jueves, 30 de julio de 2015

Los votos del rebaño. Por, Javier Ortiz. elespectador.com

Los votos del rebaño. Por, Javier Ortiz. elespectador.com

En la sesión del pasado jueves en el Concejo Distrital de Cartagena se presentó un ciudadano con el torso desnudo y un escrito en la piel que decía “No vendas tu voto”.

La singular actuación obedecía a una protesta contra un proyecto que pretende prohibir que los turistas circulen sin camisa por el espacio público. El concejal Antonio Salim Guerra, de Cambio Radical, inmediatamente solicitó que se prohibiera la entrada de todo aquel que pretendiera ingresar descamisado. Guerra actuó rápido, determinado y sin titubeos. Éste ha sido el estilo de algunos concejales en estos días, una suerte de cruzada por la moral y las buenas costumbres que, al final, tendrá consecuencias en las próximas elecciones.

En la sesión del 12 de julio, según la bitácora de la Fundación ProCartagena, algunos concejales expresaron repudio a una columna de opinión del diario El Heraldo que los señalaba de ignorantes, racistas y clasistas por el proyecto de acuerdo que busca censurar los bailes eróticos en los menores de edad, y de paso, el concejal César Pión calificó de “estúpida” a la columnista. Todo parece indicar que hacen referencia a Catalina Ruiz-Navarro y la columna de su autoría “Embarazo por baile”, en la que menciona un “despliegue de estupidez, ignorancia, racismo y clasismo sin precedentes” en el Concejo de Cartagena. Pión, el mismo concejal que le dice estúpida a Ruiz-Navarro, es el autor de la iniciativa que prohíbe que la gente circule sin camisa. Su tono dictatorial no solo pretende imponer sanciones, por ejemplo, a turistas en vestidos de baño, sino que se atreve, otra vez sin titubeos, a irse lanza en ristre contra la libertad de prensa.

Un mes antes, la cruzada de la “moralidad” tomaba fuerza en esta corporación. Antonio Salim Guerra mencionaba con insistencia la necesidad de convocar a los gerentes de emisoras locales para censurar canciones cuyo contenido —y con el criterio de quién sabe quién— incite a la violencia.

Algunos concejales están usando debates medievales para hacer campaña. Ya es conocido que Antonio Salim Guerra asiste a una iglesia cristiana muy confluida. Mientras muchos van a su encuentro con Dios y con su comunidad, es posible que el político solo esté contando votos como ovejas del rebaño.

La censura siempre será una medida popular en sociedades conservadoras y Cartagena, una ciudad racista, clasista y excluyente, no es la excepción. Mientras unos pocos ciudadanos protestan por las absurdas medidas, muchos otros se abrazan a una visión de orden y rescate de los valores tradicionales. La idea de la prohibición vende, y con esa venta se compran votos.

La censura de la música, del baile y del torso sin camisa en los turistas en una ciudad con playa no solo parecen caricaturas de la realidad y son inconstitucionales, sino que presentan vacíos en su implementación. Sin embargo, en esto gasta tiempo el Concejo de Cartagena, tiempo que se paga con recursos públicos, y tiempo que puede invertirse en los problemas estructurales de una ciudad difícil y hostil, con una enorme faja de miseria.

Esta suerte de penosos concejales, zorros viejos de la política cartagenera, sin embargo, se mueven con altivez, se creen ellos mismos sus discursos de moralidad retorcida, con sus caras bien puestas, como si los ciudadanos no conociéramos el tamaño minúsculo de sus escrúpulos.

Los votos del rebaño. Por, Javier Ortiz. elespectador.com


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