LA
SOBERBIA DE LOS MODERADOS. POR: JAVIER ORTIZ
Antes
del Acuerdo de Paz con las Farc todas las promesas de campaña giraban en torno
a la aniquilación del enemigo. Hoy los candidatos han tenido que reinventar su
discurso, han construido otra alternativa. En algunos casos se han inventado un
enemigo imaginario que ronda a la vertiginosa —aunque arbitraria— idea de
convertirnos en Venezuela. Otros desbrozaron una parcela a la que llamaron
centro, se instalaron, construyeron una torre, se subieron y desde allí
empezaron a pregonar una imagen ponderada y serena.
Cada
tanto, en el desespero por la búsqueda de votos, acuden a anunciar su centro a
punta de gritos: ¡Ustedes polarizan! ¡Nosotros somos moderados! Abrazaron esa
construcción como capital simbólico y sobre ella han pretendido navegar en la
contienda política, señalando a los otros candidatos de extremos y radicales.
En el centro todo es centrado, nada respira por la herida, nada es caliente ni
frío. Por supuesto, el summum de esta moderación, como algunos de ellos mismos
lo han dicho, es no recibir amenazas de muerte, en un país en donde ésta suele
ser una de las fórmulas más usadas en el debate político.
Sin
embargo, llama la atención que no fue gracias a la moderación que Claudia López
se convirtió en una opción política confiable y respetable para muchos
colombianos. Hay que recordar que en 2007 destapó el escándalo de la
parapolítica en el país. Ha sido amenazada año tras año por los Rastrojos, por
las Águilas Negras, y al parecer por la peligrosa mafia enquistada en La
Guajira, a la que también denunció. El pasado diciembre, de hecho, tuvo que
pedir protección a la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos por las
amenazas de muerte.
No
se moderó Claudia como investigadora ni ejerciendo el periodismo, lo que la
hizo objetivo de controvertidas censuras en algunos medios de comunicación y de
severas críticas. Tampoco se moderó siendo senadora, donde se enfrentó
severamente al fiscal Néstor Humberto Martínez, a Álvaro Uribe, al general
Palomino, a Roy Barreras y a un largo etcétera.
El
senador Jorge Robledo, otro de los máximos exponentes —por estos días— de ese
centro moderado, tampoco está en el lugar que está ni ha obtenido las
votaciones más altas del Congreso gracias a su postura como adalid de la
moderación. Cualquiera que haya visto a Robledo en un debate sabe que es capaz
de tocar puntos neurálgicos sin el menor recato. En agosto de 2013 su nombre
fue incluido en una lista que lo declaraba objetivo militar de los Rastrojos
Comandos Urbanos.
En
2012, el mismo Sergio Fajardo, siendo gobernador de Antioquia, denunció un plan
para asesinarlo. De las amenazas de muerte no se han salvado ninguno de los
máximos representantes de la moderación, aunque ahora, por despintarse de toda
posibilidad de polarización, no lo recuerden. El faro moral que han construido
acudió a unos remiendos innecesarios y rebuscados, una estrategia política de
la mesura no resiste un pequeño ejercicio de memoria. Terminaron atacando
incluso lo que ellos mismos han sido y por lo que se han ganado la admiración
de sus seguidores.
Hace
unos días, el poeta Juan Manuel Roca escribió en su estado de Facebook:
“Polarización: un hombre está siendo estrangulado en un callejón, pero logra al
fin gritar la palabra asesino. El estrangulador lo increpa y le dice: «no
polarice, no polarice». Y aprieta más”.
Tomado
de www.elespectador.com13 Mayo 2018 - 2:45 AM
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