miércoles, 19 de julio de 2017

URIBE Y SU MUNDO DE VENGANZAS. POR: CECILIA OROZCO TASCÓN

URIBE Y SU MUNDO DE VENGANZAS. POR: CECILIA OROZCO TASCÓN

“Nací en Medellín, soy hincha del Nacional, pero no sabía que eso que llaman «antioqueñidad» se sintiera amenazada por una columna de humor”. Félix de Bedout, periodista y columnista de exitosa y —por si las moscas— limpia trayectoria, publicó este trino que resume lo que los antioqueños enterados, intelectuales, académicos, universitarios e, incluso, del alto mundo empresarial piensan sobre el más reciente escándalo de Uribe Vélez quien, pobre, no encuentra sosiego en ningún momento de su existencia, siempre rumiando rencores. ¡Qué triste! Los paisas son divertidos, informales, cuentan chistes mañana y tarde, inventan historias y toman del pelo a quien dé papaya. Pero por arte de algún maleficio, a Uribe Vélez, quien nació con el don del artificio y la astucia, la vida le negó el de la risa y, con este, el de la inteligencia que distingue las líneas finas que separan lo bueno de lo malo; lo correcto de lo incorrecto; lo permitido de lo prohibido; sus derechos de los míos; la gracia de la calumnia. Por no conocer fronteras y por su incapacidad de interpretar los colores que hay entre los dos extremos rotundos, del blanco al negro, se atreve a calificar de “violador de niños” a quien aludió, con sentido de humor, a dos nombres que, claro que unidos, se prestan para una sonrisa inocente: Paloma y Amapola.

No se necesita ser Platón para comprender la distancia sideral entre una mención inocua, en una columna, de las personas que así se llaman, y un depredador sexual. Pero ese es un detalle sin importancia en el cerebro cerrado de quien venía cultivando su venganza contra el humorista. No por defender a Paloma y Amapola, quienes fueron solo una disculpa: las usó como instrumento de sus propósitos inconfesables. Los comentarios corrosivos, pero no criminales, de Daniel Samper Ospina cuando caricaturiza a Uribe superaron, hace rato, el nivel de tolerancia del criticado, que suele ser bien estrecho. Y encima, Samper monta una presentación en vivo que agota sillas todos los días, en que destroza la realidad política colombiana —Uribe en ella, por supuesto—. Su auditorio estalla en carcajadas cada noche. Alguien del sombrío entorno uribista tuvo que darse cuenta del demoledor efecto que produce la obra de Samper en los espectadores, los votantes de 2018.

La ridiculización de las figuras del poder es insoportable para los autoritarios porque los baja de su pedestal de ídolos y exhibe sus debilidades. La víbora que se toca, se gira y envenena con su ponzoña al atrevido que esté cerca de ella. Eso quiso hacer Uribe con Samper Ospina y no hay que darle interpretaciones elaboradas, señores analistas. Déjense de finuras, dejen de imaginar que el señor de los rebaños es el pensador de Rodin de nuestra nación. No puede hacer sus veces porque está ocupado librando sus batallas de odios. Si se tratara de táctica electoral, y perdonen que repita, no daría papaya. Por ejemplo, no recibiría en su partido a un condenado por “acceso carnal violento” de una menor de 13 años ni se tomaría una foto con él, al tiempo que acusa a su crítico de “violador” por mencionar el nombre de una niña, vaya desproporción (ver foto, ver sentencias 1 y 2, y escuchar audio).

No habría, jamás, permitido que agentes de seguridad de su gobierno enviaran coronas fúnebres a una menor de seis años para amedrentar a su padre, otro columnista que lo investigaba (ver). Bajo su férreo mandato, en que no se movía una hoja sin su aceptación, nunca sus jefes de Inteligencia hubieran podido mandarle muñecas untadas de esmalte rojo en sus partes genitales, destrozadas por quemaduras de cigarrillo, a la pequeña hija de una profesional del Colectivo de Abogados o a otros perseguidos políticos de su época (ver testimonios 1 y 2). Las confesiones y condenas de los ex funcionarios del DAS de los gobiernos Uribe entre 2002 y 2010 muestran que las anteriores afirmaciones no son falacias, ni inventos, ni equivocaciones, ni injurias, ni calumnias. Son verdades judiciales que concuerdan con lo que haría una mente atrapada en su mundo de rencores. ¡Qué triste!


