domingo, 16 de agosto de 2015

El helicóptero. Por Antonio caballero. Tomado de semana.com

El helicóptero. Por Antonio caballero.  Tomado de semana.com

La intención que tienen las mentiras de Uribe es la de impedir que cuaje el único propósito del gobierno Santos que lo distingue del suyo, firmar acuerdos que pongan fin a la guerra.

Tras varios días de acusaciones y de refutaciones concluyó finalmente el senador Álvaro Uribe, en solemne lectura ante el Senado, que hay pruebas de que el helicóptero de la Policía y el avión de la FAC accidentados en estos días no se cayeron solos, como informó el gobierno, sino que fueron derribados por las Farc, como sospechó él desde el principio. Y aún desde antes: ya había denunciado otros derribos otras veces.

En cuanto a lo del helicóptero de Urabá, empezó por referirse a “un resumen de lo que ha dicho el representante de las comunidades indígenas”: el líder embera Darío Carupia, que a un periodista de la región le dijo que había oído tiros. Y completó la demostración leyendo el informe de un coronel retirado de la Policía, de quien no dio el nombre, que en diez puntos hace el análisis de la foto que muestra la humareda dejada en su caída por el aparato siniestrado: “La foto es clara –argumenta el anónimo informante–: el aparato cae lejos de la cima” del cerro. En el caso del avión, la fuente es un capitán de la FAC, Fernando Izquierdo, que cuenta que él voló en su avión ese mismo día y notó que hacía buen tiempo, y a continuación le informa al senador que a él le contaron que “las personas que estaban en el lugar han dicho que vieron una caída casi vertical”.

Eso es todo.

Sintiendo que no es mucho, el senador Uribe llama en su ayuda a uno de sus abogados defensores (casi tan numerosos como los 300 hombres armados de su esquema de seguridad), Jaime Lombana, para que agregue consideraciones jurídicas al alegato. Y escribe Lombana lo siguiente:

“La prueba de la relación causal, de un resultado antijurídico como lo es la muerte de nuestros policías en el helicóptero derribado, según la dogmática mayoritaria no debe ser una prueba científica sino probabilística. El hecho conocido es que el helicóptero se cayó en una zona con presencia de insurgencia y que la nave estaba en ejercicio de una actividad peligrosa. Afirmar que fue un accidente, contra los testimonios de los campesinos e indígenas de la zona, resulta infundado y probabilísticamente incorrecto. Ahora bien, echarle la culpa a una falla humana sin fundamento probatorio alguno, sí es indicio de irresponsabilidad y mala fe del gobierno”.

De poco sirve demostrar, así sea solo probabilísticamente, la responsabilidad de las Farc en el episodio, que para el senador Uribe está demostrada de antemano. Es necesario además demostrar la del gobierno. Y esa la deduce el senador de la propia intrínseca naturaleza maligna del presidente Juan Manuel Santos, su traidor sucesor. Así que se pregunta: “¿Cuál es la intención de las mentiras del gobierno?”. Y él mismo se responde:

–Exculpar a ‘la Far’.

Y, más sibilinamente:

–Adoctrinar en favor de la narcoguerrilla a las Fuerzas Armadas de Colombia, al mejor estilo del castrochavismo.

La intención que tienen las mentiras de Uribe, por su parte, es la de impedir que cuaje el único propósito del gobierno de Santos que lo distingue del suyo, que es el de firmar con las Farc (y con el ELN) unos acuerdos que pongan fin a la guerra. Uribe no puede permitir que eso suceda, pues se quedaría sin razón de existir. No solo se quedarían sin discurso los uribistas para las elecciones de octubre: se quedarían sin nada. Para uribistas, basta con los santistas. Que son, empezando por el propio Santos, uribistas reciclados. Más de la mitad de los gabinetes de Santos han estado compuestos de uribistas, la totalidad de las fuerzas parlamentarias que lo apoyan fueron uribistas hasta el último día: La U, que por algo se llama de ese modo, y no La S; la L de lambonería que llevan los liberales grabada al fuego en la frente; el CR de Cambio Radical que tiene forma de veleta. Para Uribe, basta con Santos. Son hermanos gemelos, gemelos casi idénticos, en lo político, en lo económico, en lo social: salvo en su visión de la paz, que aunque frustrada todavía es casi lo único bueno que se ha venido construyendo en los cinco años de gobiernos de Santos.

