Veinticinco
años de la Constitución
“La
buena voluntad de la constituyente fue traicionada”: Nilson Pinilla
El
exmagistrado, expresidente de la Corte Suprema y la Constitucional, conocido
porque habla descarnadamente, se refiere a la situación caótica de la justicia
colombiana en varios frentes.
Por:
Cecilia Orozco Tascón
“La
buena voluntad de la constituyente fue traicionada”: Nilson Pinilla
“Quien
incluyó en las ternas a Pretelt para la Corte Constitucional, o a Villarraga (y
otros) para el ‘consejillo’ Superior de la Judicatura, está en la obligación de
explicar por qué lo hizo”, opina Nilson Pinilla. / El Espectador
A
propósito del cumpleaños de la expedición de la Constitución, la Javeriana
promovió una reunión de expertos en la materia. Usted participó con un tema que
se titulaba “Las promesas de la Constitución: mejor justicia”. ¿Esas promesas
se cumplieron? ¿El país tiene mejor justicia que antes de 1991?
No.
No se han cumplido con algunas excepciones como las que se derivan de la acción
de tutela y, parcialmente, de la lucha contra la invasión de dineros
provenientes del narcotráfico durante los torcidos desarrollos politiqueros. De
manera deplorable, la justicia sigue siendo tan o más lenta e incierta que
antes. El acceso a ella se ha complicado y la seguridad jurídica continúa
alejándose, especialmente debido a los recursos nacionales e internacionales a
que acuden los que están involucrados en conductas punibles, que les han
generado alto rendimiento económico a ellos y a sus abogados mercenarios. Por
contera, el desprestigio se ha extendido, y un país que no cree en su administración
de justicia está expuesto a que se prohíje la ley del más fuerte.
¿A
qué se refiere cuando habla de “torcidos desarrollos politiqueros”?
A
que tenemos una democracia de mentiras, porque todo se mueve por la corrupción,
por los intereses personales y por las apetencias de los que se dedican al
ejercicio de la política.
Entonces,
¿cree que, después de todo, tenían razón los juristas que añoran la
Constitución anterior (1886) y quienes todavía reniegan de esta Carta?
No
tienen razón. La de 1991 es una buena Constitución, aunque no es perfecta
porque ninguna obra humana lo es, y porque el constituyente secundario o
derivado, esto es, el Congreso, la ha desmejorado con muchas de las 40 reformas
que le ha introducido. En 1991 Colombia se acercó a los estándares
internacionales en materia de enunciación y preservación de los derechos
fundamentales, derechos sociales, económicos y culturales, y mecanismos de
participación ciudadana, desafortunadamente no bien desarrollados; en la
defensa, al menos teórica, de los niños y de otras personas que requieren
protección reforzada y también en banca central, respeto a la naturaleza, etc.
Lo
cierto es que nadie opina hoy, que haya justicia pronta, eficiente,
independiente o imparcial. ¿Exagero?
No
exagera. Esa es la concepción generalizada, exacerbada por el negativismo común
en nuestra sociedad y por la falta de divulgación de los aspectos favorables,
reales y a veces heroicos en fiscalías, juzgados, tribunales y cortes.
Con
la nueva Carta se crearon dos altos tribunales: el Consejo Superior de la
Judicatura y la Corte Constitucional. El primero fue cooptado por el
clientelismo. El segundo, después de una tarea admirable, cayó en el foso de la
corrupción por uno de sus miembros, ¿la responsabilidad de estos resultados es
del diseño constitucional o de unas cuantas personas?
El
diseño constitucional no es responsable y es injusto que se le endilguen todos
los males a la Rama Judicial, porque su conformación no depende sólo de ella
misma. Por ejemplo, quien incluyó en las ternas, para ser elegidos, a personas
como Jorge Ignacio Pretelt, para la Corte Constitucional, o a Henry Villarraga,
Ovidio Claros, Julia Emma Garzón, Angelino Lizcano y Pedro Sanabria para la
Sala Disciplinaria del “consejillo” Superior de la Judicatura, está en la
obligación de explicarle a la opinión pública por qué lo hizo.
Entonces,
¿por qué cree que los políticos, entre ellos el expresidente Uribe, incluyeron
esos nombres en las ternas: por partidismo, porque los candidatos representaban
una ideología o porque ellos estaban dispuestos a defender los intereses de
ciertos sectores por encima del derecho?
Por
todo lo que usted dice y como retribución a generosos patrocinios de campañas
políticas.
Usted
se refiere al Consejo de la Judicatura como “el consejillo”. ¿Considera tan
despreciable la tarea de las salas Administrativa y Disciplinaria estos años?
Ese
es un viejo cuento. Desde cuando hacía parte de la Corte Suprema lo he llamado
así: “consejillo”, porque su nivel ha sido deplorable.
En
consecuencia, es cierto que el Consejo Superior tuvo, desde el inicio,
problemas de clientelismo y mediocridad.
