martes, 22 de mayo de 2018

LA SOBERBIA DE LOS MODERADOS. POR: JAVIER ORTIZ


LA SOBERBIA DE LOS MODERADOS. POR: JAVIER ORTIZ

Antes del Acuerdo de Paz con las Farc todas las promesas de campaña giraban en torno a la aniquilación del enemigo. Hoy los candidatos han tenido que reinventar su discurso, han construido otra alternativa. En algunos casos se han inventado un enemigo imaginario que ronda a la vertiginosa —aunque arbitraria— idea de convertirnos en Venezuela. Otros desbrozaron una parcela a la que llamaron centro, se instalaron, construyeron una torre, se subieron y desde allí empezaron a pregonar una imagen ponderada y serena.

Cada tanto, en el desespero por la búsqueda de votos, acuden a anunciar su centro a punta de gritos: ¡Ustedes polarizan! ¡Nosotros somos moderados! Abrazaron esa construcción como capital simbólico y sobre ella han pretendido navegar en la contienda política, señalando a los otros candidatos de extremos y radicales. En el centro todo es centrado, nada respira por la herida, nada es caliente ni frío. Por supuesto, el summum de esta moderación, como algunos de ellos mismos lo han dicho, es no recibir amenazas de muerte, en un país en donde ésta suele ser una de las fórmulas más usadas en el debate político.

Sin embargo, llama la atención que no fue gracias a la moderación que Claudia López se convirtió en una opción política confiable y respetable para muchos colombianos. Hay que recordar que en 2007 destapó el escándalo de la parapolítica en el país. Ha sido amenazada año tras año por los Rastrojos, por las Águilas Negras, y al parecer por la peligrosa mafia enquistada en La Guajira, a la que también denunció. El pasado diciembre, de hecho, tuvo que pedir protección a la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos por las amenazas de muerte.

No se moderó Claudia como investigadora ni ejerciendo el periodismo, lo que la hizo objetivo de controvertidas censuras en algunos medios de comunicación y de severas críticas. Tampoco se moderó siendo senadora, donde se enfrentó severamente al fiscal Néstor Humberto Martínez, a Álvaro Uribe, al general Palomino, a Roy Barreras y a un largo etcétera.

El senador Jorge Robledo, otro de los máximos exponentes —por estos días— de ese centro moderado, tampoco está en el lugar que está ni ha obtenido las votaciones más altas del Congreso gracias a su postura como adalid de la moderación. Cualquiera que haya visto a Robledo en un debate sabe que es capaz de tocar puntos neurálgicos sin el menor recato. En agosto de 2013 su nombre fue incluido en una lista que lo declaraba objetivo militar de los Rastrojos Comandos Urbanos.

En 2012, el mismo Sergio Fajardo, siendo gobernador de Antioquia, denunció un plan para asesinarlo. De las amenazas de muerte no se han salvado ninguno de los máximos representantes de la moderación, aunque ahora, por despintarse de toda posibilidad de polarización, no lo recuerden. El faro moral que han construido acudió a unos remiendos innecesarios y rebuscados, una estrategia política de la mesura no resiste un pequeño ejercicio de memoria. Terminaron atacando incluso lo que ellos mismos han sido y por lo que se han ganado la admiración de sus seguidores.

Hace unos días, el poeta Juan Manuel Roca escribió en su estado de Facebook: “Polarización: un hombre está siendo estrangulado en un callejón, pero logra al fin gritar la palabra asesino. El estrangulador lo increpa y le dice: «no polarice, no polarice». Y aprieta más”.
Tomado de www.elespectador.com13 Mayo 2018 - 2:45 AM

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