lunes, 14 de noviembre de 2016

VUELTA DE TUERCA. POR: ALFREDO MOLANO BRAVO.

VUELTA DE TUERCA.  POR: ALFREDO MOLANO BRAVO.

Trump surge con violencia de un poderoso sector de población que come perros calientes y palomitas de maíz pira mirando series de televisión donde abundan la sangre, los choques de carros y los ponqués en la cara del pendejo de la película.
Es elemental —no sé si sano en su vida privada—, ávido de consumo y tosco. Lo seducen el espectáculo ruidoso, los chistes flojos y la guerra. Y así es él: un bobo peligroso, fascinado por los escenarios, las luces y el confeti. Fue elegido contra gran parte de los republicanos y contra todos los demócratas, gracias al retén interpuesto por el Colegio Electoral —nido del puro y duro clientelismo gringo— que derrota usualmente el voto directo, con el que ganó Hillary.

Nadie sabe a ciencia cierta qué hará Trump. Es posible que, dado que no adquirió muchos compromisos para llegar a la Casa Blanca, el vacío sea llenado por el llamado “complejo industrial militar” —el poder real en EE. UU.—, que representa los intereses de esa población ultraconservadora conocida como WASP (White, Anglo-Saxon and Protestant) y muy cercana a la National Rifle Association, el poder civil armado.

En lo que a nosotros nos toca, es evidente que el triunfo de Trump afianza las tesis guerreristas del uribismo y debilitará el “mejor acuerdo posible”, firmado entre el gobierno de Santos y la guerrilla de las Farc.

Después de felicitar a Trump, el Gobierno encargó al general Rosso José Serrano, el “mejor policía del mundo”, de husmear el rumbo que puede tomar la nueva administración en materia de seguridad. Y Serrano, con esa desenvoltura campesina que tiene, dijo, de entrada, que volverá la fumigación con glifosato contra los cultivos ilícitos. A primera vista es un anuncio esperado que ya había hecho el fiscal Néstor Humberto y que Uribe ha exigido siempre como arma de guerra. La fumigación es un gran negocio para los contratistas norteamericanos; para Monsanto —es decir, Bayer—, que los produce, y sobre todo para el guerrerismo criollo: las “manzanas podridas” dentro de la fuerza pública. La fumigación aérea alborotará el avispero de nuevo y pondrá en serio peligro el cada día más frágil cese bilateral de los fuegos. Los colonos que tienen su chagra al día volverán a moverse hacia otras regiones donde también los fumigarán, y se reiniciará así el siniestro juego del ratón y el gato en detrimento de las selvas y de sus aguas. Los campesinos no se van a dejar sitiar por las necesidades en el confín, la guerrilla no va a dejarlos solos a merced de los bombardeos con veneno. Más claro: los colonos les exigirán a las Farc una posición y las Farc no van a dejar tirada a su gente, los colonos.

No me cabe duda de que los cultivos de coca han aumentado por razones bastante obvias: primero, porque el contrabando de combustible tanto de Venezuela como de Ecuador ha disminuido y muchos pimpineros podrían haberse dedicado a cultivar la matica; segundo, porque el Gobierno no ha impulsado ningún programa de sustitución, y tercero, porque el consumo doméstico ha aumentado y la comercialización se ha democratizado. Golpear esa economía tendrá consecuencias de orden público y en ese río revuelto, los tratantes de la guerra meterán la reversa a la brava. Uribe utilizará la revoltura como prueba fehaciente de la conexidad del narcotráfico con la rebelión, una de sus estrategias de saboteo; los programas sociales que EE. UU. estaba diseñando para apoyar el llamado posconflicto terminarán siendo reorientados por la embajada norteamericana hacia la “guerra contra las drogas”, cuyo resultado perverso, como se sabe, es sostener viva y activa la economía del narcotráfico.

La fumigación es la llave con la que se abre o se cierra el conflicto en las zonas de apoyo social de las Farc. En pocos días tendremos a la administración Trump, según el general Rosso José, imponiendo la medida con el aplauso fervoroso del fiscal, de Uribe y de los oficiales interesados en seguir siendo ascendidos en el Congreso pese a estar incursos en delitos atroces como son los falsos positivos.

