martes, 31 de marzo de 2020

Llamado global: ¡Suspensión inmediata del pago y anulación de la deuda externa y destinar estos recursos a la atención y cuidado de la población!

Minga Informativa de Movimientos Sociales
---------------------------------------------
Llamado global:
¡Suspensión inmediata del pago y anulación de la deuda externa y destinar estos recursos a la atención y cuidado de la población!

Jubileo Sur/Américas

Para enfrentar la crisis sanitaria y alimentaria agravada por el Coronavirus

Jubileo Sur/Américas desde hace más de veinte años viene haciendo el llamado y exigencia al NO pago de las deudas externas, con acciones y argumentos que demuestran su carácter ilegítimo, cuyos mecanismos están creados para nunca terminar de pagarla, asegurando así el sometimiento de nuestros pueblos a la esclavitud financiera y la dependencia política, frente al gran capital imperial.

No es una deuda de los pueblos, es por ello que ¡No debemos, No pagamos!

Como pueblos del Sur global no hemos sido consultados para la adquisición de las deudas. Por el contrario, son agentes externos que atentan contra nuestras soberanías, ejemplo de ello es el papel que el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional han venido desempeñando en las imposiciones de los mal llamados “ajustes”. En ello destacamos las reducciones de gastos en los sectores de salud y educación que se han implementado en nuestros países, señalamos además el hecho de contar con la complicidad de los capitales corporativos y los Estados.

Los impactos devastadores, causados por las obligaciones de pago de los servicios de las deudas, recaen sobre nuestros cuerpos, sobre la naturaleza y los espacios que albergan vida, como el agua, el aire, los bosques y los suelos; se nos han condenado a enfrentar situaciones extremas como hambre, sed, enfermedades, desalojo, trabajo precario y esclavo, sobre todo la mano de obra de las mujeres vulneradas, así como el desempleo, migraciones, violencias y guerras.

Generan más deudas para que los pueblos paguen

Asistimos a un contexto de grandes adversidades que nos convoca e interpela como pueblos y como organizaciones, al ser quizás uno de los momentos más complejos en términos de impactos globales de las últimas décadas, en relación a este nuevo Coronavirus y sus implicaciones en la crisis socio-sanitaria, alimentaria y ambiental. Es necesario reafirmar que los estragos provocados por este capitalismo del desastre se sustentan en un modelo que asegura la concentración del poder corporativo y financiero, así como el pago de la deuda. Estos estragos se han venido sosteniendo e imponiendo en detrimento de los derechos humanos y de la naturaleza.

Quieren salvar al capitalismo con la excusa del Coronavirus

Denunciamos que los impactos derivados de este Coronavirus acentúan las relaciones de la violencia patriarcal, sexista, racista, así como la crisis alimentaria, la explotación laboral, los fundamentalismos religiosos, la criminalización sobre las y los defensores de los derechos de los pueblos y de la naturaleza, el odio sobre los pueblos marginados y empobrecidos, sobre las poblaciones migrantes, cuyas condiciones ya aún precarizadas serán extremadas ante los estragos de esta pandemia.

Constatamos que las falsas soluciones que se están implementando para hacer frente a este virus se fundamentan en el control de las libertades, más allá de las necesidades de contención del contagio. Corremos el riesgo de que se produzca un verdadero “estado de sitio”, pues estas medidas están siendo utilizadas para profundizar y justificar los Estados represivos y de control, policiales y militares; utilizando además la pandemia para justificar el endeudamiento, con ellas salvando el capital, no a las personas.

Es necesario revertir las políticas de endeudamiento externo que funcionan como mecanismos para transferir riquezas al mercado, a las Empresas Transnacionales y a los países centrales del sistema capitalista, a expensas de políticas públicas. Es inminente que se satisfagan las necesidades de la población cada vez más dependiente, empobrecida y endeudada en una escala creciente.

Los pueblos tenemos alternativas para conservar y reproducir la vida

Hoy más que nunca reivindicamos que somos los pueblos los verdaderos acreedores. Esta crisis actual es parte de la crisis global del capitalismo y su paradigma civilizatorio en decadencia y que las élites dominantes tratan de salvar por todos los medios. Por tanto, consideramos que solo a través de propuestas propias desde los pueblos podemos enfrentarla.

A través de las propuestas de alternativas, de defensa y autogestión de los territorios y los medios de producción, de las formas colaborativas de vida de los pueblos y comunidades, se crea contrapoder sustentante para la contraofensiva popular. Se incluyen la reafirmación de los valores anticapitalistas, antirracistas y anti patriarcales, anti productivistas y la innovación en métodos, formas de organización y de acción política, en alianzas con las fuerzas progresistas y de izquierda y gobiernos países dispuestos a hacer frente a la actual realidad.

Ante las precariedades y déficit de infraestructuras y dispositivos de servicios básicos de salud, educación, alimentación, saneamiento, viviendas y cuidados en general en que se encuentran las poblaciones de nuestros países, frente a la actual pandemia, se hace mucho más necesario y urgente reorientar los recursos destinados al pago de los servicios de las deudas, a superar estos déficit y precariedades que profundizan la pobreza y la marginalidad. Sobre ese sustento proponemos lo siguiente:

1. Que los gobiernos de nuestros países suspendan de inmediato los pagos sobre las deudas externas y anulan los reclamos ilegítimos.

2. Que los gobiernos, instituciones financieras como el FMI, el BM y otros, los fondos de inversión y tenedores de bonos de nuestros estados suspendan de inmediato el cobro de intereses, amortizaciones y comisiones sobre los reclamos de deuda que hacen a nuestros países y, en vez de proveer nuevos préstamos con el supuesto fin de ayudar a nuestros países hacer frente a la emergencia, anulan sus demandas de pago ilegítimas y usurarias a nuestros países.

3. Que dichos recursos se redirijan a:

a) Incremento de los presupuestos para garantizar los derechos de las personas, la restructuración de los sistemas de salud y educación, cuidado gratuito a familias y comunidades, construcción de la economía social solidaria y de la soberanía alimentaria; así como asegurar el acceso a agua, saneamiento, higiene y viviendas sociales.

b) Asegurar la protección de los sectores más vulnerados: pueblos indígenas, campesinos, pescadores, comunidades afro americanas, Población migrante, así como personas en situación de calle, adultos y adultas mayores, niñas, niños, adolescentes, mujeres, trabajadores del sector “informal”, artesanas, migrantes, diversidad sexual, trabajadores sexuales, trabajadores de cadenas de comida, empleadas domésticas.

