EMPLEO
EN EL CAMPO Y LA CIUDAD. Por: MAURICIO CABRERA GALVIS
30
de Julio de 2017 12:00 am. Tomado de www.eluniversal.com
¿Cómo
explicar que en una economía frenada que solo crecerá este año un 2%, el
desempleo disminuyera de 8,9% a 8,7% en los últimos doce meses? ¿Si cunde el
pesimismo entre los empresarios, por qué en ese período hubo 552.000 personas
más con empleo? ¿Tienen algo que ver con el proceso de paz?
No
cabe la respuesta fácil de que al DANE no se le puede creer porque sus cifras
no corresponden a la realidad. Si bien la metodología de la Encuesta de Hogares
puede tener falencias y podría mejorar, es la misma metodología aplicada hace
años, de manera que si al DANE se le creía cuando reportaba más desempleo,
también hay que creerle ahora.
Dos
respuestas usuales para explicar esta paradoja son: que hay menos gente
buscando trabajo porque se cansaron de hacerlo; y que creció el empleo, pero el
informal. La primera no es cierta porque la población dispuesta a trabajar
aumentó en 560.000 personas el último año. La segunda es parcialmente cierta
porque la mitad de los nuevos empleos generados en el período son “subempleos”
en los que la gente no está satisfecha.
Una
clave para la respuesta se halla al mirar por aparte el empleo en las ciudades
y en el campo, y sobre todo si se separan las 13 ciudades más grandes del país.
En estas últimas la tasa de desempleo sí subió de 10,2% a 10,8%, porque aunque
se crearon 100.000 empleos nuevos en el año, no fueron suficientes para las
180.000 personas que buscaron trabajo.
En
las ciudades intermedias y pequeñas – el 28% de la población- hubo 200.000
personas nuevas en el mercado del trabajo, pero en ellas se crearon la mitad de
los empleos nuevos del país, por lo que el desempleo bajó del 10,7% al 9,7%.
En
las zonas rurales, donde vive un poco más de la quinta parte de los
colombianos, hay una tendencia similar aunque un poco más limitada: se crearon
133,000 empleos y el desempleo bajó del 5,2% al 4,4%.
Se
puede aventurar una hipótesis política para explicar comportamientos tan
disímiles, y tiene que ver con que la enorme polarización política respecto del
proceso de paz que hoy divide hasta las familias es mucho más notoria en las
grandes ciudades que en el resto del país.
En
las pequeñas ciudades y en el campo es donde fue más intensa la guerra contra
las Farc y es donde se ven más rápido los beneficios de la paz. Ya no hay
bombas ni tomas guerrilleras, volvió a cultivar el campo y vuelven los
turistas, todo lo cual dinamiza las economías locales.
Pero
en las grandes ciudades, la gran mayoría de sus habitantes solo vio la guerra
por televisión y les duele mucho más las concesiones de la negociación con la
guerrilla, que los beneficios del silencio de los fusiles.
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