miércoles, 20 de marzo de 2019

La paz es la consigna, digamos no a la guerra.Por: Gabriel Ángel | Marzo 15, 2019

La paz es la consigna, digamos no a la guerra

La paz que se pactó en La Habana tiene a los uribistas cerca de la histeria. Por eso las objeciones de Duque, por eso el adjetivo de narcoterroristas en el Senado
Por:  Marzo 15, 2019
Lo que quieren es guerra, como siempre. No nos llamemos a engaños. Todos y cada uno de los gestos y actos de la derecha recalcitrante que regresó al poder en nuestro país, indican es eso. No pueden vivir sin la guerra, la necesitan, la provocan, quieren verla estallar. Es mucho lo que lucraron a costa de ella.
Y seguramente, como consecuencia de los Acuerdos de La Habana, esa posible paz, esa apestosa paz, les significa una abrumadora bancarrota. Les resulta intolerable, por eso se han propuesto hacerla trizas. En un país que heredó de Santander el leguleyismo y la argucia del articulito, siempre habrá un expediente jurídico para invocar.
En los años sesenta del siglo pasado, pusieron de moda las repúblicas independientes, supuestos territorios del país en donde no era posible el ingreso de ninguna autoridad estatal, de espacios en los que el comunismo se había hecho fuerte con el propósito de expandirse al resto de la geografía patria. Resultaba fácil ligar todo a la amenaza rusa y cubana.
Así se sembraba el miedo, se conseguía alimentar el odio contra quienes pensaban distinto. Generar una especie de conciencia colectiva de rechazo hacia ellos. Hacerlos merecedores del más violento repudio. Mientras los aviones bombardeaban los perdidos caseríos de Marquetalia y Riochiquito, la opinión nacional respiraba aliviada por el fin de los monstruos.
El mismo horror se había generado contra el gobierno de Alfonso López Pumarejo en los años treinta, por haberse atrevido a hablar de función social de la propiedad, de revolución en marcha y de reforma agraria. En un país anclado en un ambiente medieval, hasta la defensa de la fe cristiana de Occidente se transformó en motor de agitación y violencia.
Por eso se extendería el fanático grito de ¡Viva Cristo Rey!, cuando esa violencia alimentada en el corazón popular desde los salones del poder, cobró la vida de Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948, seguro ganador en las siguientes elecciones presidenciales. El mítico basilisco de Laureano Gómez graficaría el anticomunismo que alimentó esa sed de sangre.
La necesidad de matar al otro, al contradictor, al que no piensa del modo que orientan desde arriba. No merece vivir. Le son atribuidos los peores propósitos y crímenes, lo convierten en objeto de abominación general. Se lo agrede, empujándolo al aislamiento y la desesperación. La masa alienada por la propaganda oficial aplaudirá feliz cuando lo vea en desgracia.
Esa, hay que decirlo con amargura, ha sido la historia de nuestro país, que no ha podido conocer la paz durante el último siglo. Lo han dicho todos los expertos de aquí y el exterior. El problema de la propiedad de la tierra en Colombia se encuentra en las raíces del conflicto armado. Hay una clase que la acumula y acapara, que promueve la violencia para hacerse a mucha más.
Y que se alía hábil y sucesivamente con toda suerte de intereses. Los de las grandes compañías transnacionales que llegan ávidas de recursos naturales que saquear. Los de poderosas naciones extranjeras empeñadas en el afán de imponer su voluntad en el mundo entero. Los de sagaces grupos financieros y empresarios que requieren de tierras para sus negocios.
Los de perversas mafias de narcotraficantes urgidas de lavar sus dineros en el inmenso océano de las tierras productivas. A todos esos aliados, por una razón u otra, en un momento u otro, la guerra también les ha resultado oportuna y conveniente. Lo grafica con toda claridad la historia de los frustrados procesos de paz que se intentaron en el pasado.