4. Reparación integral de ecosistemas afectados por actividades extractivas, agronegocio, mega infraestructura, para garantizar la vida de los pueblos y los derechos de la naturaleza.

5. Que los gobiernos no aprovechen los toques de queda para invadir y avasallar a los pueblos en resistencia frente a la minería, agronegocio, represas.

6. Derrotar todos esos mecanismos e instrumentos como los bancos que generan deudas para los pueblos; es nuestro momento para fortalecer una sola voz para el NO pago de la Deuda.

7. Que los pueblos y movimientos sociales continuemos la movilización contra la Deuda y todo tipo de explotación y restricción de los derechos humanos y libertades individuales y colectivas.

 Latinoamérica y el Caribe 25 marzo 2020

¡La vida antes que la deuda!
¡Somos los pueblos, los acreedores!
¡No Debemos, no Pagamos!





*************************************
Minga Informativa de Movimientos Sociales


Problemas con subscripciones a la lista: <pasalavoz@movimientos.org>
...

[Mensaje recortado]  Ver todo el mensaje

¿Qué puede (y debe) ofrecer la escuela a los hogares confinados?

28 de marzo de 2020

¿Qué puede (y debe) ofrecer la escuela a los hogares confinados?

Ahora parecen muy lejanas las controversias sobre el control parental, los vapores STEAM, las ilusiones bilingües y tantas otras modas mediáticas sobre la escuela. Las urgencias de la realidad hacen que el debate sobre el futuro de la institución escolar y la posibilidad de una educación sin escuelas no sea solo una especulación prospectiva de los teóricos de la educación sino una circunstancia que ahora mismo es real en muchos países. Los docentes, los centros escolares y las administraciones educativas afrontan esta situación imprevista generando estrategias que llegan a los hogares desde lo micro (la materia y el aula), lo meso (el centro escolar) y lo macro (el sistema educativo), los tres niveles relevantes en la acción educativa.

Programas en los que se enseña a hacer raíces cuadradas por televisión, profesores que dan sus clases desde casa a la hora que tenían en su horario, centros que organizan espacios virtuales compartidos y dan a los tutores el papel más importante en la comunicación con las familias… Implicación máxima y coordinada, iniciativas multiplicadas hasta el paroxismo y también encargos continuos de tediosos teledeberes que ahora los alumnos ya no pueden llevar a las clases particulares. Acompañamiento y orientación prudente a los alumnos y sus familias por parte de tutores comprometidos con su función, pero también docentes que siguen trabajando como siempre desde su taifa disciplinar en estos tiempos difíciles.

Y al otro lado, situaciones bien diversas. Casas con jardín, habitación propia, libros, buena luz y máxima conectividad junto a otras que dan a patios interiores que apenas ven el cielo, en las que hay teléfonos celulares pero no ordenadores y en las que no hay más libros que los de texto.  Alumnos que tienen a sus padres en casa, libres del miedo al contagio y apoyándolos en todo momento, pero también otros cuyos padres trabajan ahora con miedo o sufren el miedo a no poder trabajar. Familias cuyos abuelos (desde casa o en una residencia) reciben la dosis diaria de terror que les suministran las pantallas y, por supuesto, familias con más motivos que nadie para no ser olvidadas: las que han sido directamente afectadas por esta tragedia.


Los dos párrafos anteriores muestran que ahora, más que nunca, es imprescindible la coordinación y la responsabilidad. Que no se trata de multiplicar los canales de comunicación, de caer en el fetichismo de los artefactos (ahora virtuales) y en el espejismo de las experiencias singulares (“cada maestrillo tiene su librillo”, ahora en versión digital). Que la cuestión no es descargar nuevas apps, probar nuevas herramientas para verse las caras (y las casas) o que descubran mediterráneos virtuales quienes apenas miraban su correo electrónico y nunca sintieron curiosidad por Moodle. Ahora, igual que antes e igual que después, se trata de que las tecnologías sean entrañables y transparentes, no juguetes que apetece estrenar aunque no se sepa realmente para qué se quieren usar.

Así que, en estos tiempos difíciles, el debate vuelve a ser el mismo: ¿qué puede hacer la escuela en la red? ¿es el nivel micro la estrategia más útil para apoyar a nuestros alumnos y a sus familias? ¿Cuál puede y debe ser el papel de los tutores en este escenario? ¿Y el de los jefes de estudios y los directores? ¿Qué quedará de todo esto cuando todo esto pase? ¿Será distinta la escuela y su relación con las familias? ¿Se dará a la acción tutorial el valor y la centralidad que merece? ¿Estarán un poco más abiertas las paredes de las aulas?


Quizá hoy no tengamos tiempo para pensar en todo esto, ocupados como estamos en cuidarnos y en cuidar de los demás. Y de hacerlo con todos los medios,  no solo con los más espectaculares que convierten la atención educativa en una carrera a ver quién consigue tener durante más tiempo a sus alumnos pegados a las pantallas, a ver quién logra que su propia pantalla parezca un aula y que desde su casa el docente se pueda sentir como en una teletarima. Se trata de cuidar educativamente (valga la redundancia) a los alumnos y de apoyar prudentemente a sus familias. De cuidar y apoyarles en todo (no solo en la preparación de la EBAU) y a todos (no solo a los que se prestan a ello). Cuidar de los intactos pero también de los dañados y los rotos. Del último de la fila, del que antes era absentista, del que ahora se siente agobiado…


Para ese apoyo cercano y sensato no son siempre mejores las tecnologías más sofisticadas que algunos acaban de descubrir, sino las tecnologías más entrañables que todos tenemos cerca. También la tecnología de comunicación más antigua, la de la voz humana que nos habla desde lejos: la del teléfono. La de esas llamadas que hacen los tutores (mejor ellos que algunos profesores de asignatura que solo saben pedir cuentas por los deberes pendientes). Las que reciben las familias que más lo necesitan y a las que los tutores ofrecen su teléfono para lo que puedan necesitar. Sin embargo, en estos tiempos en que los trabajadores sanitarios se juegan la vida, a algunos no se les ha ocurrido que pueden llamar y ofrecer su número a los alumnos y familias más necesitadas de cuidado educativo. Ese rancio celo por la privacidad (que convive ahora con la impúdica exhibición de las casas en las redes sociales) o esa falta de imaginación para usar lo que tenemos cerca, pueden coexistir con el apostolado de Teams y otras maravillas telemáticas por parte de quienes nunca quisieron trabajar en equipo. Por fortuna, la mayoría no es así y el profesorado hace su trabajo de cuidado educativo desde el compromiso con sus conciudadanos sabiéndose parte armónica de su centro educativo (ni héroe, ni francotirador dentro de él) y cumple su función de prudente cuidado educativo a tiempo completo, no solo durante un horario y un calendario que ahora ya no existen.


