CINCO VIAJES. POR: TATIANA ACEVEDO
Los
lazos de Colombia con la empresa Chiquita (anteriormente United Fruit Company)
se forjaron a punta de viajes. Primero fueron los bananos que anduvieron por
tren y buques mercantes.
Se
cosecha verde el guineo para que pueda durar de tres a cuatro semanas y madure
después de llegar al punto de venta. Viajó y sigue viajando dividido en racimos
y dentro de cajas, con una calcomanía azul pegada en la curva. Con más de
15.000 hectáreas en Latinoamérica, la empresa todavía mueve bananos. Sin
embargo ya no los envía desde Colombia, pues se retiró del país en 2004, cuando
se hizo público que a partir de 1997 financiaba bloques paramilitares.
De
sur a norte viajaron los bananos y de norte a sur los gringos. Señores de
corbatín llegaron a vivir en climas calientes, con sus familias, barrios y
médicos. Los funcionarios tenían siempre posiciones de supervisión de obras de
irrigación y mando de trabajadores. Frecuentemente tenían buena relación con la
representación del gobierno americano y colombiano. El gerente general de la
bananera en 1928, Thomas Bradshaw, tenía línea directa con el Ejército
colombiano y el embajador de su país en Bogotá. Este último discutía los
asuntos laborales de Ciénaga con el secretario de Estado en Washington. Algo
parecido a lo que sucedió más recientemente, cuando en cadenas de comunicación
de alto nivel, varios de los ejecutivos de Chiquita negociaron, aprobaron y
ocultaron (por un tiempo) los pagos a cuadrillas paramilitares en el Urabá.
Bregando
para que los trabajadores no se sindicalizaran ni merecieran convenciones
colectivas, la empresa encontró beneficios en alianza no sólo con paramilitares
sino con muchos de los empresarios y políticos regionales y nacionales. Por
eso, además de desembolsos puntuales a ejércitos paras (pagos por
aproximadamente $1,6 millones de dólares), sus ejecutivos terminaron
alcahueteando otros tipos de movimientos por el mar. El Bloque Bananero importó
armas y exportó coca por los puertos y en los barcos de Chiquita. Estos viajes,
que hicieron posible la misión paramilitar, están siendo juzgados hoy. En su
momento el Departamento de Justicia estadounidense decidió multar a la empresa
pero no formuló cargos contra funcionarios. Después de casi una década de
insistencia, cientos de personas cuyos familiares murieron, víctimas de
paramilitares en la zona, avanzan en una demanda federal contra la bananera.
Aunque Chiquita trató de esquivar el proceso (dicen que el caso debe ser
presentado en Colombia en lugar de los Estados Unidos), esta semana que pasó un
juez en la Florida rechazó el argumento.
Mientras
se pasa el juicio cabe pensar en los movimientos de banano, gerentes, armas y
coca. Y en uno último que es el de la información que transitó por entre
oficinas y plantaciones. En correo electrónico o mucho antes de la internet, en
marconis y cartas con sellos. Como resultado de estos movimientos entre
sucursales apareció en 1980, en una bodega de Chiquita en Panamá, una
fotografía tomada en 1928 en Magdalena, acompañada por un memorando escrito a
máquina. Rescatada del archivo por el profesor Kevin Coleman, retrata a cuatro
trabajadores bananeros y un dirigente socialista. Nicanor Serrano, Bernardino
Guerrero, Erasmo Coronel, P. M. del Río y Raúl Eduardo Mahecha se mandaron
retratar poco antes de la huelga de las bananeras. La foto, que viajó en barco,
está rayada con lapicero: cada hombre tiene un número. En el memorando se
relacionan números con nombres. Pese a que huelguistas pedían que la empresa
cumpliera la legislación laboral colombiana, se alerta sobre su peligrosidad.
Dos de los trabajadores tienen una palabra escrita encima “out” (“afuera”). En
el memorando se explica que uno de los dos ya está preso y el otro murió a
manos del Ejército.
Tomado
de www.elespectador.com
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