TOLERAR
A LOS INTOLERANTES. POR: HÉCTOR ABAD FACIOLINCE
La
reciente discusión sobre el burkini en Francia, así esté teñida de frivolidad,
es un pequeño síntoma de las dificultades de ser tolerantes incluso en el país
donde Voltaire desarrolló el concepto de la tolerancia como camino para la
convivencia pacífica entre las opiniones discordantes.
Parece
pueril que mientras los refugiados sirios se debaten entre la muerte y el
hambre, mientras en Turquía encarcelan miles de periodistas, el gran tema
francés sea sobre la moda, es decir, sobre trajes de baño. Sin embargo, también
estos detalles hablan de la salud de una nación. Si el Tribunal Supremo no
hubiera dicho que prohibir el burkini es anticonstitucional, creo que hoy
estaríamos más preocupados sobre el futuro de las libertades en Europa.
Uno
de los grandes dilemas de la democracia es definir hasta qué punto se debe
tolerar a los intolerantes. Es decir, si hay un grupo político que quiere
imponer a toda la población una supuesta Verdad absoluta, en la religión, en la
indumentaria o en la ideología ¿cómo debe enfrentar la democracia a un partido
así? ¿Se le deben dar derechos a una minoría que, de llegar al poder, impediría
a las minorías ejercer sus derechos? Hay grupos que, en caso de conseguir la
mayoría de votos, harían que su “Verdad” se volviera obligatoria e impondrían
que el Estado adoptara su creencia como única legal. ¿Hasta qué punto hay que
tolerar, entonces, a los militantes del totalitarismo que eliminarían toda
tolerancia si llegaran al poder? En Francia el dilema es cuánto tolerar a los
islamistas. En Colombia el debate consiste en definir hasta qué punto tolerar
al nuevo movimiento político de las Farc, sin duda intolerante si fuera
mayoría.
No
creo, como temen quienes poco confían en la libertad, que el país se haya
entregado al castrochavismo. Pero sí está claro que el Acuerdo de Paz permite
que un grupo castrochavista armado e ilegal, se integre a la sociedad como
nuevo movimiento político legal y desarmado. Y este nuevo movimiento, a su vez,
podría unirse al más veterano castrochavismo sin armas, digamos a Petro, Piedad
Córdoba, una fracción del Polo, etc. ¿Debe permitirse que estas minorías unidas
tengan siquiera la oportunidad remota de llegar a ser una mayoría que suprima
los derechos de los que entonces estarán en minoría? La regla dice que sí: la
democracia tolera a quienes proponen un tipo de gobierno intolerante. Así como
tolera al integrista religioso que ocupa el cargo de procurador, también debe
tolerar a quienes defienden algún otro tipo de “dictadura popular”.
Hay
quienes creen que los líderes de las Farc firmaron la paz para poderse jubilar
sin el miedo a morir en la selva calcinados bajo una bomba incendiaria. Quizá.
Pero es más probable que la guerrilla haya dejado las armas con la ilusión de
llegar al poder por la vía electoral. Chávez los convenció de entrar en la
legalidad con ese argumento: que en América Latina era más fácil que el
movimiento bolivariano llegara al poder por la vía de los votos que por la vía
de las armas. Y es a ese escenario al que muchos colombianos —pesimistas sobre
la madurez política de los ciudadanos— le temen.
Nuestros
órganos de control político no son tan frágiles como los de los países árabes.
Cuando Uribe quiso torcer la Constitución por segunda vez, la Corte le dijo no
y, a pesar de sus mayorías, Uribe se resignó a acatarla. Si la guerrilla quiere
proponer el modelo venezolano como sistema político y económico, sacará tantos
votos como tiene Maduro de aprobación en el país: prácticamente nada. Tenemos
la suerte de podernos mirar en el triste espejo del país vecino. Colombia ha
sido alérgica al populismo dictatorial. Creo que la tradición cultural y
política colombiana tiene suficientes defensas y suficiente información como
para poderse permitir una franja de intolerantes sin sentir miedo de que
lleguen a gobernar. El verdadero problema estará en una multiplicación de
acciones de protesta ingobernables. Pero ese es otro tema.
Héctor
Abad Faciolince. Tomado de www.elespectador.com.
3 SEP 2016 - 9:07 PM
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