25
JUN 2016 - 9:12 PM. www.elespectador.com
El jefe guerrillero
cree que el acuerdo final será antes de lo esperado
“La amenaza a la paz
la representan los sectores que se han lucrado de la guerra”
El
máximo jefe de las Farc, “Timoleón Jiménez”, en diálogo con El Espectador pidió
a los gobiernos de Colombia y Estados Unidos la liberación de “Simón Trinidad”.
Por:
Alfredo Molano Jimeno. En Twitter:
@AlfredoMolanoJi
En
el discurso que dio durante la ceremonia de firma del acuerdo sobre el fin del
conflicto, el máximo comandante de las Farc, Timoleón Jiménez, fue directo al
grano: “Claro que las Farc haremos política. Sí, esa es nuestra razón de ser,
pero lo haremos por medios legales y pacíficos”. Muestra de esa realidad son
las respuestas dadas en esta entrevista con El Espectador.
El
evento del jueves en La Habana marcó el punto de inflexión del proceso de paz y
el jefe insurgente tuvo una ardua jornada diplomática, que incluyó reuniones
privadas con el presidente Santos, el jefe de Estado venezolano, Nicolás
Maduro, y el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon. Una muestra de
que las Farc tienen hoy el micrófono abierto en Colombia y el mundo.
Esta
realidad no sólo fue evidente con los encuentros privados, sino que también se
vio en el detrás de cámaras de la ceremonia. Imágenes impensables hace unos
años quedaron en la memoria de los asistentes. El abrazo a la salida del salón
de protocolo entre Iván Márquez, jefe de la delegación de las Farc, y el
general Javier Flórez, quien lideró la subcomisión para el fin del conflicto,
fue muestra de que el trabajo en la mesa de diálogos unió a quienes se
enfrentaron ferozmente en los campos de batalla.
También
fue muestra del cambio de lenguaje que los primeros en ponerse de pie para
aplaudir al presidente Juan Manuel Santos cuando dio su discurso fueron los
miembros de la delegación de la guerrilla, a pesar de que el jefe de Estado
señaló que había sido el hombre que le dio los golpes militares más duros a la
insurgencia. O que los periodista se referían al comandante de las Farc como
“señor Timochenko”.
Imágenes
emotivas. Históricas como el aplauso cerrado con que fue recibido el presidente
Santos cuando ingresó al avión presidencial luego de la realización del evento.
Los invitados se levantaron de sus silla y en dos ocasiones los aplausos
retomaron su intensidad. Y es que tras terminar el acto formal, invitados y
delegados de la mesa intercambiaron, en un ambiente de júbilo, conversaciones
animadas. Un enjambre de periodistas buscaban declaraciones y fotografías para
la posteridad.
El
jueves 23 de junio el salón de protocolo de El Laguito, en La Habana, se
convirtió en el testigo mudo de un acto de verdadera reconciliación, el del fin
de la guerra más larga del hemisferio occidental. Y el hecho de que Cuba fuera
el anfitrión hizo más simbólico todo. Porque esta pequeña isla inspiró el
surgimiento de las guerrillas latinoamericanas, y su eterno antagonista,
Estados Unidos, tenía a su representante, Bernard Aronson, allí sentado.
Es
en este nuevo ambiente que Timochenko pide al gobierno estadounidense aportar a
la paz con la liberación de Simón Trinidad, quien está preso en una cárcel de
Colorado desde hace trece años. De la misma manera afirma enfáticamente que la
rebelión armada culminará cuando desaparezcan los factores que engendraron el
alzamiento campesino.
A
juicio de las Farc-EP, ¿cuándo termina la rebelión armada: cuando se firme el
acuerdo final o cuando dejen las armas?
La
rebelión armada en general sólo terminará cuando desaparezcan las condiciones
materiales que la generaron. Para hacer posible esa halagadora realidad es que
hemos trabajado con intensidad durante varios años en la mesa de conversaciones
de La Habana. El acuerdo final supone que tal aspiración ha sido concluida, y
la más clara demostración de ello será la dejación de las armas en los términos
pactados. Nuestra vinculación a la actividad política legal, sin armas y con
plenas garantías, implica también el cumplimiento de los compromisos adquiridos
de parte y parte.
¿Cuánto
proyecta usted que puede tardar la firma del acuerdo final?