SENADOR ROBLEDO: HOY, USTED NO TIENE GARANTÍAS EN COLOMBIA
POR: CECILIA OROZCO TASCÓN

La denuncia penal del fiscal general contra un senador en pleno ejercicio de sus funciones es, más que una torpeza, un acto asombroso de soberbia que amenaza la raíz misma de la democracia y la separación de poderes en que se fundamenta. A partir del momento en que el calculador Néstor Humberto Martínez fue tocado por la vorágine de la corrupción que él prometió combatir, parece haber perdido el control de sus emociones y, lo que es más grave, de sus actos. Primero sobrevino el caso de Odebrecht que puso en entredicho las campañas presidenciales pasadas, una de las cuales había contado con su amistad y apoyo; después aparecieron evidencias pasadas de sus consejos o los de su bufete de abogados, a un socio de Odebrecht; más adelante, se exhibieron unos documentos que también vincularían su actividad de jurista con el negocio Navelena. Y la tapa de la olla a presión que lleva por dentro Martínez, pero ya como jefe del ente investigador: su director nacional Anticorrupción, Gustavo Moreno, fue grabado, en audio y video, extorsionando a un corrupto igual a él.

Desde cuando el fiscal tuvo que ordenar la captura de Moreno, elegido solo por él y sin clientelismo alguno para ese puesto clave de su administración —según aseguró—, se le nota descompuesto y sin norte. Aparenta estar frente al timón. Habrá que verificarlo. Despiertan sospechas tantas detenciones inmediatas y espectaculares aquí y allá para demostrar que la Fiscalía sigue, sin alteración, su lucha contra la corrupción: el secretario de Seguridad de la capital antioqueña, de muy selecta clase social y de cuya conducta, presuntamente proclive a las bandas criminales, se venía hablando hace meses y no ayer, aparece con esposas en sus manos ante las cámaras de prensa y televisión; unos jueces y funcionarios judiciales de Paloquemao se convierten, de nuevo, en noticia después de semanas de haberlo sido; tres magistrados del Tribunal del Meta son transportados a Bogotá también esposados y condenados en la práctica; el contralor de Antioquia, el director del Hospital La María y familiares de este —una de ellas exauditora general de la Nación— son vinculados o capturados por unas denuncias sobre abusos en cirugías estéticas que los medios habíamos revelado hace por lo menos un año. Esperemos que esta hiperactividad de la Fiscalía, justo después del escándalo Moreno, no sea espuma que se deshaga y que nos cueste millones de pesos en indemnizaciones.

Y lo que faltaba: la denuncia loca, por injuria y calumnia, del mismísimo Néstor Humberto Martínez, en su calidad de fiscal general, contra el senador líder de la oposición de izquierda Jorge Enrique Robledo, por las críticas que éste le ha hecho, con documentos, por los impedimentos que tiene Martínez Neira para investigar la megacorrupción de Odebrecht. El poder aplastante que posee quien dirige las investigaciones penales en el país, incluyendo la suya, y los jueces que resolverán el asunto, que son quienes votaron por él para la Fiscalía, deberían haber sido suficientes motivos para abstenerse de cometer semejante barbaridad propia de dictaduras. Sin embargo, lo más grave de este asunto es su intento de romper —“volver trizas”— la Carta Política en cuanto a la inviolabilidad que protege los votos y opiniones de los congresistas. Sentencia de Unificación de Sala Plena 047 de la Corte Constitucional de 1999: “El fin de la irresponsabilidad (o no imputabilidad) de los congresistas es que (estos) representantes del pueblo puedan emitir de la manera más libre sus votos y opiniones, sin temor a que éstos puedan ocasionar persecuciones judiciales o de otra índole… La irresponsabilidad de los congresistas es consustancial a la democracia constitucional ya que es la expresión necesaria de dos de sus principios esenciales: la separación de los poderes y la soberanía popular”. Si el gran jurista Martínez no sabe esto, ¿de qué se jacta? Un consejo que usted no me ha pedido, senador Robledo: tal como están las cosas, hoy usted no tiene garantías. Acuda a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

Tomado de www.elespectador.com. 11 Jul 2017 - 9:00 PM

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