds, emocionados con sus computadores, en competencia en Cartagena por el diseño de una aplicación (app) para la paz; jóvenes procedentes de ciudades como Manizales, que tienen más en común con jóvenes en los Estados Unidos que con cualquier persona en Apartadó.
¿Cómo es que Colombia se va a modernizar? Bueno, estos jóvenes que vi hoy ya son modernos. Lo que se requiere es que puedan transformar a la sociedad para que sea como ellos. Max Planck, el gran físico alemán, decía que “la ciencia avanza con cada funeral”. Quizá lo mismo sea cierto para las sociedades.
Pero, ¿cómo sería esa transformación posible? Ciertamente no luchando por la tierra o institucionalizando la pobreza en la periferia con la distribución de “40 acres y una mula”.
El Gobierno colombiano está todavía promoviendo la noción de que la solución del problema agrario pasa por la restitución de tierras y la redistribución de baldíos y de tierras mal habidas. De esta manera, crecen las esperanzas de la gente —cuando todos sabemos que esto es en realidad imposible de conseguir— y se aplaza la posibilidad de que la gente tome la decisión de rendirse y hacer algo distinto.
Al mismo tiempo, la redistribución de la tierra no puede ser la forma de resolver los conflictos en Colombia, porque por su naturaleza la reforma agraria es de suma-cero: o la tengo yo y tú no, o al contrario. Nada es más propenso al conflicto.
Colombia será moderna si esos jóvenes nerds superan al campesinado y hacen a la élite tradicional tan innecesaria y anacrónica como llegó a serlo la aristocracia británica. 
- Ejemplos de otras partes
Existen muchas sociedades exitosas hoy que resolvieron su problema rural ignorándolo y dejándolo marchitar. Las sociedades alrededor de las plantaciones de azúcar en las islas de Barbados y Mauricio lo hicieron. Las mismas familias blancas tradicionales siguen siendo dueñas de los cañaduzales, pero la gente entendió que su futuro estaba en otra parte; y lo estaba.
Inglaterra hizo lo propio. En el siglo XVIII, Inglaterra experimentó los cercamientos rurales y un gran desplazamiento de gente desde el campo, gente que obtenía su sustento del suelo que pisaba. El libro Paseos rurales, de William Cobbett, y El trabajador del campo, de John y Barbara Hammond, son reveladores.
La gente se mudaba a las ciudades y pueblos y durante ese siglo se vieron significativos incrementos en la concentración de la tierra. ¿Por qué no hubo una acción política hacia una reforma agraria o la redistribución de las tierras? Porque el futuro estaba en otra parte.
Podríamos pensar incluso en que los Estados Unidos nunca resolvieron el problema agrario en el sur, y el sur finalmente comenzó a equipararse con el resto del país cuando la mayoría de los afroamericanos comenzaron a emigrar en los años cuarenta del siglo pasado.
Alguna vez le pregunté a un político de la isla Mauricio ¿por qué, cuando toda la tierra era propiedad de “les grand blancs” (“los grandes blancos”), no hubo nunca una reforma de tierras? Me respondió: “¿qué futuro hay en cortar caña; usted querría que su hijo fuera un cortero de caña?”.
Si uno quiere hoy ver a “los grandes blancos” tiene que ir a las carreras de caballos en Port Louis una tarde de domingo. Como también sucede en Inglaterra en las carreras de Ascot, en donde la aristocracia observa los caballos y casa a sus hijos e hijas entre ellos mismos.
Una vez uno toma la ruta de pelear por la tierra, corre el riesgo de terminar como en Zimbabue, en conflicto y declive económico. 
- Contra toda lógica
Esto genera una pregunta importante para la situación en Colombia: ¿Por qué es que incluso quienes fueron brutalmente aterrorizados y desposeídos, como los pobladores de El Salado, quieren retornar y reconstruir sus comunidades, aun cuando su tierra ha sido robada? ¿Por qué ven un futuro en “cortar caña”?
Admiro profundamente su valentía, recursividad y la ayuda que obtienen de organizaciones como la Fundación Semana. Pero cuando visité El Salado vi mucha pobreza, un centro de salud cerrado porque los salarios de los empleados no habían sido pagados y estaban en paro. Las bodegas en donde anteriormente se compraba tabaco, el único producto agrícola comercial, se convirtieron en billares. Hay paz pero no hay empleos y hasta donde pude ver hay pocos prospectos, excepto en la tierra que fue robada y que es ahora usada por los ocupantes de “buena fe” (según la Ley de Víctimas), como Cemento Argos. ¿Qué es lo que atrapa a la gente en situaciones como esta?
Obviamente esto es excelente para las élites colombianas. Después de todo, ¿quién va a cortar los racimos de plátano en Apartadó y a trabajar en el baldío adquirido de forma dudosa en Vichada? Y de pronto esto es parte de la historia de la eterna promesa de la reforma agraria: prometerla hasta el cansancio pero nunca hacerla realidad y así la élite obtiene lo mejor de los dos mundos: nunca en realidad va a sacrificar la tierra, pero se mantiene la fuerza de trabajo en el lugar con la esperanza de que la reforma suceda en algún momento.
