MALECÓN. POR: CARLOS
VILLALBA BUSTILLO
Cómoda,
y más aún con las morisquetas cínicas del señor Trump, es la posición de los
Estados Unidos relacionada con el narcotráfico, pues para los gringos de todos
los pelajes políticos romper una unidad en dos mitades es, no lo ideal, sino lo
conveniente para ellos y sus intereses en determinadas circunstancias. A criterio
de Washington, la bola de los alucinógenos tiene una semicircunferencia buena y
otra mala. La buena es la distribución y la mala es la producción.
Como
si fuera poco, es el gobierno estadounidense el que certifica o descertifica al
antojo de quien lo presida. No es, como debería ser, un organismo multilateral
o especializado. Por la gracia de ese privilegio de origen puritano reparten
bendiciones y maldiciones con el látigo en alto. De ahí que bendigan y
maldigan, en calidad de jueces y partes, de manera impúdica, con patente de
prevaricadores e insolencia de verdugos, a santurrones y malvados.
Hace
apenas una semana el Congreso norteamericano negó, en uno de sus debates, el
recorte que propuso Trump en la ayuda de su país a la lucha contra los
narcóticos en Colombia. Ahora trata, como lunático desairado, de eludir la
derrota parlamentaria por el atajo de la descertificación quitándole los
recursos a su socio y amigo. Él no puede reconocer un traspié y sacrifica lo que
sea para enaltecer un capricho. Lo grave es que ahora no lo hace como dueño de
casinos, sino como jefe de Estado y de Gobierno.
La
razón para asediar a los países que producen y procesan la coca, y no a los
capos que la distribuyen dentro de los Estados Unidos, es que el distribuidor
deposita sus utilidades allá y el productor se las trae y las blanquea a través
de testaferros en Bogotá, La Paz y Lima. Si Pablo Escobar hubiera invertido sus
ganancias en San Francisco o GEeorgia, le habrían ofrecido la ciudadanía
americana para cobrarle los impuestos que evaden tramposos de charreteras como
Donald Trump.
Si
algún país merece una descertificación por el fracaso de la política anti
drogas es Estados Unidos. Este advierte el aumento de las hectáreas sembradas,
pero no el crecimiento de la demanda en Chicago, Los Ángeles o New York. Parece
que sus costas no tuvieran vigilancia ni policial ni aduanera. Aviones y
lanchas proveen a los revendedores de la carga, y de las bodegas de estos salta
hacia los tabiques más jóvenes de la población.
La
terquedad de los gringos tiene otra razón de peso: que, caído el Muro de
Berlín, el pretexto para intervenir con fines imperialistas, dondequiera que lo
necesiten, son las sustancias controladas, y no van a cambiar esa punta de lanza
por la eludida legalización. Que no intervengan con la frecuencia que
quisieran, es otra cosa. Pero, entre sus muchos modos de dominio, se reservaron
este que venden como guerra de protección.
carvibus@yahoo.es. 17 de Septiembre de 2017
12:00 am.
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