Como
lo anoté, la mayor responsabilidad de lo sucedido en la Sala Disciplinaria
reside en quienes postularon y designaron a sus malos integrantes. En cuanto a
la Sala Administrativa, hubo fallas normativas, por ejemplo, la de exigir que
sus integrantes fuesen abogados y no permitir que llegaran servidores de otras
profesiones con capacidad gerencial. Y, una vez más, también hay responsabilidad
de las cortes por designar para la Sala Administrativa al jurista que no había
logrado llegar a otro alto tribunal, así no tuviera ningún conocimiento de
administración. Por último, en la selección de los aspirantes, usualmente ha
primado que fuesen amigos y, sobre todo, que estuvieran dispuestos a ser bien
agradecidos.
¿Está
de acuerdo en que los constituyentes se equivocaron cuando les asignaron a las
cortes la tarea de elegir a unos funcionarios del Estado?
Como
catedrático universitario elogié, entonces, la decisión de entregarles a las
cortes la iniciativa para designar a los jefes de los órganos de control, pues
parecía que esa era la vía expedita hacia el mérito, la probidad y la
despolitización. No se concebía, en ese momento, que el problema fuera de
personas y que la ambición y la pérdida de protección del interés general
arrollarían esa esperanza. Muy rápidamente quedó claro que la buena voluntad de
la Asamblea Constituyente fue traicionada: Ya en 1994, mientras la Corte
Suprema de Justicia cumplió con esa concepción presentando como su candidato a
contralor general a una persona de la inmensa calidad moral y profesional de
Hugo Palacios Mejía, la Corte Constitucional postuló a David Turbay Turbay
(condenado posteriormente por recibir dineros del cartel de Cali) que,
obviamente, fue elegido por el Congreso. Y así, sucesivamente, como ocurrió con
el procurador Orlando Vásquez Velásquez, incluido entre los aspirantes porque
“había que postular a quien tuviese la posibilidad de ser elegido”, seguramente
para devolver favores.
¿Cómo
explica que no se hubiera previsto un mecanismo eficiente y rápido de
separación de sus funciones, de los magistrados y otros altos funcionarios
envueltos en denuncias de corrupción?
En
estos cargos deben ser muy claros los procedimientos de postulación y elección,
siempre por méritos, y expedita la salida, obviamente preservando el debido
proceso real y no el que está lleno de esguinces y artificios y que solo busca
alargar la permanencia de quien carece de dignidad para ser miembro de la
respectiva corporación.
Las
soluciones a los problemas de administración eficiente del presupuesto de la
justicia nunca han llegado de la mano de la Rama Judicial que, pese a esto,
alega que debe tener independencia para manejar sus recursos. ¿Cuál es la
solución: intervención de expertos de afuera o el desgreño de las togas?
La
solución tiene que estar en la probidad y la idoneidad gerencial con autonomía
ante las otras ramas y órganos del poder. Pero esa autonomía también debe estar
alejada de las veleidades de quienes, en la rama, se olvidan de su sagrada
misión y se dejan tentar por apetencias personales.
¿Personales
de qué tipo: políticas, de dinero, de poder…?
Apetencias
personales de acrecentar el poder y, de pronto, los recursos económicos.
Quienes
más se opusieron a la aprobación de esta reciente reforma fueron los jueces y
unos magistrados, pero con el enredo en que han caído conformando los nuevos
órganos, ¿se puede concluir que la rama quiere mantener su estatus
clientelista?
Puede
haber bastante de esa triste situación. Sin embargo, debe reconocerse que hay
muchos otros magistrados que seguirán luchando por el restablecimiento de la
objetividad, la ecuanimidad y la resurrección del interés general, aunque a
veces la desazón les lleva a renunciar como hicieron los juristas Arturo
Solarte y Jesús Vall de Ruten, de la Sala Civil de la Corte Suprema.
Del
carrusel de pensiones en la Judicatura no quedó en nada, desde el punto de
vista del castigo penal o disciplinario. El paso ilegal e inmoral de una corte
a otra tuvo ejemplar sanción en dos casos, pero ahí siguen intentando influir
en otros nombramientos ¿Qué tan difícil es juzgar a los togados de altas cortes
con esta Constitución?
En
lo primero, es muy grave el abuso que se sigue haciendo del poder de no
investigar. En lo segundo, las últimas determinaciones del Consejo de Estado
sobre el asunto pusieron tatequieto a esos cuestionados reacomodos. En lo
tercero, es más que difícil juzgar a los togados de las altas cortes, como al
presidente de la República y al fiscal general, por el especialísimo fuero que
tienen, proclive a la impunidad. Sin embargo, el país se ha sorprendido,
gratamente, con la histórica acusación contra un magistrado de la Corte
Constitucional de inmensa capacidad adquisitiva. Está por verse cuánto querrán
dignificarse los senadores para que el asunto llegue a la Corte Suprema.
Disculpe
que le pregunte, pero a usted mismo, cuando enfrentó a unos de sus colegas, le
recordaron que pasó de una corte a otra y que no quería pensionarse.