En cuanto a mentirosos, allá se la van los dos. No hace tanto que solían mentir al alimón.


EL CHANTAJE. por MARÍA JIMENA DUZÁN. TOMADO DE SEMANA.COM

EL CHANTAJE.  por MARÍA JIMENA DUZÁN. TOMADO DE SEMANA.COM

Si la preocupación de Montealegre y Bustos por la democracia y sus instituciones fuera real, no habrían convertido sus marrullas políticas en el centro de su trabajo.

El viernes de la semana pasada, el diario EL Tiempo abrió sus páginas con una foto en la que aparecía el presidente Santos recibiendo del presidente de la Corte Suprema de Justicia, Leonidas Bustos, una paloma de la paz hecha por el maestro Alejandro Narváez. La foto hubiera sido una imagen realmente poderosa si en ese mismo foro en Cartagena, luego de tan conmovedor performance, no hubiera salido el propio fiscal Montealegre, amigo del alma del magistrado Bustos, a anunciar la demanda en contra de la reforma de equilibrio de poderes. Un acto desafiante, que deja en claro que el cacareado espaldarazo a la paz anunciado por el presidente de la Corte Suprema no va a ser gratis.

A pesar de que esta reforma no es ninguna panacea, las altas cortes no quieren que les quiten los pocos privilegios que les suprimieron, ni que le desmantelen ese nido de corrupción en que se había convertido el Consejo Superior de la Judicatura, ni mucho menos que se les reemplace la comisión de absoluciones por un tribunal de aforados con dientes e independencia que pueda por fin investigar y juzgar a los magistrados que abusaron de su poder, como sucede en todas las democracias respetables.

Ellos no quieren cambios. O mejor, como diría Lampedusa, quieren que todo cambie pero para que nada cambie. Y como van las cosas, es posible que les den el espaldarazo a los tribunales de justicia transicional, a las penas alternativas para los máximos responsables, incluso hasta pueden llegar a apoyar al gobierno si este decide proponer que ninguno de los máximos responsables deberían ir a la cárcel. Pero todos esos apoyos van a ser a cambio de que el gobierno Santos no los toque ni les quite sus privilegios, ni los saque de la impunidad en que tan cómodamente se han acostumbrado a impartir una justicia cada vez más sesgada y más política y cada vez menos creíble.

Le queda mal a un fiscal como Montealegre, siempre tan presto a hablar en favor de los cambios que requiere la paz, oponerse como una mula muerta a que se reforme su juez natural. Y aún más cuestionable que lo haga cuando hay denuncias muy graves en su contra como la que hizo hace unos días el representante del Centro Democrático Samuel Hoyos, según la cual el fiscal habría nombrado a familiares de siete magistrados de la Corte Suprema en la Fiscalía quienes a su vez habrían votado por su elección como fiscal.

Tampoco le queda bien al fiscal Montealegre y al magistrado Bustos disfrazar esta pelea mezquina con argumentos altruistas, diciendo que la reforma atenta contra las instituciones democráticas. Si su preocupación por la democracia y sus instituciones fuera real no habrían convertido sus marrullas políticas en el centro de su trabajo. Ambos impusieron auditor, luego de que el fiscal hubiera conseguido elegir a un hombre suyo como secretario de la comisión de absoluciones. Y hoy cuando nos quieren convencer de que andan de pies y manos apoyando el proceso de paz, en realidad están en la campaña para imponer al nuevo registrador. Mientras tanto las famosas unidades de contexto de la Fiscalía, creadas dizque para tener listas las investigaciones de cara a esos nuevos escenarios del proceso de paz, no han dado mayores resultados y solo han servido para aumentar la nómina y las ansias de poder de ambos personajes. Tan no han servido, que a la Fiscalía le tocó contratar a Natalia Springer por cuatro mil doscientos millones de pesos para hacer el trabajo que estas unidades no pudieron hacer. La corte de Bustos pasará a la historia por haber acabado con la parapolítica y por no haber investigado a los congresistas vinculados a la Dirección Nacional de Estupefacientes, quienes poco a poco están saliendo por vencimiento de términos.

