EL DESTINO DE ROBLEDO
Y CLARA LÓPEZ. POR, LEÓN VALENCIA
Robledo
ha confundido a lo largo de estos años izquierda con oposición. No quiso
aceptar que la izquierda, sin dejar de serlo, podía acompañar a Santos en la
búsqueda de la paz y participar en su gobierno para alentar este objetivo. No
comprendió que eso no significaba perder su filo crítico.
Otra
vez se ha dividido el Polo y ahora está en grave peligro la continuidad de su
representación parlamentaria. Es una lástima. Que una organización política
haya tenido en su nómina a congresistas como Gustavo Petro, Carlos Gaviria,
Antonio Navarro y Jorge Enrique Robledo, reconocidos en diversos momentos como
los mejores parlamentarios en sondeos de opinión y en la calificación de sus
colegas, es un verdadero lujo, un lujo que no se debía perder.
Esta
corriente ha sido, sin duda alguna, a lo
largo de 15 años, la principal gestora de debates políticos en el Congreso de
la República. El referente en los juicios a la corrupción, la voz más alta en
la defensa de los derechos sociales consagrados en la Constitución de 1991, la
bancada más decidida en la lucha contra la discriminación por motivos
económicos, raciales y sexuales.
El
mérito es mayor si se tiene en cuenta que su representación no alcanzó nunca el
10 por ciento de los congresistas. Desde una condición minoritaria han dado
batallas memorables. Fue ese brillo parlamentario y esa vocación social lo que
les permitió cosechar triunfos en la Alcaldía de Bogotá y votaciones
importantes en cuatro disputas presidenciales.
Pero
su habilidad parlamentaria ha contrastado con su torpeza en el trámite de las
diferencias al interior del partido; con su incapacidad para permanecer unidos;
con su inflexibilidad a la hora de las alianzas y de la participación en la
Rama Ejecutiva del poder; con sus limitaciones para orientar, vigilar y
controlar sus miembros en el ejercicio del gobierno, como ocurrió en el caso de
la familia Moreno Rojas en la capital del país.
Jorge
Enrique Robledo ha reunido la mayor virtud y el mayor defecto. Ha sido un
parlamentario excepcional por su inteligencia, su preparación, su espíritu
crítico y su valentía al momento de las controversias y las denuncias. Pero a
la vez ha sido el más rígido, el más sectario, cuando se trata de buscar
acuerdos para la disputa presidencial o para la participación en el gobierno
nacional en función de un interés mayor o del impulso a algunas políticas
claves para el país.
Robledo
ha confundido a lo largo de estos años izquierda con oposición. No quiso
aceptar que la izquierda, sin dejar de serlo, podía acompañar a Santos en la
búsqueda de la paz y participar en su gobierno para alentar este objetivo. No
comprendió que eso no significaba perder su filo crítico.
No
fue capaz de ver la gran fractura que se produjo en las elites colombianas y
las inocultables diferencias entre Uribe y Santos. No quiso dirigir su
innegable capacidad oratoria contra las fuerzas más retardatarias en cabeza de
Uribe y de sectores del Partido Conservador. Al más viejo y elemental estilo
del marxismo criollo sentenció que allí
no había diferencias, que todos eran iguales.
Apoyado
en un disciplinado grupo de militantes que lo han acompañado a lo largo de su
carrera política, ha ido forzando paso a paso la salida del Polo de sus pares
en la conducción política: Garzón, Navarro, Petro y ahora Clara López, todos
candidatos presidenciales, todos por la misma razón, porque en algún momento
buscaron o aceptaron coaliciones políticas para encarar la disputa con la
derecha pura y dura.
Hoy
está amenazada la presencia del Polo en el Congreso. Si Robledo persiste en su
candidatura presidencial hasta el final es difícil, si no imposible, que este
partido obtenga el umbral para mantener su representación.
Solo
lo salva que se apruebe la reforma que permite la integración de listas entre
diversas fuerzas políticas, y en ese caso Robledo tendría que acceder a una
coalición con los verdes, con Fajardo, con Petro o con la misma Clara López, lo
cual tendría muy poca lógica porque se estaría uniendo con alguna gente que ha
sacado del Polo y que ahora tiene muchos vasos comunicantes con Santos.
Clara
López en cambio ha perdido el carnet de un partido que la llevó a conseguir 2
millones de votos en la primera vuelta presidencial de 2014 y 500.000 en la
disputa por la Alcaldía de Bogotá en 2015, pero tiene un panorama muy abierto
en la campaña de 2018.
Su
larga trayectoria en la izquierda y su reconocido compromiso con la paz le dan
méritos suficientes para ser candidata presidencial y competir en primera
vuelta en cabeza de una coalición de izquierdas que incluya al partido que
surja de la desmovilización de las Farc.
Pero
puede ocurrir también que alguno de los candidatos de la actual coalición de
gobierno, un Germán Vargas Lleras o un Humberto de la Calle, decidan invitarla
como fórmula vicepresidencial.
Lo
cierto es que la actual coyuntura política es tan incierta como rica en
posibilidades. El plebiscito por la paz de octubre dejó a la coalición entre
Uribe, algunas Iglesias y sectores conservadores con una probabilidad enorme de
pasar a segunda vuelta si consiguen un candidato presentable, sin una gran cola
de cuestionamientos y corrupción. En ese ambiente Clara López cuenta mucho para
una coalición que le compita con opción de triunfo al uribismo.
Tomado
de www.semana.com
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