NUNCA
DIGAS TE AMO. POR: FERNANDO ARAÚJO VÉLEZ
Todos
los días un hombre le dice a una mujer “te amo”, y todos los días una mujer le
dice a un hombre “te amo”. Envueltos en coloridos rayos luminosos, acribillados
por una locura llamada amor que creen eterna, se clavan cientos de cuchillos
sin darse cuenta, y todos los días yo me quedo recordando un párrafo de algún
libro que tal vez inventé en el que el protagonista le decía a un amigo: “Nunca
le digas a una mujer que la amas”. Todos los días los “te amo” se transforman
en seguridades, y todos los días las seguridades se vuelven comodidad, y todos
los días las comodidades nos matan.
Todos
los días me repito que quiero vivir con el cuchillo en la garganta, y me
convenzo de que ese cuchillo está hecho con casi todo lo que ha sido proscrito:
la pasión, el atreverse, la duda, el odio, la rabia, la mentira, la no
seguridad. El cuchillo en la garganta es cambiar el sentido de lo que hemos
llamado felicidad. El cuchillo en la garganta es destrozar lo fácil y buscar lo
imposible, porque de lo posible ya se sabe demasiado, como cantaba Silvio
Rodríguez. Buscar, descubrir, cambiar, no dar nada como establecido, luchar, romper
y volver a construir, porque en últimas, todo es rompible y construible.
El
cuchillo es ir contra lo establecido. Desdeñar los títulos, los premios, los
honores y los cargos, los empleos y los horarios y las posturas. Romper las
cadenas. Leer una y mil veces un poema, el mismo poema, y buscar y encontrar en
él mil significados. Tomar. Desechar la Cultura, los Hechos, lo Objetivo, y
preferir las versiones, los argumentos y lo auténtico. Vivir en serio, que, en
últimas, es como ir contra lo establecido. Vivir en serio y con seriedad, y que
hasta el humor sea en serio. El cuchillo es ser patético. O sea, padecer.
Dolerse de y transformar el así ocurrió por un así quise yo que ocurriera, como
lo sugería un filósofo.
Mi
cuchillo es ser eternamente adolescente, sí. Y como adolescente, debatir, hacer
trizas lo que me dicen y lo que dicen a mis espaldas y recoger los pedazos que
quedan en el suelo para armar con ellos mi propio rompecabezas, y luego hacerlo
trizas y volver a armarlo.
Tomado
de www.elespectador.com
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