La cuestión de la fumigación aérea es una prueba de fuego para Santos y pondrá a prueba la existencia del mejor acuerdo posible.

12 NOV 2016 - 9:00 PM. Tomado de www.elespectador.com

¿PUEDE URIBE DECIDIR EL DESTINO DE LAS FARC?. POR: ALEJANDRO REYES POSADA

¿PUEDE URIBE DECIDIR EL DESTINO DE LAS FARC?.
 POR: ALEJANDRO REYES POSADA

Con el acuerdo de paz, la perspectiva de las Farc era transformarse en un movimiento político sin armas, con restricciones temporales a la libertad de sus dirigentes, reconocimiento de la verdad de los crímenes de guerra y promesa de no repetirlos para reincorporarse a la sociedad como fuerza impulsora de cambios estructurales, bajo las reglas del juego democrático.

La décima conferencia de los llanos del Yarí demostró la unidad de mando de la organización y el respaldo a los comandantes que hicieron la negociación. El cese del fuego redujo el número de víctimas casi a cero, confirmando la voluntad de paz de la guerrilla más grande del país.

La decisión inducida de los electores de rechazar el acuerdo de paz crea una encrucijada de caminos para las Farc. Su primera reacción fue abrir la posibilidad de ajustes al acuerdo para formar un consenso más amplio sobre las condiciones de su reincorporación a la política, siempre que los cambios no afecten lo esencial del acuerdo.

También indujo a Joaquín Gómez a pedirles a los guerrilleros regresar a zonas seguras, en previsión de que se reanude el conflicto. La cúpula de las Farc no parece tener la intención ni la posibilidad real de volver a comandar la lucha guerrillera y las bases de combatientes rasos quieren parar la guerra y regresar a sus hogares. Sin embargo, los mandos medios tienen muchos incentivos para convertirse en jefes de bandas criminales si fracasa el proceso de paz y tienen capacidad de arrastre para reclutar combatientes entrenados con la promesa de botín.

Así las cosas, la renegociación del acuerdo debe preservar la conversión de la guerrilla en movimiento político y para eso lo esencial son dos condiciones: la libertad de los comandantes para organizar y dirigir el nuevo movimiento y la posibilidad de participar en la política por los canales democráticos, incluyendo la posibilidad de ser elegidos a cargos de representación popular.

Las líneas rojas inamovibles de Uribe hacen imposible acomodar sus exigencias en la renegociación del acuerdo. Uribe cree que no hay conflicto armado, sino un ataque terrorista a una democracia respetable, piensa que la negociación de Santos es una claudicación ante el castrochavismo y una traición a la seguridad democrática de su gobierno, que la reforma rural es un atentado a la propiedad privada de personas honorables, cuya buena fe debe probar la legalidad de sus títulos sin admitir prueba en contrario, y, finalmente, que la justicia transicional no debe averiguar la responsabilidad criminal de otros actores del conflicto, sino aplicarse únicamente a las Farc.

Al abortar el consenso necesario para un gran acuerdo nacional a favor de la paz, Uribe logra arrinconar a Santos y a las Farc en un callejón cuya única salida es la disolución de la estructura armada, hasta ahora monolítica, y su fragmentación en una o dos docenas de bandas criminales que vivirán del narcotráfico, la minería ilegal y la extorsión.

De paso, también cierra la puerta a la negociación con el Eln, al imponer los límites estrechos a los compromisos que puede asumir el Gobierno en la nueva negociación. Lo que Uribe no pudo lograr en su doble período de gobierno quiere lograrlo en la renegociación del acuerdo, descabezar a las Farc e impedir su transformación en una fuerza política democrática, para tratarla como una organización puramente criminal. Esa es la alternativa más cómoda para la preservación del monopolio de la tierra, para la represión de los movimientos populares y para garantizar la impunidad de los agentes públicos y privados de la guerra. Si triunfa, Uribe decide el destino de las Farc y las condena a la criminalidad organizada.

