Las Farc destapan las cartas.
Por, Juan Manuel Ospina. elespectador.com
Aplaudo la claridad en
los medios del penalista Enrique Santiago, asesor de las FARC en el tema de
justicia, el nudo gordiano de las negociaciones de La Habana. Planteó sin
rodeos ni melindres jurídicos la posición de la guerrilla respecto al espinoso
tema de las responsabilidades en el conflicto y de las penas que de ellas se
desprenderían.
Hacía falta esa
claridad para conocer el agua que nos moja en la mesa de negociación. Solo
conociendo la verdad y lo que ella implica, podrá el país finalmente entender
lo que está en juego, al darle argumentos a la razón y desbancar las posiciones
puramente emocionales imperantes o el anodino pensamiento mágico (“lo único que
quiero es que se acabe esta guerra”).
La cuestión no puede
plantearse en términos de gusto o de simpatía/antipatía, sino de necesidad:
esta guerra degradada no da más y es imposible que alguna de las partes la gane
– ni vencedores ni vencidos –; no otra es la razón de que estén en la
negociación. Prolongarla llevaría a su degradación final en un
“narcobandolerismo” de pesadilla. Las razones para apoyar la solución política
pueden ser fruto de la convicción, por principios si se quiere, o por
conveniencia, por simple interés.
El punto central del
planteamiento guerrillero es que se reconozca que en la génesis del conflicto
hay una responsabilidad compartida entre Estado y guerrilla. Que las FARC
reconozcan una responsabilidad, aunque menor frente a la del Estado, es ya un
gran avance que plantearía una cierta simetría, el término es mío, entre el
Estado y la guerrilla. Para las FARC, la responsabilidad, no solo política, del
Estado no está en cabeza de las Fuerzas Armadas, a las que respetan, sino en
quienes dieron las órdenes; por la cadena de mando llegan al Consejo de
Ministros, al igual que en la guerrilla se desemboca en el Secretariado. Es en
esas instancias de decisión y mando, donde consideran que no debe haber
impunidad - “nichos de impunidad” - y sí un trato que se corresponda con las
responsabilidades de unos y otros.
Santiago plantea que
tanto el orden constitucional vigente como las normas internacionales, permiten
que “a cambio de verdad completa, exhaustiva y detallada se acuerden sanciones
que reparen y restituyan a las víctimas… creer que la única sanción es la
cárcel, es un concepto medieval”. Ese punto es bien importante, pues la
justicia nunca puede estar al servicio de la venganza, aunque ésta sea social,
sino del reconocimiento y restauración de los derechos concretos de unas
víctimas de carne y hueso. Para ello se requiere conocer la verdad “completa,
exhaustiva y detallada”; solo entonces la sociedad iniciará su proceso de
sanación; no es la cárcel la que sana, sino la verdad. De ahí la importancia de
la comisión de la verdad. Es falso que solo la cárcel, “aunque sea poquita”,
evita la impunidad. Para las FARC, si ha de haber un solo día de cárcel que sea
para todos los responsables. Ellos no reclaman impunidad/amnistía para la
guerrilla sino igual trato para todos los responsables, con el Estado a la
cabeza. Es un asunto político y no meramente jurídico.
Termina Santiago con
algo que se comenta en voz baja, no solo en Colombia sino en Madrid y
Washington, y es que el expresidente Uribe debería ser el más interesado en que
“este modelo de verdad salga adelante”, pues podría serle útil como argumento
para enfrentar los problemas jurídicos que le esperan en el camino.
Las Farc destapan las cartas.
Por, Juan Manuel Ospina.
elespectador.com
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