Si
partimos de lo consensuado en la reunión privada que sostuve con el presidente
Santos el pasado 23 de junio en La Habana, en la que participaron los jefes de
ambas delegaciones, creo que dicha firma puede producirse más pronto de lo que
tenía en mente. Pero eso depende de que en la mesa no se entraben las cosas, se
demuestre real voluntad política y se agilicen los mecanismos para implementar
normas y producir hechos que deben estar listos antes de la firma.
¿La
liberación de “Simón Trinidad” es una condición de las Farc-EP para la firma
del acuerdo final?
En
la construcción de un acuerdo de paz, ninguna de las partes debe plantear a la
otra condiciones insalvables. Pero sí tiene la obligación de entenderla lo
máximo posible, generar confianza y demostrar voluntad de modificar posiciones
inflexibles. El caso de Simón Trinidad es simbólico de cómo en Colombia se ha
tratado al adversario político, apelando incluso a gobiernos extranjeros que se
han prestado para eso. Simón fue condenado injustamente por unos hechos que
jamás cometió. Ellos mismos se vieron imposibilitados para condenarlo por
narcotráfico y luego por terrorismo. Trajeron de los cabellos una acusación
absurda y consiguieron de modo tramposo una sentencia en su contra.
Consideramos que tanto el gobierno de los Estados Unidos como el de Colombia se
encuentran ante la posibilidad de demostrar un real cambio de actitud frente a
quienes piensan diferente. Eso, desde luego, sería un mensaje de enorme
significación para todos.
¿Por
qué el presidente Santos dice que ustedes están preparados para la guerra
urbana si no se firma la paz?
Eso
habría que preguntárselo a él. Nosotros sí nos estamos preparando para llegar a
las zonas urbanas, pero con un mensaje de reconciliación y de paz con justicia
social. Eso implica interlocución con todo el mundo, para entre todos elaborar
fórmulas que nos permitan la construcción de una Colombia sin violencia
política, justa socialmente, democrática y en franco progreso.
¿Cree
que Uribe es una amenaza para la paz?
La
amenaza para la paz la representan los sectores que se han lucrado de la guerra
y que también gracias a ella han conseguido enquistarse en el poder,
particularmente en las regiones, creando grandes emporios económicos ligados al
narcotráfico, la corrupción y las formas más repugnantes de violencia. El
alcance de esa amenaza también depende de la fortaleza de los sectores que
creen y trabajan por la paz, que creemos se reproducen de manera acelerada en
Colombia y recibirán enorme impulso con la firma de un acuerdo final en La
Habana.
Con
los últimos acuerdos y su posición respecto al Congreso, las Fuerzas Armadas y
la Corte Constitucional, ha quedado la sensación de que las Farc-EP han aceptado
la institucionalidad. ¿Es así?
Si
nos vamos a incrustar en la vida política, económica y social del país, ¿usted
cree que podríamos lograrlo por fuera de la institucionalidad? Los acuerdos
precisamente apuntan a que quienes, como nosotros, creen que hay que hacer
profundos cambios en las instituciones dejen de ser perseguidos, asesinados o
encarcelados por ellas. Eso no quiere decir que nuestras propuestas de
profundas reformas institucionales hayan desaparecido. Seguiremos trabajando
por ellas en un escenario pacífico, desarmado y legal, buscando obtener el
respaldo mayoritario de los colombianos a fin de imponerlas.
¿Qué
mensaje les da a las víctimas del conflicto armado?
Necesitamos
que nos ayuden a terminar de construir el espacio donde todos podamos
reconciliarnos y sentar las bases para levantar el edificio de la paz, en el
que nunca más nadie tenga que sufrir las calamidades de la guerra y la
violencia política. Las víctimas no pueden ser vistas sólo como si fueran
mendigos que claman por una reparación económica, sino como agentes activos de
las transformaciones necesarias para que no haya más injusticias, más viudas y
huérfanos, más familias destrozadas y mayor desolación. Cuando se habla de este
asunto suele imprimírsele cierto sesgo que sólo mira las personas y familias
afectadas por la insurgencia, pero no se puede olvidar que hay víctimas de la
otra parte, mucho mayores en número y dolor, y que incluso van más allá de la
violencia política, como los desempleados, los privados de sus viviendas, los
muertos a la puerta de los hospitales y todas esas tragedias nacidas de la
desidia oficial.
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