Elogio de la
dificultad de la paz. Alejandro Reyes Posada
La
inmensa dificultad de alcanzar un acuerdo de paz con las Farc es que el proceso
no se limita a desmovilizar un grupo armado que se levantó en armas contra el
Estado para redimir al pueblo de la opresión y la miseria, como gustan
proclamar, que correspondería al concepto clásico de las guerras civiles, que
se resolvían con la victoria de una de las partes o con un pacto sobre el
reparto del poder entre gobierno y oposición armada.
Por:
Alejandro Reyes Posada
Mary
Kaldor, profesora de la London School, define las “nuevas guerras” como una
combinación entre violencia política, crimen organizado y violaciones masivas
de derechos humanos contra la población¹. Esta situación configura un sistema
de guerra, integrado por redes predatorias que ganan más con la guerra misma
que con la definición del conflicto por el triunfo o la negociación,
articuladas orgánicamente con el crimen organizado, el rentismo de las élites y
la corrupción del sistema de gobierno.
Esta
nueva definición aclara muchos problemas y plantea desafíos inéditos a la hora
de llegar a un acuerdo de paz. Explica por qué las Farc y el Eln se enlazan en
redes con el crimen organizado y la corrupción local y regional, por qué a las
bandas criminales no les interesa la superación del conflicto armado y por qué
tampoco les interesa la paz a los grandes rentistas de la tierra, que
despojaron los baldíos destinados a campesinos, ni a quienes obtienen rentas de
la corrupción y la debilidad regulatoria del Estado, como los monopolios y los
dueños de mercados informales.
Para
Mery Kaldor, el conflicto destruye o debilita la capacidad del Estado de
asegurar el imperio de la ley y de regular la economía. A su turno, la ausencia
de ley provee el contexto para la supervivencia de redes predatorias, que
necesitarán reactivar el conflicto de tiempo en tiempo. Por no tener en cuenta
esto, cerca de la mitad de los 646 acuerdos de paz firmados en 85 países entre
1990 y 2007 han fallado en los siguientes cinco años, reproduciendo la
violencia.
Si
las “nuevas guerras” son medios por los cuales grupos criminales usan violencia
para crear ambientes inestables en los que pueden prosperar, entonces los
procesos de paz deben buscar marginalizar esos grupos y fortalecer el imperio
de la ley.
Los
procesos de paz de las “nuevas guerras” deben contrarrestar la lógica de las
economías de guerra y las políticas sectarias con la construcción de gobernanza
legítima. Deben alinear mejor los esfuerzos de paz a niveles internacional,
nacional, regional y local. Deben separar el proceso de paz del
constitucionalismo interno, que es un contrato social a largo plazo que se
construye mediante un proceso inclusivo. Deben reconocer más la
complementariedad entre paz y justicia. Dado el carácter persistente de las
nuevas guerras, terminar la impunidad generalizada es la única forma de
conseguir paz sustentable. Conceptos como los de empresa criminal, para
marginalizar y debilitar grupos extremistas, subrayan el papel clave de los
mecanismos de justicia en la nueva paz.
El
proceso de paz es la creación, en serio, del Estado de derecho en Colombia. Más
y mejor Estado para proteger los derechos de la población contra las redes
criminales que viven de la violencia y el robo. De todo esto son conscientes
Humberto de la Calle y Sergio Jaramillo, arquitectos de una nueva Colombia, y
por eso piden, con razón, que los dejen terminar el acuerdo sin presiones
indebidas.
1) Mary Kaldor, How peace
agreements undermine the rule of law in New War Settings, Global Policy Volume
7, issue 2, May 2016.
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