miércoles, 22 de marzo de 2017

CORRUPTOS HABLANDO DE CORRUPCIÓN POR: CECILIA OROZCO TASCÓN. 21 MAR 2017 - 9:00 PM

CORRUPTOS HABLANDO DE CORRUPCIÓN
POR: CECILIA OROZCO TASCÓN. 21 MAR 2017 - 9:00 PM

Sin engaños: los ultraderechistas indignados con el perdón entre los enemigos que se enfrentaron en armas y con la igualdad de penas para los dos bandos que tuvieron criminales de guerra en sus filas (a los que pretenden diferenciar ante la ley, no por la gravedad de los delitos en que incurrieron sino por el tipo de uniforme que llevaban cuando los cometieron), están aprovechando hasta la última gota del mar embravecido por el asunto Odebrecht para destruir el acuerdo de paz y sabotear la palabra empeñada por el Estado representado —gústeles o no— por Juan Manuel Santos cuyos mandatos, decisiones y firmas de convenios gozan, hasta el momento, de presunción de legalidad. Con un desprecio asombroso hacia nuestra capacidad de relacionar la historia reciente con la actual, salen a hacer declaraciones escandalizadas sobre el pago de US$400.000 de la multinacional brasilera, en 2010, a una firma privada que trabajaba para la campaña de Santos o sobre el supuesto soborno de un millón, en 2014, al gerente de la misma, aún sin demostrar. Desde luego, criticar actos de corrupción es deber y derecho de todos aunque, en la mayoría de las ocasiones, en el mundo de los poderes particulares y públicos de Colombia, sea puro bla bla bla pues lo que en verdad se rechaza es la corrupción ajena. La propia, ni se percibe como tal.

Lo que no es admisible es que unos notables del gran empresariado rural y urbano y de la política se arroguen la vocería de la sociedad sin tener autoridad ética y vaya usted a ver si judicial, para pedir renuncias o exigir castigos ejemplares para los otros cuando en sus filas predilectas no recibieron bicocas de medio millón o de uno, sino de seis veces esa cifra (US$6,5 millones, exactamente) en 2009. Con el agravante de que su ingreso ya fue admitido por Gabriel García Morales, viceministro que adjudicó la Ruta del Sol Fase II y quien llegó a ese cargo escogido por el ministro Andrés Uriel Gallego (q.e.p.d.), tan cercano al presidente Álvaro Uribe, que fue su secretario de Obras en la Gobernación de Antioquia, en los 90, y su jefe de la misma cartera durante los ocho años de sus periodos presidenciales. En este caso, además, está probado que otro consentido de la época uribista, Daniel García Arizabaleta, fue contratado por Odebrecht en cuanto salió de la Casa de Nariño en donde se la pasaba, para servir de enlace entre la sobornadora y el candidato del expresidente en 2014. ¡Si hasta llevó a Óscar Iván Zuluaga, al hijo de este y a un precandidato del Centro Democrático a Brasil para que Odebrecht le pagara US$2,5 millones más, al publicista que fue de su campaña!

Uno los oye, olímpicos, y no lo cree: ¿Con qué cara salen a gritar en los micrófonos, hacen fiestas, almuerzos y comidas; van a reuniones en las fincas antioqueñas o cordobesas para solazarse con los dramáticos alcances de la inmoralidad del país y se sientan a manteles en los mejores restaurantes bogotanos para practicar el juego de moda: apostar sobre el tiempo en que demorará en publicarse el próximo capítulo del escándalo que una fuente altísima de la Fiscalía les ha filtrado a conveniencia? No se necesita ser muy perspicaz para adivinar la respuesta: les importa cinco la corrupción. ¡Si la practican hace años, solo que en sus manos se convierte en “alto interés de Estado”! Recuerden, no más, el máximo beneficio corrupto que obtuvieron cuando lograron cambiar la Constitución y consiguieron tener presidente de la República propio cuatro años adicionales mediante la compra de los votos de los congresistas Yidis y Teodolindo. Limpiar la podredumbre pública no es su objetivo. A otros con ese cuento. El suyo es recuperar el control del Ejecutivo y de las cortes para quedar ellos con la exclusividad de la corrupción económica y con la capacidad política de expulsar a Santos por su máximo pecado, no precisamente el de su presunta violación del Código Electoral o Penal, sino el de haber adelantado un acuerdo de paz con las Farc.