Sin embargo, el magistrado Bustos lo que sí tiene es un gran poder burocrático en la Fiscalía y lo propio le sucede al fiscal en la Corte Suprema. Y lo que más les inquieta a esta dupla poderosa, no es el país ni su justicia, sino su futuro. Bustos quiere ser fiscal o procurador y el otro, dicen las malas lenguas, vicepresidente de Germán Vargas Lleras.
Los dos dicen abrazar el proceso de paz, pero mientras salen a darle palomas de paz al presidente lo amenazan y le notifican que están dispuestos a todo por defender sus intereses.

El presidente Santos no debería aceptar este chantaje. Tampoco debería seguir haciéndoles concesiones ni permitirles que dilapiden el presupuesto. Si estos son los garantes del proceso de paz, prefiero que no lo sean.

Si a esta dupla le agregamos la figura arbitraria del procurador Ordóñez que archiva investigaciones de los concejales vinculados al carrusel de la contratación mientras las abre a sus posibles contrincantes en el 2018 como el gobernador Sergio Farjardo y el alcalde Petro (no creo que este último tenga opción, pero él sí), la paz se ve aún más lejana.

El fin del conflicto llegará el día que cesen de disparar los fusiles de las FARC. Pero para conseguir la paz duradera no solo se necesita reactivar el campo y volvernos una sociedad más equitativa. También se necesita una Justicia independiente, alejada de la política y del clientelismo, que hoy no tenemos.
MARÍA JIMENA DUZÁN



domingo, 9 de agosto de 2015

Las palabras de Peñalosa. Por: Yohir Akerman

Las palabras de Peñalosa
Por: Yohir Akerman
El candidato a la Alcaldía de Bogotá Enrique Peñalosa, ha sido de todo en sus diferentes campañas: Liberal, independiente, del Partido Verde, e incluso de la coalición uribista.

