jueves, 7 de julio de 2016

La paz querida. Por, Rodrigo Uprimny

25 JUN 2016 - 9:00 PM.   www.elespectador.com

La paz querida. Por, Rodrigo Uprimny

Así se llama un grupo informal de personas que pensamos que terminar el conflicto armado es hoy la causa ética más importante de Colombia y queremos contribuir al debate informado y a la participación creciente de la sociedad en esta tarea. El próximo martes es el lanzamiento público del grupo y expongo las primeras cinco razones por las cuales hago parte del mismo y votaré afirmativamente la refrendación de la paz.

Primero, porque mientras haya conflicto armado tendremos no sólo una catastrófica situación de derechos humanos, sino también una democracia muy precaria con profundas injusticias sociales. Y esto no sólo por lo obvio, que son los sufrimientos que directamente la guerra ocasiona, como los más de 220.000 muertos o los más de seis millones de desplazados. También por sus efectos indirectos: el conflicto armado drena recursos que podrían ir a la inversión social, silencia otros debates necesarios, como el de la desigualdad, y enrarece la discusión pública, pues quien es de izquierda es estigmatizado como guerrillero y quien es de derecha como paramilitar. Así no puede haber una democracia profunda y por ello debemos terminar esta guerra.

Segundo, porque la alternativa a la paz negociada no es una victoria militar rápida del Estado pues todos los estudios serios, como los realizados por CERAC, muestran que a pesar de la dura ofensiva estatal durante los gobiernos de Uribe, desde 2008 las guerrillas retornaron a una clásica guerra de guerrillas y mostraron un creciente dinamismo militar. La alternativa sería entonces una larga y cada vez más degradada guerra, con muchas más víctimas, especialmente en las zonas rurales. Debemos pues aprovechar esta oportunidad, difícilmente repetible, de lograr una paz negociada.

Tercero, porque este proceso con las Farc, a pesar de ciertos defectos, como la participación restringida de los grupos étnicos, ha sido serio y democrático. Por primera vez la voz de las víctimas fue escuchada, los acuerdos son claros y públicos, y la decisión final estará en la ciudadanía, gracias a la refrendación.

Cuarto, porque el acuerdo que será alcanzado, según lo que ya se conoce, no sólo beneficia a los guerrilleros (como algunos han argumentado), sino que sobre todo es globalmente bueno para la sociedad colombiana. Uno puede discrepar de puntos específicos, pero un análisis sereno lleva a concluir que si se cumple lo pactado tendremos, dentro del marco de una economía de mercado, un desarrollo rural más dinámico y equitativo, una participación democrática más robusta y plural, y una política de drogas más razonable. Nada de castrochavismo, pero sí un esfuerzo notable por superar nuestras iniquidades y deficiencias democráticas.

Quinto, porque las condiciones de dejación de armas y verificación internacional anunciadas el jueves son serias, por lo cual es claro que si la paz es ratificada e implementada, será el fin de las Farc como grupo armado, pues se transformará en un actor político legal desarmado.

En la siguiente columna expondré mis otras razones.

* Investigador de “Dejusticia” y profesor de la Universidad Nacional.

2 JUL 2016 - 9:00 PM.   www.elespectador.com

La paz querida (II). Por, Rodrigo Uprimny

Continuando con mi anterior columna, explico las otras cinco razones por las cuales apoyo la “paz querida” y votaré afirmativamente la refrendación.
Un acuerdo de paz no acabará todas nuestras violencias pues subsistirán economías ilegales, como el narcotráfico, que alimentarán formas peligrosas de criminalidad organizada. Pero, y esa es mi sexta razón, la paz negociada, al permitir superar el conflicto armado político que nos divide, sacará la violencia de la política y le dará mayor cohesión y legitimidad democrática al Estado, que podrá entonces combatir más eficazmente las otras violencias.

El principal propósito de la paz negociada es terminar el infierno de la guerra, pero, además de superar ese mal, la paz traerá otros beneficios, por lo cual es necesaria también una visión positiva de la paz.

Así, en séptimo lugar, existen estudios sobre el “dividendo económico de la paz”, que han mostrado que una paz negociada, como la de Irlanda del Norte, trae mejores tasas de crecimiento, pues la seguridad favorece la inversión, disminuyen las destrucciones ocasionadas por la guerra y el gasto militar puede ser dirigido a campos más productivos, como la infraestructura. Aunque la paz requiera inversiones, es entonces razonable suponer que en el mediano plazo gozaremos del dividendo económico de la paz.

Octavo, existe también un “dividendo democrático de la paz”. La paz negociada permitirá que enfrentemos mejor las deficiencias democráticas acumuladas de la sociedad colombiana, como nuestra profunda desigualdad, que han alimentado nuestras violencias, pero que la guerra ha impedido solucionar. Por eso, aunque algunos sostengan que no puede haber paz sin justicia social, en Colombia la respuesta parece ser la contraria: no podremos lograr justicia social sin terminar la guerra.

Las razones anteriores muestran que la paz es beneficiosa incluso para quienes no sufrimos directamente la guerra, como somos la mayoría de la población urbana. La paradoja es que, a pesar de que el conflicto armado colombiano ha sido esencialmente rural, somos los electores urbanos quienes decidiremos la refrendación. Ello nos impone un deber ético de solidaridad con las poblaciones rurales que directamente padecen la guerra y es esforzarnos por detener la confrontación armada. Esa es mi novena razón.

Algunos podrían compartir casi todas mis anteriores nueve razones, pero en todo caso sostener que este acuerdo de paz es inaceptable por la impunidad que consagra, y que violenta los derechos de las víctimas. Pero no es así, pues el acuerdo sobre justicia, a pesar de ser imperfecto (¿pero cuál justicia transicional no lo es?), es respetuoso de las víctimas y de los estándares internacionales. Esa es mi décima razón, que discutiré en próximas columnas.



* Investigador de Dejusticia y profesor de la Universidad Nacional.


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