miércoles, 18 de mayo de 2016

Corrupción: mal universal ¿sin solución?. César Ferrari

Corrupción: mal universal ¿sin solución?. César Ferrari
La corrupción ocurre en todo el mundo.

Por: César Ferrari
Cada vez es más visible y prominente en diversas formas: favoritismo en nombramientos o asignaciones de contratos, manejo abusivo del poder, malversación, soborno y cohecho en el gasto público o en la exención o reducción de impuestos.

El caso europeo más emblemático ocurrió en Italia. “Tangentopoli,” una extensa red de corrupción entre los principales grupos políticos y empresariales, fue descubierta en 1992 por la operación judicial “mani pulite.” La operación demolió a los partidos y líderes políticos, incluyendo al primer ministro Bettino Craxi quien para evitar una condena a 27 años de cárcel huyó a Túnez en 1994 en donde murió en 2000.

El latinoamericano ocurrió en Perú. Ante el descubrimiento de hechos gravísimos, el presidente Fujimori huyó del país en noviembre 2000, renunció por fax a la presidencia y fue destituido por el congreso por incapacidad moral. Actualmente está en la cárcel por cinco sentencias en su contra: por usurpación de funciones (6 años de cárcel), matanzas y secuestros (25 años), peculado (7 años y medio), espionaje telefónico, pago a medios de comunicación y compra de congresistas (6 años), desvío de fondos para impulsar su reelección (8 años). Su hija pretende ahora ser presidente, ¡incomprensible!

La corrupción es endógena. Se explica en gran medida por un sistema político que actúa primordialmente en función de intereses particulares y no generales, en especial de quienes financian las campañas. Se facilita cuando funciona distanciado de la población y sus necesidades, con insuficiente transparencia en la gestión pública, repleto de procedimientos engorrosos, carente de mecanismos de control ciudadano.

Se facilita más aún cuando, en ausencia de instituciones sólidas, se permite la reelección de cargos públicos que convierte al político en un profesional de la política que olvida su responsabilidad como servidor transitorio. Considerándose insustituible, omnisapiente y omnipotente, su interés es perpetuarse directa o indirectamente en el poder, seguramente por prestigio, para beneficiarse o para protegerse de la persecución por corrupciones pasadas. Para ello genera todo tipo de mecanismos reeleccionistas, incluyendo dádivas, promesas y compromisos incumplibles; un populismo presente tanto en la izquierda como en la derecha.

La motivación última de la corrupción puede explicarse en parte por una necesidad de poder para ubicarse como superior, decidir y mandar. La otra motivación está seguramente relacionada con la aspiración de dinero abundante, rápido y sin esfuerzo, alimentada por una cultura consumista y facilista, difundida por los medios y facilitada por unos mercados imperfectos sin regulación, o por el prohibicionismo en otros.

Por ejemplo, los mercados financieros auto-regulados premiaron con salarios y comisiones elevadísimos la construcción de productos y derivados financieros, con riesgos elevadísimos, que originaron la Gran Recesión. El prohibicionismo en la producción, distribución y consumo de drogas adictivas, guiado por un moralismo persecutorio, ha generado mercados ilegales con precios exorbitantes que han convertido al narcotráfico en fuente incontrolable de enriquecimiento y violencia.

De tal modo, superar la corrupción requiere una representación política que atienda intereses generales, gestiones públicas sencillas, transparencia en la cosa pública, control ciudadano sobre la misma, y mercados regulados adecuadamente. ¡Gran reto!



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