Pese a eso, ha perdido en todas sus intenciones electorales incluida una a la presidencia, cuatro intentos por llegar al Palacio Liévano y su propósito de ser Senador de la República. A la única persona que le ha podido ganar una elección es a Carlos Moreno de Caro en la carrera a la Alcaldía de 1998. El colmo que no.
En contraste, su vida fuera del sector público ha sido todo un éxito. El ex alcalde Peñalosa, cuando no esta perdiendo una elección, se ha dedicado a ser un importante conferencista respetado internacionalmente en los temas de urbanismo, movilidad y desarrollo sostenible. En eso no es un perdedor.
Una de las firmas que lo ha representado en ese trabajo es la prestigiosa agencia HiCue Speakers. (Ver perfil de Enrique Peñalosa http://hicuespeakers.com/es/conferencistas/enrique-penalosa.html)Según esa compañía, un experto en el mercado internacional, como el ex alcalde Peñalosa, puede llegar a tener una tarifa que oscila entre US$10.000 y US$50.000 por charla. Nada mal. (Ver tarifas en artículo de La República http://www.larepublica.co/los-conferencistas-internacionales-cobran-hasta-us500000_147946) 
Ahora bien, ciertas conferencias que ha dictado el doctor Peñalosa dejan algunos interrogantes.
El 17 de mayo de 2012, el ex alcalde Peñalosa fue uno de los conferencistas principales en un evento en Miami llamado Volvo Ocean Race. (Ver http://www.novabus.com/may-2012/volvo-ocean-race-miami-refreshingly-festive.html). Volvo ha sido una de las marcas que más ha promovido al doctor Peñalosa e incluso ha realizado videos oficiales con las palabras del ex alcalde sobre el tema del transporte público. Una de las charlas del ex alcalde en TED Talks fue promocionada en la pagina Facebook de Volvo Group Latin America. (Ver http://www.wradio.com.co/escucha/archivo_de_audio/audio-de-video-de-volvo-en-el-que-el-ex-alcalde-de-bogota-enrique-penalosa-habla-de-transmilenio/20100825/oir/1348659.aspx y https://es-es.facebook.com/VolvoGroupLatinAmerica)
Es importante recordar que los primeros buses articulados en entrar al servicio de TransMilenio, implementado por la administración de Peñalosa en el 2000, fueron los AB Volvo de chasís Volvo B7m. Está marca ha sido la más importante para el sistema de transporte público y constantemente ha estado añadiendo buses a esa flota. (Ver otros 200 buses híbridos Volvo fueron sumados a TransMilenio http://www.portafolio.co/negocios/buses-volvo-flota-transmilenio)
Es claro que Volvo ganó una licitación pública e hizo todo su proceso de manera legal para ser adjudicado con esos contratos. Eso no se pone en duda. Y aunque la cercanía podría ser una coincidencia, hay otro elemento que causa más preguntas, y es otra de las marcas de buses de TransMilenio.
El 12 de noviembre de 2014 el ex alcalde Peñalosa dictó una conferencia en la ciudad de Estocolmo, sobre el rol de los buses en el desarrollo de la democracia. El organizador y cliente de la charla: Scania. (Ver http://newsroom.scania.com/en-group/2014/11/12/bus-systems-promote-democracy-and-equality/)
En el 2011, casi 1000 buses de las marcas Volvo y Scania fueron incluidos en la flota de TransMilenio en un negocio que se estimó en 110 millones de dólares. (Ver http://www.portafolio.co/economia/volvo-y-scania-surtiran-transmilenio-983-buses-mas) 
Valdría la pena que el ex alcalde Peñalosa responda cuánto dinero ha recibido por estas conferencias, ya que los recursos provienen de empresas que se han visto favorecidas por los contratos del sistema de transporte implantado por su administración, y eso algunos lo podrían interpretar como un conflicto de intereses para él.
Ahora bien, hay un tema más preocupante aún. El 12 de mayo de 2012, el ex alcalde Peñalosa realizó una presentación en un foro organizado por la Fundación Leocenis García titulada “Soluciones para la inseguridad en Caracas”. (Ver video del foro https://www.youtube.com/watch?v=5XJm2DRqPPA)
El señor García es un polémico empresario venezolano, dueño de portales de porno y medios amarillistas. El 17 de julio de 2013, el señor García se enfrentó, por tercera vez, a la justicia de ese país por serias acusaciones en su contra que incluían evasión de impuestos, corrupción, lavado de dinero y fraude. Por estos hechos fue capturado y llevado a prisión. (Ver http://www.reportero24.com/2015/03/caracas-guardia-nacional-detuvo-a-leocenis-garcia/ y http://www.eluniversal.com/nacional-y-politica/150322/guardia-nacional-detuvo-al-presidente-del-grupo-6to-poder)
Durante el curso de esa investigación se demostró que el ex alcalde Peñalosa recibió una transferencia por USD $15.084,80 como pago por su conferencia, directamente del señor Leocenis García y proveniente de los dineros comprometidos en la investigación. (Ver minuto 3:40 de rueda de prensa https://www.youtube.com/watch?v=qONFzw-pesg)
No existe duda que las palabras del doctor Peñalosa sobre los temas de urbanismo, transporte público y movilidad son transcendentales y valen su peso en oro. Pero estas pueden salir muy caras cuando se entiende que, por un lado su presentación en Venezuela se pagó con dineros presuntamente blanqueados, y, por el otro, algunas empresas que ganaron importantes licitaciones durante su administración, constantemente lo invitan como expositor. Eso es complicadísimo.
@yohirakerman.  tomado de elespectador.com

Relatos de papel. Por: Fernando Araújo Vélez

Relatos de papel

Fernando Araújo Vélez
Con un lápiz y en una de las tantas libretas que me regalaste empecé a escribir y a dibujar tu historia, que durante mucho tiempo fue nuestra historia, y ahora que ya no estás comprendo que era cierto y mil veces cierto lo que me dijiste, comenzando por tus palabras cada vez que me regalabas un nuevo lápiz y una nueva libreta, cuando me invitabas a crear ahí, a plasmar, y decías que un regalo tan pequeño era el más grande de todos, pues allí podría inventar un mundo, que siempre quise que fuera nuestro mágico y milagroso mundo, aunque tú te opusieras a los plurales con tus lapidarias sentencias.
Por: Fernando Araújo Vélez