Cuando todo esto pase convendrá pensar en lo que ha pasado. En la importancia de que el centro de gravedad de la educación esté más allá de los docentes monádicos, de las taifas departamentales, de la disciplina de las disciplinas y del microespacio del aula. Pensar que el centro de la educación debe ser siempre el centro educativo. Igual que ahora entendemos muy bien la importancia de la salud pública y que en ella no son solo los médicos concretos ni la administración sanitaria la clave del sistema, sino principalmente los hospitales y los centros de atención primaria, del mismo modo debemos entender lo educativo. Porque es el centro escolar, el nivel meso, el que debe estar en el centro. El nivel crucial que está más allá de la suma de aulas (aunque algunas sean modélicas) y de docentes (aunque algunos sean ejemplares) y también más acá de esas prescripciones burocráticas que a veces conciben y convierten a las instituciones educativas de la poderosa red escolar en meros terminales administrativos o en nodos de resonancia para las modas de temporada.


Convendrá no olvidar todo eso cuando todo esto pase.

domingo, 22 de marzo de 2020

¿En qué medida se va extendiendo el coronavirus sin ser detectado?

¿En qué medida se va extendiendo el coronavirus sin ser detectado?

Amy Maxmen 

22/03/2020
Tres destacados funcionarios de salud comentan cómo calibrar el volumen de los brotes locales y por qué no son todavía inútiles las estrategias de contención.
¿Hasta qué punto se ha extendido el coronavirus? Se ha confirmado que tienen COVID-19 más de 137.000 personas en 117 países (1). Y a principios de esta semana, la Organización Mundial de la Salud (OMS) describió el brote como pandemia. Pero hacer la prueba no está a disposición de todos, de modo que los números no reflejan de modo preciso la extensión de la transmisión por comunidades de todo el mundo.
Basándonos en conversaciones con tres destacados especialistas de salud pública — de la OMS, de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (Centers for Disease Control and Prevention - CDC) de los EE.UU. y de una de las mayores organizaciones de beneficencia del mundo — Nature explica de qué modo funcionarios e investigadores están tratando de estimar las dimensiones de cada uno de los brotes sobre la base de datos incompletos.
¿Se ha ido extendiendo sin ser detectado el coronavirus que causa el COVID-19 en algunas poblaciones?
“Inequívocamente, sí”, afirma Jeremy Farrar, especialista en enfermedades infecciosas y director de la entidad benéfica Wellcome, de Londres. Una señal delatora de la transmisión encubierta en comunidades es encontrar unos cuantos casos confirmados, pero sin relación, sin historia reciente de viajes inernacionales. Eso significa que esos casos están conectados a través de una madeja escondida. La forma ideal de conocer cuánta gente ha sufrido el contagio del coronavirus dentro de una comunidad, afirma Farrar, consiste en recoger muestras de sangre de gente de cada grupo de edad, buscando anticuerpos contra el coronavirus, que muestran que se han contagiado anteriormente. Los datos de esos estudios de serología, que así se llaman, se pueden utilizar para determinar con precisión las tasas de mortandad y de transmisión. Pero esos estudios llevan su tiempo. “Tenemos ahora que tomar decisiones respecto a las medidas políticas y decisiones clínicas”, dice Farrar. “No puedes decir: ‘Vamos a esperar un mes hasta que tengamos los datos’”.
¿Pueden los científicos hacer una estimación de las dimensiones de un brote sin hacer pruebas generalizadas?
Si. Los expertos afirman que comparan diversas líneas de evidencias. Una estimación comienza con la cifra de muertes en esa zona. Farrar llama a esto una “adivinaestimación”, porque cada una de las variables a las que recurren ahora mismo los investigadores está sujeta a cambios, lo que introduce incertidumbre en cada paso de los cálculos. Sin embargo, la cosa funciona más o menos así: los datos de China sugieren que pasan unas tres semanas entre que una persona se siente enferma y muere a causa del COVID-19. Y si se asume una tasa del 1% mortandad en casos, un cálculo de esos en el dorso de un sobre sugiere que cada muerte representa cerca de cien casos en la primera semana. Ahora mismo, añade, se puede esperar que la epidemia se doble cada semana si no se aislan e identifican esos casos, lo que lleva a una estimación de 400 en el momento de la muerte. Debido a que las franjas de error de cada una de estas variables son amplias, los epidemiólogos constrastan sus cifras con información suplementaria.
Así, por ejemplo, los expertos han acudido a los análisis de genomas del coronavirus. El mejor ejemplo proviene de Seattle, en [el estado norteamericano de] Washington, donde el 29 de febrero, Trevor Bedford, biólogo de computación del Fred Hutchinson Cancer Research Centre, y sus colegas informaron de que el genoma de un virus recogido en un adolesente cerca de la ciudad cuadraba con otro, recogido seis semanas antes, de una mujer sin relación en la sesentena que había vuelto a Seattle desde China. La explicación más sencilla es que el virus se había propagado de la mujer a otras personas, y que acabó por llegarle al adolescente. El equipo de Bedford calculaba que en el curso de las seis semanas varios centenares de personas se habían contagiado.
Gregory Armstrong, segundo responsible de incidentes para la respuesta al COVID-19 en el CDC de Atlanta, en el estado de Georgia, dice que Bedford se puso en contanto en cuanto terminó los análisis. “Le pedí que mirase la probabilidad de alternativas,” dice Armstrong. El adolescente no ha viajado fuera del país últimamente, de modo que otra posibilidad era que hubiera llegado a Seattle una segunda persona desde la misma región que el primer viajero, con la misma cepa. Pero Bedford calculaba que esa hipótesis era menos probable que una sola introducción.
