LAS ARMAS Y LOS
VOTOS. POR: ALFREDO MOLANO BRAVO
El
proyecto sobre el derecho al voto de las Fuerzas Armadas y de Policía que el
senador Roy Barreras presentó ha levantado, con justa razón, una polvareda.
La
iniciativa no es nueva. De uno y otro lado se ha oreado la tentación de
devolverles facultades ciudadanas a los militares. Olaya Herrera les negó el
derecho a untarse el dedo porque la alta oficialidad del Ejército era nombrada
por los gobiernos de la Hegemonía Conservadora. Y los generales eran, por
tanto, grandes electores. Rojas Pinilla, sin haberles devuelto el derecho a
elegir, impulsó el famoso binomio Pueblo-Fuerzas Armadas. Lleras Camargo intuyó
el peligro de esa pareja y, después de la intentona golpista del 2 de mayo del
58, sentó una doctrina en su famoso discurso del Teatro Patria: Los militares
se ocupan de lo militar y los políticos, de lo político. En otras palabras: los
militares obedecen, no deliberan. El poder militar está subordinado al poder
civil. La tesis tomó desde entonces fuerza de dogma. Pero ¡cuánta ficción se
aloja en el pronunciamiento de Lleras Camargo! Los militares deliberan a puerta
cerrada y opinan con sus armas a la luz pública. No obstante, no dejan de
pronunciarse cuando las decisiones de los gobiernos no les convienen.
Recuérdense los casos de los generales Landazábal y Bedoya. Y ténganse muy en
cuenta también las directrices que emiten de tanto en tanto los militares en
retiro, que son voz cantante de los militares activos.
Desde
el Frente Nacional a las Fuerzas Armadas les ha sido delegada la delicada
función de controlar –mejor decir administrar– el orden público: su definición,
sus límites, sus amenazas, Y, por tanto, la selección de amigos y de enemigos
del orden público. Líneas rojas trazadas por la función que EE. UU. asignó al
país en el marco de la Guerra Fría. Una gran ventaja para el establecimiento
que endosó en ese poder las soluciones políticas a los problemas planteados por
los conflictos sociales. Las armas de la República, como se dice, terminaron
siendo usadas a discreción por los militares para blindar el establecimiento, y
de alguna manera, convertirlo en rehén. Los esfuerzos que ha hecho Santos para
aflojar la atadura han sido valientes y la democracia se lo abonará tarde o
temprano.
Los
militares opinan con sus armas tal como los magistrados opinan con sus
sentencias y la Iglesia con sus encíclicas. En el mundo real, y no en la
“república aérea”, los políticos imponen su opinión electoral a las Fuerzas
Militares y los militares aceptan esa delegación elevando sus demandas
estamentales a los políticos. El binomio pueblo-Fuerzas Armadas fue sustituido
por el binomio establecimiento-Fuerzas Armadas y en esa dialéctica los
militares han impuesto su propia ley no sólo al Gobierno, sino al país.
Devolverles a los militares el derecho de votar podría limitar la facultad de
opinar con esas armas que los ciudadanos hemos puesto en sus manos para
defender los derechos de todos.
Se
argumenta que al existir la obediencia ciega de los inferiores a los superiores
en la jerarquía militar, los generales negros imponen su opinión sobre los
soldados blancos y que eso les daría a los candidatos negros una ventaja sobre
sus rivales. ¿Acaso no sucede lo mismo cuando un escuadrón del Esmad carga
contra una manifestación de protesta? ¿Acaso no son los generales los que
determinan qué y quién atenta contra el orden público y qué entienden ellos por
orden público? Al regresar el Ejército a sus batallones el país debe
devolverles el derecho a opinar sin armas, como podrán opinar también los
guerrilleros al dejar las suyas. Hay un parentesco político en la sincronía de
estos derechos.
Alfredo
Rangel cree que devolverles a las Fuerzas Armadas el derecho al voto es un
ardid para que los familiares de los militares voten a favor de la paz, una
especulación que simplemente delata lo que hizo el Centro Democrático en las
pasadas elecciones presidenciales: asustar a los familiares de la Fuerza
Pública para que votaran a favor de Uribe: 500.000 militares multiplicados por
dos es un millón de votos, que en el plebiscito les van a hacer falta.
30
JUL 2016 - 9:23 PM. www.elespectador.com
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