Sí, durante mucho tiempo yo culpé de nuestras desgracias a los demonios, y al destino, de nuestra negligencia, de mi negligencia. Me rendí ante los obstáculos de la dificultad, en lugar de transformar esa dificultad en un desafío. Elegí lo fácil, que era y fue seguir la corriente, obedecer las normas impuestas, vivir como los demás quisieron que viviera, y fui prisionero de la aceptación o la imposición del otro, que fueron los otros, todos los otros. Elegí la comodidad, como me lo reprochabas a menudo, sin siquiera preguntarme si cumplir horarios, ser esclavo en una empresa, rehén en un matrimonio y alfeñique fotocopiado por la televisión, era comodidad, y a mi aprendida comodidad empujé a todos los que me rodeaban.
En vez de una pluma y papel para escribir o pintar, para crear, les regalé biblias, catecismos, la urbanidad de Carreño y los manuales que coleccioné para aprender a amar, aprender a vivir, a cocinar o a dormir, e incluso mis manuales para aprender a soñar. Como Sabina, compré y les obsequié miles de frascos de pastillas para no soñar, cantando, como lo hacías tú en las mañanas con tu peculiar afinación, “Si lo que quieres es vivir cien años, no pruebes los licores del placer”. Por supuesto que no aprendí ni a vivir ni a amar ni a nada, y por esperar a los dioses y la magia y los milagros, se me fueron los años olvidando viejos sueños, y me traicioné, amparado en la justificación de que nunca fui tocado por la varita mágica de los genios.
Pero los genios no nacen, se hacen, me repetías tú, y me invitabas a romper en pedacitos los recortes de manuales de los periódicos y revistas que había acumulado año tras año. Los más geniales son los que menos genios se creen, decías, y citabas la frase de una película, “ A veces la persona que nadie imagina capaz de nada es la que hace cosas que nadie imagina”. De los solitarios, de los tímidos, de los que vivían su mundo, de los que no se ufanaban de sus obras, de los que perseveraban y lo hacían más por pasión que por mostrarse o salir en un diario, y sobre todo, de aquellos que construían y creaban en sus libretas y con un lápiz su propio universo.

Paz. Por William Ospina

Paz

William Ospina
LOS ESTADOS UNIDOS, CON 300 MILLOnes de habitantes, tienen un ejército de más de un millón de efectivos. Colombia, con 48 millones de habitantes, tiene un ejército de más de 500.000. Colombia debería ser, pues, uno de los países más seguros del mundo.
Por: William Ospina



La función de ese inmenso ejército no parece ser la defensa de las fronteras. Es más, recientemente hemos perdido una parte considerable de nuestro mar territorial. Su misión es la de defender el orden público, que sin embargo ha padecido violencia por 80 años. La porción del presupuesto nacional que consume es elevadísima, y la principal justificación de ese presupuesto son los ocho, o diez, o veinte mil guerrilleros alzados contra el orden legal. ¿Por qué no han podido exterminarlos en 50 años? Porque la guerra de guerrillas es imposible de controlar. No es una guerra regular: atacan y desaparecen. Y si nadie pudo acabar con el Ira en ese campo de flores que es Irlanda, y si nadie pudo acabar con Eta, en ese bosque sereno que es el país vasco, ¿cPero seis millones de hectáreas arrebatadas a sus dueños, seis millones de ciudadanos desplazados, una aterradora lista de masacres desde 1946, la mayor cifra de desaparecidos en la mayor impunidad, una guerra de guerrillas de 50 años y diez millones de colombianos en el exilio demuestran que las soluciones para un país como Colombia no son ni fueron nunca militares.ómo acabar con las guerrillas en esta selva equinoccial, en estos páramos de niebla, en esta jungla inaccesible? Nada como el gobierno de Uribe Vélez, con su guerra total, demostró que era necesaria una negociación.

Lo más alarmante es que este ejército descomunal a partir de cierto momento no consiguió proteger a los ciudadanos amenazados por una lucha guerrillera que, lejos de atacar el poder central, terminó cebada con los pequeños propietarios y con la clase media que viajaba por las carreteras. Este ejército acabó permitiendo y a veces propiciando la formación de ejércitos paralelos, y todos vimos inermes en Colombia cómo la justicia constitucional cedía paso a la justicia por mano propia, al crimen disfrazado de justicia, armando ejecuciones atroces en las plazas de los pueblos, a menudo con la complicidad de las fuerzas armadas.

