Corrupción: mal
universal ¿sin solución?. César Ferrari
La
corrupción ocurre en todo el mundo.
Por:
César Ferrari
Cada
vez es más visible y prominente en diversas formas: favoritismo en
nombramientos o asignaciones de contratos, manejo abusivo del poder,
malversación, soborno y cohecho en el gasto público o en la exención o
reducción de impuestos.
El
caso europeo más emblemático ocurrió en Italia. “Tangentopoli,” una extensa red
de corrupción entre los principales grupos políticos y empresariales, fue
descubierta en 1992 por la operación judicial “mani pulite.” La operación
demolió a los partidos y líderes políticos, incluyendo al primer ministro
Bettino Craxi quien para evitar una condena a 27 años de cárcel huyó a Túnez en
1994 en donde murió en 2000.
El
latinoamericano ocurrió en Perú. Ante el descubrimiento de hechos gravísimos,
el presidente Fujimori huyó del país en noviembre 2000, renunció por fax a la
presidencia y fue destituido por el congreso por incapacidad moral. Actualmente
está en la cárcel por cinco sentencias en su contra: por usurpación de
funciones (6 años de cárcel), matanzas y secuestros (25 años), peculado (7 años
y medio), espionaje telefónico, pago a medios de comunicación y compra de
congresistas (6 años), desvío de fondos para impulsar su reelección (8 años).
Su hija pretende ahora ser presidente, ¡incomprensible!
La
corrupción es endógena. Se explica en gran medida por un sistema político que
actúa primordialmente en función de intereses particulares y no generales, en
especial de quienes financian las campañas. Se facilita cuando funciona
distanciado de la población y sus necesidades, con insuficiente transparencia
en la gestión pública, repleto de procedimientos engorrosos, carente de
mecanismos de control ciudadano.
Se
facilita más aún cuando, en ausencia de instituciones sólidas, se permite la
reelección de cargos públicos que convierte al político en un profesional de la
política que olvida su responsabilidad como servidor transitorio.
Considerándose insustituible, omnisapiente y omnipotente, su interés es
perpetuarse directa o indirectamente en el poder, seguramente por prestigio,
para beneficiarse o para protegerse de la persecución por corrupciones pasadas.
Para ello genera todo tipo de mecanismos reeleccionistas, incluyendo dádivas,
promesas y compromisos incumplibles; un populismo presente tanto en la
izquierda como en la derecha.
La
motivación última de la corrupción puede explicarse en parte por una necesidad
de poder para ubicarse como superior, decidir y mandar. La otra motivación está
seguramente relacionada con la aspiración de dinero abundante, rápido y sin
esfuerzo, alimentada por una cultura consumista y facilista, difundida por los
medios y facilitada por unos mercados imperfectos sin regulación, o por el
prohibicionismo en otros.
Por
ejemplo, los mercados financieros auto-regulados premiaron con salarios y
comisiones elevadísimos la construcción de productos y derivados financieros,
con riesgos elevadísimos, que originaron la Gran Recesión. El prohibicionismo
en la producción, distribución y consumo de drogas adictivas, guiado por un
moralismo persecutorio, ha generado mercados ilegales con precios exorbitantes
que han convertido al narcotráfico en fuente incontrolable de enriquecimiento y
violencia.
De
tal modo, superar la corrupción requiere una representación política que
atienda intereses generales, gestiones públicas sencillas, transparencia en la
cosa pública, control ciudadano sobre la misma, y mercados regulados
adecuadamente. ¡Gran reto!