Así pues, ¿cómo contrajo el adolescente la infección sin que los funcionarios de sanidad advirtieran un enorme repunte de casos? Después de que la mujer y su marido dieran positivo entre mediados y finales de enero, los funcionarios de sanidad monitorizaron a 347 personas con las que habían estado en contacto. Una posibilidad, refiere Armstrong, es que algunos de estos contactos estuvieran contagiados, pero mostraran pocos síntomas, si es que mostraban alguno, del COVID-19. Si no se les aislaba, podrían propagar el virus entre la comunidad. Cuando se les preguntó porque los CDC no le hicieron en principio las pruebas en Seattle a más gente que se quejara de fiebre y toses en febrero, responde Armstrong: “Cuestión de recursos, con toda franqueza”.
A principios de marzo, los laboratorios académicos reforzaron los análisis de coronavirus, y han empezado a revelar la extensión del brote. A fecha de 12 marzo, el Departamento de Salud de King County, que cubre Seattle, había informado de 270 casos, con 27 muertes.
Con tantos casos sin detectar, ¿cómo puede la OMS hacer declaraciones acerca de cuántos países han soportado la transmisión?
“Tenemos que recurrir a la información que tenemos”, afirma Maria Van Kerkhove, directora técnica del programa de emergencias de la OMS en Ginebra, Suiza. La mayor parte de los datos de la OMS proceden de la vigilancia y detección de casos, afirma, pero la organización también mantiene contacto con científicos que realizan análisis del genoma y otros estudios. Comprender la extensión de la transmisión en cada provincia o estado puede ayudar a los decisores políticos a adaptar su respuesta .
Van Kerkhove dice que hay pruebas de que las medidas de contención funcionaron en China, que ha informado de una cofra de sólo veinte casos al día la semana pasada (por comparación, Italia confirmó más de 2.000 casos en las pasadas 24 horas).
Una temprana señal de que China había comenzado a invertir la corriente de su epidemia es que los casos más recientes de los que se informaba empezaban a ocurrir entre los contactos conocidos y en cuarentena de los casos, comenta. Dicho de otra modo, el virus no se estaba extendiendo de una forma no detectada, al menos no con la frecuencia con que antes lo hacía.
“Pero mientras que estamos viendo un descenso de casos en toda Asia, la gran preocupación es ahora Europa”, dice Van Kerkhove. “Sabemos que con una contención más agresiva, pueden los países llegar a un punto de inflexión. Pero en algunos países, empeorará antes de mejorar”.
A Armstrong le preocupa que la situación de Europe pueda presagiar lo que está por llegar en los EE. UU. “Resulta difícil creer que no vayamos a ver aquí esa clase de propagación”, declara. “Espero que no, pero los departamentos de salud — todos y cada uno de ellos — te dirán que se trata de la emergencia de salud pública más compleja a la que nos hemos enfrentado”.
¿Es momento de desechar la idea de contener el COVID-19?
No, en absoluto, comentan Farrar, Armstrong y Van Kerkhove. Farrar explica que las estrategias de contención y mitigación se solapan, pues las medidas que ayudan a prevenir que un brote se extienda mitigan también sus efectos sobre vidas y hospitales. Las medidas de contención básicas entrañan hacer pruebas para identificar a gente contagiada y prevenir que contagien a otros. La OMS atribuye el freno del brote en China a la meticulosa identificación de casos y contactos en el país, en los hogares y en las instalaciones en las que se mantenía un control durante catorce días.
“A veces la gente tiene cientos de contactos, de manera que se trata de un esfuerzo muy intensivo”, afirma Farrar. “Pero resulta absolutamente crucial hacerlo, porque aunque probablemente no contenga el brote, se gana tiempo para asegurarse de que los hospitales estén listos, para pensar en las consecuencias de cerrar las escuelas”.
Las medidas de mitigación de China, como la prohibición de grandes concentraciones, parecen haber ralentizado la transmisión. Armstrong utiliza una medición epidemiológica denominada número de reproducción básico, o R0, para describir el número de personas a las que podría contagiar el COVID-19. “Estamos estinando un R0 de cerca de dos o tres”, afirma. “Si podemos ir más allá de reducir eso a la mitad con estrategias de mitigación, el brote ya no seguirá creciendo”.
“Ahora mismo, tenemos que hacer algo que nos haga ganar una semana, dos semanas, cualquier cosa que lo retrase tendrá consecuencias impresionantes”, dice Farrar. “Si London, Seattle o Paris pasan por lo que está pasando el norte de Italia en este momento, será algo demoledor”.
Los hospitales del norte de Italia se están quedando sin camas para los pacientes y cerca de 250 trabajadores de atención sanitaria se han contagiado. Si continúa el actual ritmo de contagio, predice un análisis de The Lancet , las unidades de cuidados intensivos estarán al máximo de su capacidad a finales de la semana que viene2. “Hablé el fin de semana por teléfono con colegas que están en cuidados críticoa en Italia y la situación es desesperada”, declara Farrar. “Cualquier cosa que haga disminuir los brotes salvará un número enorme de vidas”.
Nota:
(1) Son cifras que, claro está, aumentan cada día y por lo tanto ya están desfasadas (N de la R).
 
prestigiosa periodista científica norteamericana radicada en San Francisco, es colaboradora de la revista 'Nature', así como de otras importantes publicaciones generalistas o especializadas, como 'The Lancet', 'ScienceNews', 'Global Health Now', 'The New York Times', 'Newsweek', 'Foreign Policy' o 'Wired'.
Fuente:
Nature, 13 de marzo de 2020
Traducción:
Lucas Antón

Como la élite mundial tratará de beneficiarse de la pandemia.