El espanto final fue ver cómo el ejército proporcionalmente más grande del continente, en vez de combatir a sus enemigos, se aplicaba a disfrazar de guerrilleros a jóvenes humildes de las barriadas y presentarlos como éxitos de la política de guerra, en un holocausto del que los únicos que no se enteraban eran el ministro de Defensa y el presidente de la República.

Ahora Santos, que subió al poder entonando el hosana del “mejor Gobierno de la historia”, mira en el espejo retrovisor y declara que los dineros de la salud fueron robados por los paramilitares en los gobiernos precedentes. Y Uribe, que se ve atacado de ese modo por su heredero, le recuerda que Santos era ministro de Defensa, y que si los paramilitares robaron el tesoro público es porque él lo permitió. Con lo cual admite que no puede haber paramilitarismo sin la complicidad del Estado y de los altos poderes.

También él podría mirar en el retrovisor para ver a Santos en todos los espejos anteriores, como ministro de Defensa, de Hacienda, de Comercio Exterior, como alto funcionario de la Federación de Cafeteros, como propietario del más influyente diario nacional. Con acceso a esas fuentes uno no puede alegar ignorancia, con esas responsabilidades uno no puede alegar inocencia.
Pero Santos, que ya lleva cinco años gobernando, y estuvo en todos los gobiernos anteriores, se sigue ofreciendo como una esperanza. Colombia será la más educada en el 2025, la más moderna en el 2018, y la paz está, como siempre, a las puertas.

Ambos quieren acabar con la guerra, pero pretenden no tener ninguna responsabilidad en ella. Acusan a la guerrilla de ser responsable de todas las violencias colombianas y se sienten con derecho a ser los impugnadores del mal, a señalar a los culpables.

Mi opinión es que la guerrilla es responsable de muchos crímenes, de muchas atrocidades y de muchas locuras, pero que no lo habría sido si este país no hubiera crecido bajo el arrogante poder de los Santos y de los López, de los Gómez y de los Uribes, que convirtieron sus discordias en las discordias de todos. Esos viejos conservadores y esos viejos liberales que mataron a Gaitán son los responsables de las guerrillas, del narcotráfico y de los paramilitares, porque ya gobernaban a este país mucho antes de las guerrillas, de los narcotraficantes y de los paramilitares.

Durante 50 años justificaron la guerra, hicieron la guerra, nos ordenaron la guerra, y perseguían al que no la quisiera. Ahora quieren la paz, pero una paz sólo suya, con sus métodos herméticos y ocultos a la manera de Santos, con sus sistemas de guerra implacable y de arbitrariedad militar a la manera de Uribe, pero sin cambiar en nada la injusticia que hizo nacer la guerra, y para seguir siendo los dueños del país, los arrogantes dueños de sus soluciones.

Tiene que haber en el Ejército alguien que entienda que el honor de las armas de la República exige poner fin a esta guerra y a todas las degradaciones que trajo sobre el país entero. Tiene que haber en el Estado muchos que sepan que necesitamos un nuevo orden de grandeza y de generosidad, no esta feria de vanidades, de violencias y de indignidad. Tiene que haber en la sociedad millones de ciudadanos que sepan que merecemos una paz verdadera, no apenas decretada por las élites militaristas sino construida por los ciudadanos. Que el país no necesita limosna sino empleo, que los jóvenes no necesitan armas sino horizontes de futuro en diálogo con el mundo.

Porque hasta ahora todos, incluida la izquierda parlamentaria, seguimos viviendo de las migajas del bipartidismo.

tomado de elespectador.com

    ¿El poder para qué? Por MARÍA JIMENA DUZÁN. Semana.com

    ¿El poder para qué?  Por MARÍA JIMENA DUZÁN. Semana.com

    Santos tiene que convencer al país de que el tema de la justicia en el proceso de paz de La Habana no es jurídico, sino político.El presidente Santos tiene solo tres años para cambiar los paradigmas que se han ido enquistando en la sociedad colombiana frente al proceso de paz que se lleva a cabo en La Habana con la guerrilla de las FARC.  Y debería invertir el poder que le dio el pueblo colombiano cuando lo reeligió para que hiciera la paz en Colombia, en cambiar  ciertas percepciones que impiden comprender lo que realmente significa para los colombianos un proceso de paz como el que se adelanta en La Habana.
       