Tomado de www.elespectador.com

UN NUEVO ACUERDO DE PAZ. POR: EL ESPECTADOR (EDITORIAL)

UN NUEVO ACUERDO DE PAZ.  POR: EL ESPECTADOR (EDITORIAL)

La paz no es únicamente la dejación de armas.

La primera conclusión ineludible sobre lo ocurrido es que los partidarios del No tenían razón: era viable renegociar ciertas cosas y conseguir un respaldo social mucho más amplio al acuerdo.

El sábado las delegaciones del Gobierno y las Farc en La Habana firmaron el nuevo acuerdo de paz que ambos ven como definitivo. Aunque es pertinente revisar con cuidado el texto final de lo pactado, y queda en el aire el fundamental tema de la refrendación, celebramos la noticia y esperamos que esta sea la solución a la incertidumbre que surgió después del plebiscito.

La primera conclusión ineludible sobre lo ocurrido es que los partidarios del No tenían razón: era viable renegociar ciertas cosas y conseguir un respaldo social mucho más amplio al acuerdo. Hicieron muy bien el presidente Juan Manuel Santos y el jefe de la delegación del Gobierno, Humberto de la Calle, cada uno en sus discursos, al reconocer los aportes esenciales que hicieron los voceros de la posición que triunfó en el plebiscito. Invitamos a los representantes del No a entender este gesto de buena voluntad por fuera del cinismo típico de nuestra cultura política. La coyuntura histórica así lo exige.

La segunda conclusión es que, a menos que haya intereses políticos individualistas detrás de los análisis, es muy complicado decir que se trató de una reforma cosmética. Ese miedo, que muchos partidarios del No promovieron durante el proceso de renegociación, ha quedado resuelto con los cambios introducidos, que no son menores. Las restricciones a la Jurisdicción Especial para la Paz, el compromiso de reparación a las víctimas con bienes de las Farc, la aclaración sobre la conexidad del narcotráfico y el delito político, y la pena de la restricción efectiva de la movilidad son resultados directos de las conversaciones con el No y son puntos donde las Farc no parecían muy dispuestas a ceder.

Por supuesto, lo anterior significa que los cambios no adoptaron absolutamente todo lo propuesto, pero era imposible. De nuevo, no sobra recordar que se trataba de una negociación, no una rendición, y que era necesario que todos los involucrados cedieran si en verdad el interés era conseguir un acuerdo plausible.

Sobre eso último queremos expresar nuestra gratitud y admiración para De la Calle, Sergio Jaramillo y todo el equipo negociador. Ante una situación complejísima, demostraron nuevamente su capacidad de escuchar y conciliar a todas las partes en pugna. De nuevo: gracias.

Hay quienes, dentro del No, critican que el Gobierno haya decidido firmar el acuerdo sin antes socializarlo con ellos. Sin embargo, desde siempre estuvo claro que la administración Santos seguía siendo la única interlocutora ante las Farc, y que el acuerdo era entre ella y la guerrilla. Convertir a los negociadores en mensajeros de un ir y venir lo único que hubiese logrado es posponer innecesariamente el acuerdo, volver aún más difícil el diálogo y atentar contra el frágil cese bilateral del fuego.

Queda pendiente, no obstante, la pregunta por la refrendación. Si bien el Congreso es el espacio democrático legítimo para gestionar lo acordado, la existencia de una votación previa sí introduce una pregunta sobre cómo garantizar que los colombianos se sientan representados por lo pactado. Hay varias opciones sobre la mesa que habrá que discutir en los próximos días.

Finalmente, queremos plantear una tercera conclusión preocupante: la paz no es únicamente la dejación de armas. Eso lo comprendía el primer acuerdo, con su ambición de traer reformas estructurales que permitan cambiar la cultura política y atajen la desigualdad. Aunque hace falta estudiar el texto final, los anuncios sobre el catastro en el nuevo pacto dejan el sinsabor de que se cedió en una iniciativa que pretendía atacar el corazón del atraso rural. Ojalá no sea así. Esta es la oportunidad para reinventarnos el país, no para reafirmar las mismas fallas históricas.