Como la élite mundial tratará de beneficiarse de la pandemia. Entrevista a Naomi Klein

Naomi Klein 

21/03/2020
La crisis es la ocasión para colar políticas impopulares

La entrevista la realizó Marie Solis
El coronavirus es oficialmente una pandemia mundial que hasta ahora ha infectado diez veces mas personas que el SARS de 2003. En EE.UU., escuelas, universidades, museos y teatros, cierran sus puertas; y pronto, ciudades enteras, harán lo mismo. Los expertos advierten de que algunas personas, sospechosas de estar infectadas por el virus en EE.UU: prosiguen su rutina cotidiana. Porque su empleo no les permite bajas pagadas dadas las deficiencias del sistema privatizado de salud norteamericano.
La mayoría de entre nosotros (NT.: para los ciudadanos norteamericanos) no saben qué hacer ni a quién escuchar. El presidente Donald Trump ha rechazado las recomendaciones de los centros de control y de prevención de enfermedades; y estos mensaje contradictorios han reducido nuestro margen de maniobra para atenuar los daños causados por este virus tremendamente contagioso.
Son las condiciones perfectas para que los gobiernos y la élite mundial desplieguen programas políticos, que de otra forma, encontrarían gran oposición si no estuviéramos todos tan desorientados. Esta cadena de acontecimientos no es exclusiva de la crisis creada por el coronavirus; es el proyecto que los políticos y los gobiernos persiguen desde hace décadas, conocido con el nombre de “doctrina del shock”, término inventado por la activista y autora Naomi Klein en un libro del mismo nombre de 2007.
La historia es una crónica de “shocks”: los de las guerras, las catástrofes naturales y las crisis económicas, y de sus consecuencias. Estas consecuencias se caracterizan por el “capitalismo catástrofe”; mediante “soluciones” calculadas y de libre mercado para las crisis que estallan y exacerban las desigualdades existentes.
Según Klein, asistimos ya a un capitalismo catastrófico en el terreno nacional; para responder al coronacirus, Trump ha propuesto un plan de estímulo de 700 millardos de dólares que incluye reducción de cargas sociales (que devastarán la seguridad social) y proporcionará una ayuda a las industrias faltas de oportunidades de negocio causadas por la pandemia: “No lo hacen porque crean que es el medio más eficaz para paliar el sufrimiento causado por la pandemia; formulan tales ideas porque ven una oportunidad para desplegarlas”, ha declarado Klein.
VICE ha preguntado a Klein sobre la forma como el “shock” del coronavirus cede su lugar en la cadena de acontecimientos que describió hace ya más de diez años en La doctrina del shock.
VICE: Empezemos por lo esencial. ¿Qué es el capitalismo de catástrofe? ¿Cuál es su relación con la “doctrina del shock”?
La forma como defino el “capitalismo catástofe” es muy simple: describe la manera como las industrias privadas emergen para beneficiarse directamente de las crisis a gran escala. La especulación sobre las catástrofes y la guerra no es un concepto nuevo, pero se ha profundizado claramente con la administración Bush a partir del 11 de setiembre, cuando el gobierno declaró este tipo de crisis de seguridad sin plazo, y simultáneamente la privatizó y externalizó; esto incluyó el Estado de seguridad nacional en la privatización, así como la invasión y ocupación (privatizada) de Irak y Afganistán.
La “doctrina del shock” es la estrategia política que consiste en emplear las crisis a gran escala para hacer avanzar políticas que profundicen sistemáticamente las desigualdades, enriqueciendo a las élites y debilitando a los demás. En tiempos de crisis, la gente tiende a concentrarse en las urgencias cotidianas para sobrevivir como sea y tiende a contar sobre todo con los que están el poder. En épocas de crisis, desviamos un poco la mirada, lejos del juego real.
VICE: ¿De dónde viene esta estrategia política? ¿Cómo trazar su historia en la política norteamericana?
La estrategia de la doctrina del shock fue una respuesta de Milton Friedman al programa del New Deal. Este economista neoliberal creía que todo estaba equivocado con el New Deal en Estado Unidos: para responder a la Gran Depresión y al Dust Bowl (NdeT: Tormenta de polvo) un gobierno mucho más activo surgió en el país, que se propuso resolver directamente la crisis económica en la época creando empleos públicos y ofreciendo ayudas directas.
Si Vd. es un economista del libre mercado, comprenderá que cuando los mercados quiebran, hay preparado un cambio progresivo que es mucho más orgánico que el tipo de políticas de desregulación que favorecen a las grandes empresas. La doctrina del shock se desarrolló como un medio de evitar que las crisis cedan el lugar a momentos orgánicos en los que surjan políticas progresistas. Las élites políticas y económicas entienden que los momentos de crisis son la ocasión para hacer avanzar su lista de deseos de políticas impopulares que polarizan aún más la riqueza en este país y en todo el mundo.
VICE: Actualmente estamos confrontados con múltiples crisis: una pandemia, falta de infraestructuras para resolverla y hundimiento de la bolsa. ¿Podría explicarnos como cada uno de estos elementos se inscribe en el esquema que Vd. ha descrito en la Doctrina del shock?
El shock en realidad es el mismo virus. Se le ha tratado de manera que maximice la confusión y minimice la protección. No creo que sea una conspiración; es justo la forma como el gobierno norteamericano y Trump han gestionado, completamente mal, esta crisis. Hasta ahora Trump ha tratado esta situación, no como una crisis de salud pública, sino como una crisis de percepción y un problema potencial para su reelección.
Es el peor de los escenarios, máxime si se tiene en cuenta el hecho de que Estados Unidos no dispone de un programa nacional de salud y que la protección de la que se benefician los trabajadores es muy mala: por ejemplo, la ley no establece prestaciones por enfermedad. Esta combinación de fuerzas ha provocado un choque máximo. Va a explotarse para salvar industrias que están en el núcleo de las crisis más extremas a las que hemos de enfrentarnos, como la crisis climática: la industria aérea, la petrolera y gasística, la de los cruceros, y quieren consolidar todo esto.
VICE: ¿Cómo hemos visto esto antes?
En La doctrina del shock hablo de lo que pasó después del huracán Katrina. Grupos de expertos de Washington como la Heritage Foundation se reunieron creando una lista de soluciones “pro libre mercado” para el Katrina. Podemos estar seguros de que ahora se hará el mismo tipo de reuniones. De hecho, la persona que presidió el grupo Katrina fue Mike Pence (NT: la persona que preside ahora el dossier Coronavirus). En 2008, ese movimiento se tradujo en el salvamento de los bancos, cuando los países les entregaron cheques en blanco, que finalmente se elevaron a varios millardos de dólares; pero el coste real de esta situación tomó la forma de amplios programas de austeridad económica (reducciones ulteriores de servicios sociales). Así que no se trata tan solo de lo que pase ahora, sino también de la forma como lo pagarán en el futuro, cuando se presente la factura de todo lo que se debe.
VICE: Si nuestros gobernantes y la élite mundial van a beneficiarse de esta crisis para sus propios fines, ¿qué puede hacer la gente para apoyarse mutuamente?
“Voy a cuidar de mí y de los míos, podemos adquirir la mejor póliza de seguro privado de enfermedad, y si Vd. no la tiene, probablemente es su error, no es mi problema”: he aquí lo que una economía de vencedor mete en nuestros cerebros. Lo que revela en un momento de crisis como ahora, es nuestra interrelación de unos con otros. Comprobamos en tiempo real, que estamos mucho más interconectados de lo que nuestro brutal sistema económico nos permite creer.
Podemos pensar que estaremos seguros si obtenemos buenos cuidados médicos, pero si la persona que prepara o suministra nuestros alimentos, o que envuelve las cajas, no tiene acceso a cuidados médicos y no puede permitirse los análisis, y aún menos quedarse en casa porque no tiene prestación por enfermedad, no estaremos seguros. Si no nos cuidamos unos a otros, ninguno estará seguro. Estamos atrapados.
Las diferentes formas de organizar la sociedad favorecen o refuerzan diferentes partes de nosotros mismos. Si está en un sistema que, como sabe, no cuida de la gente, y no distribuye los recursos de manera justa, entonces nuestro impulso por la acumulación estará en riesgo. Piense esto y reflexione en cómo. En vez de empecinarse en pensar en cómo pueden cuidarse a sí mismos y a su familia; Vd. puede cambiar y reflexionar sobre la forma de compartir con sus vecinos y ayudar a las personas más vulnerables.
 