En La Habana se pactó una Reforma Rural Integral, en la que se tocó de refilón
la restitución de tierras arrebatadas a los campesinos mediante la violencia.
El uribismo ha considerado esta como una de las conquistas más siniestras


En todos terminó primando el interés por continuar con la guerra. Guerra que se creció y convirtió al país en un horror sangriento. El paramilitarismo y sus espantosas masacres, el imperio final de innumerables bandas criminales, la inseguridad entronizada en los campos para quienes asumen la defensa de intereses comunitarios, son el triste legado que solo beneficia a algunos.
Esas herencias que pasan de tatarabuelos y abuelos a sus nietos y nietas, defienden a toda costa su invulnerabilidad. En La Habana se pactó una Reforma Rural Integral, en la que se tocó de refilón el tema de la restitución de tierras arrebatadas a los campesinos mediante la violencia. El uribismo ha considerado esta como una de las conquistas más siniestras.
En La Habana se pactó un sistema integral de verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición, que abre las puertas a un relato distinto sobre las atrocidades cometidas en el país y sus auténticos responsables. Eso tiene a los uribistas al borde de la histeria. Por eso el adjetivo de narcoterroristas en el senado. Por eso las objeciones del presidente Duque.
Hay que hundir todo eso, es preferible que vuelva la guerra. Es lo que anhelan. Por primera vez, la otra Colombia cierra filas contra eso. Estamos con ella, queremos paz.




lunes, 11 de marzo de 2019

Contra la cultura de la violencia proponemos la cultura del cuidado. Por, Leonardo Boff 11/03/2019

Contra la cultura de la violencia proponemos la cultura del cuidado

Opinión
11/03/2019
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El odio y la rabia están diseminados en nuestra sociedad, toda ella desgarrada. Quien nos gobierna no es un presidente sino una familia, cuya característica principal al utilizar las redes sociales es el lenguaje chulesco, los comportamientos groseros, la difamación, la voluntad de destruir biografías, la distorsión consciente de la realidad y la ironía, y la satisfacción sobre la desgracia del otro, como en el caso de la muerte del pequeño Arthur, de siete años, nieto del expresidente Lula. Después del carnaval, el presidente mismo publicó en su twitter material pornográfico escandalizante.

Los sentimientos más perversos que anidan en el alma de los seguidores del actual presidente y de su familia han salido a la superficie. Los críticos no son vistos como adversarios sino como enemigos a quienes hay que combatir.

Los Bolsonaro violan la ley áurea, presente en todas las culturas y religiones: «no hagas al otro lo que no quieres que te hagan a ti». Como vivimos, según el eminente jurista Rubens Casara, en un Estado posdemocrático –peor aún, en un Estado sin ley– podemos entender el hecho de atropellar la Constitución, pasar por encima de las leyes e incluso, anular una ética mínima que da cohesión a cualquier sociedad. Estamos a un paso de un estado de terror.

Son adecuadas las categorías del conocido psicoanalista inglés Donald Winnicott, un clásico en el estudio de las relaciones parentales de los primeros años del niño, para entender un poco lo que nos parece ser algo patológico. Según él, la ausencia de una madre bondadosa y la presencia de un padre autoritario marcarían en sus familiares comportamientos desviados, violentos y falta de percepción de los límites. Tal vez esta base psicológica subyacente nos aclararía un poco sobre la truculencia de los hijos y el impudor del propio presidente al poner en su twitter una obscenidad sexual. Sin embargo, un país no puede estar regido por portadores de semejantes patologías que generan una inseguridad social generalizada, además de reforzar una cultura de la violencia, como ocurre actualmente.

Contra esta cultura de la violencia proponemos la cultura del cuidado, uno de los ejes estructuradores del citado psicólogo Winnicott. La categoría cuidado (care, concern) se presenta como un verdadero paradigma. Posee una remota ancestralidad, contada por el esclavo Higino, bibliotecario de César Augusto, en su fábula nº 220. El cuidado constituye también el núcleo central de la obra mayor de Martin Heidegger Ser y Tiempo ($ 41 y 42). En ambos, se afirma que el cuidado es de la esencia del ser humano. Sin el cuidado de todos los factores que se combinaron entre sí, jamás habría surgido el ser humano. El cuidado es tan esencial que si nuestras madres no hubieran tenido el infinito cuidado de acogernos, no hubiéramos tenido cómo dejar la cuna y buscar el alimento necesario. Habríamos muerto de hambre.