13 NOV 2016 - 3:34 PM. Tomado de www.elespectador.com


APRENDIZAJES DEMOCRÁTICOS. POR: RODOLFO ARANGO

APRENDIZAJES DEMOCRÁTICOS. POR: RODOLFO ARANGO

Gracias a la participación del pueblo en el proceso de paz, contamos hoy con un nuevo acuerdo que recoge muchas objeciones de los promotores del No.

El mecanismo de refrendación mostró sus virtudes pese al estrés generado. La negativa del pueblo el 2 de octubre permitió mejorar lo inicialmente acordado. El resultado del plebiscito propició la movilización popular, el diálogo con los representantes del No y la renegociación en La Habana. Todo este trasegar arroja valiosas enseñanzas. Quizá la principal es que vivir en verdadera democracia exige apertura, participación y comunicación permanentes.

Vendrán los análisis sobre si los cambios mejoran el acuerdo inicial. Sin duda es positivo condicionar el goce de beneficios a la reparación efectiva de las víctimas por las Farc. También lo es la restricción de la libertad circunscrita a zonas específicas, o la necesidad de autorización para salir de ellas. Es un acierto no elevar el narcotráfico a delito conexo del delito político, sino analizar tal conexidad en cada caso concreto a la luz de la jurisprudencia vigente. Las Farc aceptan reducir la financiación al partido político que nazca de sus filas y ser explícitamente excluidas de las 16 circunscripciones especiales de paz. La limitación temporal de la justicia especial de paz evita la perpetuación de sistemas de justicia paralelos. Lo mismo hace la coordinación de la justicia especial de paz con la ordinaria por vía de la revisión constitucional. Se precisa que un tratamiento diferenciado a la mujer víctima del conflicto no significa promover la ideología de género. Además, se deja en claro que el Estado conserva todos los medios para combatir el narcotráfico dentro del marco constitucional y legal, incluso mediante la fumigación aérea.

La principal enseñanza democrática viene de la renuncia de las Farc a blindar el proceso mediante la incorporación de la totalidad del acuerdo a la Constitución vía el bloque de constitucionalidad. Tal propósito resultó inviable e ilusorio. Se basaba en la desconfianza y el comprensible miedo a los cambios de gobierno. Esta renuncia tiene enorme significación: el voto de confianza en la incorporación regular al orden jurídico de lo acordado se sobrepone a la búsqueda de certeza mediante el atajo constitucional. La vida democrática supone la aceptación del alea, así como el compromiso con un mecanismo de resolución pacífica de las diferencias que no garantiza los resultados. La fe en la democracia, cuya realización depende paradójicamente de nosotros mismos, es factor decisivo en la lucha contra el autoritarismo, el fanatismo y la violencia.

Otro aprendizaje de la renegociación tripartita luego del plebiscito realza la virtud del diálogo. Buscar soluciones mediante el intercambio de razones es preferible a imponer la dictadura de las mayorías. Una democracia dialógica, participativa y deliberativa deja atrás la tentación de instrumentalizar al otro e imponerle las propias convicciones. Ella fomenta una actitud de apertura y flexibilidad, una disposición a dejarse llevar por la fuerza de los mejores argumentos y a abandonar la propia posición en el intercambio comunicativo. No en vano existe un vínculo etimológico entre “comunicación”, “común” y “comunidad”.

Nos falta aún mucho trecho en la construcción de una sociedad democrática. Las disposiciones, actitudes y aptitudes necesarias no están extendidas ni han sido consistentemente cultivadas en nuestro sistema educativo. Tampoco los mínimos materiales para todos están garantizados. No anida en la cultura política un espíritu cooperativo y maduro propicio al descentramiento personal. Sin embargo, existen señales inequívocas de que avanzamos, lo que nos permite mantener viva la esperanza.

