domingo, 17 de abril de 2016

Oro, coca y carne blanca. Por: Tatiana Acevedo. Tomado de elespectador.com

Oro, coca y carne blanca

Tatiana Acevedo
Tres persecuciones se llevaron a cabo en la semana que termina.
Por: Tatiana Acevedo. Tomado de elespectador.com
En el sur del país, autoridades rastrearon a la banda que secó un río. En el oriente, a la que aniquiló la capa vegetal de una vereda. En el norte, a la que inició un incendio forestal que aún no se ha podido controlar.
Al río Sambingo, en el Macizo colombiano, entre los municipios de Mercaderes y Bolívar, Cauca, lo secaron con mercurio. Según explicó la Fiscalía, el río fue contaminado en la búsqueda de oro con “altas cantidades de mercurio”. La acumulación del mineral desbarató la ribera, afectó el agua y hasta cambió su curso. El oro resiste la corrosión y es codiciado en distintas industrias, incluyendo las del estatus y el amor. Muestran las telenovelas que la plata nueva viene con cadenas de oro amarillo de patrimonio y la plata vieja con anillos de oro blanco de matrimonio.
A la vereda San Miguel de Tibú, en Norte de Santander, la dejaron sin vegetación. Según explicó Ecopetrol, el oleoducto Caño Limón Coveñas empezó a chorrear petróleo tras la instalación de una válvula ilícita. Las autoridades declararon que el hidrocarburo se roba y se transporta a la selva del Catatumbo en donde es refinado y convertido en gasolina “pategrillo”, vital en el procesamiento de la pasta base de coca. Pasta base y cocaína son estimulantes del sistema nervioso central. La primera es un residuo de la segunda, es mucho más barata y se fuma.
150 hectáreas de rastrojos y arbustos en Pueblo Viejo, Magdalena, fueron consumidos en un incendio forestal. La corporación autónoma Corpamag, explicó que cazadores de hicoteas empezaron el incendio. Las hicoteas, tortugas del agua dulce, se mueven entre lagunas, ciénagas y ríos. Para cazarlas se queman los alrededores de sus hábitats. Son consideradas una delicia culinaria de Semana Santa (se come para no irrespetar la Cuaresma). Hay quienes las consumen como afrodisíaco o las compran como mascotas familiares.
Los que buscaban oro, los que sacaban combustible para procesar coca, los que atrapaban tortugas, todos son parte de cadenas largas, frágiles. Su debilidad proviene también de la propia naturaleza, que sabotea cualquier plan. Las propiedades del agua la hacen propensa a contaminaciones rápidas, sin forma ni horarios. El crudo que sale del oleoducto penetra la tierra que lo recibe, porosa. La candela se une al viento y sigue sin mapa por el ecosistema de la ciénaga.
Los grupos de hombres capturados en flagrancia reciben en sus cuerpos el mercurio, refinan gasolinas y respiran gases, persiguen tortugas con mucho riesgo y pocas ganancias. Gente que está en otra parte, que hace las cuentas, los contactos, organiza la protección armada, se lucra más y más fácil. Todos son parte de cadenas largas, en las que en algún punto el producto oro, coca o carne blanca, pierde su historia y pasa a significar placer, goce, alegrías. Y tras las capturas van a venir otros hombres para volver a comenzar a buscar oro en otro río, a robarle al oleoducto, a cazar tortugas todos los abriles.
Las imágenes tras las noticias son devastadoras. El río Sambingo que surtía de agua a 13 municipios aparece muerto, ahuecado, como una foto de otro planeta. La tierra de Tibú cubierta de gris, sin agua ni animales. Las hectáreas quemadas amarillas, atravesadas por lagunas panditas, llenas con peces muertos. Son los ritmos del país, los de la extracción de recursos, las persecuciones inocuas, las repeticiones absurdas.

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