Autora, entre otros libros, de 'La doctrina del shock' y 'No Logo'.
Fuente:
https://zintv.org/naomi-klein-comment-lelite-mondiale-va-tenter-dexploiter-la-pandemie/
Traducción:
Ramón Sánchez Tabarés

sábado, 21 de marzo de 2020

La dimensión política del coronavirus

La dimensión política del coronavirus

Àngel Ferrero 

13/03/2020

Tras unas semanas en las que abundaron las críticas a China por su gestión de la crisis, varios países del mundo occidental han entrado en pánico por la gestión de la crisis provocada por el coronavirus.
En un momento en el que los esfuerzos de los estados están concentrados en la contención de la pandemia mundial de coronavirus (covid19), puede parecer una frivolidad preguntarse por sus repercusiones políticas. Sin embargo, a nadie se le escapa que antes o después llegarán. Por lo pronto, el impacto económico ya se está dejando notar: los principales índices bursátiles han registrado caídas —el jueves Wall Street cerró después de que el Dow Jones se dejase 1.700 puntos en la apertura— y sectores enteros de la economía y las cadenas de suministro se han visto golpeados.
El director de Foreign Policy In Focus, John Feffer, recogía en un artículo reciente algunos datos que no está de más reproducir aquí: se ha calculado que el tráfico mundial de contenedores de transporte se reducirá un 9,5% este mes de marzo, y del sector industrial al turístico —reservas hoteleras, restauración, aerolíneas y cruceros— e incluso el entretenimiento —cancelación de conciertos, exposiciones en museos, funciones de teatro y estrenos cinematográficos— las consecuencias ya se dejan notar.
China ha ajustado su previsión de crecimiento, que ha rebajado a un 5% del PIB del 6% previsto, y se espera una caída similar para Italia, cuyo gobierno ha anunciado ya una inversión adicional de 25.000 millones de euros. Según fuentes del Fondo Monetario Internacional (FMI), Italia podría necesitar un rescate de 500 a 700 mil millones de dólares. El pasado martes la Unión Europea adelantó que activará un fondo de 25.000 millones de euros para hacer frente a la crisis, un día antes de que el Banco Central Europeo (BCE) alertase de la posibilidad de una crisis como la de 2008 si no se toman medidas cuanto antes.
Bloomberg presentaba hasta cuatro escenarios, en el peor de los cuales la economía global perdería 2,7 billones de dólares y algunas de las principales economías industriales verían caer su PIB hasta un 3%. Según sus autores, “las históricos bajos niveles de las tasas de interés y los elevados niveles de deuda” limitan el margen de maniobra de los estados europeos, haciendo que la “caja de herramientas sea poco adecuada para la tarea” de enfrentarse al daño económico que causará la pandemia.
“Si algo con una tasa de mortandad relativamente baja como el coronavirus, de entre un 1 y un 4%, en comparación con el 50% del ébola, puede ocasionar semejante daño a la economía global, quizá es que el paciente estaba sufriendo ya de algún tipo de dolencia previa”, observa Feffer. “Puede parecer ridículo esperar que un patógeno, incluso uno que se propaga al ritmo de una pandemia, pueda revertir una trayectoria que lleva desarrollándose un siglo, pero el estallido de coronavirus coincide con los ataques a la globalización económica desde diferentes sectores”, añade el director de Foireng Policy in Focus, quien cita el ejemplo de los ecologistas que cuestionan desde hace décadas la política de crecimiento y la mundialización.
En este sentido, el covid19, “como la pandemia de gripe de 1918, puede contribuir a una mayor fragmentación” o puede “servir como recordatorio de cómo la salud de la humanidad ha dependido de allende de las fronteras durante milenios” —las pandemias, recuerda el autor, siempre han estado relacionadas con los desplazamientos comerciales y militares— conduciendo a replantarse “cómo funciona el mundo”.
Quizá no se equivocaba del todo el editor del Global Times, Hu Xijin, al afirmar que “nos encontramos ante la primera fase de un enorme cambio”, ni tampoco exageraba el sociólogo Jósczef Böröcz al decir que “la humanidad se encuentra a prueba […] ¿Cómo reaccionan las culturas, clases e individuos a un desafío colectivo de esta importancia? ¿Qué culturas, clases e individuos son capaces de ajustarse a las respuestas colectivas adecuadas? ¿Qué produce reacciones sociales absolutamente antisociales? ¿Quién se dedica a pseudoactividades irrelevantes? Y la mayor pregunta de todas: ¿Qué culturas, clases e individuos serán capaces de sobrevivir o cuáles se irán por el desagüe?”
Primero Schadenfreude, luego pánico
Como se ha señalado ya en varios lugares, y el propio Feffer recoge, la primera reacción de muchos comentaristas occidentales al brote de covid-19 en Wuhan fue de Schadenfreude, un término alemán de uso frecuente en los medios con el que se describe el sentimiento de alegría por la desgracia ajena. ¿Cuántos medios no hablaron de un ‘Chernóbil chino’? Se lo preguntó The Guardian, lo afirmó la revista Newsweek y, como por desgracia acostumbra a suceder, en España se repitió acríticamente en diarios como el ABC y en todos los telediarios de importancia. Foreign Policy llegó a acusar a China de haber “puesto en riesgo al mundo” con su “incompetencia”.
Muy diferente era el juicio de las autoridades sanitarias competentes: después de visitar el país, el director ejecutivo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para brotes epidémicos y emergencias sanitarias, Bruce Aylward, elogió en una rueda de prensa a finales de febrero la respuesta china y señaló que el resto de países no están preparados, “pero pueden estar listos rápidamente si hay un cambio de mentalidad sobre cómo vamos a manejar la enfermedad”.