Ciertamente
me enorgullece haber sido magistrado y presidente de la Corte Suprema y de la
Corte Constitucional. Para esta última no fui nombrado por la Suprema como ésta
hace con los integrantes de la Sala Administrativa, sino que fui incluido en la
terna para que otra institución eligiera. Esto ocurrió más de tres años después
de haber salido de la Suprema cuando muchos de sus magistrados ya habían
cambiado y otros dos se abstuvieron de votar por considerar que yo había
participado en su designación. En cuanto a que no quisiera pensionarme, soy el
pensionado que menos retribución le haya significado al Banco de la República,
donde, a mucho honor, adquirí tal derecho en 1994, que no se hizo efectivo
mientras laboraba en las cortes.
Para
ser justos, la Constitución también trajo muchos avances. ¿Cuáles son los
aspectos más valiosos de la nueva Carta?
Valen
mucho más en materia social, especialmente en cuanto al apuntalamiento y
efectividad de protección de los derechos de las personas en situación de
vulnerabilidad, niños y niñas, adolescentes, ancianos, mujeres y, en
particular, las embarazadas, enfermos, integrantes de etnias, desplazados,
campesinos, etc.
Finalmente,
la pregunta del millón: ¿Cuál es la fórmula para romper con los vicios de la
Rama Judicial?
No
existen fórmulas mágicas, pero qué bueno que, en lugar de estar deformando la
Constitución, la hiciéramos cumplir. Magnífico también que se cumpliera con el
respeto a la dignidad de todos los seres humanos. Que desterráramos la apatía
en la participación democrática y el masoquismo que lleva a los colombianos a
votar por los mismos corruptos o por sus sucesores. Y en materia específica de
administración de justicia, que se hiciera más exigente el control sobre el
nivel académico de las facultades de derecho, que se estimulará la
autorregulación severa por parte de los colegios de abogados, que éstos se
responsabilicen y sirvan para mucho más que reunir amigos y que se establezca
la carrera, previo concurso de méritos y con estrictos controles de
cumplimiento, con amplia participación de la academia para la provisión de
todos los cargos en la Rama Judicial.
Nilson
Pinilla, crítico ácido y fogoso
En
el foro sobre los 25 años de expedición de la Constitución, en que compartió mesa
con el exmagistrado Hernando Yepes y el exfiscal general Alfonso Valdivieso,
entre otros, Nilson Pinilla arrancó, con su fogoso discurso, emotivos aplausos
de la audiencia, compuesta por exconstituyentes, juristas internacionales,
abogados, académicos y estudiantes. Se refirió a los escándalos en que se
vieron involucrados miembros de altas cortes. Criticó con acidez a los
exintegrantes del Consejo Superior de la Judicatura Henry Villarraga (obligado
a renunciar cuando se conoció una grabación en que hablaba de un fallo con el
interesado, el militar Róbinson González del Río, procesado por falsos
positivos), Angelino Lizcano, Julia Emma Garzón, Ovidio Claros y Pedro
Sanabria, mencionados en la misma grabación y en el “carrusel de las pensiones
judiciales”. El exmagistrado Pinilla también mencionó el caso de su excolega de
la Corte Constitucional Jorge Pretelt, envuelto en un lío político y judicial
por una presunta compra-venta de un fallo de tutela. De este proceso afirmó que
“vamos a ver hasta dónde el dinero que se está girando en esas latitudes
(Congreso) no entorpece que el Senado tome la decisión que tiene que tomar,
suspender a ese bandido…”.
Corte
Suprema y Consejo de la Judicatura, pelea casada
En
vez de resolver líos de funcionamiento, agilizar los procesos judiciales y
suprimir factores de corrupción en la Rama, la aprobación de la reciente
reforma al equilibrio de poderes trajo un caos institucional que no se deriva
de ella misma sino de la incapacidad gerencial y electoral de las cortes. Por
ejemplo, se ordenó la eliminación del Consejo Superior de la Judicatura y sus
dos salas: la Administrativa debería desaparecer de inmediato para darle paso a
un consejo de gobierno; y la Disciplinaria funcionaría durante unos meses
mientras se integraba el órgano de reemplazo. Hoy, a un mes largo de iniciado
el 2016, la Judicatura no solo subsiste mientras la integración de los nuevos
entes continúa enredada y demandada, sino que los togados sobrevivientes disponen
de los recursos del presupuesto y, lo que es más patético, llenan las vacantes.
Esta semana, los miembros titulares que aún quedan en el Consejo escogieron a
dos abogados para ocupar las sillas que dejaron otros titulares. El viernes
tomó posesión Martha Lucía Zamora, postulada por la propia Sala Administrativa,
y esta semana lo hará Iván Darío Gómez Lee. La Corte Suprema protestó por la
usurpación de sus funciones, porque es ella la competente pero, al parecer, a
la Judicatura no le importó. La pelea está casada.
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