EL
EXIGUO HEXÁGONO. POR, ANTONIO CABALLERO
Macron
es una sorpresa. Le Pen es una constante. Peor: una creciente. el fascismo es
un cáncer que crece en el organismo de la democracia.
Supongo
–y espero– que cuando esta co-lumna se publique habrá ganado Emmanuel Macron
las elecciones presidenciales en Francia. O, por mejor decir, espero que las
haya perdido Marine Le Pen. El caso es parecido al que a finales del año pasado
se presentó en los Estados Unidos, cuando había que escoger (desde la
impotencia: sin poder votar), entre Hillary Clinton, la mala, y Donald Trump,
el peor. Entonces ganó el peor. Esperemos que este domingo en Francia haya
ganado el menos malo.
El
exbanquero y exministro Macron, joven político neófito y sin partido, es un
neoliberal convencido; lo cual, en mi opinión, es mala cosa. Pero la abogada Le
Pen, jefa y heredera del ultraderechista partido Frente Nacional, es una
fascista: lo cual, en mi opinión, es cosa peor. El neoliberalismo lleva tres
décadas causando graves daños en el mundo, sin duda. Pero el fascismo estuvo a
punto de destruirlo, y está renaciendo. Hay que atajarlo. Y Francia debiera
ser, por su todavía inmensa influencia intelectual y cultural, y por su aún
considerable aunque declinante influencia política, uno de los principales
baluartes de defensa contra la barbarie.
Esta
vez la Gran Bretaña no lo ha sido, como lo fue hace 80 años. De ahí el brexit,
la salida de Europa, dictada por el más cegato egoísmo del ala más
estrechamente reaccionaria y parroquial del partido Tory. Marine Le Pen quiere
lo mismo, un frexit – ¿una frsortie? El idioma francés, al contrario del
inglés, se presta mal a la invención de palabras nuevas–. Le Pen quiere
proteger de las deletéreas influencias extranjeras las fronteras, la moneda, la
raza, la lengua: la fortaleza del exiguo hexágono. Quiere que Francia sea
solamente la Francia de los franceses. Cerrada, excluyente, egoísta, autónoma,
autárquica, poblada únicamente de franceses. Lo contrario de lo que desde hace
dos siglos ha sido la mejor mitad de Francia. Y lo busca halagando los más
bajos instintos del pueblo francés: el chovinismo y la xenofobia.
En
la raíz del fascismo está el racismo. El miedo al otro: al diferente, al
extraño, al extranjero, al que es distinto por la raza o por la religión, por
la ideología o por la lengua o por el color de la piel. El nacionalismo es la
versión blanda, liviana del racismo, y en consecuencia del fascismo. La palabra
fascismo viene de los fasci di combatimento, haces de combate, apretados y
homogéneos como haces de flechas o de espigas, que conformaban las tropas de
choque del partido del duce italiano Benito Mussolini, el cual tomó por eso el
nombre de Partido Fascista. Luego vino el nacionalsocialismo hitleriano: el
nazismo. Y con él, la guerra mundial. Todo ello como resultado del huevo
original, del huevo de la serpiente: el miedo a la diferencia. Un miedo que
solo se supera mediante el uso de la violencia, único modo de tratar al otro,
al diferente.
Ese
es el camino que señala el nacionalismo parroquial de Marine Le Pen, y por eso
en el debate televisado del miércoles pasado su adversario, Emmanuel Macron la
acusaba, con razón: “Usted es la gran sacerdotisa del miedo”. Una frase que,
cambiando el género, sirve también para describir a Donald Trump en los Estados
Unidos o a los promotores del brexit en el Reino Unido.
Los
que son de temer, sin embargo, no son los sumos sacerdotes, sino los creyentes
en su doctrina. Porque son cada día más numerosos. La mitad de los votantes
norteamericanos eligieron presidente a Trump. La mitad de los británicos
sacaron a su país de la Unión Europea, que era un avance de la civilización.
Repito: espero que este domingo haya ganado Macron las elecciones. Pero aun
así, lo peligroso es que la que de verdad va ganando es Le Pen, porque va
creciendo. Macron es una sorpresa: una aparición inesperada dentro de la
derecha moderada francesa. Le Pen, una constante. Peor: una creciente. Según
indican los últimos sondeos preelectorales nada menos que un 40 por ciento de
los franceses vota hoy por ella, cuando hace 15 años solo un 20 por ciento votó
en las elecciones presidenciales por su padre, Jean Marie, el fundador del
Frente Nacional. El fascismo es un cáncer que crece en el organismo de la
democracia.
Tomado
de www.semana.com
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