En una entrevista con el medio estadounidense Vox publicada a comienzos de este mes, Aylward desarrollaba sus conclusiones. “La cuestión es la velocidad, todo se reduce a la velocidad: cuanto más rápido se puedan encontrar los casos, aislarlos y rastrear sus contactos, más éxito se tendrá”, exponía. Lo que demuestra la respuesta de China en 30 provincias, continuaba, “es que si uno se lo propone, se arremanga y comienza el trabajo sistemático de encontrar los casos y rastrear los contactos, se puede modificar la forma del estallido, reducir la presión y prevenir que mucha gente enferme y que los más vulnerables mueran”.
No se trata solamente de medidas comunes como el aislamiento de casos y la suspensión de reuniones públicas, sino de construir instalaciones hospitalarias especializadas, acelerar las pruebas —los resultados se conocen en un espacio de cuatro a siete horas— y garantizar su gratuidad, agilizar las recetas de medicamentos y crear una red para su distribución a las poblaciones afectadas, así como adquirir aparatos de respiración asistida, oxígeno, material de laboratorio. E incluso a pesar de ese esfuerzo hercúleo “hubo problemas con los suministros en algún punto”. ¿Y qué hay del aislamiento de ciudades enteras o del seguimiento de ciudadanos a través de sus teléfonos móviles? “Los aislamientos a los que se refiere, las preocupaciones por los derechos humanos, reflejan la situación en lugares como Wuhan, [los aislamientos] se concentraron en Wuhan y otras dos o tres ciudades que explotaron [con casos de COVID-19], estos lugares se descontrolaron al comienzo [de la epidemia] y China tomó la decisión de proteger a China y al resto del mundo.”
Ahora que el covid19 se extiende por Europa y Estados Unidos, la comparación en la gestión de la pandemia ha dejado en evidencia la “dolencia previa” de la que hablaba Feffer. En EEUU, hogar de 28 millones de personas sin seguro médico, las enfermeras se han quejado por la falta de equipos y también lo ha hecho el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) por la escasez de material de laboratorio para las pruebas de detección después de haber sufrido retrasos y errores.
En Nueva York el cierre de escuelas se ha considerado como “la última opción”, ya que significaría dejar a 114.000 estudiantes sin hogar sin la posibilidad de recibir atención médica o comida. En Counterpunch resumía bien la situación JP Sottile al escribir que estos últimos cuatro años la Casa Blanca “ha estado privando de oxígeno a las agencias federales, reduciendo sus recursos y su personal”, avanzando en el programa neoliberal de tres décadas que convierte así a Donald Trump en “el omega al alfa de Ronald Reagan”. “Cualquier ‘incompetencia’ relacionada con el coronavirus que veáis en las noticias es una característica intrínseca de todo ello, no un error”, denunciaba Sottile.
Cabe recordar que todo esto sucede mientras China clausuraba recientemente 16 hospitales de emergencia en Wuhan, enviaba 250.000 mascarillas y cuatro expertos en el control de la epidemia a Irán —donde las sanciones estadounidenses agravan la crisis— y un millar de ventiladores pulmonares, dos millones de mascarillas ordinarias y 100.000 mascarillas de alta tecnología a Italia.
En un artículo en Politico, el representante permanente de Italia ante la UE, Maurizio Massari, volvía a reclamar a Bruselas que relajase el acceso al crédito y difícilmente podía ocultar su indignación ante la respuesta de sus socios europeos: “Italia ya ha pedido que se active el Mecanismo de Protección de la Unión Europea para el suministro de equipos médicos para protección individual, pero por desgracia ni un solo país europeo ha respondido a la llamada de la Comisión, únicamente China ha respondido bilateralmente”. “Ciertamente, esto no es un buen signo de solidaridad europea”, apostillaba Massari.
El jueves la embajada china en Madrid informaba de la llegada de un cargamento de 1,8 millones de mascarillas y 100.000 reactivos. Alemania ya ha prohibido la exportación de material médico, provocando la indignación de Suiza y Austria. Berna ha llamado al embajador alemán a consultas en protesta por el bloqueo de un cargamento de 240.000 mascarillas médicas en la frontera, mientras que la ministra de Economía austríaca, Margarete Schramböck, ha exigido a Berlín que deje de retener los suministros.
“No puede ser que Alemania esté reteniendo productos destinados a Austria por el simple hecho de encontrarse almacenados en un Alemania”, declaró Schramböck, “estos productos son para el mercado austríaco, y los movimientos unilaterales de Alemania lo único que hacen es causar problemas a otros países”. Tan poco para tantos valores europeos.
China ha donado más de un millón de máscaras y otro material médico a Corea del Sur, 5.000 trajes protectores y 100.000 máscaras a Japón y 12.000 kits de detección a Pakistán, pero a pesar de todo ello algunos medios occidentales parecen concentrarse en atacar al país que más ayuda.
En España es digna de mención la rápida progresión del economista Juan Ramón Rallo quien, desde su columna en El Confidencial —programáticamente titulada Laissez faire— ha pasado de calificar de “extralimitación liberticida” la decisión de Francia de requisar los stocks de mascarillas para evitar el acaparamiento y la especulación a explicar a sus lectores por qué las medidas adoptadas por China para contener el Covid-19 son un ejemplo a seguir.
Aunque este cambio ha dado pie a numerosas bromas, pocos lectores parecen haber reparado en el último parágrafo de su artículo: “Pero, a la vez, los casos de Hong Kong y Singapur también nos recuerdan que, con restricciones muchísimo menores a las de China pero con un seguimiento exhaustivo de los contagiados y de sus contactos y una extrema responsabilidad individual hacia los demás (tomarse en serio la higiene y minimizar las salidas innecesarias de casa), también es posible frenar el ritmo de contagio. No hace falta hacer como China para obtener resultados chinos: pero sí es imprescindible actuar con profesionalidad y diligencia. Si no lo hacemos, confundiremos la inoperancia, pasividad y negligencia de un partido político específico con la inoperancia de un régimen amplio de libertades. Y la epidemia vírica será seguida por una epidemia autoritaria.”
Beijing vs. Singapur