    El primero de los paradigmas que habría que derrumbar tiene que ver con la percepción equivocada de que este proceso está hecho solo para las FARC, bajo la premisa también errónea de que los únicos responsables de este conflicto son las guerrillas. Es decir, que cuando se habla de la justicia transicional y se insiste en que los máximos responsables condenados por  delitos de lesa humanidad sí deben tener penas privativas de la libertad y no pueden aspirar a ningún cargo público,  se está hablando solo de Timochenko y compañía y no de los militares que cometieron falsos positivos bajo el gobierno de Uribe, ni de los políticos que se aliaron con los paras para acabar con la UP en los ochenta, ni de los empresarios del campo que financiaron a los paramilitares en los noventa.
     
    El primero en intentar derrumbar ese paradigma curiosamente no fue el presidente Santos sino el expresidente César Gaviria, cuando hace seis meses le recordó al país que una negociación concebida solo para las FARC podría dejar por fuera “a miles de miembros de la sociedad civil, empresarios, políticos, miembros de la rama judicial que de una u otra manera han sido también protagonistas de ese conflicto y que tienen muchas cuentas pendientes con la justicia”.

    La sinceridad y el pragmatismo con que el expresidente Gaviria reconoció verdades que el establecimiento aún se niega a admitir en público, no se la entendió el país  y su mea culpa naufragó en medio de la marea crispada de la polarización. Sin embargo, hoy hay que reconocerle que el expresidente tenía razón en los escenarios que planteó y  que su propuesta  de extender la justicia transicional a los no combatientes, que de alguna manera fueron financiadores, auxiliadores de los paramilitares o de los guerrilleros por intimidación o por beneficios electorales, va en el camino correcto para restablecer la simetría que debe tener el proceso.

    Desde la otra orilla del conflicto, el asesor de las FARC Enrique Santiago, en la entrevista que le dio a SEMANA hace unos días, coincidió con lo que ya había expuesto Gaviria. Los dos están de acuerdo en que si se quiere aplicar la tesis de los máximos responsables esta no se le puede aplicar solo a las FARC porque sería como pretender sostener una silla en una sola pata.  El problema es aún más complicado, porque mientras la sociedad tiene claro quiénes son los máximos responsables del lado de las FARC, no hay claridad sobre cuáles son los máximos responsables por parte del Estado y de la sociedad civil. Y yo me temo que esa va a ser una discusión que se va a zanjar  por las vías políticas, no jurídicas.

    Lo cual me lleva a señalar el desafío más grande que Santos tiene que enfrentar en estos tres años que le quedan de gobierno: tiene que convencer al país de que el tema de la justicia en el proceso de paz de La Habana no es un tema jurídico, sino político.  Es decir, que el proceso no se define por si  Timochenko va a la cárcel o si va a una  sin barrotes ni piyamas rayadas, sino por la capacidad de encontrar en la sociedad un mínimo consenso sobre cómo finalizar de raíz este conflicto. Y para que eso sea posible, la gran mayoría de los protagonistas de este conflicto deberán asumir sus compromisos de no repetición ante sus víctimas y resarcirlas con la verdad a cambio de un tratamiento generoso de la ley. ¿Hasta dónde debe ir esa generosidad? Eso lo debe determinar la propia sociedad sin que exceda los límites permitidos por la Corte Penal Internacional. En otras palabras, el país debería prepararse para una amnistía no total pero sí generosa de todos los actores del conflicto.  Pero también debería prepararse para ver a las FARC haciendo política porque no hay un proceso de paz en el mundo que se haga para que los insurgentes terminen en las cárceles.

    Esa no sería una paz con impunidad como diría Uribe sino una paz consensuada y legítima, con altas dosis de verdad, de reparación a las víctimas y con un mínimo de justicia para los condenados por delitos de lesa humanidad.  ¿El poder para qué? Para utilizar el liderazgo y cambiar esta sociedad y sus paradigmas.  Un proceso que no los cambie tampoco nos sirve.