miércoles, 22 de marzo de 2017

GUERREROS Y CAMPESINOS DESPUÉS DE LA GUERRA POR: ALEJANDRO REYES POSADA. 11 FEB 2017 - 9:00 PM

GUERREROS Y CAMPESINOS DESPUÉS DE LA GUERRA
POR: ALEJANDRO REYES POSADA. 11 FEB 2017 - 9:00 PM

En un libro publicado por Norma en 2009 y reeditado por Planeta el año pasado, titulado Guerreros y Campesinos, despojo y restitución de tierras en Colombia, presento una visión sobre los grandes conflictos por la apropiación del territorio en las grandes regiones del país, sus relaciones con las estrategias de las guerrillas y los grupos paramilitares, la incidencia del narcotráfico en el conflicto armado, el despojo masivo por paramilitares en los departamentos y el proceso de restitución de tierras y viviendas urbanas agenciado por el gobierno Santos.

No es posible entender la guerra interna colombiana sin hacer referencia a los problemas de la tierra y el territorio, pues toda guerra se define por el control territorial de los adversarios. Al tomar consciencia de los lugares donde ocurrieron los hechos se puede ver cuáles comunidades sufrieron los estragos crónicos de la violencia y cómo se pueden reconstruir la confianza y la reciprocidad, que son los cimientos de la convivencia pacífica. Esos estragos son la deuda que el país tiene con su periferia rural, cuyo poder de facto fue delegado a ejércitos privados de derecha e izquierda y sus pobladores quedaron atrapados como víctimas de la polarización armada.

Desde el cese al fuego definitivo con las Farc se levantó la cortina del miedo bajo la cual vivieron los campesinos en sus áreas de control, sea por las presiones de la guerrilla o las operaciones militares en su contra. La restitución de tierras, cuya fase administrativa avanza a mayor ritmo que la judicial, reconstruye comunidades y asegura el retorno de desplazados con proyectos productivos e infraestructura local. La desaparición de las Farc permite ordenar los derechos de propiedad en sus áreas de anterior dominio, incluso con la asignación de tierras a los desmovilizados que quieran trabajarlas.

Pero todo lo anterior es solo la superficie del problema. Los hechos terribles ocurridos en veredas y municipios durante medio siglo de guerra cambiaron para siempre las vidas y el futuro de los guerreros y los campesinos y seguirán arrastrando su carga de consecuencias durante dos o tres generaciones, al pasar de padres a hijos las memorias del trauma causado a otros o padecido a manos de otros, con quienes se cruzarán en calles y caminos.

La memoria del trauma evoluciona en procesos individuales y colectivos de reconstrucción de lo ocurrido para descubrir el sentido que tuvieron los hechos. El trauma puede quedar atorado en los eventos dolorosos como un eterno presente o puede reconocerse y explicarse para dar paso a un nuevo proyecto de vida, que excluya ejercer o padecer de nuevo la violencia. La resiliencia es precisamente la capacidad de continuar el proyecto de vida después del trauma sufrido y puede hablarse de la resiliencia de Colombia para superar la guerra y devolverle el futuro a quienes la hicieron o padecieron, para que no se reinicie el eterno círculo de la violencia endémica.

Esa resiliencia reparadora y creativa supone reconocer la injusticia de la exclusión contenida en las estructuras sociales, que justificó para los guerreros la lucha, el abandono de los campesinos a su suerte en medio del conflicto armado, la humanidad de quienes fueron adversarios y la verdad de las acciones y reacciones de las partes envueltas en la guerra. La memoria histórica preserva pero también permite sanar el inmenso trauma que ha vivido Colombia.

TOMADO DE WWW.ELESPECTADOR.COM

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