13 NOV 2016 - 3:34 PM. Tomado de www.elespectador.com

EL DÍA DEL MAL JUICIO. POR: HÉCTOR ABAD FACIOLINCE

EL DÍA DEL MAL JUICIO. POR: HÉCTOR ABAD FACIOLINCE

De todas las tesis (que apenas son hipótesis) con que se intenta explicar el triunfo del mentiroso Trump, la que más me convence es la que sostiene que, de esta locura, buena parte de la culpa la tiene Facebook.

Y ni siquiera Facebook deliberadamente, sino sus hipocresías y omisiones: su algoritmo ciego que hace que las noticias que más se propagan en ese medio de información no sean las más ciertas, sino las más populares. Es una especie de virus de la mentira que no contamina los discos duros de las computadoras ni los cuerpos de las personas, sino las mentes de los lectores. Mentiras repetidas tantas veces que se vuelven verdad, como en el sueño totalitario de Goebbels.

Como escribe Emily Bell en la revista de periodismo de Columbia, CJR, Mark Zuckerberg no puede seguir fingiendo que su exitosa red social (la más grande e influyente del mundo) no sea al mismo tiempo un medio de comunicación y un editor que escoge cuáles historias publicar y a qué tipo de lectores dirigirlas. El problema es que Facebook, como medio, no privilegia las noticias mejor investigadas, más cuidadosamente escritas ni las que reflejen del modo más veraz posible la realidad, sino que les da prioridad a las noticias que cada segmento de lectores (detectado por las máquinas según su historial de clics) va a preferir porque se acomodan más a sus creencias, sus prejuicios, su ideología, sus hábitos, etc.

Facebook es el gran altavoz de supuestos portales de noticias —que en realidad son páginas de propaganda falaz, sesgada e irresponsable— que no siguen ningún criterio de deontología profesional, sino que se dedican a inventar o propagar falacias, insultos, exageraciones, medias verdades o mentiras completas. Lo que Facebook quiere no es impulsar esas páginas; lo que Facebook busca es generar más clics, más tráfico, pues de esa forma gana más dinero. La lógica es simple: si le ofrezco a alguien que cree en ovnis, o a un racista, páginas sobre marcianos, o sobre experimentos amañados que demuestran, qué sé yo, que los japoneses son genéticamente superiores a los askenazis, entonces los delirantes de visitas de extraterrestres o los supremacistas raciales de cualquier pelambre, harán clic ahí. Y la máquina registradora de Facebook recibirá una fracción de centavo más. El algoritmo no edita, ni filtra, ni juzga, simplemente te da lo que podrías querer, según tu historial de clics, que con el tiempo se perfecciona más.

Algunas de estas páginas de supuestas noticias ni siquiera existen fuera de Facebook, y quienes las patrocinan y buscan volverlas virales contratan en cualquier parte del mundo pequeños ejércitos pagos que se dediquen a hacerlas populares a fuerza de clics o de “likes”, de modo que la máquina ciega de Facebook (casi sin editor) las considere importantes y las riegue, poniéndolas al mismo nivel o por encima de los medios tradicionales (los denigrados “mainstream”, que se imponen códigos éticos y técnicas de verificación) hasta convertirlas en una retroalimentación confiable para lectores ya debidamente sesgados y llenos de prejuicios, o peor, para lectores ingenuos que confían en lo que Facebook “escoge” para ellos.

Cualquiera que tenga experiencia de las redes sociales (y hacen muy mal los intelectuales que las desprecian, en lugar de tratar de entenderlas) sabe que será mucho más fácil volver viral un exabrupto, un insulto o una mentira asquerosa que una opinión ponderada, matizada, en la cual se le da voz lealmente a la posición contraria.

Las últimas campañas y resultados políticos, que han contradicho todas las encuestas y han hecho quedar como inútiles a los medios tradicionales (Brexit, No, Trump), deberían enseñarnos a jugar a dos o tres bandas: en la de la prensa seria y ética, pero también en la de esas redes que nos permiten usar textos efectistas (no mentirosos, pero sin matizar), como una nueva forma de vacunarnos y resistir contra los nuevos virus de la mentira y la desinformación.
12 NOV 2016 - 9:00 PM. Tomado de www.elespectador.com