Bien escribió otro psicoanalista, éste norteamericano, Rollo May: «En la actual confusión de episodios racionalistas y técnicos, perdemos de vista al ser humano. Debemos volver humildemente al simple cuidado. Es el mito del cuidado, y sólo él, lo que nos permite resistir al cinismo y a la apatía, las enfermedades psicológicas de nuestro tiempo» (Eros y represión, Vozes 1982: 340).

Todo lo que hacemos viene, pues, acompañado de cuidado. Todo lo que amamos también lo cuidamos. Todo lo que cuidamos también lo amamos. El cuidado es tan esencial que todos lo comprenden porque todos lo experimentan en cada momento, sea al atravesar la calle o al conducir el coche, sea con las palabras que dirigimos a otra persona.

Mediante el cuidado se expresan dos sentidos básicos. Primero, significa una relación amorosa, suave, amigable y protectora hacia nuestro semejante. No es el puño cerrado de la violencia. Es la mano extendida para una alianza de vivir y convivir humanamente.

En segundo lugar, el cuidado es todo tipo de implicación con aquellos que nos son cercanos y con el orden y el futuro de nuestro país. Implica cierta preocupación porque no controlamos el destino de los demás y del país. Quien tenga cuidado no duerme, decía el viejo Vieira.

Finalmente, observó Winnicott, el ser humano es alguien que necesita ser cuidado, acogido, valorado y amado. Simultáneamente es un ser que desea cuidar, como queda claro con nuestras madres, ser aceptado y ser amado.

Este cuidado de unos por otros y de todos por todo lo que nos rodea, la naturaleza y nuestra Casa común refrena la violencia, no permite la acción devastadora del odio que ofende y mata, y es el fundamento de una paz duradera.

La Carta de la Tierra, asumida por la ONU en 2003, nos ofrece una de las más verdaderas comprensiones de la paz: “es aquella plenitud que resulta de las relaciones correctas con uno mismo, con otras personas, otras culturas, otras vidas, con la Tierra y con el Todo mayor del que somos parte” (nº 16, f).

En el actual momento de nuestro país, atravesado por odios, palabras ofensivas y exclusiones, el cuidado es imperativo. En caso contrario profundizaremos la crisis que nos está asolando y restringiendo nuestro horizonte de esperanza.

2019-03-08


https://www.alainet.org/es/articulo/198618


Cien días de gobierno de López Obrador que parecen un milenio. Por, Luis Manuel Arce 11/03/2019

Cien días de gobierno de López Obrador que parecen un milenio

Análisis
11/03/2019
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Foto: sdpnoticias.com
Los primeros cien días de gobierno del presidente de México Andrés Manuel López Obrador por la intensa actividad desarrollada y los programas en ejecución, parecen en realidad un milenio.

Para el mexicano común es como si los últimos gobiernos anteriores pertenecieran a un tiempo lejano que se pierde en la memoria, dado que la acción presente es muy dinámica y sepulta lo pretérito en el día a día sin empantanarse en el pasado -que no es olvidar ni soslayar, según el mandatario- porque transcurre en la vorágine de un cambio en la vida social, que no es retórico.

A ese cambio de régimen –no de gobierno- López Obrador denomina IV Transformación, su principal aporte histórico porque es, en síntesis, un proceso político, económico y social que implica un nuevo modelo de producción para desterrar al neoliberal que rigió los destinos de México los últimos 36 años.

Entre las acciones de impacto de estos cien días, ejecutadas o en progreso, destacan la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de México, el Tren Maya, la viabilidad de Pemex y combate al robo de gasolina, la creación de la Guardia Nacional, los numerosos programas de bienestar social como parte de un Plan Nacional de Seguridad para eliminar la violencia, detener la corrupción abajo, y limpiar moral, ética y punitivamente los más altos niveles de gobierno.

