VOTO
DE OPINIÓN, NO MÁS DE RESIGNACIÓN. POR: CECILIA OROZCO
TASCÓN
tomado
de www.elespectador.com
El
mejor regalo de año nuevo para la ultraderecha y, también, para una derecha que
se muestra semiblanda por motivos pragmáticos pero que es gemela ideológica de
su colega extremista, sería el de entregarles la noticia sobre el fracaso de la
conformación de una coalición anticlientelista entre Claudia López, Jorge
Enrique Robledo y Sergio Fajardo. Es claro que los denominados “jefes
naturales” de las bancadas mayoritarias del Congreso están intranquilos con la
posibilidad de que erija un aspirante único a la Presidencia, de esta tripleta
exenta de prácticas corruptas, precisamente porque no tiene mancha. Uno por
uno, los miembros de la posible coalición, tienen calificaciones que superan las de los representantes del poder
establecido:
Si
hay alguien que le produzca dolor de cabeza al dios Uribe Vélez en su tierra,
ese es Fajardo; si hay alguien que preocupe a Germán Vargas Lleras porque
reduciría sus resultados en las urnas departamentales, ese es Fajardo. El
profesor universitario nunca se ha movido del centro político pese a que esta
decisión le ha costado ampliar su aceptación en sectores liberales de
pensamiento. A Uribe y sus aliados, a Vargas Lleras y los suyos, y también a
los candidatos de las otras colectividades tradicionales, les estorba Fajardo
no por su espectro político sino porque les lleva una ventaja: es una figura
diferente, sin polillas, y no arrastra las prácticas inmorales con que han
ganado ellos, elección tras elección, cierto, pero a costa de su desprestigio.
Cuenta una fuente autorizada (protagonista pública en Antioquia), que el
nerviosismo con Fajardo ha llegado al punto de respaldar, por debajo de la
mesa, al cuestionado contralor del departamento, Sergio Zuluaga —pese a su mala
fama—, para que este socave al líder de Compromiso Ciudadano, abriéndole
investigaciones a como dé lugar. Poco después de que me enterara de esa
intención mezquina aunque predecible, Zuluaga embargó dos bienes de Fajardo con
gran bombo publicitario… Veremos qué queda de ese proceso viciado.
Jorge
Enrique Robledo, desestimado por el establecimiento económico y social aunque
ha sido calificado como el mejor senador colombiano durante varios años, y a
que obtuvo 192.000 votos, el mayor número en las elecciones del 2014 con el que
superó las maquinarias de los viejos caciques que se sostienen a punta de
tamal, tejas y dinero en rama para los sufragantes de sus regiones, ha
derribado la mala fama de sectario e intransigente con que lo matonearon sus
enemigos de derecha e izquierda: hoy por hoy, parece ser el fiel de la balanza
entre Fajardo y López. A Robledo se le estigmatiza cada vez que hace un debate
demoledor, como todos los suyos, con los delitos de Samuel Moreno porque este
fue de su partido. Qué curioso: sus detractores no aplican la misma regla sobre
la presunta responsabilidad partidista cuando caen presos los kikos, las
oneidas, los ñoños, los besailes, las zuccardis. No obstante la persistencia enemiga,
nadie ha podido poner una sola sombra de duda seria sobre la conducta de
Robledo.
A
Claudia López sí que la ha discriminado el poder del conservadurismo nacional:
por mujer, por ejercer sus preferencias sexuales, por “gritona”, por denunciar
en público lo que la sociedad sabe que es cierto pero que —irónicamente— le
exigen “probar” en los tribunales. De la academia y los tanques de análisis,
saltó a la escena electoral y vaya sorpresa, pasó por encima de las estructuras
de los barones y acumuló 81.000 votos situándose entre los cuatro congresistas
predilectos de los sufragantes. Los otros tres no eran recién aparecidos como
ella: Uribe, Serpa y el propio Robledo. Un trino imprudente, si se quiere, pero
también intrascendente, no puede echar al traste la coalición
Fajardo-Robledo-López frente a la posibilidad de que el país supere la
deprimente época premoderna en que está y pase a la etapa de la civilización
democrática. No se puede disolver, de nuevo, la esperanza de que el voto de
opinión venza, por primera vez, al voto del sometimiento y la resignación con
nuestra mala suerte.
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