Después del crack del 29 millones de personas en el mundo quedaron fascinadas por la capacidad de resistencia a la crisis —supuesta o relativa, dependiendo del observador— de dos países de políticas diametralmente opuestas: Italia, donde se aceleró el corporativismo con la nacionalización de bancos y la creación de empresas mixtas y estatales, y la URSS, donde el sistema de economía planificada protegía relativamente al país de los shocks de la Gran Depresión.
Con la crisis del Covid-19 podría ocurrir algo parecido, salvando por descontado todas las distancias. La derecha ya parece haber tomado como ejemplo Singapur, como atestiguan algunos artículos publicados hasta la fecha. Pocas sorpresas: la combinación de una economía de libre mercado, por una parte, y de un longevo gobierno autoritario del Partido de Acción Popular (PAP) que se encarga de vigilar su cumplimiento, por la otra, convierte a la ciudad-estado en un modelo atractivo para la derecha.
Singapur, con todo, no llega a los seis millones de habitantes. China, en cambio, tiene más de 1.400 millones, lo que la convierte en el país con más población del mundo. A diferencia de Singapur, su sistema político es una evolución del que existía en los estados del “socialismo realmente existente” antes de su desintegración, y mantiene, a pesar de la liberalización de buena parte de su economía, elementos socialistas. Los muchos comentarios que ha provocado la respuesta china a la crisis del coronavirus estos días traen a la memoria ¿Comunismo sin crecimiento? (1975) de Wolfgang Harich.
Este libro —una larga conversación entre el filósofo alemán y Freimut Duve, un socialdemócrata germano-occidental— abordaba el replanteamiento del marxismo a la luz de la crisis ecológica desde una óptica pesimista, partiendo de la tesis que aquélla establecía límites a la abundancia material con la que el marxismo tradicionalmente había vinculado la libertad comunista y la consiguiente extinción (o abolición) del Estado. En palabras de Harich, “mi creencia en la superioridad de modelo soviético de socialismo se ha hecho inquebrantable desde que he aprendido a no considerarlo ya desde el punto de vista de la —por otra parte absoluta— competencia económica entre el Este y el Oeste, sino a juzgarlo, ante todo, según las posibilidades que ofrece su estructura para sobreponerse a la crisis ecológica, para el mantenimiento de la vida en nuestro planeta, para la salvación de la humanidad”. Según Harich, únicamente un sistema comunista, con su centralización administrativa y economía planificada, permitiría combinar medidas de emergencia como la limitación del consumo y de la población o el racionamiento de productos de acuerdo a un principio de igualdad.
El libro de Harich fue ampliamente debatido en su momento en España, donde Manuel Sacristán le achacó tres defectos: “En primer lugar, es inverosímil si se tiene en cuenta la experiencia histórica, incluida la más reciente, que es la ofrecida por la aristocracia de los países del llamado ‘socialismo real’; en segundo lugar, el despotismo pertenece a la misma cultura del exceso que se trata de superar; en tercer lugar, es poco probable que un movimiento comunista luche por semejante objetivo. La conciencia comunista pensará más que bien que para ese viaje no se necesitaban las alforjas de la lucha revolucionaria. A la objeción (repetidamente insinuada por Harich) de que el instinto de conservación se tiene que imponer a la repugnancia al autoritarismo, se puede oponer al menos la duda acerca de lo que puede hacer una humanidad ya sin entusiasmos, defraudada en su aspiración milenaria de justicia, libertad y comunidad.”
A la luz de la crisis del Covid-19, los argumentos de Wolfgang Harich merecen reflexión. En una entrevista concedida en 1979 al semanario Der Spiegel, Harich defendía “que hay parámetros de alcance global que sólo pueden resolverse con un poder centralizado”, y añadía que “éste, en mi opinión, debe contar con plenos poderes dictatoriales” (aquí conviene matizar que Harich hablaba de una dictadura fideicomisaria y no de un despotismo soberano). “No soy un sádico, no me gustan las dictaduras duras, no me despiertan ninguna simpatía”, aseguraba, “sólo anticipo que si todo sigue como hasta ahora, entonces revertir las consecuencias sólo será posible con una tiranía terrible, temible”.
La pandemia de coronavirus ha vuelto a poner sobre la mesa la cuestión de la eficacia de un sistema centralizado como el chino para frente hacer los graves problemas a los que se enfrenta el mundo en el siglo XXI. Las llamadas que han hecho algunos desde las redes sociales y desde la nueva izquierda a la política de curas durante la pandemia son loables, pero quedan empequeñecidas ante la magnitud del problema. La autoorganización o los movimientos sociales, por encomiables que sean, pueden servir para crear una red barrial de distribución de alimentos o tareas —que no es poco, en los tiempos que corren—, pero no para la organización y traslado de personal médico, y menos aún para fabricar aparatos de respiración, material de laboratorio o mascarillas en una crisis como ésta: de eso se encarga el Estado. El tiempo corre, y a medida que avanza la única alternativa, advertía Harich en la entrevista, “será entonces la autodestrucción en libertad, democracia y economía de mercado o un golpe de timón con medidas muy duras”. Entonces “quizá vendría, como teme el socialdemócrata Richard Löwenthal, un nuevo cesarismo con una nueva guardia pretoriana, que destruye todo lo que se cruza a su paso”. “El riesgo”, terminaba un sombrío Harich, “está ahí”. Si el dilema económico en los veinte se planteó, por tomar una conocida expresión de Thomas Mann, como una elección entre “Roma o Moscú”, el de este siglo XXI podría acabar siendo —si no se encuentra una solución socialista democrática a tiempo— entre Beijing o Singapur. El tiempo corre.
 
es miembro del comité de redacción de Sin Permiso
Fuente:
https://www.elsaltodiario.com/coronavirus/angel-ferrero-dimension-politica-covid19