Además, una política de austeridad para evitar el despilfarro que configura un gran arco de medidas de ahorro y control del gasto público: reajuste de recursos a organizaciones estatales y civiles, eliminación de todo lo superfluo, incluida la guardia de seguridad presidencial, vehículos y naves aéreas oficiales, yates, viáticos exagerados, altos salarios y la conversión de la residencia oficial de Los Pinos en área pública de visita y recreación.

Sin embargo, ciertas calificadoras evaluaron negativamente las empresas productivas paraestatales Pemex y la Comisión Federal de Energía (CFE), justo en el momento en que el gobierno las sanea y reflota con importantes inversiones y asignaciones financieras mayores.

En su respuesta, el mandatario sugiere a esas oficinas internacionales incorporar en los factores de calificación la variable de la corrupción por su enorme influencia en los resultados de la gestión. En el caso de México, según sus cálculos, se iban al bolsillo particular más de dos terceras partes de los beneficios de Pemex y la CFE y eso determinaba su pobre desempeño.

Una de las acciones inmediatas y de mayor peso estratégico de López Obrador en estos cien días fue anular la reforma energética aplicada por el gobierno anterior que hundió a Pemex al restarle capacidad de inversión, descapitalizarla y anular su capacidad real de aumentar la producción de crudo y refinación, al igual que ocurrió con la CFE, para facilitar su privatización.

Todo ese capital que antes se perdía, regresa ahora a los presupuestos de Pemex y la CFE más los dineros que anteriormente tributaban al fisco por impuestos exagerados, lo cual permitirá cumplir sus planes de expansión y reanimar las actividades productivas, de distribución y comercialización sin corrupción.

Pemex está por vez primera en condiciones de recuperar niveles de extracción de crudo en el orden de los 3,4 millones de barriles diarios en lugar de los 1,7 actuales, y de ampliar su perfil en la refinación con una nueva usina en Tabasco y modernización de las seis actuales cuya tecnología es obsoleta y requieren de petróleo importado.

Ya se han anunciado los nuevos convenios que están en proceso con empresas nacionales y extranjeras y todo el mundo confía en una importante rehabilitación del sector energético en su conjunto. Todo eso en cien días y en medio de una enconada batalla contra los ladrones de gasolina y problemas en el sistema de distribución.

En cuanto a su política exterior el mandatario ha hecho todo lo posible para que el mundo capte su mensaje de que hay cambios profundos en la visión de su gobierno y el ejemplo más claro es Venezuela que le ha permitido expresar su retorno a la posición de principios inspirada en el pensamiento de Benito Juárez de que el respeto al derecho ajeno es la paz.

Esa máxima la proclama de manera insistente en casos en los que ha habido presiones, como su reconocimiento al presidente Nicolás Maduro, la flexibilidad en el tratamiento al éxodo migratorio centroamericano, y las relaciones con Estados Unidos basadas en el respeto mutuo.

En cuanto a su comunicación con la gente, es el primer presidente mexicano que ofrece una conferencia de prensa casi diariamente, 67 hasta el viernes 8 de marzo, y que más trabaja fuera de su oficina. En cien días descansó solo el 25 y 31 de diciembre y el 1 de enero, dedicó 56 a recorrer el país en vuelos comerciales y por carretera, e incluyó en las giras los pueblos y sierras más alejados e incomunicadas del país.

Desde el 1 de diciembre de 2018 hasta hoy abordó 42 vuelos comerciales, recorrió 40 mil kilómetros, suficiente para dar la vuelta al mundo, y pasó en el aire cuatro mil 150 minutos o 172 horas. Por tierra mantiene un ritmo similar al que lleva desde hace 12 años: en cien días recorrió 11 mil 728.3 kilómetros, y estuvo a bordo de su vehículo familiar 10 mil 969 minutos.

El presidente continuará con esos recorridos inmediatamente que termine su informe a la nación por sus primeros cien días de gobierno.

https://www.alainet.org/es/articulo/198628