PROHIBIDO
CONOCER LA VERDAD. POR. CECILIA OROZCO TASCÓN
Tomado
de www.elespectador.com
¿Quién
lo creyera? Bajo la responsabilidad histórica de la actual Corte Constitucional
y de un Congreso calificado con cero en legitimidad moral para dictar cátedra
sobre las conductas de otros, no se sabrá la verdad de la guerra. A lo sumo, se
ventilarán, en este acuerdo de paz, las culpas de las Farc que parecen ser las
únicas que echaban bala y que mataban en Colombia. Si nos ceñimos a la
legislación impuesta, los disparos mortales, los homicidios y vejámenes del
lado que combatía a la guerrilla, provenían de fantasmas a los que se niega,
por Ley Estatutaria, darles rostro pese a los derechos de las víctimas, ahora
revictimizadas. La Corte, desprestigiada por la corrupción de uno de sus
miembros y por su proclividad a congraciarse con el poder económico en
contravía de la Carta Política, le abrió la puerta a la impunidad del sector de
la sociedad también responsable de estos 50 años de terror, cuando excluyó a
los “terceros” civiles de la obligación de confesar sus culpas ante el tribunal
de la JEP. Al anochecer del lunes pasado, la Cámara, presidida por un
manipulador que maniobró la plenaria como si fuera la sala de su casa, aprobó
el texto en que se reglamenta el funcionamiento de la JEP. Lo cierto es que
hubo respiro de alivio, pero no porque su letra sea una maravilla, sino porque,
aunque estropeado, el acuerdo entre el Estado y las Farc tendrá unos cuantos
dientes.
En
concreto, los civiles que podrán seguir tranquilos a pesar de sus cargas de
conciencia son los industriales, empresarios, comerciantes, ganaderos,
agricultores de grandes extensiones y los funcionarios públicos: notarios
cómplices de despojadores, fiscales y jueces que botaban expedientes o
absolvían a los genocidas; alcaldes y gobernadores, diputados, concejales y los
mismos parlamentarios cómplices de las autodefensas. Ninguno de los anteriores
tendrá el deber de decir una sola palabra sobre los delitos que cometió o que
incentivó. Serán desiguales ante la ley: ellos con más privilegios que los
combatientes directos, o sea, los soldaditos y los guerrilleros del pueblo
raso. Un artículo de lo más independiente que he leído, pese a que revela la
mitad de la mitad, fue publicado por El Espectador el domingo pasado. Luz
Carime Hurtado, quien tituló su nota “Las cuentas pendientes de los civiles en
la guerra”, hizo un examen sencillo, pero contundente: revisó las sentencias de
los tribunales de Justicia y Paz del país, creados no por un gobierno
ridículamente rotulado por la ultraderecha con la ficción del “castrochavismo”,
sino por Álvaro Uribe —vea usted, pues—, máximo representante de esa facción
política, cuando implementó su proceso de desmovilización de los paramilitares.
Según Hurtado, los fallos de la sala del Tribunal de Bogotá mencionan 57
empresas que colaboraron con los paramilitares; en las sentencias contra los
bloques Bananero y del Norte, de Urabá, aparecen Chiquita Brands, su filial
Banadex, Sunisa, Conserva, Uniban y otras firmas del ramo; además de los
nombres de Carlos Lacouture Dangond y de Jorge Gnecco Cerchar como promotores
de grupos privados armados que eliminaban sindicalistas; se registran las
reuniones de Carlos Castaño con empresarios del Valle del Cauca que aportaban
$20 millones, cada uno, para que se abriera un frente paramilitar en la región;
se habla del bloque Tolima apoyado por los ganaderos de la región y por
Cementos Diamante; con el bloque Cacique Nutibara se relaciona a Granahorrar,
Comfenalco, Lander, Pinturas El Cóndor y hasta Coltejer; aparecen los
vinculados al Fondo Ganadero de Córdoba y del lado del bloque Catatumbo,
entidades como Termotasajero y servicios públicos de Norte de Santander; los
gaseros de Urabá y los madereros del Darién en otras zonas y no podía faltar la
Drummond. Todos han sido referenciados, repito, en los textos de los tribunales
de Justicia y Paz abiertos durante los gobiernos Uribe, qué desilusión, no en
los gobiernos conspirativos del comunismo internacional. Ninguno o muy pocos
empresarios, sin embargo, han sido declarados culpables o inocentes. Sus
nombres quedaron, ahí, flotando. Y así seguirán, como fantasmas, sí señor, a
los que está prohibido ponerles apellido judicial cuya verdad en la guerra ha
sido cercenada desde la alta institucionalidad. Corregido el yerro cometido por
el uribismo, ahora todos están tranquilos porque retrocedimos, no avanzamos.
VER
TODOS LOS COLUMNISTAS
No hay comentarios.:
Publicar un comentario