EL “ODEBRECHT” JUDICIAL
POR: CECILIA OROZCO TASCÓN. 14 MAR 2017 - 9:00 PM

Odebrecht y su corruptela continental no puede cegarnos frente a otros líos como, por ejemplo, el del cocido que hay alrededor de la conformación de la nueva Corte Constitucional que debe resolverse ya, a pesar de que el escándalo de la financiación de las campañas presidenciales ocupe cualquier espacio. Imagínense la alta corporación de la Justicia, adonde terminarán llegando tutelas del affaire brasilero, integrada ya no por los limpios magistrados María Victoria Calle, Luis Ernesto Vargas y Jorge Iván Palacio, sino por gente de moral elástica similar a la que Odebrecht buscaba. ¿Qué tal la sala plena que dirime los conflictos más trascendentes de la sociedad, compuesta —descompuesta— por Martha Isabel Castañeda (dama que hacía vueltas para el oscuro exprocurador Ordóñez y para sí), Wilson Ruiz (abogado de pocas luces y muchas mañas) o por Carlos Ardila Ballesteros (expresidente de la Cámara investigado por el uso libertino de los dineros públicos que manejó)? Más allá: ¿qué tal una Corte Suprema que postula a los aspirantes a reemplazar a dos de los tres togados salientes, considerando, votación tras votación, nombres de ese nivel tan pobre, pero sobre todo, tan impresentable? Si la corporación que defiende la Constitución se hunde, como viene sucediendo con la presencia de personajes talla pretelt, con ella también se sepultará la Suprema por haber catapultado a la mejor dignidad de la rama a individuos que, por el contrario, deberían estar bajo la lupa de su Sala Penal. ¿Con cuál autoridad ética juzgará, en última instancia, los procesos que, seguramente, se derivarán de Odebrecht, después de ser la responsable de otra contaminación de la Justicia?

En esa línea sin interrupciones que conecta todas las aristas de la cosa pública, La Suprema yerra si piensa que pasará de agache ante la crisis de honor que sufre Colombia como si los delitos políticos no tuvieran nada que ver con los de los miembros del poder judicial: tan corruptos son los ejecutivos de una campaña presidencial que reciben dineros de quienes después cobran su devolución en contratos, como los magistrados que aprovechan su investidura en beneficio de sus parientes, aliados o allegados o, peor aún, de sus bolsillos. Casos existen. Admito que nos equivocamos quienes nos metimos de cabeza en el empeño de destapar a los más cínicos de las cortes creyendo que los habíamos vencido. Falso: se fueron unos, se anuló la elección de otros, pero lejos quedaron de padecer una derrota. Al revés: les hicimos un favor porque fuera del foco de la opinión infiltraron las cortes con sujetos como ellos y sin ningún control. Estos son los que hoy manipulan las votaciones internas para seleccionar las ternas de las que el Congreso elegirá. Favor con favor se paga. ¿Qué diferencia hay, pues, entre los miembros de las cortes y la “División de Operaciones Estructuradas” de Odebrecht?

La trayectoria de los “seguros candidatos” de la Suprema a integrar la Corte Constitucional revela su categoría: la ex vice procuradora Castañeda es “meritoria” por haber secundado las arbitrariedades de Ordóñez cuando abría, dejaba de abrir o cerraba causas disciplinarias a partir de sus sesgos como cuando desalojó del Senado, con mentiras, a Piedad Córdoba, y cuando defendió, en sustitución de su apoderado, a Pretelt; “meritoria” también es esa señora por haber llenado plazas de la Procuraduría con recomendados de quienes votarán por ella. Wilson Ruiz es recordado por aspirar a cualquier silla oficial de la que derive ventajas y por su mediocre paso por la Sala Disciplinaria que le hizo trampas a la ley para subirles, falsamente, las pensiones a sus protegidos de los tribunales. Ardila Ballesteros es un politiquero de vieja data: exconcejal, exdiputado, excongresista, ex consejero electoral, exinvestigado por la alegre manera en que comprometió el presupuesto oficial en contratos y viajes. Fue todo, menos juez. Y ahora pretende ser máximo magistrado. Ah, y la cereza del postre: los tres pertenecen a la línea Ordóñez-Pretelt. ¡Bonito futuro nos depara el país!.

TOMADO DE WWW.ELESPECTADOR.COM

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