Mi madre nació en un barrio trabajador llamado South Bank, a orillas del río Tees, en el norte de Inglaterra, y su único objetivo en la vida era salir de allí para nunca más volver. ¿Cómo lo hizo? Entró a la escuela de gramática en Saltburn. ¿En dónde está esta opción en El Salado?
- Una vía alternativa
La educación es un juego de suma positiva: mi proceso educativo no impide el de los demás y la educación no amenaza los intereses directos de nadie. ¿Por qué entonces no hay una discusión sobre educación en La Habana?
Todo esto se basa en que la gente no sólo tenga acceso a educación, sino que también tenga oportunidades. Esta es, en mi opinión, una discusión mucho más provechosa. Sí, existen toneladas de barreras de entrada y de monopolistas en Colombia, pero dudo que esto sea más difícil de solucionar que el problema de la tierra. No subestimo los problemas de la zonas urbanas en Colombia, que ciertamente no son un paraíso. Sin embargo, la pobreza es menor, los servicios públicos y escuelas son mejores, la política es más progresiva y hay muchas más oportunidades. Esa es la real discusión sobre una Colombia moderna.
Un punto final. Bajo ese modelo, ¿cómo se pacifica el campo? Esto no fue un problema en Barbados, Mauricio o incluso Inglaterra. Creo que, como lo entendió Vicente Castaño, se debe usar a la élite para hacerlo. Castaño dijo: “...en Urabá tenemos cultivos de palma de aceite. Yo mismo he persuadido a empresarios para que inviertan en esos proyectos productivos de largo plazo. La idea es que los ricos inviertan en esos proyectos en diferentes zonas del país. Cuando los ricos lleguen allí, las instituciones del Estado vendrán detrás. Infortunadamente, las instituciones estatales solamente participan en estas aventuras cuando los ricos están metidos. Tenemos que llevarlos a todas las esquinas del país y esa es una de las misiones de nuestros comandantes”.
En algún sentido, esto fue lo que hizo Estados Unidos. Creó inmensos incentivos para que los capitalistas sin escrúpulos construyeran vías férreas e infraestructura y permitieran que las sociedades de frontera funcionaran (solamente harían dinero si la gente iba a esos lugares y eso solamente era posible si había paz y servicios).
Una hipótesis simple sobre el ímpetu de paz en Colombia es que de repente la periferia se ha vuelto un valioso recurso natural y la ruta paramilitar para la pacificación terminó teniendo muchos efectos colaterales. Así es que los intereses económicos quieren la paz, de esa manera pueden hacer dinero, para ello quieren aportes del Estado y tienen la influencia suficiente para que todo ello suceda (a lo Vicente Castaño).
- Élites y paz territorial
¿Hay modelos alternativos? Hay uno, ese del alto comisionado de Paz, Sergio Jaramillo, cuando habla de la “paz territorial”. En este modelo, aún en desarrollo, habría un rebalance del poder político hacia la periferia y un proceso de movilidad social que obligaría a las instituciones del Estado a funcionar de una mejor forma: logrando que rinda cuentas y que cumpla con la reforma agraria y la provisión de bienes públicos y, finalmente, terminando los conflictos y el vacío de autoridad que ha creado tantos estragos en los últimos 50 años.
Es un muy buen plan, pero ¿es posible implementarlo? No tengo dudas de que la gente se pueda movilizar. Vi a muchas personas llenas de pasión y articuladas en Apartadó. Pero ¿pueden escapar de la sombra del clientelismo y la violencia? Sólo si el Gobierno realmente tiene la capacidad y el deseo de ayudarlos. ¿Y lo tiene?
En la década de 1960, la movilización de campesinos por una reforma agraria con la creación de la ANUC (Asociación Nacional de Usuarios Campesinos) fue increíblemente exitosa, pero fracasó porque asustó terriblemente a la élite política colombiana y no tuvo una forma efectiva de interactuar con el Estado para hacerlo funcionar de una mejor forma. Colapsó en una orgía de desilusión y de líderes asesinados. ¿Qué es diferente ahora?
Los colombianos deberían enfrentar la realidad que Vicente Castaño conocía cuando hablaba de la Colombia periférica. La lección de la historia de Inglaterra es que si bien el poder de las élites no puede ser negado, estas sí pueden ser domesticadas y sus energías canalizadas en direcciones socialmente útiles. Esto puede crear un tipo de paz territorial diferente, no tan deseable como la que concibe el comisionado Jaramillo, pero posiblemente más realista. Si el Gobierno quiere que este plan sea real, necesita comprender mejor los obstáculos que enfrenta e imaginar una reorientación dramática en la relación entre la Colombia central y la periférica.
¿Es esto justo y razonable? Probablemente no. Pero la historia no es justa. Miremos a Sudáfrica. Han apostado a poder retirar el estatus de los blancos, pero sin tratar de joder a los blancos para seguir la ruta de Zimbabue. Lo están haciendo con educación, acciones afirmativas y redistribución.
*Deseo agradecer a Tulio Róbinson-Ángel por su ayuda en el trabajo de campo en El Salado. También a la Fundación Semana por su hospitalidad durante nuestra visita a El Salado.